Pasaderas
El año pasado iniciamos un recorrido por distintas
calles de nuestra localidad para contar su historia y sus historias, de una
forma amena y dinámica. Ahora continuamos donde lo dejamos, para seguir
conociendo más de nuestro pasado y para recordar una forma de vida que hemos
dejado atrás.
Esta actividad ha sido organiza por la Oficina de
Turismo y la Asociación Cultural Fernando el Católico, con la colaboración
especial de la Asociación de Amas de Casa. Pero, sin duda, la visita guiada no
se podría haber realizado sin la participación de los numerosos voluntarios
que, con gran entusiasmo y generosidad, hicieron posible este itinerario. Por
ello, damos las gracias a todas las personas que, de una forma o de otra,
participaron en esta visita: al trabajo desinteresado de la Asociación de Amas
de Casa y de los voluntarios; al Ayuntamiento, que puso los medios para su
realización; a Protección Civil y Policía Local que controlaron la circulación
vial por el recorrido; a las personas que nos han suministrado corriente
eléctrica desde sus domicilios, y a todos los que nos acompañaron en la visita
y a quienes están leyendo estas líneas.
Fotografía tomada en el molino de Abajo.
Nos introdujeron
en el tema una vecina (Dolores Escobar), un molinero (Alfonso Cuadrado) y un
pescador (Francisco Carranza). Vea mos lo que nos contaron:
-Vecina.-
¡Válgame Dios! Y ahora, ¿qué hago?
-Molinero.-
Ni que me leyeras el pensamiento…
-Pescador.-
Me parece a mí, que a los tres nos han trabucao.
-Vecina.
– A ver…, yo vengo, por la calle el Río, con mis cántaros al cuadril, a por
agua pa beber y pa los garbanzos ¿y qué me encuentro?
-Molinero.-
Pues na de na, lo mismo que yo.
-Pescador.-
¿Cómo que na? ¡Peazo muro que hay ahí!
-Molinero.-
Sí, Sí… ¿pero dónde está mi molino?
-Vecina.-
¿Y las pasieras?¿Y el vao? Si estaban aquí, aquí mismito… ¿A ver cómo paso yo
ahora a la fuente los Grifos?
-Pescador.-
Pos como tengas que saltar ese peazo muro con el cántaro a la cabeza… lo
escacharras… y… ni agua pa beber ni pa los garbanzos….
-Vecina.-
¿Y qué hago yo? Si la olla del agua de casa está tan vacía que casi vemos el
culo.
-Molinero.-
¡Ja!, no siento yo tu agua, sino mi molino… ¿Cómo voy a moler el grano? Pa
mañana tengo que tener diez costales de harina pa los panaeros. ¿Cómo harán el
pan si no tienen harina…?
-Vecina.-
Pos que se lo muelan en el molino de arriba.
-Pescador.-
¿Y si os digo que eso tampoco va a poder ser…?
-Molinero.-
¿Qué…? A ver, cuenta, cuenta…
-Pescador.-
Pos que m´he ío río arriba, buscando una buena tabla onde echar la caña o el trasmallo,
o alguna chorrera onde estén graciosos los peces y… ni una cosa ni la otra. To
el río está encenagaíto de maleza, de plantas que en mi vía he visto. No he
encontrao ni un cacho chabarcón onde probar si pican los peces.
-Vecina.-
¿Y eso qué tiene que ver con que no puedan moler en el molino de arriba?
-Pescador.-
Porque también m´he tirao por el molino de arriba y ¡Ay qué lástima! Está toíto
arruinao
-Molinero.-
¿Cómo que arruinao?
-Pescador.-
Como te lo digo… ni tejao, las paeres caías, to lleno de maleza… Se m´han caío
los palos del sombrajo.
-Vecina.-
¿Pero qué ha pasao por aquí que se lo ha llevao to por delante? ¿Habrá sío una
riá?
-Molinero.-
Mira que yo he conocío muchas riás en mi molino y to lo más que pasaba es que las
gallinas se encaramaran al tejao…
-Vecina.-
Y algún susto que otro también habéis tenío.
