martes, 22 de julio de 2025

MADRIGALEJO EN EL CATASTRO DE ENSENADA (Primera parte)

 

Entre 1747 y 1753, por orden de Fernando VI, se realizó una gran investigación que afectaba a cada uno de los pueblos y ciudades de la Corona de Castilla y, en cada lugar, se debía responder a un cuestionario sobre la vida económica y social de su localidad. Se buscaba recabar información precisa de los distintos lugares para la elaboración de un proyecto que simplificara la fiscalidad de España. La propuesta había partido de su ministro, el Marqués de la Ensenada. Por eso, a todo el conjunto documental que resultó de aquel estudio, se le conoce como Catastro de Ensenada.

Del interrogatorio realizado en el lugar de Madrigalejo entre el 6 y el 8 de junio de 1753, vamos a entresacar algunos datos que nos pueden ayudar a conocer varios aspectos de la vida de nuestra localidad a mediados del S. XVIII.

A las preguntas del cuestionario respondieron, bajo juramento, algunas de las personas principales de la población. Estos eran:

-El cura rector de la Iglesia Parroquial: D. Justo y Pastor Conde.

-El alcalde del primer voto de su estado general: Alonso García del Barrio.

-Regidores por su estado general: Francisco Mérida y Sebastián Cañada.

-Escribano del número y ayuntamiento: Roque Gómez de Jironda.

-Personas inteligentes nombradas por el Sr. Juez Subdelegado: Juan García Ruiz y Sebastián Filara.

 

Sobre el número de vecinos y de casas

El documento dice que, en ese momento, vivían en Madrigalejo 123 vecinos, que corresponden a los cabezas de familia. Para conocer el número de habitantes, habría que aplicar, como factor de conversión, 4 o 5 habitantes por vecino. Por tanto, morarían en Madrigalejo, en aquellos tiempos, entre 482 y 615 personas. Junto al pueblo, el documento dice que había una casa granja propia del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe; se refiere a la Casa de Santa María. Dice también que esta casa estaba habitada por un religioso, y que el casero era un vecino del lugar.[1]

Sobre los edificios, informa de que había 117 casas habitables, 33 estaban arruinadas y una era inhabitable. Se explica también que varios vecinos, en otros tiempos, habían levantado sus casas en terreno propios de la Real casa de Nuestra Señora de Guadalupe y de otros particulares, sin su permiso y consentimiento. Para legalizar aquella situación, en 1392, se había firmado una “concordia” entre la Real casa y los vecinos por la que se les cedió la propiedad a cambio de que les pagaran cada año, a perpetuidad, el censo de dos gallinas por solar. Esta imposición se venía cumpliendo desde entonces y perduró hasta el S. XIX, tras las leyes desamortizadoras.[2]

Las casas de ayuntamiento, la cárcel y el pósito también se habían levantado en solares de la Casa de Santa María, por lo que también el Concejo debía pagar anualmente a esta Real casa dos capones, además de tener el gravamen de mantener en los ejidos del lugar 663 borras, 10 cabezas de cerda y 30 cabras u ovejunas, y también de sustentar, en la dehesas boyales y en los ejidos, a los bueyes de labor necesarios para sembrar las tierras que el convento de Guadalupe tenía en el término, las vacas y las excusas que, por su tasa, se le señalasen y cupiesen respecto de su labor, junto con novillos. Todo ello fue en virtud de reales executorias y concordia hecha por dicha Real casa y el Concejo.[3]

 

Algunos servicios públicos

Para la venta de vino, aceite y vinagre, había un abasto del que estaba al frente Andrés Moreno, un vecino del lugar. El abasto del jabón lo tenía Simón Fernández, vecino de Orellana. Además, había dos mesones; uno era propiedad de Benito Matheos y estaba regentado por Ramón Romero; el otro era propio de Juan Rodríguez David, que regentaba él mimo.[4]

