Entre
1747 y 1753, por orden de Fernando VI, se realizó una gran investigación que
afectaba a cada uno de los pueblos y ciudades de la Corona de Castilla y, en
cada lugar, se debía responder a un cuestionario sobre la vida económica y
social de su localidad. Se buscaba recabar información precisa de los distintos
lugares para la elaboración de un proyecto que simplificara la fiscalidad de
España. La propuesta había partido de su ministro, el Marqués de la Ensenada. Por
eso, a todo el conjunto documental que resultó de aquel estudio, se le conoce
como Catastro de Ensenada.
Del
interrogatorio realizado en el lugar de Madrigalejo entre el 6 y el 8 de junio
de 1753, vamos a entresacar algunos datos que nos pueden ayudar a conocer
varios aspectos de la vida de nuestra localidad a mediados del S. XVIII.
A
las preguntas del cuestionario respondieron, bajo juramento, algunas de las
personas principales de la población. Estos eran:
-El
cura rector de la Iglesia Parroquial: D. Justo y Pastor Conde.
-El
alcalde del primer voto de su estado general: Alonso García del Barrio.
-Regidores
por su estado general: Francisco Mérida y Sebastián Cañada.
-Escribano
del número y ayuntamiento: Roque Gómez de Jironda.
-Personas
inteligentes nombradas por el Sr. Juez Subdelegado: Juan García Ruiz y
Sebastián Filara.
Sobre
el número de vecinos y de casas
El
documento dice que, en ese momento, vivían en Madrigalejo 123 vecinos,
que corresponden a los cabezas de familia. Para conocer el número de
habitantes, habría que aplicar, como factor de conversión, 4 o 5 habitantes por
vecino. Por tanto, morarían en Madrigalejo, en aquellos tiempos, entre 482 y
615 personas. Junto al pueblo, el documento dice que había una casa granja
propia del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe; se refiere a la
Casa de Santa María. Dice también que esta casa estaba habitada por un religioso,
y que el casero era un vecino del lugar.[1]
Sobre
los edificios, informa de que había 117 casas habitables, 33 estaban
arruinadas y una era inhabitable. Se explica también que varios vecinos, en
otros tiempos, habían levantado sus casas en terreno propios de la Real casa de
Nuestra Señora de Guadalupe y de otros particulares, sin su permiso y
consentimiento. Para legalizar aquella situación, en 1392, se había firmado
una “concordia” entre la Real casa y los vecinos por la que se les cedió la
propiedad a cambio de que les pagaran cada año, a perpetuidad, el censo de dos
gallinas por solar. Esta imposición se venía cumpliendo desde entonces y
perduró hasta el S. XIX, tras las leyes desamortizadoras.[2]
Las
casas de ayuntamiento, la cárcel y el pósito también se habían levantado
en solares de la Casa de Santa María, por lo que también el Concejo debía pagar
anualmente a esta Real casa dos capones, además de tener el gravamen de
mantener en los ejidos del lugar 663 borras, 10 cabezas de cerda y 30 cabras
u ovejunas, y también de sustentar, en la dehesas boyales y en los ejidos,
a los bueyes de labor necesarios para sembrar las tierras que el convento de
Guadalupe tenía en el término, las vacas y las excusas que, por su tasa, se le
señalasen y cupiesen respecto de su labor, junto con novillos. Todo ello fue en
virtud de reales executorias y concordia hecha por dicha Real casa y el Concejo.[3]
Algunos
servicios públicos
Para
la venta de vino, aceite y vinagre, había un abasto del que estaba al frente
Andrés Moreno, un vecino del lugar. El abasto del jabón lo tenía Simón
Fernández, vecino de Orellana. Además, había dos mesones; uno era propiedad de
Benito Matheos y estaba regentado por Ramón Romero; el otro era propio de Juan
Rodríguez David, que regentaba él mimo.[4]
Había
una casa hospital, que estaba arruinada[5]. No debemos pensar en ella