-Molinero.-
También… más de una vez el agua nos sorprendió, pero gracias a la barca que tenemos,
pudimos volver a casa.
-Pescador.-
Hablando de barca…bien mal lo pasasteis aquel año que, con la barca, rescatasteis
a los qu´estaban aislaos en la otra parte del río.
-Vecina.-
Sí…, ya m´acuerdo d´aquello. To el pueblo estuvo pendiente de lo que pasaba,
aquí, en esta orilla. ¡Madrecita mía, qué mieo pasamos!
-Molinero.-
¿Mieo…? Zurraos estábamos... Pensamos que no lo contábamos. ¡Con qué fuerza
bajaba el agua! Gracias a que la soga que lanzamos la pillaron en esta orilla y
con la ayuda de una yegua, entre unos cuantos, lograron traernos hasta aquí.
-Pescador.-
Bueno, al final, to se quedó en susto y en algo más que contar…
-Molinero.-
Y en una felicitación del Gobernador Civil, por la hazaña que habíamos realizao
-Vecina.-
¡Casi na…! Es que cuando el Ruecas baja bravo… Bien listos tienen que andar los
vecinos destas casas por este lao (señalando a las primeras casas de la calle
del Río), y también más allá, por la de la tía Abubilla, que el agua entra por ellas
como Pedro por su casa…, vamos, sin pedir permiso.
-Pescador.-
¡Y como viene de embarrá cuando hay riá…! Aunque digan que “a río revuelto,
ganancia de pecaores”, prefiero qu´ el agua vaya por su cauce… que ya buscaré
yo dónde echar la caña o la tarraya.
-Vecina.-
¿Y qué me decís del agua pa beber? Si es imposible cruzar el río pa acarrearla
cuando el río viene en esas condiciones. Y el agua de nuestros pozos… ¡que mira
que es gorda!... no hay quien la beba. Y del río, con lo embarrá que baja,
tampoco…. Vamos, qu´ en las riás, si no fuera por el vino, pasábamos más sed
que en verano.
-Molinero.-
No me hables de verano, que, cuando deja de correr el río, no hay fuerza que
mueva esas piedras, y tenemos que ir a moler al molino del Batán, en Guadiana…
-Pescador.-
Pos, pa mí, mejor el verano, que los barbos y las tencas se concentran en las
tablas y chabarcones, y mejor escapamos los pescaores. Aunqu´en el rollal… los
cachuelos están bien resaviaos. Pero haciendo calor, te das un remojón y
andando…
-Vecina.-
Más de una vez m´he remojao pasando las pasieras… unas veces queriendo, y
otras, sin querer.
-Pescador.-
Pos mira que tenéis habilidad pa saltar las piedras con un cántaro al cuadril y
otro en la cabeza. Más de uno se queda pasmao al veros.
-Vecina.-
Nuestro trabajito nos ha costao. Desde chiquenina, ya m´enseñó mi madre a hacer
la rodilla con trozos de tela y, con ella en la cabeza, me ponía encima un
cantarino de latón lleno de agua. Así, poco a poco, primero andando y después
saltando, me fui acostumbrando… Pero más de un cántaro de barro me s´ha
escacharrao…
-Molinero.-
Pues me parece que ya puees coger el cántaro y nos vamos yendo pa casa, que a mí esto me huele mu mal… Es que
no ha pasao ni el porquero con la piara de la desa´l Monte
-Pescador.-
A ver por dónde iban a pasar…si el vao ha desaparecío…y está ahí plantao tan
tremendo muro.
-Vecina.-
Bien está que los guarros sepan llegar solos cada uno a su casa y a su batuca,
pero que trepen ese peazo muro…
-Pescador.-
Hablando de guarros… tampoco han pasao los patos del río. No los he llegao a
ver en to lo que he andurreao por ahí.
-Vecina.-
Sí es verdad…, que los patos se pasan to el día en el río y, cuando llega su
hora, se recogen ellos solitos, cada uno a su casa…
-Molinero.-
Bueno, pues también va siendo hora de que nosotros nos recojamos, asín que, ¡con
Dios!