Había una casa hospital, que estaba arruinada[5]. No debemos pensar en ella como un hospital como lo conocemos ahora, ni siquiera en una casa de salud. Se trataba de un establecimiento piadoso donde se acogía temporalmente a personas transeúntes. Se financiaba a través de obras pías, que tenían unas rentas muy escasas. Como vemos, en 1753, la casa hospital estaba en estado de ruina, y en el mismo estado seguía encontrándose en 1821, como podemos apreciar en la transcripción del siguiente documento municipal: …Que en virtud de que la casa nombrada hospital de este pueblo en el día careze de quien administre las cortas rentas que a la misma pertenezen y ser público y notorio estar cuasi arruinada…[6]

El Concejo de Madrigalejo, aquel año de 1753, estaba regido por dos alcaldes (el ya citado del primer voto y Francisco Gil Moreno, del segundo voto), dos regidores, ya citados, y un procurador síndico (Francisco Gil Ramos). Además, el Concejo tenía a su cargo dos escribanos del número (de uno ya hemos dado referencia, y el otro era Alonso de Segura), un depositario del Pósito de granos (Narciso Rodríguez) y un alguacil mayor (Marcos Rodríguez).[7]

El Pósito era una institución municipal encargada de hacer acopio de cereales, generalmente trigo, para después prestarlo en condiciones favorables a los labradores y a los vecinos cuando venían años de escasez.

Había también un maestro sangrador y barbero (Antonio de Casi Navarrete) con un delegado oficial (Joaquín Delgado)[8]. El sangrador y barbero era la persona que atendía las dolencias en la población y, aparte de cortar el pelo y afeitar, sacaba muelas, sangraba a los enfermos, recomponía los huesos rotos y realizaba pequeñas y sencillas cirugías.

El estanquero era Juan Matheos Gallego, quien además vendía jabón y productos de mercería. Había un maestro de primeras letras (Juan Ruiz), que también hacía el oficio de sacristán y de organista, y un arriero (Juan López Tamajón), que tenía cinco caballerías menores y una mayor.[9]

 

Otros oficios

En Madrigalejo, además, había un maestro albañil, un herrero (Juan Barroso), dos sastres (Diego Martín Pizarro y Lucas Hernández Blanco), un zapatero (Juan Liviano) y once hortelanos (Baltasar Pariente, Alonso Castilla, Juan Carmona, Francisco de Torres, Alonso Roncero, Blas Rodríguez, Manuel Muñoz, Gaspar Rodríguez, Juan Martín Ramos, Martín Gómez y José Caballero).[10]

Se dice que, en nuestra localidad, había quarenta jornaleros, que viven y se alimentan de su jornal diario, el que se les considera regulados las quatro estaciones del año y otros que de igual clase sirven y se acomodan por año, como son mayorales de ganado, de lana, cerda, vacuno y cabrío, sirvientes de labor, de arriería, caseros, zagales, aperadores, boyeros, labradores que trabajan de por sí en sus haciendas y sus hijos.[11]   

 Además, en aquel momento, había en Madrigalejo siete pobres de solemnidad[12]. Había también tres sacerdotes, con el cura párroco y un capellán[13].

 

Y terminamos

Antes de terminar, decir que no se han volcado todos los datos que aparecen en el Catastro de Ensenada, sino que, en esta ocasión, nos hemos fijado en la población y en lo que atañe a las personas. En otra ocasión trataremos sobre los productos que daba la tierra y los ganados que se criaban, así como las fincas del común.

Además, quisiera agradecer a Juan Agustín Ramos su generosidad por haberme proporcionado este documento de tanto valor histórico.

 

Guadalupe Rodríguez Cerezo.



[1] Pregunta 21 del cuestionario del Catastro de Ensenada.

[2] Pregunta 22.

[3] Pregunta 26.

[4] Pregunta 29.

[5] Pregunta 30.

[6] Archivo Municipal de Madrigalejo. Libro de actas. Sig. 16. (14 de noviembre de 1821).

[7] Pregunta 32.

[8] Ibidem.

[9] Ibidem.

[10] Pregunta 33.

[11] Pregunta 35.

[12] Pregunta 36.

[13] Pregunta 38.


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