martes, 12 de noviembre de 2019

VAMOS A CALLEJEAR 8. CALLE DE LA TABLA.



 Terminamos el recorrido de la visita en la calle de la Tabla, que toma el nombre porque desembocaba en una de las tablas más profundas que tenía el río Ruecas a su paso por Madrigalejo: la tabla Caballona. Y como Tabla Caballona se conocía desde antiguo a esta vía, donde habitaban 15 familias en 1829 y 35, a mediados del siglo XIX.



El 22 de febrero de 1930, la Corporación municipal decidió por unanimidad poner el nombre de “Custodio Romero” a la calle de la Tabla, en agradecimiento a la persona que, desde Madrid, había intervenido directamente en la gestión de las obras de las vías públicas que se estaban proyectando por entonces en Madrigalejo. Eran las obras del ferrocarril, caminos vecinales y la carretera, en las que estaba incluido el puente sobre el Ruecas. Durante escaso tiempo llevó este nombre la calle, pues al llegar la II República, recuperó el secular de la Tabla.

Cuando se construyó el puente, allá por 1930, la calle de la Tabla se convirtió en la vía principal de entrada a la localidad, desbancando a la calle del Río. Pero al principio, la calle no contaba con la anchura suficiente para el tránsito que comenzaba a tener, por lo que fue necesario realizar algunas modificaciones. Una de ellas fue construir una rampa de acceso desde la calle hasta el puente, obra que fue aprobada por el Ministerio de Obras Públicas en 1933. Otras reformas fueron ensanchar la calle en su parte final y proceder a su alineación hasta la plaza, obras que se proyectaron en 1933 y que, para materializarse, fue necesario expropiar cinco fincas urbanas.

Mucho se podría contar de historias y anécdotas ocurridas en esta calle, que nos harían alargarnos demasiado. Pero no podemos dejar de contar la siguiente:
 En la calle de la Tabla se hallaba el comercio del Sr. Enrique. Era una tienda de aquellas en las que uno podría encontrar todo género de existencias. Cierta noche, cuando todo el mundo estaba dormido, visitaron la tienda los amigos de lo ajeno. Y sin saber cómo, porque nadie vio ni oyó nada, al día siguiente, se encontraron el comercio totalmente vacío. 

Pero volvamos nuestra mirada a la tabla Caballona. Ocupaba el lugar donde hoy se alza el puente y, tras cuya construcción, pasó de tabla profunda a humilde chorrera y, posteriormente, a lo que hoy podemos contemplar, un cauce repleto de maleza. Sin embargo, la Caballona fue en su tiempo una tabla de gran riqueza. La pesca en ella estaba vedada todo el año, porque era reserva piscícola del Ruecas. Solo un día se les permitía a los pescadores profesionales pescar en ella, la víspera de la Feria.
Y en las profundidades de la tabla Caballona, nos decían de niños, habitaba un personaje singular, un pez mulo, dispuesto a comerse a los que se aproximaran a ella. Por transferencia, y con la misma finalidad, todos los pozos del pueblo tuvieron su propio pez mulo, pero nunca pudimos verlo ni saber con certeza qué figura tenía. Esto…hasta que Jonatan Carranza nos ha mostrado su interpretación personal del mulo que, sin duda, nos ayudará a mantenerlo en la memoria.

Pez Mulo.
Obra de Jonatan Carranza.

No queremos dejar de hablar del Lagar de San Jerónimo, o Bodega del Sr. Curro Broncano o del Sr. Sebastián Rubio, pues así era conocido un edificio de gran antigüedad que desapareció con las recientes obras del encauzamiento del río. Estaba situado en la misma curva de la carretera. Aquella construcción era la bodega que tenía el Monasterio de Guadalupe en Madrigalejo, una magnífica nave con capacidad para más de 50 conos, algunos de los cuales hacían 500 arrobas. En su fachada tenía una hornacina que cobijaba a la imagen de San Jerónimo, por lo que más que una bodega, en el exterior daba la sensación de ser una ermita.

Y nos despedimos con una estampa de las que era frecuente encontrar, en unos tiempos no muy lejanos por la ribera del río, y que ha servido de inspiración a Pedro Almodóvar para rodar una secuencia de su última película, Dolor y Gloria.


