domingo, 9 de abril de 2023

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL ENTORNO DEL PUEBLO DE VEGAS ALTAS

Desde que los alcaldes de Don Benito y Villanueva de la Serena decidieran que el municipio que saliera de la fusión de ambos se llamaría Vegas Altas, el pueblo de “Vegas Altas”, nacido hace 64 años en el término municipal de Navalvillar de Pela (Badajoz), comenzó una lucha por reivindicar su nombre, porque sus vecinos no están dispuestos a compartir la denominación que los identifica. Con este fin, se están movilizando y se han organizado en la plataforma “Vegas Altas ya existe”, a través de la cual defienden sus derechos, el de su nombre primigenio. Esta lucha se ha convertido en una disputa entre David y Goliat.

Entre las actividades que la plataforma está llevando a cabo para dar difusión a esta reivindicación, se celebró el día 10 de marzo la II Conferencia-Coloquio “Vegas Altas: identidad y memoria colectiva”. El evento consistió en una mesa redonda formada por seis ponentes, que aportaron sus conocimientos desde distintos ámbitos. Junto a Esther Sánchez Tapia -Alcaldesa de San Gil (Cáceres)-, Miguel Gregorio Martínez -Secretario General de FEEM Y FAEM-, Antonia Esther Abujeta Martín -Doctora en Historia del Arte e Investigadora de los Pueblos de Colonización Extremeños y Patrimonio Arquitectónico-, Andrés Alberto Amarilla Toril -Cronista Oficial de Santa Marta de Magasca- y Cecilia Gallego Sánchez -Dirigente del bufete de Gallego-Abogados-, participé en esta mesa redonda como Cronista Oficial de Madrigalejo.

Mi ponencia estuvo dedicada a los “Antecedentes históricos del entorno del pueblo de Vegas Altas”, ponencia que a continuación reproduzco, no antes de agradecer a la plataforma “Vegas altas ya existe” que pensaran en mí para colaborar en esta interesante conferencia-coloquio:

 

 

Cuando Óscar, presidente de la plataforma “Vegas Altas ya existe”, me invitó a participar en esta jornada, empecé a plantearme cuál podría ser mi aportación desde el ámbito en el que me muevo, que no es otro que el de la Historia. La Historia de Vegas Altas, desde su fundación, la conocéis vosotros mucho mejor que yo, porque vosotros, vuestros padres y vuestros abuelos, comenzasteis a construirla. Fuisteis pioneros que, con mucho trabajo, dificultades y añoranzas, pero también con una gran ilusión, os embarcasteis en la construcción de una nueva comunidad, la comunidad humana que hoy es Vegas Altas. Ese relato lo tenéis muy vivo aún y, me consta, estáis haciendo todo lo que está en vuestras manos para conservarlo y pasarlo a las siguientes generaciones. Pero, además, seguís haciendo Historia en estos momentos, en esta lucha por defender vuestra identidad, en unidad y cargados de razón.

Por estas razones, pensé que podía ser interesante esbozar los antecedentes históricos del entorno físico donde hoy está enclavado el pueblo de Vegas Altas y sus tierras aledañas. Partiendo de la base de que la Historia la construyen los hombres en su trajinar por un territorio determinado, la presencia humana, con su incidencia en el paisaje, se ha dejado sentir por estos contornos desde tiempos muy remotos.

No podemos saber quiénes fueron los primeros hombres que pisaron estas tierras, pero tenemos la certeza, a través de restos arqueológicos cercanos, de que el hombre estaría presente por estos lugares en sus idas y venidas desde, al menos, dos castros habitados en la Edad del Hierro. Se trata de restos de construcciones prerromanas enclavadas en las cuevas de Villavieja, en la Sierra de Pela, y en el cerro del Castillejo, en Madrigalejo. Los habitantes de aquellos asentamientos pertenecían a los Vetones, pueblo de origen celta que vivían en castros fortificados situados en zonas elevadas y eran eminentemente guerreros y ganaderos. Precisamente esta es la zona más meridional del territorio ocupado por los vetones, cuyo ámbito territorial se circunscribía a las actuales provincias de Salamanca, Ávila, Cáceres y algo de Toledo. Es fácil imaginar a aquellos moradores, guerreros y ganaderos, aunque también cazadores, campando a sus anchas por estos parajes en busca de alimentos y recursos.

Además, las fuentes antiguas hablan de dos ciudades vetonas, que no estarían muy lejanas de aquí, en las que se produjo un gran proceso de romanización. Se trata de Lacimurga, identificada su localización en los restos arqueológicos de Cogollugo, y Lacipea, sobre cuya ubicación no hay teorías concluyentes y en las que no vamos a entrar. Estamos ya en época romana y restos de esta civilización se han encontrado en abundancia por la zona. Además, la calzada 25 del itinerario de Antonino, que unía Mérida con Zaragoza por Toledo, no transcurría lejos de aquí. Estas consideraciones llevan a pensar que también los romanos estuvieron hollando y explotando el terreno que hoy ocupa Vegas Altas.

