(Continuamos con la
segunda entrega de la Visita Guiada “Vamos a Callejear”…)
El
punto de encuentro para iniciar la Visita Guiada fue la Plaza de la Ermita
(o la plazoleta, como solíamos decir años atrás). En la actualidad, puede
decirse que es el centro del pueblo, tanto en el sentido espacial como social.
Pues aproximadamente ocupa el punto central del plano, pero también es un lugar
de tránsito diario y donde se celebran las verbenas en San Juan y en la Feria o
el Escaliento del Jueves de Comadres. Aunque no siempre fue así.
El
espacio que hoy conocemos como Plaza de la Ermita se conformó a partir de la
construcción de la Ermita de Nuestra
Señora de las Angustias, edificada en 1791 e inaugurada en 1792. En aquel
tiempo era zona casi despoblada, como puede verse en el acta de inauguración de
la Ermita, en la que dice “…sita a la salida de la calle San Juan”; es decir,
ubicada en un sitio que ni tenía nombre.
Casi
70 años después, en el “Nuevo Nomenclátor de 1859”, aparece una calle con dos
nombres: de “Ermita” y de “Fuente Nueva”, con 33 edificios, todos habitados
menos uno (lógicamente, la ermita). Estos datos nos indican que la calle
denominada “Ermita” y “Fuente Nueva” se refería a una vía con un número de
viviendas bastante mayor que las que puede albergar la actual plazoleta. Por
tanto, esta calle llamada “Ermita” y/o “Fuente Nueva” sería la vía resultante
de la prolongación de la calle de San Juan hacia las Cuatro Esquinas
(actualmente Plaza de la Ermita y Héroes de Cobba-Darsa) y su continuación
hacia la Calle Nueva, siguiendo el trazado del camino hacia el Sevellar. Y a
principios del siglo XX, ya aparecen como dos vías independientes: Ermita, por
una parte, y Fuente Nueva, por otra
Y
también hubo un tiempo en que la plaza de la Ermita perdió su nombre. En
diciembre de 1931, pasó a denominarse Plaza de Galán y Hernández. Eran
los tiempos de la Segunda República y siguiendo la ideología laica del Estado, un
nombre tan marcadamente católico como "ermita", no tenía lugar. Galán y Hernández
son los nombres de dos capitanes (Fermín Galán Rodríguez y Ángel García
Hernández), que fueron los protagonistas del pronunciamiento militar de Jaca
del 12 de diciembre de 1930 contra la monarquía de Alfonso XIII, y que al
fracasar, fueron fusilados. Volvió a recobrar el nombre de Plaza de la Ermita
en 1937, en plena Guerra Civil.
Con
el nuevo plan de urbanismo de los años 50 del pasado siglo, se abrió, a partir
de esta plaza, la calle hoy llamada Valeriano Muñoz y anteriormente, José
Antonio.
Vamos
a evocar la vida en la plaza de la Ermita a mediados del siglo XX: espacio
bullicioso, lleno de actividad y personajes entrañables. Citemos en primer
lugar la fragua del tío Canuto, donde se trabajaba el hierro para darle mil
formas: rejería, herramientas, herraduras... Y se reparaban desperfectos de los
aperos: se afilaba la reja de los arados, las azadas y azadones, etc. Además,
era lugar de conversación, por donde corrían noticias y se mataba el tiempo
mientras el herrero trabajaba. Ah! Y no olvidemos el trajín de los niños en
vísperas de Noche Buena, acarreando los “mocos” para montar las montañas en el
nacimiento. Al lado de la fragua, la barbería del Titi, otro lugar de tertulia
y mentidero, y la vuelta de la esquina, las chucherías de la mujer del Titi, la
Sra. Fermina... ¡Menuda acera! Y en la otra esquina, la Reina de las Mujeres
con su tienda de zapatos, y un poco más allá, otra barbería, la del Sr.
Fulgencio, a quien llamaban Vinagre, y el establecimiento de Corrosclo, que era
hojalatero. Y luego, un poco más acá en el tiempo, los kioskos de La Chata y la
Dolores, con las ricas castañas asadas de invierno. Abriendo la calle
Hondonada, el establecimiento de las Sicard, (a las que llamábamos Sicalas,
con gran enfado por su parte), que
vendían un poco de todo. Y quien no faltaba los días que había cine, eran los
carritos del tío Lucas y el tío Sabino, que aprovechaban los descansos de la proyección para vender sus cosas. Y las
castañas asadas de la tía Fermina...
A
mediados de los años 60 ocurrió una gran novedad en la plaza de la Ermita: se
instaló una fuente de agua potable. Se estaban iniciando los trabajos para
llevar el agua corriente a las casas y la fuente fue como una avanzadilla. ¡Qué
alivio para las mozas que tenían que acarrear el agua, en cántaros a la cabeza
y al cuadríl! ¡Qué animación para la plazuela de la Ermita! Pero... qué solas
se quedaron las fuentes de los Grifos y de la República.
Abandonamos la Plaza de la Ermita y continuamos la visita…Dejemos que sea el tío Sabino, con su carrito de
los helados y de las golosinas (encarnado por Alfonso Cuadrado), el que nos lleve por el circuito
callejero que vamos a recorrer. Nos guía hacia la calle Hondonada, donde
hacemos la primera parada, en la confluencia con la calle Catalina Arroyo.
La
Calle Hondonada toma su nombre de la topografía del terreno que, como
puede verse fácilmente, desde el altozano de la plazoleta de la Ermita, esta
vía se va ahondando hasta desembocar en el Llanejo. Consta en el “Nuevo
Nomenclátor de 1859” que la calle Hondonada está formada por 26 edificios, y el
Llanejo, por 33. Y alrededor de la confluencia de la calle Hondonada con el
Llanejo, hasta principios del S. XIX, existió la Ermita de los Santos Mártires,
ya desaparecida.
Aunque
no llegamos en la visita hasta la Plaza del Llanejo (por no tener que
desandar lo andado) aportamos algunos datos de su historia. El nombre de
“Llanejo” también hace referencia a la topografía del terreno (un lugar llano),
y ya es mencionado en documentos de mediados del siglo XVIII como sitio del Llanejo de Orexudo o Barrio del Llanejo. Pues más que una
calle o una plaza, correspondía a una zona donde hoy existen varias vías
(Gabriel y Galán, Zurbarán, arranque de Viriato y plaza del Llanejo), y que lo abala
el hecho de estar empadronados 33 edificios a mediados del siglo XIX, o que en
el primer cuarto del siglo XX estén registrados hasta 10 establecimientos
públicos (dos tiendas de tejidos al por menor, una posada, una tahona, una
fábrica de gaseosas, un tablajero, dos tabernas, un barbero y un veterinario).
Cuando
en diciembre de 1931, se modifica el callejero, una de las vías del Llanejo
pasa a denominarse calle de Gabriel y Galán, y hoy continúa con la misma
denominación, en honor al poeta que escribió buena parte de su obra en castúo.
Es
en 1950 cuando la plaza del Llanejo está delimitada al espacio que conocemos
actualmente.
Terminamos esta
segunda entrega en la calle Hondonada, en su intersección con Catalina Arroyo.
Continuará…
Texto: Antonia Loro Carranza
Guadalupe Rodríguez Cerezo.