Última escena: Las Lavanderas (Alba Blázquez, Paqui Serrano, Belén Manzanedo) con las incursiones de un ranero (Juan Antonio Carrero), un vinatero (José Luis Sojo) y una madre con sus hijos (Sherezade Sojo con los niños Pablo y Daniela).
-Ranero.- ¡Buenos días, lavanderas!
-Lavanderas 1, 2 y 3.- ¡Buenos días, tío Ranero!
-Ranero.- ¡Buenos cestos de ropa tenéis hoy pa lavar!.
-Lavandera 1.- La de toa la semana, que no es moco de pavo.
-Lavandera 2.- ¿Qué? ¿Ya va usted a la tarea? ¿No le quedarán unas dos docenas de ranas pa venderme?
-Ranero.- Recién limpias están y enristrás en las juncias.  Anoche estuve con el carburo cazándolas y no se dio mal la cosa. Ya está mi María prepará con el baño pa salir a venderlas.   
-Lavandera 2.- A ver si tengo suerte y le quean algunas pa cuando me recoja.
-Lavandera 3.- ¿Pos no has puesto el esquero en la chorrera?
-Lavandera 2.- Y bien untao con migas de pan, pa que entren muchos peces… pero somos tantas bocas a comer…
-Ranero.- ¡Bueno, con Dios! Me voy a la faena. Ahí os dejo con el tío Perico (sale de la escena)
-Lavandera 1, 2 y 3.- ¡Con Dios!
-Lavandera 1.- ¡Buenos días tío Perico! ¿Ya va usted pa la bodega?
-Tío Perico.- ¡Buenos día nos dé Dios! Allá voy, a mecer los conos, y pa lo que se tercie… (Sale de la escena)
-Lavandera 3.- Ca uno a su tarea y nosotras, a la nuestra…
-Lavandera 1.- Venga lavar, lavar y refregar… Mojamos la prenda, la ponemos en el batiero, la frotamos con el jabón y a restregarla bien…
-Lavandera 2.- ¡Cuidao con tanto restregar, a ver si te la vas a cargar…!
-Lavandera 1.- Si es delicá…, se hace con mimo, pero, pa quitar los palominos destos calzones, no hay más narices que refregar. ¡Menos mal que ogaño el jabón m´ha salío con mucha fuerza y da gusto enjabonar!
¿Cómo pue ser que, con el aceite tan sucio que usé pa hacer el jabón, quede la ropa tan limpia?
-Lavandera 3.- Es la sosa, que se lo come to. Y bien enjaboná, ponemos la ropa al verde, pa que se soleé, y como si fuera un milagro lo limpia que quea.
-Lavandera 2.- Yo ya m´he acurao ese sitio (señalando a un punto determinado) pa verdear mi ropa, porque esta semana la traigo minina… ¡Cómo pueen emporcarse tanto esas criaturas!
-Lavandera 1.- ¡Cómo no se van a barrear esos pequeños diablillos…, como el que viene por ahí! (Y dirigiéndose a la madre y al hijo que entran en escena) ¿Dónde van por aquí la madre y el hijo?
-Madre.- Allí un poco más abajo, a ver si estos niños se dan un buen remojón; que se refresquen, porque mirad que hace calor…
-Lavandera 2.- Pablo, Daniela, ni os asoméis a la tabla caballona, no vaya a ser que salga el pez mulo…
-Daniela.- ¿Qué es el pez mulo?
-Lavandera 2.- (Con entonación para darle miedo) En lo más hondo de la tabla caballona, habita el pez mulo… Y a los niños que no se portan bien… Se los traga… como si fueran pececinos.
-Pablo.- ¡Ah! A mí no me hace na…, porque yo soy mu bueno y me lo como to.
-Madre.- Bueno, bueno, que haces más d´una trastás…
-Pablo.- Pero siempre es sin querer… porque no me doy cuenta
-Lavandera 1.- ¡Anda que le vas a callar…! que disfrutéis del baño.
-Madre y niños.- ¡Adiós!
-Lavanderas 1, 2 y 3.- ¡Con Dios!
-Lavandera 3.- Vamos a seguir con la faena… que la ropa ya tiene que estar bien soleá.
-Lavandera 1.- Sí, y una vez bien aclará, lo limpita que va a quear.
-Lavandera 2.- Y en esa junquera o en los jaramagos aquellos, la tendemos.
-Lavandera 3.- Con este calor, cuando nos vayamos, la ropa, casi seca nos la llevamos.
-Lavandera 1.- ¡Qué gusto da venir a lavar al río en verano! Meter las manos en el agua y salpicarnos con ella pa refrescarnos.
-Lavandera 2.- Y qué pereza en el invierno, con tanto frío. Se quean las manos congelás.
-Lavandera 3.-  Un día de ogaño, rompí el carámbano al poner el batiero. ¡Cómo estaría de fría la condená!
-Lavandera 1.- (Levantándose) ¿Qué? ¿Os quea mucho?
-Lavandera 2.- Este es el último pingo, y termino.
-Lavandera 3.- (Levantándose) Sí, ya es hora de irse pa casa, pero antes vamos a la chorrera a recoger los esqueros.
 -Lavandera 2.- (Levantándose) A ver si me pueo apañar pa cena con los peces que hayan caío y las ranas del tío Ranero.
-Lavandera 1.- ¡Vamos a por ellos! (y salen las tres de la escena)

Y nos despedimos cantando la Jota de las lavanderas:

Ya vienen las lavanderas
con el batidero en mano,
para lavar en el río
la ropa con desparpajo. (Bis)

Refriega, refriega
la ropa en el Ruecas,
que si no refriegas
la mancha se queda.
La mancha se queda
si no la refriegas
y bien limpia queda
si bien la refriegas.

Lavamos los calzoncillos
y las prendas más preciadas,
las sayas y pantalones
de todos los de la casa (Bis).

Refriega, refriega
la ropa en el Ruecas,
que si no refriegas
la mancha se queda.
La mancha se queda
si no la refriegas
y bien limpia queda
si bien la refriegas.

