En 1772, Francisco
Gil Moreno y su esposa, Inés Fernández Mateos, vecinos de Madrigalejo, hicieron
donación a su Iglesia de una escultura y talla de San José, que ellos mandaron
hacer. La donación fue movida por su devoción “a mayor honrra y Gloria de Dios,
culto y veneración del Glorioso Patriarca S. Joseph”[1]. Los donantes querían que
la imagen sirviera para la devoción pública y deseaban verla colocada en uno de
los altares de la iglesia parroquial “para excitar, promover y estender la devoción
del santo en los otros fieles convecinos”[2]. Por ello, pidieron
licencia al Visitador General de la Diócesis de Plasencia para colocar la
imagen de San José en el altar que se dice de Ánimas. El Visitador, el
Licenciado D. Joseph Fernández Díez, concedió dicha licencia el 4 de noviembre
de 1772.
Esta es la síntesis de un documento que se encuentra recogido en el Archivo Parroquial de Madrigalejo, a partir del cual se pueden abordar diversas cuestiones de carácter histórico y artístico.
Imagen
de San José
En
la iglesia de Madrigalejo, existen dos esculturas de bulto redondo que
representan a San José. Una de ellas podemos verla actualmente en el retablo
mayor, en una hornacina junto a San Juan Bautista. La otra está situada, sobre
peana, en uno de los pilares que sostiene el coro. Esta última escultura es más
reciente. Representa a S. José llevando de la mano al Niño Jesús, como su conductor,
guía y educador. En la otra mano, lleva una vara que remata en un ramo de
azucenas. Pero, en esta ocasión, nos vamos a centrar en la primera imagen.
La
escultura que se encuentra en el retablo es una talla de madera policromada,
que representa a San José como un varón adulto, en plenitud de su fortaleza
física e intelectual. Es importante destacar este hecho pues, hasta el S. XVI,
en el Arte, San José era tratado como una figura secundaria, de edad avanzada,
y siempre formando parte de alguna escena relacionada con la infancia de Jesús
y con María.
Formando parte de este tipo de escenas estuvo presente en nuestra iglesia parroquial en la “Adoración de los Pastores”, uno de los esgrafiados que, por desgracia, desaparecieron el siglo pasado. Y también podemos verlo en una pintura donde se representa la escena de la “Visitación”, en el retablo mayor.
El
banco del retablo acoge una tabla pintada al óleo de la “Visitación de la
Virgen María a su prima Santa Isabel”. En esta pintura, aparecen San José y San
Zacarías, sus esposos, situados en un segundo plano y en penumbras, dejando el
protagonismo a la Virgen y a Santa Isabel. Es un ejemplo de lo que se ha
apuntado anteriormente. Sin embargo, el hecho de que aparezca en esta escena S.
José, a quien no le correspondería estar presente según el relato evangélico,
indica que el reconocimiento de su figura ya va cambiando. Estilísticamente,
este cuadro corresponde al siglo XVI.
El Concilio de Trento (1545-1563) declara la validez del culto a los santos frente a la reforma luterana. Siguiendo sus criterios, la Orden Jesuita, así como Santa Teresa de Jesús y los Carmelitas Descalzos, de forma especial, contribuyeron a dar un fuerte impulso al culto y devoción a San José, como correspondía al lugar tan destacado que tuvo en la infancia y en la educación de Jesús. Como consecuencia, en el Barroco, San José dejó de ser un personaje marginal en las obras de arte y empezó a prodigarse su figura, proliferando especialmente su imagen en bulto redondo.
Con este sentido se representa la escultura
del S. XVIII que estamos tratando, en la que resalta su importante misión como
padre terrenal de Jesús. Vemos que S. José lleva en sus brazos al Niño Jesús,
como muestra de la cercanía y cariño que les une a ambos. La figura apoya sus
pies sobre un trozo de Gloria (representada por una nube y una cabeza de
angelote), incidiendo en el apelativo de “San José glorioso”. La disposición abierta del manto contribuye a dar volumen y movimiento a la figura, así como, su color marrón habla simbólicamente de sus dudas padecidas.
La escultura fue retocada, según aparece en el libro de fábrica de la parroquia en 1859, y este trabajo costó 100 reales.
