En la fría madrugada del
23 de enero de 1516, el rey Fernando el Católico fallecía en la Casa de Santa
María de Madrigalejo. Por entonces, Madrigalejo era una aldea de algo más de
800 habitantes, perteneciente a la jurisdicción de la ciudad de Trujillo. Si lo
miramos desde la mentalidad actual, puede resultar extraño que un
acontecimiento de aquella magnitud, hubiera tenido lugar en un humilde pueblo
de la entonces provincia de Extremadura. Sin embargo, al adentramos en la
historia de hace 500 años, se hace patente que fue un suceso fruto de los
tiempos, en el que concurrieron una serie de circunstancias, a las que me voy a
referir sucintamente.
En
aquel tiempo, no existía una capital del reino, sino que la Corte era
itinerante; allí donde se encontraba el Rey y todo su aparataje, allí estaba la
Corte. Era una Corte en continuo movimiento, y más en los últimos años, cuando
el rey Fernando no se encontraba a gusto en ningún lugar como consecuencia del
deterioro de su estado de salud.
Fernando el Católico. (Zubbita)
Aquí
enlazamos con otra de las circunstancias, porque el rey estaba muy enfermo.
Llevaba tres años en los que su salud estaba cayendo en picado, pero justamente
en los últimos meses de su vida, las crónicas van dejando ver que, al rey, le
quedaba poco tiempo de estar en este mundo, a pesar de que él mismo no era
consciente de su situación.
Además,
porque pensaba que sería algo pasajero y que mejoraría, había hecho sus planes.
Unos planes que le iban a llevar a Andalucía, pero antes, quería pasar por
Guadalupe. El camino elegido para llegar al Monasterio era el camino real que
pasaba por Madrigalejo y que el rey conocía perfectamente, pues lo había hollado
en varias ocasiones.
Y
junto al camino real, en el mismo lugar de Madrigalejo, el Monasterio de
Guadalupe disponía de una casona de labranza, la Casa de Santa María. Este
edificio, sin ser una hospedería, sin embargo, estaba contemplado que pudiera
alojar a ciertos personajes, y algunos de ellos fueron reyes. Al mismo Fernando
el Católico había albergado con anterioridad en otros de sus viajes.
Casa de Santa María
Aquel
mes de enero de 1516, cuando el rey Fernando, portado en andas y rodeado por
parte de su Corte, viajaba por el camino real hacia Guadalupe por las cercanías
de Madrigalejo, se agravó su estado de salud, fue llevado hasta la mejor casa
de los alrededores, la Casa de Santa María. Y aquí pasó los últimos días de su
existencia.
Fueron
aquellos unos días intensos, en los que se vivieron momentos especialmente
delicados desde el punto de vista humano, como suelen ser los de cualquier persona
que se enfrenta al hecho de la muerte. Pero, sobre todo, se produjeron
acontecimientos trascendentales, que iban a marcar el rumbo de la historia. La
presencia del embajador del entonces príncipe Carlos en nuestra localidad,
Adriano de Utrech, ya es síntoma de que algo se estaba cociendo; así como la
reunión del rey en su lecho de muerte con sus consejeros, en la que, con el
mayor secretismo, se decidió hacer un nuevo testamento.
La Decisión. (Sojo)
Un
testamento suele ser uno de los documentos más importantes que puede firmar
cualquier persona en su vida, y si el testador es el rey más influyente de
comienzos del siglo XVI, nos daremos cuenta de su gran valor. No era tanto por
las riquezas personales que pudiera dejar, sino por el legado político que
supuso el traspasar la soberanía de un conjunto de reinos para ser ceñidos en una
sola Corona, así como por haber dejado bien atado el relevo a través de la
regencia, ya que la reina que debería ejercer el gobierno no estaba capacitada
para ello.
Facsímil del Testamento de Fernando el Católico.
Al
atardecer del día 22 de enero, con mano temblorosa, el rey Fernando el Católico
firmó su testamento en la Casa de Santa María de Madrigalejo. Poco después,
entró en agonía y, en la madrugada del día 23 falleció. A partir de ese
momento, las coronas de Castilla y de Aragón, y los reinos de Granada y
Navarra, comenzaron a caminar unidos en un mismo transcurrir histórico hasta el
día de hoy, formando la Nación Española. Lo que llena de orgullo a todo
madrigalejeño.
Texto de G.Fernández de la Mora.
Interior de la Casa de Santa María.
Guadalupe
Rodríguez Cerezo.