Ya se van las lavanderas
y se despiden de ustedes,
si la función ha gustado,
vuelvan al año que viene (Bis).

Refriega, refriega
la ropa en el Ruecas,
que si no refriegas
la mancha se queda.
La mancha se queda
si no la refriegas
y bien limpia queda
si bien la refriegas.

Con esta entrega terminamos de exponer lo que fue la segunda edición de “Vamos a Callejear”, pero los organizadores -Asociación Cultural Fernando el Católico y Oficina de Turismo-, no quieren despedirse sin antes destacar que el éxito de esta visita ha sido posible:
En primer lugar, por la cantidad de vecinos que han participado en esta actividad. Sin ellos no se hubiera podido llevar a cabo. Porque esta forma de participar es de las que hacen pueblo, ya que había voluntarios de todas las edades y de distintas asociaciones trabajando en común y con ilusión. Porque ha habido personas y colectivos que han puesto medios, conocimiento y arte. Y. por supuesto, un público entregado, disfrutando de todo lo que fuimos contando, ayudando a salvar situaciones difíciles, con la naturalidad de ponerse en el pellejo de quién estaba actuando, y mostrando su paciencia si, desde su posición, no pudieran ver las escenas.

Por todo ello, queremos mostrar nuestra agradecimiento:
A Alba Blázquez, que ha dirigido y organizado las escenificaciones.
A los actores: Dolores Escobar, Alfonso Cuadrado, Francisco Carranza, Magdalena Rodríguez, Rosi Arias, Guillermo Ramos, M. José Calderón, Juan Antonio Carrero, Alba Blázquez, Belén Manzanedo, Paqui Serrano, José Luis Sojo, Sherezade Sojo y los niños Daniela y Pablo. Todos ellos dieron vida a personajes de otros tiempos, desde romanos a vecinos del siglo pasado.
A las narradoras: Candi Ciudad, Satur Ciudad, Toni Loro y Guadalupe Rodríguez.
A Jonatan Carranza que ha hecho posible que visualicemos el Pez Mulo a través de su obra.
A Marisi Moreno, que hizo de apuntadora.
A la Asociación de Amas de Casa, que nos sorprendieron con unas gustosas galletas de coco y sus voces para la Jota de las Lavanderas.
A quienes nos abrieron sus casas para enchufar corriente eléctrica o se ofrecieron a ello: Peña Senderista, Eufemia Velarde, Juan Carlos Sánchez, Gloria Ramos, Cati Cerrato, José Moreno, D. Elías y Antonio Durán.
A quienes nos han aportado su experiencia y sus recuerdos: Ramona Velarde, Juan Moreno, Santi Sánchez García, Antoñita Mateos y Paca Mateos.
Al Ayuntamiento, que ha puesto los medios que necesitábamos y han contribuido a la financiación de los medios audiovisuales, junto con la Asociación Cultural Fernando el Católico
 A la Policía Local y a Protección Civil, que despejaron el tráfico en las calles que íbamos a ocupar.
A todas las personas que, a lo largo de los años nos han referido sus recuerdos a través de la "Memoria Vivida" de la Asociación Cultural Fernando el Católico.
A todas las personas que nos acompañaron en la visita guiada de "Vamos a Callejear", pues son la razón de ser de la actividad.
Y si alguien no aparece en los agradecimientos y debiera de estar, pedimos disculpas, la omisión no ha sido voluntaria.
Los datos han sido recopilados del libro de L. Rodríguez Amores "Crónicas Lugareñas. Madrigalejo", del Archivo Municipal y del recuerdo de nuestros paisanos. La redacción de los textos son obra de Antonia Loro y Guadalupe Rodríguez.

Ha sido un placer poder llegar con nuestro mensaje a todos vosotros. Esa era nuestra intención.

miércoles, 9 de octubre de 2019

VAMOS A CALLEJEAR 7. CALLES PALOMAR, PERAL HUERTAS Y ENRIADERAS





Continuamos la Visita Guiada y llegamos a la Calle del Palomar.
  
Calle y calleja del Palomar. De la calle del Palomar, sabemos que, en 1547, no estaba urbanizada. En esa fecha se traspasa una casa que linda con la “cerca del Palomar”. A la cerca y a la calle, le daría el nombre una edificación rústica destinada a la cría de pichones y palomas. Las palomas eran una socorrida fuente de proteínas básicas en la dieta de nuestros antepasados y, además, sus excrementos eran utilizados como abono orgánico, muy apreciado por hortelanos y labradores, pues son ricos en nitrógeno.

En aquel tiempo, estamos hablando del siglo XVI, junto a esta cerca, se encontraba el cementerio de Santa María de los Ángeles, que en otros documentos aparece como cementerio del Palomar.

Ya en 1829, el “barrio del Palomar” estaba habitado por 14 vecinos, es decir, en esta calle estaban asentadas catorce familias, y treinta años más tarde, estaban habitadas 26 viviendas.