En
el altar de las Ánimas
Francisco
Gil e Inés Fernández pidieron que la imagen se asentara “en el altar que se
dice de Ánimas, propio de su demanda”[3], es decir, de la cofradía
de las Ánimas Benditas del Purgatorio. Señala el documento que este altar
estaba dentro de la capilla mayor y que, sobre su mesa de altar, debía
colocarse “el adorno, retablo o caja correspondiente a la mayor decencia del
santo”[4]. El manuscrito sigue
diciendo que, por encima de la imagen del santo, debía colocarse el cuadro
donde se representa a las Ánima Benditas del Purgatorio. Advierte el Visitador
al párroco que no debía consentir, por esta causa, que el altar perdiese “el
concepto, nombre y denominación que antes tenía” con advocación de las Ánimas,
ni tampoco debía privarlas de los sufragios y demás funciones eclesiásticas que,
a sus capellanes y cofradía, le correspondían hacer como altar propio. Por esta
razón, la cofradía de las Ánimas quedaba obligada a la asistencia y limpieza de
la ropa de altar, así como a colocar el alumbrado –velas- que, por costumbre,
se correspondería en días festivos y otros que, por devoción, debían ponerse.
El
culto a las Ánimas Benditas del Purgatorio se extendió por toda la cristiandad
también tras el Concilio de Trento, donde se aprobó que los curas predicaran
sobre la existencia del purgatorio. El alma del difunto que tuviera penas que
“purgar”, antes de entrar en el cielo, debe pasar primero por el purgatorio,
donde puede recibir alivio mediante el sufragio de los fieles. Con el fin de
propagar su devoción, la Iglesia facilitó la creación de cofradías de ánimas en
las parroquias, que gozaron de amplio seguimiento especialmente en los siglos
XVII y XVIII.
Como vemos, la iglesia de Madrigalejo también contó con su cofradía de Ánimas del Purgatorio, que estuvo vigente, según los libros de cuentas, al menos desde 1642 hasta 1856[5]. Por este documento sabemos que su altar gozaba de un lugar privilegiado, en la capilla mayor, y que había un cuadro donde se representaba a las Ánimas del Purgatorio, pero que no tenía retablo ni ningún otro tipo de adorno.
Retablo
de San José
No
sabemos si llegó a realizarse algún retablo para el altar de las Ánimas, tal
como había aconsejado el Visitador en 1772, pero sí hubo un altar dedicado a
San José, con su retablo de madera estofada. Este se encontraba situado en el
paño de pared que hay entre el púlpito y la puerta del norte, en el lugar que
hoy ocupa el Nazareno. El retablo estaba adornado con robustas columnas
salomónicas que tenían enrolladas sarmientos de vid en torno a ellas. Este tipo
de columnas son características del Barroco –S. XVII y XVIII-, estando
plenamente vigentes cuando se ejecutó la imagen de San José, por lo que no es
descartable que se mandara construir ex profeso para esta escultura.
El
centro del retablo lo ocupaba una hornacina con la imagen de San José y, a
ambos lados, se situaban dos pinturas en las que estaban representados los
padres de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana. Además, tenía un tabernáculo
donde se guardaban las reliquias de Santa Severa. Lamentablemente el retablo
fue vendido en 1964, junto con el del Cristo de la Victoria y el de la Virgen
del Rosario, siendo otra pieza de nuestro patrimonio que ha desaparecido.[6]
Una
vez desaparecido el retablo, la imagen de S. José pasó a ocupar la hornacina
del retablo mayor donde hoy se le puede contemplar.
Ahora
es una buena ocasión para traer a Luz de
Candil esta imagen de San José, pues 2021 está dedicado a él; es un año
josefino convocado por el Papa Francisco para conmemorar los 150 años del
decreto Quemadmodum Deus, por el que
Pío IX declaró a San José “Patrono de la Iglesia universal”.
Guadalupe Rodríguez
Cerezo.
Bibliografía
y fuentes:
-Archivo Parroquial de Madrigalejo.
-L. RODRÍGUEZ AMORES: Crónicas lugareñas. Madrigalejo, Tecnigraf. S.A., Badajoz, 2008.
-https://librerias.paulinas.es/pastoral/san-jose-iconografia-arte-cristiano/
-http://artehistoriaestudios.blogspot.com/2017/03/capitulo-7-san-jose.html
-http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-culto-a-las-animas-devocion-y-disciplina-el-ramo-de-animas-de-abelon-zamora-1884-784333/html/
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