También debemos referirnos a la presencia islámica en sus 500 años de ocupación en la comarca. Su presencia se constata, por ejemplo, en el topónimo de una de las fincas de la tierra de Vegas Altas, concretamente de “Moheda Bajera”. Moheda es una palabra de origen árabe que significa “lugar oculto con monte espeso”, lo que invita a pensar en una vigorosa vegetación. Uno de los grupos más importantes que deambularon por estos parajes en época musulmana, y de los que se tiene noticias, pertenecía a los Nafza, tribu de origen bereber que tenían su centro en el castillo de Mojáfar, el que hoy conocemos como castillo de la Encomienda, en Villanueva de la Serena. 

El fin de la etapa islámica por estos contornos debemos colocarlo a partir de la toma de Trujillo por los cristianos, en torno a 1232/1234. Desde entonces, el terreno que hoy pisamos empezó a formar parte del alfoz de la “Tierra de Trujillo”, como tierra de realengo. Esto quiere decir que todo este territorio dependía directamente de la Corona, a través de la delegación del poder político y jurídico (civil y penal) en el Concejo de Trujillo. Una de las aldeas del alfoz trujillano era Madrigalejo, a cuyo término pertenecían entonces las tierras donde hoy se asienta Vagas Altas.

El poblado de Vegas Altas está enclavado en la finca “El Campillo”, una heredad que está bastante bien documentada desde antaño. Se sabe que una tal doña Inés fue propietaria de El Campiello -como se conocía entonces- en una fecha anterior a 1362. Y que, en 1382, Sancho Blázquez, quien debía ser su dueño entonces, se la vendió a la Iglesia de Guadalupe por 1.800 maravedíes. Desde esa fecha hasta 1835, el Campillo formó parte de la hacienda de este monasterio, lo mismo que varias fincas aledañas como la Parrilla, el Palacio de Nuño Matheos -lo que hoy se conoce como Palazuelo- o los Cinchos. Y es que la Iglesia de Guadalupe, por la necesidad que tenía de adquirir tierras de pan y de pastos, buscó tierras fértiles, llanas y despejadas en los lugares de Valdepalacios y Madrigalejo, donde se hicieron con un enorme patrimonio. Y digo Iglesia, porque estas heredades fueron adquiridas antes de que se constituyese el monasterio, hecho que tuvo lugar en 1389 con la llegada de la Orden Jerónima. Podemos decir, sin equivocarnos, que los beneficios que se obtenían de la explotación de estas tierras contribuyeron a engrandecer el monasterio, a sostenerlo y a sufragar hospitales, obras pías y obras de arte. Sin duda, los frailes se caracterizaron por administrar sus bienes de la forma más provechosa.

¿De qué forma se explotaron estas heredades? Las fincas en las que actualmente se asientan, tanto el pueblo de Vegas Altas como sus tierras, estaban dedicadas a la labor y a la ganadería. Concretamente, en el “Campillo” se cultivaba cereal (cebada, centeno y trigo), mientras que, en las dehesas de la “Paridera”, “Moheda Bajera” o el “Chaparral” -que llevan topónimos tan sugestivos para el uso pecuario- estuvieron dedicadas a la explotación ganadera, fundamentalmente de ovino. Y ya que hablamos de actividad ganadera, por aquí pasarían también numerosos rebaños de la Mesta, en su trashumancia desde las zonas de montaña hacia las tierras de pastos de la Serena. No olvidemos que un ramal de la “Cañada Real Leonesa Oriental” pasa muy cerquita de aquí.

Todo el tráfago agropecuario que generaba el Monasterio de Guadalupe por estos contornos se administraba desde la Casa de Santa María de Madrigalejo, edificio en el que, en 1516, moriría el Rey Fernando el Católico. Y así fue hasta que, a principios del siglo XVIII, el Monasterio decidió construir otra edificación que descongestionara la gran actividad que soportaba la Casa de Santa María. Es el origen de las llamadas Casas de San Isidro y que hoy conocemos como Cortijo de San Isidro, cuya silueta estáis tan acostumbrados a ver los vegasalteños.