Fotografía cedida por Inmaculada Ruiz del Árbol

De esta vía tenemos que citar varias particularidades:
-De ella, sale una calleja sin salida, a la que se llama calleja del Palomar.
-En esta calle, tuvo su primera fábrica de gaseosas el Señor Diego Loro. Se dispensaban entonces en las llamadas botellas de bolindre, porque una bola dentro de la botella, con la presión del ácido carbónico, impedía que el líquido y el gas salieran. Para servir la gaseosa había que introducir un dedo por la boca para que el bolindre bajara y saliera el líquido, con los problemas higiénicos que ello conllevaba.
-En la puerta de la casa que tenemos delante, haciendo de jambas, podemos ver dos lápidas funerarias romanas, que ya estaban colocadas en esta misma puerta en 1887. Escuchemos lo que nos tienen que decir unos ancestrales moradores:


*Diálogo de los romanos. Marco (Guillermo Ramos) y Julia (Mª José Calderón), desde el número 10 de la calle del Palomar, nos hablan de esta manera:
  
-Marco.- Soy Marco Victorio Galba, hijo de Lucio, de la tribu Papiria.
- Julia.- Y yo soy Julia Columba, hija de Lucio y hermana de Marco.
-Marco.- Nuestra familia se asentó en esta zona hace unos 2.000 años, cuando Lusitania fue conquistada por Roma. Entonces se repartieron tierras entre los veteranos de las legiones quinta y décima, que fueron Licenciados Eméritos, es decir, licenciados con honores, por su participación en las guerras cántabras. Nuestra casa estaba en la otra parte del río.
- Julia.- En las tierras que hoy son llamadas las Torrecillas, la de Abajo y la de Arriba.
-Marco.- El río Ruecas dividía nuestras propiedades. En esta parte, cultivábamos los cereales, la vid y el olivo, porque eran campos fértiles. En la otra, teníamos los ganados.
- Julia.- Teníamos lujosas viviendas, nuestras villas, con suelos de mosaicos en las salas principales, y con algunas esculturas dedicadas a nuestros dioses, como a la diosa Diana.
-Marco.- Contábamos con todo tipo de comodidades, hasta teníamos conducciones de agua para los baños y el consumo de casa.
- Julia.- Por eso nuestras villas estaban situadas junto al río Ruecas.
-Marco.- La capital de la Lusitania, Emérita Augusta, de donde procede nuestra familia, la teníamos a poco más de una etapa, por la calzada 25 del Itinerario de Antonino.
- Julia.- Allí íbamos al teatro y al circo, cunado había espectáculos.
-Marco.- Y a otros menesteres administrativos y mercantiles.
- Julia.- Bueno, dejemos el pasado. Hemos venido hasta aquí buscando nuestras lápidas y aquí las hemos encontrado.
-Marco.- Formando parte de la puerta de esta vivienda, aunque aquí no fue donde nos enterraron.
- Julia.- Nuestros cuerpos ya son polvo, pero permanece nuestro recuerdo gracias a estas inscripciones. Y seguro que algo de nuestro espíritu subyace en vosotros en forma de cultura.
Al final de las inscripciones se lee la frase ritual “que la tierra te sea leve”, y en verdad que hoy podemos decir, con gusto, que así ha sido.



Seguimos haciendo el recorrido y nos vamos a la Calle de la Tabla. Pero aquí desviamos algo nuestro recorrido mentalmente para hablar de las calles del Peral, Huertas y Enriaderas.

Frente a la calle del Palomar, tenemos la Calle del Peral. Por esa parte, entre el caserío y el río, entramos en una zona de huertas que llega hasta el punto en el que la calle del Peral se cruza con otra, que la corta perpendicularmente y que lleva el nombre de Huertas.  Aquí se llamaban “huertas” al terreno situado a la vera del río destinado generalmente a árboles frutales, a diferencia de los huertos, que eran de menor tamaño y en los que se cultivaban productos hortícolas. Tanto las huertas como los huertos se regaban con el agua que se extraía del subsuelo con la noria o el cigüeñal. Desde la calle Huertas se accedía directamente a un buen número de huertas cercanas al río, y el nombre del Peral puede venir, en sentido genérico, del frutal por excelencia que se daba en esas explotaciones. A mediados del siglo XIX, aun no estaban trazadas ninguna de estas dos calles, pero sí estaban habitadas a principios del siglo XX. Sabemos que la calle del Peral fue empedrada en 1932, siguiendo el procedimiento habitual de entonces: los vecinos residentes facilitaban los materiales y el trabajo corría a cargo del Ayuntamiento. Y también sabemos que ese mismo año, se está procediendo a la alineación de la calle Huertas y que, al año siguiente, sus vecinos pidieron que se instalase en ella el alumbrado público, petición que fue concedida por considerarlo de necesidad.

La influencia del río en el callejero de Madrigalejo llega hasta la Calle Enriaderas. Aunque esta vía es de reciente creación -aproximadamente de los años 50 del siglo pasado-, toma el nombre del llamado camino de las Enriaderas que, siguiendo el río, llevaba hasta la zona donde se “enriaba el lino”. Esta operación se realizaba desde julio a septiembre y consistía en mantener sumergidas en el agua las gavillas del lino recién segado para facilitar la tarea que se realizaba después y que consistía en separar la fibra textil de la parte leñosa del tallo. Recordemos que, hasta finales del siglo XIX, el lino era materia prima fundamental para elaborar las telas de uso cotidiano, tanto para ropa personal como para la ropa de casa.

