La
hornacina central del retablo mayor de la iglesia de Madrigalejo cobija la
imagen escultórica de San Juan Bautista, santo titular de la parroquia. En sus
enjutas, dos angelotes portan sendas filacterias que completan la inscripción “No surrexit maior Ioanne Baptista”, y
esta leyenda nos remite al versículo Inter
natos mulierum non surrexit maior Ioanne Baptista, o lo que es lo mismo, “Entre
los nacidos de mujer, no surgió nadie mayor que Juan el Bautista” (Mt. 11,11). Con
este buen piropo, Jesús se dirigió a Juan…, aunque continúa diciendo…“sin
embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que Él”. Y es que
Juan el Bautista, el más grande de todos los profetas, no pudo ver la plenitud
del amor de Dios, la de dar su vida por nuestra salvación y resucitar al tercer
día, de la que sí son testigos quienes acogen el mensaje del Reino de Dios.
El
lugar en el que se sitúa la escultura del Santo es ideal para que pueda ser
contemplado por el pueblo que asiste a las celebraciones y al que la imagen se dirige.
Porque la imagen habla; habla con su actitud, con sus gestos, con su indumentaria…
Aunque su compostura no sugiere movimiento, su disposición no es para nada estática,
sino que, con su actitud, está expresando la misión que le ha sido encomendada.
Su dedo índice señala al cordero: He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije:
Detrás de mí viene un hombre que se ha puesto delante de mí, porque existía
antes que yo. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él
sea manifestado a Israel (Jn 1, 29-31). Con este gesto nos está indicando
su misión, la de ser el precursor del Hijo de Dios, la de indicarnos el camino
hacia Jesús.
Una
misión que fue revelada en el momento de su nacimiento: Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del
Señor para preparar sus caminos (Lc 1, 76). Juan, el último y el mayor de
los profetas, es la voz que clama en el
desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco
será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y
las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios (Lc
3, 4-6). Y la salvación de Dios pasa por la cruz, que la escultura de San Juan
porta en su mano izquierda a modo de cayado.
Contemplamos
a Juan descalzo, con un vestido de piel de
camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre (Mc 1, 6). Testificaba
con su vida austera en el desierto el bautismo de conversión que predicaba y
que le autorizaba para interpelar a la gente: Dad frutos dignos de conversión y no andéis diciendo en vuestro
interior: “tenemos por padre a Abraham”; porque os digo que puede Dios de estas
piedras dar hijos a Abraham (Lc 3, 8). Piedras que están representadas y
sobre las que apoyan el santo su pie desnudo, las patas del cordero y el
cayado.
Su
indumentaria nos sigue hablando… Sobre su hombro izquierdo y recogido con el
brazo derecho, porta su manto. Un manto de color rojo, porque roja es la sangre
que derramó en su martirio.
Herodes había enviado prender a
Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su
hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes:
-“No te está permitido tener la
mujer de tu hermano”.
Herodías le aborrecía y quería
matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre
justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba
con gusto.
Y llegó el día oportuno, cuando
Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a
los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó
mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha:
-“Pídeme lo que quieras y te lo
daré”.
Y le juró:
-“Te daré lo que me pidas, hasta la
mitad de mi reino”.
Salió la muchacha y le preguntó a
su madre:
-“¿Qué voy a pedir?”
Y ella le dijo:
-“La cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se llenó de tristeza, pero
no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante
mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se
fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a
la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
(Mc 6, 17-28)
Con
la escultura, el autor quiere llevar al fiel que la contempla la esencia de la vida del
santo, quiere mover el sentimiento religioso, la devoción hacia San Juan
Bautista, porque es una imagen de culto. El religioso es un tema predominante
en el Barroco español; como también lo es el realismo, en este caso sereno, con
el que está tratada la imagen, tallada en madera policromada. Es este un
material que da juego para resaltar el sentimiento religioso, al mismo tiempo
que apto para diferenciar las distintas texturas de las carnes, tejidos, pieles,
etc. Así podemos apreciar con qué naturalidad está tratada la lana del cordero
o la piel de su vestido. Y además, para realzar el naturalismo, vemos emplear
ojos vítreos postizos, tanto en el rostro de San Juan como en el cordero. El
uso de postizos nos lleva a un barroco tardío, de principios del siglo XVIII.
Como
también es frecuente en la escultura barroca española tallar por separado
algunas partes del cuerpo, como cabezas y manos, para después ensamblarlas a la
imagen mediante una espiga. Así se hizo en esta obra, como puede apreciarse en
la fotografía que adjuntamos más abajo, donde falta el brazo izquierdo, sin que le
falte a la imagen.
Esta
escultura forma parte del retablo plateresco que preside el presbiterio de la
iglesia parroquial de Madrigalejo, una obra de mediados del siglo XVI y, por
tanto, de época anterior a la imagen que estamos tratando. En el retablo se
abren siete hornacinas, pero tan solo dos de ellas están ocupadas por
esculturas coetáneas a él, las situadas en el segundo cuerpo. Desconocemos si en
la hornacina central pudo haber alojada anteriormente otra imagen del Santo o
de cualquier otra advocación, lo que sí es evidente que la escultura actual de
San Juan Bautista fue encargada ex profeso para ser colocada en ese lugar, tal
y como puede apreciarse en sus medidas y proporciones respecto a la hornacina. Como
todo el retablo, la escultura del San Santo fue restaurada en 2008 por la
empresa “Talleres de Arte Granda” con fondos de la Junta de Extremadura.
El
24 de junio estamos de fiesta. Celebramos el día de San Juan Bautista, nuestro
Santo Patrón; un santo tan especial que es venerado el día de su nacimiento,
algo tan excepcional que el santoral solo contempla el nacimiento de Cristo, de
la Virgen María y el suyo. Y porque es un santo especial, nuestros antepasados
decidieron encomendarse a él y, como buen pueblo cerealístico, agradecerle los
frutos de la cosecha, que en junio estaría en sazón para ser recogidos, y como
protector de los ganados, al ser también el patrón de la Mesta.
Por ello, duele
comprobar cómo año tras año vamos perdiendo el entusiasmo por festejar a nuestro
Santo Patrón y menos fieles le acompañan en su procesión. ¿Es el signo de los
tiempos…?
¡Celebremos a San Juan Bautista como bien se merece! y...
¡Feliz día de
San Juan!
Guadalupe Rodríguez Cerezo.