miércoles, 9 de octubre de 2019

VAMOS A CALLEJEAR 7. CALLES PALOMAR, PERAL HUERTAS Y ENRIADERAS





Continuamos la Visita Guiada y llegamos a la Calle del Palomar.
  
Calle y calleja del Palomar. De la calle del Palomar, sabemos que, en 1547, no estaba urbanizada. En esa fecha se traspasa una casa que linda con la “cerca del Palomar”. A la cerca y a la calle, le daría el nombre una edificación rústica destinada a la cría de pichones y palomas. Las palomas eran una socorrida fuente de proteínas básicas en la dieta de nuestros antepasados y, además, sus excrementos eran utilizados como abono orgánico, muy apreciado por hortelanos y labradores, pues son ricos en nitrógeno.

En aquel tiempo, estamos hablando del siglo XVI, junto a esta cerca, se encontraba el cementerio de Santa María de los Ángeles, que en otros documentos aparece como cementerio del Palomar.

Ya en 1829, el “barrio del Palomar” estaba habitado por 14 vecinos, es decir, en esta calle estaban asentadas catorce familias, y treinta años más tarde, estaban habitadas 26 viviendas.

Fotografía cedida por Inmaculada Ruiz del Árbol

De esta vía tenemos que citar varias particularidades:
-De ella, sale una calleja sin salida, a la que se llama calleja del Palomar.
-En esta calle, tuvo su primera fábrica de gaseosas el Señor Diego Loro. Se dispensaban entonces en las llamadas botellas de bolindre, porque una bola dentro de la botella, con la presión del ácido carbónico, impedía que el líquido y el gas salieran. Para servir la gaseosa había que introducir un dedo por la boca para que el bolindre bajara y saliera el líquido, con los problemas higiénicos que ello conllevaba.
-En la puerta de la casa que tenemos delante, haciendo de jambas, podemos ver dos lápidas funerarias romanas, que ya estaban colocadas en esta misma puerta en 1887. Escuchemos lo que nos tienen que decir unos ancestrales moradores:


*Diálogo de los romanos. Marco (Guillermo Ramos) y Julia (Mª José Calderón), desde el número 10 de la calle del Palomar, nos hablan de esta manera:
  
-Marco.- Soy Marco Victorio Galba, hijo de Lucio, de la tribu Papiria.
- Julia.- Y yo soy Julia Columba, hija de Lucio y hermana de Marco.
-Marco.- Nuestra familia se asentó en esta zona hace unos 2.000 años, cuando Lusitania fue conquistada por Roma. Entonces se repartieron tierras entre los veteranos de las legiones quinta y décima, que fueron Licenciados Eméritos, es decir, licenciados con honores, por su participación en las guerras cántabras. Nuestra casa estaba en la otra parte del río.
- Julia.- En las tierras que hoy son llamadas las Torrecillas, la de Abajo y la de Arriba.
-Marco.- El río Ruecas dividía nuestras propiedades. En esta parte, cultivábamos los cereales, la vid y el olivo, porque eran campos fértiles. En la otra, teníamos los ganados.
- Julia.- Teníamos lujosas viviendas, nuestras villas, con suelos de mosaicos en las salas principales, y con algunas esculturas dedicadas a nuestros dioses, como a la diosa Diana.
-Marco.- Contábamos con todo tipo de comodidades, hasta teníamos conducciones de agua para los baños y el consumo de casa.
- Julia.- Por eso nuestras villas estaban situadas junto al río Ruecas.
-Marco.- La capital de la Lusitania, Emérita Augusta, de donde procede nuestra familia, la teníamos a poco más de una etapa, por la calzada 25 del Itinerario de Antonino.
- Julia.- Allí íbamos al teatro y al circo, cunado había espectáculos.
-Marco.- Y a otros menesteres administrativos y mercantiles.
- Julia.- Bueno, dejemos el pasado. Hemos venido hasta aquí buscando nuestras lápidas y aquí las hemos encontrado.
-Marco.- Formando parte de la puerta de esta vivienda, aunque aquí no fue donde nos enterraron.
- Julia.- Nuestros cuerpos ya son polvo, pero permanece nuestro recuerdo gracias a estas inscripciones. Y seguro que algo de nuestro espíritu subyace en vosotros en forma de cultura.
Al final de las inscripciones se lee la frase ritual “que la tierra te sea leve”, y en verdad que hoy podemos decir, con gusto, que así ha sido.



Seguimos haciendo el recorrido y nos vamos a la Calle de la Tabla. Pero aquí desviamos algo nuestro recorrido mentalmente para hablar de las calles del Peral, Huertas y Enriaderas.

Frente a la calle del Palomar, tenemos la Calle del Peral. Por esa parte, entre el caserío y el río, entramos en una zona de huertas que llega hasta el punto en el que la calle del Peral se cruza con otra, que la corta perpendicularmente y que lleva el nombre de Huertas.  Aquí se llamaban “huertas” al terreno situado a la vera del río destinado generalmente a árboles frutales, a diferencia de los huertos, que eran de menor tamaño y en los que se cultivaban productos hortícolas. Tanto las huertas como los huertos se regaban con el agua que se extraía del subsuelo con la noria o el cigüeñal. Desde la calle Huertas se accedía directamente a un buen número de huertas cercanas al río, y el nombre del Peral puede venir, en sentido genérico, del frutal por excelencia que se daba en esas explotaciones. A mediados del siglo XIX, aun no estaban trazadas ninguna de estas dos calles, pero sí estaban habitadas a principios del siglo XX. Sabemos que la calle del Peral fue empedrada en 1932, siguiendo el procedimiento habitual de entonces: los vecinos residentes facilitaban los materiales y el trabajo corría a cargo del Ayuntamiento. Y también sabemos que ese mismo año, se está procediendo a la alineación de la calle Huertas y que, al año siguiente, sus vecinos pidieron que se instalase en ella el alumbrado público, petición que fue concedida por considerarlo de necesidad.

La influencia del río en el callejero de Madrigalejo llega hasta la Calle Enriaderas. Aunque esta vía es de reciente creación -aproximadamente de los años 50 del siglo pasado-, toma el nombre del llamado camino de las Enriaderas que, siguiendo el río, llevaba hasta la zona donde se “enriaba el lino”. Esta operación se realizaba desde julio a septiembre y consistía en mantener sumergidas en el agua las gavillas del lino recién segado para facilitar la tarea que se realizaba después y que consistía en separar la fibra textil de la parte leñosa del tallo. Recordemos que, hasta finales del siglo XIX, el lino era materia prima fundamental para elaborar las telas de uso cotidiano, tanto para ropa personal como para la ropa de casa.

En la siguiente entrada, hablaremos de la calle de la Tabla.
Continuará...