En la siguiente entrada, hablaremos de la calle de la Tabla.
Continuará...


domingo, 15 de septiembre de 2019

VAMOS A CALLEJEAR 6. CALLE CAVA


La visita guiada llega a la encrucijada con la calle de la Cava y del Palomar, donde se detiene y ocurre lo siguiente:
 En este punto nos podemos fijar en las esquinas. Son todas redondeadas o achaflanadas, como en algunas de las esquinas de la zona más antigua de nuestra localidad. La razón es muy sencilla: los carros –que eran los vehículos que circulaban por estas vías- no tenían dirección asistida y tenían que abrirse para no comerse las esquinas.


 De la calle del Río, sale la Calle de la Cava. El término cava, en las ciudades medievales, hacía alusión al foso que defendía poblados o fortalezas. Otro término que también tiene un significado similar es el Coso. Y justamente, en Madrigalejo, contamos con dos calles que llevan el nombre, respectivamente, de la Cava y del Coso. Ambas serían el límite del núcleo de población más antiguo y sus zonas defensivas.



Sobre la calle de la Cava vamos a contar la siguiente historia escrita por Lorenzo Rodríguez Amores, basada en la tradición oral y en documentos parroquiales. Escuchamos a Satur Ciudad.

Contaban los antiguos, quienes a su vez se lo escucharon a otros más viejos que ellos, que, en los tiempos de estos últimos, había en Madrigalejo una mocita sin igual por linda y garbosa. Ignoramos su nombre y apellidos, pues sólo era conocida por la “Cava”, un apodo que tampoco sabemos si se debe a que tenía su morada en la calle con esta misma denominación, la cual aún conserva, o la citada vía tomó el nombre del mote, tal vez heredado, de la moza.

La “Cava”, con sus singulares atractivos, de buen parecer y natural alegre, siempre haciendo gala de saber estar en su sitio, por honesta y juiciosa, poseía un “aquel” que volvía mochales al mocerío del pueblo y de su entorno. Ni qué decir tiene que no le faltaban pretendientes y así fue preguntada, o dicho de otro modo, requerida de amores por no pocos de sus entusiastas admiradores. Pero ella resistía sin comprometerse, tal vez reservándose para cuando se acercase a ella algún buen mozo que le entrase por el ojo. La ocasión no se hizo esperar. La mocita cayó en las redes que le tiende un apuesto militar con unas perspectivas de brillante futuro profesional, pues a los veintiséis años lucía las tres estrellas de capitán.

La disciplina militar no es pródiga en permisos de asuetos, de aquí que el enamorado no pierda ocasión, cuando se le presenta cualquier coyuntura, de acercarse a Madrigalejo para disfrutar de tiernos paliques amorosos. En una de esas visitas, a nuestro capitán le llega la hora de la separación, ya que es reclamado por sus deberes profesionales y debe cortar esos idílicos momentos de “pelar la pava”, cuando todo era felicidad en la pareja. El capitán Gorbea recibe la orden de incorporarse a su guarnición toledana con urgencia.

No le queda otro recurso que tomar la diligencia en Miajadas, que le llevaría a Madrid. Para llegar hasta allí, debe hacer una penosa andadura de siete u ocho leguas, que es la distancia que separa Miajadas de Madrigalejo, y ha de hacerlo cuando la noche se viene encima, y la noche no es buena consejera para una marcha por senderos desconocidos y solitarios. Nada más iniciar el camino, las criaturas nocturnas rompen el opaco silencio de la oscuridad: la mochuelada con sus machaqueos insistentes de posesivo como si fuese suyo todo el monte, los lamentos quejumbrosos de las cornejas o corujas, el semigrito lánguido del búho mientras se atusa el plumaje para llamar la atención a la pieza de caza que se atreve a salir de su guarida y el siseo de la espectacular lechuza… en realidad seres inofensivos, no así el taimado y mítico lobo, cuya  desagradable y frecuente compañía se detecta sin necesidad de verlo, que sigue y persigue al caminante con sus castañeteos de dientes , ojos como ascuas y  tristísimos aullidos que, debido al tufo que expele, provoca verdadero pavor, tanto a las personas como a los animales, a quienes puede decirse que le ponen los “pelos de punta” y “el vello de carne de gallina”, lo que en términos campesinos se conoce con el apelativo de “enlobarse”. 

Pero, en ocasiones, son más peligrosos los lobos que se refieren al género humano. El viajero que se lanzó a la andadura, un pie tras otro, con la intención de caer en Miajadas al amanecer, para subirse a la diligencia que le llevará a Madrid, utilizando el camino común de Alcollarín y Campo Lugar, tuvo que atravesar los arenosos adehesamientos de la Torrecilla de Abajo, las Abiertas y Carrascalejo, por donde se hunde el cauce del río Pizarroso. Ya dice el refrán que “entre las doce y la una, anda la mala fortuna”. Pero el caminante no pensaba en peligros, sin duda ensimismado en los recuerdos de los deleites amorosos… En la orilla contraria del río había gente apostada y bien oculta entre la espesura de los junquerales. No tuvo tiempo el capitán Gorbea de asustarse y mucho menos de defenderse, pues fue asaltado por los agazapados con tal rapidez, ensañamiento y violencia, que le quitaron la vida casi en el acto.