-Pescador.-
Espera…que hay por aquí mucha gente… Nos metemos entre media y a ver si nos
enteramos de por qué no hay molino, ni pasieras, ni tablas, ni el rollal …
-Vecina.-
Eso, eso… que yo sin saber qué ha pasao, no me meto en casa…
Aquí
dejamos el enlace de la escena:
Pescadores echando la caña
Con esta simpática estampa de tres vecinos de otros tiempos, dimos
comienzo a la visita guiada que organizamos por algunas de nuestras calles más
emblemáticas, en la segunda edición de “Vamos a callejear”. En esta ocasión, la
hemos dedicado al río Ruecas, y a las calles más cercanas a él, con alguna
incursión en el río Pizarroso.
La vecina, el molinero y el pescador nos llevan a tiempos no tan
lejanos, en los que el río Ruecas era una gran fuente de riqueza para los
vecinos de Madrigalejo, cuando el pueblo vivía de cara al río. Las obras de
encauzamiento y la construcción del muro de contención para evitar las grandes
avenidas, realizadas en la década de los ochenta del siglo pasado, unido al
cambio en el modo de vida de los últimos decenios, han contribuido a que, en la
actualidad, vivamos de espaldas al río, y hoy recordemos, con añoranza, al
Ruecas en su estado natural. Sobre todo aquellos que lo conocimos.
Imagen de las pasaderas y la fuente de los grifos al fondo
Nuestros antepasados eligieron
para asentarse unos pequeños cerros junto a un anchuroso vado que existía en
estas inmediaciones, el llamado “Vado de las Pasaderas”. Las pasaderas eran un
conjunto de piedras berroqueñas, colocadas en fila, sobre las que saltaban las
personas para cruzar de un lado a otro. El vado estaba cuajado de cantos
rodados y por él transitaban, sin problemas, caballerías, carros y carretas,
por lo que el río en este lugar, más que separar, unía una orilla con la otra.
Por este motivo partían desde aquí los caminos vecinales que llevaban a otras
localidades, como el camino viejo de Guadalupe o de Cañamero, el de Logrosán y
el de Zorita. También había que cruzar este vado para llegar a la Dehesa Boyal
y para acarrear el agua fina para beber, tanto de la Carrizosa como de la
Fuente de los Grifos. Y junto al vado, algo más arriba, se encontraba el Molino
de Abajo, que fue destruido con las obras de encauzamiento, cuando los molinos
ya habían perdido su razón de ser con la industrialización de la molturación
del cereal.
Rodillas con las que las mujeres llevaban los cántaros de agua en la cabeza
Y nos adentramos ya en el callejero, entrando por la Calle del Río. Lleva este nombre porque conectaba directamente
el centro de la población con el vado de las pasaderas. Hasta la construcción
del puente, allá por el año 1930, era una de las calles más transitadas, y
además era una calle bien poblada –para hacernos una idea, había 32 hogares
habitados a mediados del siglo XIX-. Su trazado es sinuoso y confinaba con la
Casa de Santa María.
Nada más comenzar la calle, podemos contemplar unos murales. En
estas paredes, hicieron sus primeros pinitos unos jovencísimos grafiteros, que
hoy son artistas de éxito en el arte urbano. Recordando aquellos tiempos, han
vuelto a plasmar su arte en el mismo soporte: Jonatan Carranza, Abel Ferreras y
Checa, a los que se ha unido Isabel Flores y los chilenos de Valparaíso Jotape
y Giova. En este mural también han querido dejarnos su particular mirada del
“Picopato”.
Nuestros despistados vecinos de antaño nos fueron guiando en el
recorrido que hicimos. Al pasar por las casas de esta calle, nos fijamos en el
tipo de construcción. Son viviendas antiguas y bajas, con puertas amplias –para
que pudieran pasar las bestias hasta el corral- y diminutas ventanas –para
aislarse de las inclemencias del tiempo, del calor y del frío-.
Continuará…