domingo, 9 de febrero de 2020

¿QUÉ APORTA EL SECTOR AGROPECUARIO A LA SOCIEDAD?



 La agricultura y la ganadería siguen siendo actividades necesarias en el mundo de hoy y deben ser prioritarias en cuanto a su atención por parte de la sociedad, pues aportan mucho más de lo que reciben. Aquí se muestran unos ejemplos, a los que se pueden añadir algunos más:


 Proporciona productos de primera necesidad.
El ser humano necesita satisfacer unas necesidades básicas: son las llamadas necesidades de subsistencia. No descubrimos nada nuevo diciendo que la nutrición es imprescindible para la vida de los seres vivos, y, por tanto, la alimentación es una necesidad de subsistencia. El sector agro-ganadero es el encargado de producir alimentos para que la población tenga satisfechas sus necesidades alimenticias básicas.
Todos y cada uno de los profesionales y trabajadores, desde sus respectivos oficios y empleos, son provechosos para la sociedad, pero los trabajadores del campo, de un modo especial, son imprescindibles. Sus productos se consumen, al menos, tres veces al día, y además aportan materia prima para la transformación de otras manufacturas. Por todo ello, el agropecuario es un sector estratégico.



Los productos agro-ganaderos españoles reúnen todas las exigencias y controles sanitarios y de calidad que exige la CEE.
La agricultura y la ganadería actual buscan ser competitivas. Procuran conseguir la mayor producción posible y al mismo tiempo se afanan por generar productos de calidad en cuanto a tamaño, a enteros –en caso del cereal- y, sobre todo, para poder ofrecer productos sanos. Sin embargo, la sanidad vegetal y animal no es solo un afán de los agricultores y ganaderos, sino que es una obligación. Y esta obligación está regulada e inspeccionada por la administración. A los productos agroalimentarios españoles se les exigen unos estándares de calidad y sanidad, y por ello son inspeccionados regularmente.
Para llegar a obtener estos estándares de sanidad y calidad, el coste de producción lógicamente se incrementa, porque no se puede emplear cualquier sustancia fitosanitaria. Existe un listado de pesticidas cuyo uso está totalmente prohibido en todo el territorio de la Unión Europea. Para hacer frente a las malas hierbas y a las enfermedades fitosanitarias, se emplean productos cada vez más selectivos, con una materia activa que vaya al meollo del problema y, al mismo tiempo, no sean nocivos para el consumo humano. Hay que hacerse una pregunta necesaria ¿Los productos agroalimentarios que entran de terceros países a un precio inferior reúnen las mismas garantías fitosanitarias que los nuestros? Esto se llama competencia desleal.




La ganadería y la agricultura contribuyen a conservar el medio ambiente.
Las plantas generan más oxígeno del que consumen, por tanto, nos proporcionan el oxígeno que necesitamos para respirar. Si los agricultores cultivan plantas, nos están proporcionando oxígeno, además de alimentos y materias primas. Pero las plantas también fijan el suelo, regulan la humedad y contribuyen a la estabilidad del clima –lo dice la FAO-. Es más, las explotaciones agropecuarias constituyen un freno al preocupante avance de la desertificación. Y los rebaños en ganadería extensiva realizan una importante labor de desbroce, esencial para impedir la propagación de los incendios forestales en verano.   
Con todo ello, también se achaca a los agricultores y ganaderos que contaminan. Sin embargo, están haciendo un gran esfuerzo en este sentido, pues los productos fitosanitarios que están obligados a emplear en sus explotaciones son cada vez más respetuosos con el medio ambiente y van dirigidos al mal que pretenden erradicar. Es lo que se llama agricultura sostenible
Aunque sea de obligatorio cumplimiento, el coste del empleo de los productos fitosanitarios selectivos lo asume el agricultor, pues supone para él un incremento importante en los gastos y una merma en su producción, porque estas sustancias son menos efectivas. Al mismo tiempo, las explotaciones agrícolas de terceros países, cuyos productos compiten en precio con los nuestros, no tienen ninguna limitación en cuanto al empleo de este tipo de sustancias. 




El sector agropecuario crea empleo y riqueza.
Aparte de la mano de obra directa que necesitan las explotaciones agro-ganaderas, también precisan una serie de servicios indispensables para sacar adelante su producción. Existen una serie de negocios que se mueven alrededor del sector agropecuario, como son las casas de semillas, productos fitosanitarios y piensos, talleres, carburantes, cosechadoras, empresas de servicios agrícolas, ventas de maquinarias, gestorías, transporte, industrias agroalimentarias… Toda una riqueza en puestos de trabajo que desaparecería si se van abandonando las explotaciones agrícolas y ganaderas.   




El sector primario fija población en el mundo rural.
De ese empleo y riqueza del que hemos hablado anteriormente, viven familias que habitan el mundo rural. Y todos ellos necesitan unos servicios sanitarios, educativos, de seguridad, administrativos, comerciales, relativos a la construcción, lúdicos, deportivos, …; todos ellos contribuyen a fijar población en el territorio, en los pueblos.




La población rural contribuye a conservar el patrimonio.
Conforme va desapareciendo la vida en los pueblos, se va perdiendo un ingente patrimonio cultural, ya sea material, como inmaterial en cuanto a tradiciones, transmisión oral, gastronomía… Los habitantes de las zonas rurales contribuyen a conservar sus iglesias, ermitas, edificios históricos y significativos… a mantener vivas sus tradiciones, sus romerías, procesiones, sus bailes, su música… y su patrimonio natural.



Después de todo lo dicho, ¿no merecen los ganaderos y agricultores ser mimados por la administración y por la sociedad?

Y, a cambio, el agricultor y ganadero no puede poner precio a sus productos. Mientras los servicios que utiliza van encareciéndose de día en día, algunos productos agrícolas se pagan hoy al mismo precio que hace 30 años.

Si bien, en compensación a las exigencias agroambientales y de pérdida de competitividad para mantener unos precios bajos, se les incentivan con las ayudas de la P.A.C. (Política Agraria Comunitaria), estas ayudas se van reduciendo sensiblemente con cada revisión de la P.A.C. (ya van unas cuantas) y, por tanto, la pérdida de renta es palpable.

Sus productos se crían a la intemperie, es decir, su producción depende de cómo se comporte la climatología. Y, como no tiene puertas el campo, sus explotaciones se enfrentan a las veleidades de los amigos de lo ajeno.

Los productos agropecuarios siempre son moneda de cambio en las negociaciones con terceros países para defender determinados “sectores estratégicos”. ¿No es el sector primario un sector estratégico que habría que cuidar y mimar?

Y a todo ello se suman los inconvenientes de vivir en el mundo rural: las urgencias médicas pueden estar a más de 20 Km. de distancia o su hospital a más de 100 Km.; las vías de comunicación dejan mucho que desear; las conexiones a Internet son aún muy deficientes; la educación de sus hijos supone un gran coste, por la lejanía a los centros universitarios, y por el desarraigo familiar, social y cultural que provoca… por señalar algunas.

Y, aun así, ¿no tienen derecho a lanzar su voz?

Guadalupe Rodríguez Cerezo.