De este modo, la Cava, la guapísima Cava, vio romperse, con la pérdida del adorado prometido, una felicidad para la que no encontraba consuelo y alivio.
El capitán Gorbea fue enterrado en la iglesia parroquial del lugar de Madrigalejo, como pobre de solemnidad, el 19 de marzo de 1811.  



Hasta hace poco tiempo la calle de la Cava era conocida por la calleja de la Panadería, por ser una calle de poca entidad donde estaba enclavada la panadería de Chamizo. Por esta razón, aunque calleja, era una vía con un gran trajín y movimiento de gente.

Al oír esas últimas palabras, dos clientas de la Panadería de Chamizo. (Rosi Arias y Magda Rodríguez) nos llevan a otros tiempos de las panaderías:
-Vecina 1.- Trajín y movimiento de gente es lo que ven mis ojos
-Vecina 2.- ¡Mi madre…! ¡Cuánto gentío…! ¡No vendrán tos estos a por pan…
-Vecina 1.- ¡Calla, mujer! ¿Cómo van a venir a por pan si no son horas?
-Vecina 2.- ¿Pos no venimos nosotras de la panadería sin ser hora de despachar pan?
-Vecina 1.- Tú sabrás a lo que has venío… pero si yo no vengo, mañana no comemos pan… Me quean unos mendrugos pa unas pringás, no más. Ni pa unas migas tengo.
-Vecina 2.- Por eso no t´apures; yo te hubiese emprestao alguno, qu´entavía me quean en el costal.
-Vecina 1.- T´estoy mu agradecía. Ya estoy apañá. Mi marío fue al molino pa que le molieran el grano. Una vez molío, trajo los costales d´harina a la panadería. Y ahora he venío yo pa que me dieran los vales que m´han correspondío. A ver si los conduro pa una buena temporá.
-Vecina 2.- No te creas, que comiendo pan pa ´l desayuno, pa ´l almuerzo, pa la merienda, pa la merendilla de los muchachos, pa la latega del marío, pa la cena… ¡Uf…! necesitamos dos vales de pan al día, como poco.
-Vecina 1.- Mientras tengamos granos que moler… no nos faltará el pan de cada día.
-Vecina 2.- Ni pa los dulces…, que unas perrunillas o unas bollas de chicharrón hacen mu buen apaño pa´l desayuno… Que d´eso vengo yo, de llevar unas latas de bollas pa que me las cuezan esta noche en el horno.
-Vecina 1.- Y… digo yo… toa esta gente ¡qué bien nos hubieran venío en la siega…!, que la mucha gente…si no es pa comer…qué bien viene siempre…
-Vecina 2.- Pos no sirve darle vueltas… La cosecha s´ha terminao y el grano ya está recogío en el granero
-Vecina 1.- (Dirigiéndose al público) Oigan ustedes, al año que viene, pa San Juan, aquí les quiero ver con el jocino bien afilao p´ayudarnos a la siega… Pero pa comer…, cada uno a su casa…
-Vecina 2.- No hagan caso… Que perro ladrador, poco mordeor… Ya ven, p´abrir boca, aquí hemos preparao unos dulces entre las comadres…
-Vecina 1.- Y tiramos la casa por la ventana…
-Vecina 2.- ¡Ea, con Dios!¡Que los disfruten!



Cuando terminan su plática las vecinas, un grupo de mujeres de la Asociación de Amas de Casa reparten galletas de coco que ellas mismas habían elaborado.

Continuará…

lunes, 26 de agosto de 2019

VAMOS A CALLEJEAR 5. CALLE DEL RÍO

Pasaderas

El año pasado iniciamos un recorrido por distintas calles de nuestra localidad para contar su historia y sus historias, de una forma amena y dinámica. Ahora continuamos donde lo dejamos, para seguir conociendo más de nuestro pasado y para recordar una forma de vida que hemos dejado atrás.



Esta actividad ha sido organiza por la Oficina de Turismo y la Asociación Cultural Fernando el Católico, con la colaboración especial de la Asociación de Amas de Casa. Pero, sin duda, la visita guiada no se podría haber realizado sin la participación de los numerosos voluntarios que, con gran entusiasmo y generosidad, hicieron posible este itinerario. Por ello, damos las gracias a todas las personas que, de una forma o de otra, participaron en esta visita: al trabajo desinteresado de la Asociación de Amas de Casa y de los voluntarios; al Ayuntamiento, que puso los medios para su realización; a Protección Civil y Policía Local que controlaron la circulación vial por el recorrido; a las personas que nos han suministrado corriente eléctrica desde sus domicilios, y a todos los que nos acompañaron en la visita y a quienes están leyendo estas líneas.

Fotografía tomada en el molino de Abajo.