como un hospital como lo conocemos ahora, ni siquiera en una casa de salud. Se
trataba de un establecimiento piadoso donde se acogía temporalmente a personas
transeúntes. Se financiaba a través de obras pías, que tenían unas rentas muy
escasas. Como vemos, en 1753, la casa hospital estaba en estado de ruina, y en
el mismo estado seguía encontrándose en 1821, como podemos apreciar en la
transcripción del siguiente documento municipal: …Que en virtud de que la
casa nombrada hospital de este pueblo en el día careze de quien administre las
cortas rentas que a la misma pertenezen y ser público y notorio estar cuasi
arruinada…[6]
El
Concejo de Madrigalejo, aquel año de 1753, estaba regido por dos alcaldes
(el ya citado del primer voto y Francisco Gil Moreno, del segundo
voto), dos regidores, ya citados, y un procurador síndico (Francisco Gil
Ramos). Además, el Concejo tenía a su cargo dos escribanos del número (de uno ya hemos dado referencia, y el otro era Alonso
de Segura), un depositario del Pósito de granos
(Narciso Rodríguez) y un alguacil mayor (Marcos Rodríguez).[7]
El
Pósito era una institución municipal encargada de hacer acopio de cereales,
generalmente trigo, para después prestarlo en condiciones favorables a los
labradores y a los vecinos cuando venían años de escasez.
Había
también un maestro sangrador y barbero (Antonio de Casi Navarrete) con un
delegado oficial (Joaquín Delgado)[8]. El sangrador y barbero
era la persona que atendía las dolencias en la población y, aparte de cortar el
pelo y afeitar, sacaba muelas, sangraba a los enfermos, recomponía los huesos
rotos y realizaba pequeñas y sencillas cirugías.
El
estanquero era Juan Matheos Gallego, quien además vendía jabón y productos de
mercería. Había un maestro de primeras letras (Juan Ruiz), que también hacía el
oficio de sacristán y de organista, y un arriero (Juan López Tamajón), que
tenía cinco caballerías menores y una mayor.[9]
Otros
oficios
En
Madrigalejo, además, había un maestro albañil, un herrero (Juan Barroso), dos
sastres (Diego Martín Pizarro y Lucas Hernández Blanco), un zapatero (Juan
Liviano) y once hortelanos (Baltasar Pariente, Alonso Castilla, Juan Carmona,
Francisco de Torres, Alonso Roncero, Blas Rodríguez, Manuel Muñoz, Gaspar
Rodríguez, Juan Martín Ramos, Martín Gómez y José Caballero).[10]
Se
dice que, en nuestra localidad, había quarenta jornaleros, que viven y se
alimentan de su jornal diario, el que se les considera regulados las quatro
estaciones del año y otros que de igual clase sirven y se acomodan por año,
como son mayorales de ganado, de lana, cerda, vacuno y cabrío, sirvientes
de labor, de arriería, caseros, zagales, aperadores, boyeros, labradores que
trabajan de por sí en sus haciendas y sus hijos.[11]
Además, en aquel momento, había en Madrigalejo
siete pobres de solemnidad[12]. Había también tres
sacerdotes, con el cura párroco y un capellán[13].
Y
terminamos
Antes
de terminar, decir que no se han volcado todos los datos que aparecen en el
Catastro de Ensenada, sino que, en esta ocasión, nos hemos fijado en la
población y en lo que atañe a las personas. En otra ocasión trataremos sobre
los productos que daba la tierra y los ganados que se criaban, así como las
fincas del común.
Además,
quisiera agradecer a Juan Agustín Ramos su generosidad por haberme
proporcionado este documento de tanto valor histórico.
Guadalupe
Rodríguez Cerezo.
[1] Pregunta
21 del cuestionario del Catastro de Ensenada.
[2] Pregunta
22.
[3] Pregunta
26.
[4] Pregunta
29.
[5] Pregunta
30.
[6] Archivo
Municipal de Madrigalejo. Libro de actas. Sig. 16. (14 de noviembre de 1821).
[7] Pregunta
32.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.
[10]
Pregunta 33.
[11]
Pregunta 35.
[12]
Pregunta 36.
[13]
Pregunta 38.
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