Nos introdujeron en el tema una vecina (Dolores Escobar), un molinero (Alfonso Cuadrado) y un pescador (Francisco Carranza). Vea mos lo que nos contaron:

-Vecina.- ¡Válgame Dios! Y ahora, ¿qué hago?
-Molinero.- Ni que me leyeras el pensamiento…
-Pescador.- Me parece a mí, que a los tres nos han trabucao.
-Vecina. – A ver…, yo vengo, por la calle el Río, con mis cántaros al cuadril, a por agua pa beber y pa los garbanzos ¿y qué me encuentro?
-Molinero.- Pues na de na, lo mismo que yo.
-Pescador.- ¿Cómo que na? ¡Peazo muro que hay ahí!
-Molinero.- Sí, Sí… ¿pero dónde está mi molino?
-Vecina.- ¿Y las pasieras?¿Y el vao? Si estaban aquí, aquí mismito… ¿A ver cómo paso yo ahora a la fuente los Grifos?
-Pescador.- Pos como tengas que saltar ese peazo muro con el cántaro a la cabeza… lo escacharras… y… ni agua pa beber ni pa los garbanzos….
-Vecina.- ¿Y qué hago yo? Si la olla del agua de casa está tan vacía que casi vemos el culo.
-Molinero.- ¡Ja!, no siento yo tu agua, sino mi molino… ¿Cómo voy a moler el grano? Pa mañana tengo que tener diez costales de harina pa los panaeros. ¿Cómo harán el pan si no tienen harina…?
-Vecina.- Pos que se lo muelan en el molino de arriba.
-Pescador.- ¿Y si os digo que eso tampoco va a poder ser…?
-Molinero.- ¿Qué…? A ver, cuenta, cuenta…
-Pescador.- Pos que m´he ío río arriba, buscando una buena tabla onde echar la caña o el trasmallo, o alguna chorrera onde estén graciosos los peces y… ni una cosa ni la otra. To el río está encenagaíto de maleza, de plantas que en mi vía he visto. No he encontrao ni un cacho chabarcón onde probar si pican los peces. 
-Vecina.- ¿Y eso qué tiene que ver con que no puedan moler en el molino de arriba?
-Pescador.- Porque también m´he tirao por el molino de arriba y ¡Ay qué lástima! Está toíto arruinao
-Molinero.- ¿Cómo que arruinao?
-Pescador.- Como te lo digo… ni tejao, las paeres caías, to lleno de maleza… Se m´han caío los palos del sombrajo.
-Vecina.- ¿Pero qué ha pasao por aquí que se lo ha llevao to por delante? ¿Habrá sío una riá?
-Molinero.- Mira que yo he conocío muchas riás en mi molino y to lo más que pasaba es que las gallinas se encaramaran al tejao…
-Vecina.- Y algún susto que otro también habéis tenío.
-Molinero.- También… más de una vez el agua nos sorprendió, pero gracias a la barca que tenemos, pudimos volver a casa.
-Pescador.- Hablando de barca…bien mal lo pasasteis aquel año que, con la barca, rescatasteis a los qu´estaban aislaos en la otra parte del río.
-Vecina.- Sí…, ya m´acuerdo d´aquello. To el pueblo estuvo pendiente de lo que pasaba, aquí, en esta orilla. ¡Madrecita mía, qué mieo pasamos!
-Molinero.- ¿Mieo…? Zurraos estábamos... Pensamos que no lo contábamos. ¡Con qué fuerza bajaba el agua! Gracias a que la soga que lanzamos la pillaron en esta orilla y con la ayuda de una yegua, entre unos cuantos, lograron traernos hasta aquí.
-Pescador.- Bueno, al final, to se quedó en susto y en algo más que contar…
-Molinero.- Y en una felicitación del Gobernador Civil, por la hazaña que habíamos realizao
-Vecina.- ¡Casi na…! Es que cuando el Ruecas baja bravo… Bien listos tienen que andar los vecinos destas casas por este lao (señalando a las primeras casas de la calle del Río), y también más allá, por la de la tía Abubilla, que el agua entra por ellas como Pedro por su casa…, vamos, sin pedir permiso.
-Pescador.- ¡Y como viene de embarrá cuando hay riá…! Aunque digan que “a río revuelto, ganancia de pecaores”, prefiero qu´ el agua vaya por su cauce… que ya buscaré yo dónde echar la caña o la tarraya.
-Vecina.- ¿Y qué me decís del agua pa beber? Si es imposible cruzar el río pa acarrearla cuando el río viene en esas condiciones. Y el agua de nuestros pozos… ¡que mira que es gorda!... no hay quien la beba. Y del río, con lo embarrá que baja, tampoco…. Vamos, qu´ en las riás, si no fuera por el vino, pasábamos más sed que en verano.
-Molinero.- No me hables de verano, que, cuando deja de correr el río, no hay fuerza que mueva esas piedras, y tenemos que ir a moler al molino del Batán, en Guadiana…
-Pescador.- Pos, pa mí, mejor el verano, que los barbos y las tencas se concentran en las tablas y chabarcones, y mejor escapamos los pescaores. Aunqu´en el rollal… los cachuelos están bien resaviaos. Pero haciendo calor, te das un remojón y andando…
-Vecina.- Más de una vez m´he remojao pasando las pasieras… unas veces queriendo, y otras, sin querer.
-Pescador.- Pos mira que tenéis habilidad pa saltar las piedras con un cántaro al cuadril y otro en la cabeza. Más de uno se queda pasmao al veros.
-Vecina.- Nuestro trabajito nos ha costao. Desde chiquenina, ya m´enseñó mi madre a hacer la rodilla con trozos de tela y, con ella en la cabeza, me ponía encima un cantarino de latón lleno de agua. Así, poco a poco, primero andando y después saltando, me fui acostumbrando… Pero más de un cántaro de barro me s´ha escacharrao…
-Molinero.- Pues me parece que ya puees coger el cántaro y nos vamos yendo pa  casa, que a mí esto me huele mu mal… Es que no ha pasao ni el porquero con la piara de la desa´l Monte
-Pescador.- A ver por dónde iban a pasar…si el vao ha desaparecío…y está ahí plantao tan tremendo muro.
-Vecina.- Bien está que los guarros sepan llegar solos cada uno a su casa y a su batuca, pero que trepen ese peazo muro…
-Pescador.- Hablando de guarros… tampoco han pasao los patos del río. No los he llegao a ver en to lo que he andurreao por ahí.
-Vecina.- Sí es verdad…, que los patos se pasan to el día en el río y, cuando llega su hora, se recogen ellos solitos, cada uno a su casa…
-Molinero.- Bueno, pues también va siendo hora de que nosotros nos recojamos, asín que, ¡con Dios!
-Pescador.- Espera…que hay por aquí mucha gente… Nos metemos entre media y a ver si nos enteramos de por qué no hay molino, ni pasieras, ni tablas, ni el rollal …
-Vecina.- Eso, eso… que yo sin saber qué ha pasao, no me meto en casa…

Aquí dejamos el enlace de la escena:

Pescadores echando la caña
Con esta simpática estampa de tres vecinos de otros tiempos, dimos comienzo a la visita guiada que organizamos por algunas de nuestras calles más emblemáticas, en la segunda edición de “Vamos a callejear”. En esta ocasión, la hemos dedicado al río Ruecas, y a las calles más cercanas a él, con alguna incursión en el río Pizarroso. 
La vecina, el molinero y el pescador nos llevan a tiempos no tan lejanos, en los que el río Ruecas era una gran fuente de riqueza para los vecinos de Madrigalejo, cuando el pueblo vivía de cara al río. Las obras de encauzamiento y la construcción del muro de contención para evitar las grandes avenidas, realizadas en la década de los ochenta del siglo pasado, unido al cambio en el modo de vida de los últimos decenios, han contribuido a que, en la actualidad, vivamos de espaldas al río, y hoy recordemos, con añoranza, al Ruecas en su estado natural. Sobre todo aquellos que lo conocimos.
Imagen de las pasaderas y la fuente de los grifos al fondo
 Nuestros antepasados eligieron para asentarse unos pequeños cerros junto a un anchuroso vado que existía en estas inmediaciones, el llamado “Vado de las Pasaderas”. Las pasaderas eran un conjunto de piedras berroqueñas, colocadas en fila, sobre las que saltaban las personas para cruzar de un lado a otro. El vado estaba cuajado de cantos rodados y por él transitaban, sin problemas, caballerías, carros y carretas, por lo que el río en este lugar, más que separar, unía una orilla con la otra. Por este motivo partían desde aquí los caminos vecinales que llevaban a otras localidades, como el camino viejo de Guadalupe o de Cañamero, el de Logrosán y el de Zorita. También había que cruzar este vado para llegar a la Dehesa Boyal y para acarrear el agua fina para beber, tanto de la Carrizosa como de la Fuente de los Grifos. Y junto al vado, algo más arriba, se encontraba el Molino de Abajo, que fue destruido con las obras de encauzamiento, cuando los molinos ya habían perdido su razón de ser con la industrialización de la molturación del cereal.

Rodillas con las que las mujeres llevaban los cántaros de agua en la cabeza
Y nos adentramos ya en el callejero, entrando por la Calle del Río. Lleva este nombre porque conectaba directamente el centro de la población con el vado de las pasaderas. Hasta la construcción del puente, allá por el año 1930, era una de las calles más transitadas, y además era una calle bien poblada –para hacernos una idea, había 32 hogares habitados a mediados del siglo XIX-. Su trazado es sinuoso y confinaba con la Casa de Santa María.

Nada más comenzar la calle, podemos contemplar unos murales. En estas paredes, hicieron sus primeros pinitos unos jovencísimos grafiteros, que hoy son artistas de éxito en el arte urbano. Recordando aquellos tiempos, han vuelto a plasmar su arte en el mismo soporte: Jonatan Carranza, Abel Ferreras y Checa, a los que se ha unido Isabel Flores y los chilenos de Valparaíso Jotape y Giova. En este mural también han querido dejarnos su particular mirada del “Picopato”.

Nuestros despistados vecinos de antaño nos fueron guiando en el recorrido que hicimos. Al pasar por las casas de esta calle, nos fijamos en el tipo de construcción. Son viviendas antiguas y bajas, con puertas amplias –para que pudieran pasar las bestias hasta el corral- y diminutas ventanas –para aislarse de las inclemencias del tiempo, del calor y del frío-.

Continuará…