Hablan los documentos que:

“…la obra de la tinada que se haze en el Campillo término de Madrigalejo se comenzó el día 4 de noviembre de 1733 = y se puso la primera piedra el día 11 día de San Dámaso.”[1](Es decir, el 11 de diciembre)

Así, el cortijo de San Isidro se levantó entre 1733 y 1737, siendo prior Fray Alonso de San Juan y estando al frente de las obras el maestro Juan Fernández. Es una construcción de grandes proporciones, fabricada con mampostería, adobe y ladrillo, con puertas y ventanas de cantería labrada[2]. Se planteó el conjunto distribuyendo las distintas dependencias en torno a un gran patio central cuadrangular. Había espacios destinados a la actividad agro-pecuaria, así como aposentos reservados para hospedería y vivienda: había celdas, alcobas con chimeneas francesas, cocinas, hornos, quesera, pozo, caballerizas, graneros y hasta una capilla u oratorio[3]. La existencia de una quesera nos remite también a la transformación de los productos, de la leche de oveja al queso elaborado. Y la capilla parecer ser que contaba con una torrecilla para la campana y todos los aditamentos y objetos sagrados necesarios para celebrar misa, algunos de los cuales procedían de los que se custodiaban en la sacristía del Monasterio[4]. También a través de los documentos sabemos que, hasta el cortijo de San Isidro, se trasladaba el administrador religioso de la Casa de Santa María en vísperas de festivos para oficiar el Santo Sacrificio de la Misa[5].

Si durante varios siglos no hubo cambios en el sistema de propiedad de estas tierras ni en su adscripción jurisdiccional, todo cambió con las reformas liberales del siglo XIX, cuyas leyes afectaron sustancialmente a la zona que estamos tratando. En 1833, se llevó a cabo una reorganización administrativa, a través de la cual se dividió el territorio español en 49 provincias, que se agruparon a su vez en regiones. A partir de entonces, las provincias se convirtieron en el soporte básico de la nueva organización centralizada de la nación, en sus funciones administrativa, judicial, fiscal y también militar. En nuestro caso, la región de Extremadura se dividió en dos provincias: Cáceres y Badajoz. Y si, hasta ese momento, las tierras ocupadas hoy por Vegas Altas habían pertenecido jurisdiccionalmente a la Tierra de Trujillo, la nueva distribución territorial en provincias trazó el límite entre Cáceres y Badajoz en esta zona, de tal forma que, a partir de entonces, pasaron a pertenecer a la Provincia de Badajoz y al término de Navalvillar de Pela, mientras que Madrigalejo pasó a formar parte de la provincia de Cáceres.

Del mismo modo, también las leyes desamortizadoras de Mendizábal supusieron un cambio en la propiedad de estas tierras. Con los decretos de 1835 y 1836, la comunidad jerónima de Guadalupe fue exclaustrada y expulsada del convento, al mismo tiempo que se expropiaron sus bienes para salir posteriormente a la venta en pública subasta. En general, los compradores que accedieron a las tierras expropiadas por la Desamortización fueron personas acaudaladas: burgueses, terratenientes, nobles o funcionarios bien posicionados.  De esta forma, las fincas que hasta entonces habían pertenecido al Monasterio de Guadalupe cambiaron de manos y, en el caso del Cortijo de San Isidro y las fincas Campillo, Paridera, Moheda Bajera y Chaparral, junto con otras dehesas aledañas, pasaron a ser propiedad del Marqués de Gorbea.

Algunas décadas después, en 1878, una peregrinación muy especial pasó por aquí con destino a Guadalupe, formada aproximadamente por unas 50 personas, que habían partido desde Villanueva. Era, a la vez, una marcha cultural, reivindicativa y religiosa, encabezada por el escritor y bibliófilo extremeño Vicente Barrantes, cuya misión era llamar la atención sobre el abandono y la desolación en la que se encontraba en aquellos momentos el Monasterio de Guadalupe tras la expulsión de los frailes jerónimos. A la vuelta, pararon a pernoctar en el Cortijo de San Isidro, donde dicen que fueron acogidos de mil amores. Fruto de aquella peregrinación fue la declaración de Monumento Nacional del Monasterio de Guadalupe al año siguiente[6].

Avanzando el tiempo, ya en el siglo XX, llegamos hasta la Guerra Civil, donde estas tierras fueron escenario de aquel enfrentamiento fratricida, pues aquí estuvo situado el frente bélico desde que comenzó la guerra hasta julio de 1938, cuando se inició la ofensiva que terminaría con la caída de la “Bolsa de la Serena”. 

Fotografía proporcionada por la Biblioteca de Vegas Altas

Como habéis visto, hemos hecho un recorrido a lo largo de los siglos por estos lugares, cuyos recursos agrícolas y ganaderos han sido aprovechados y explotados desde antiguo. Fueron heredades que estuvieron destinada a cultivo de labor en las tierras de pan y a la explotación ganadera en sus dehesas, caracterizándose por un inmovilismo secular. Pero todo esto cambió a mediados del siglo XX con la llegada del regadío del Plan Badajoz, que supuso una transformación radical. Las fincas que en otro tiempo pertenecieron al Monasterio de Guadalupe y, con posterioridad a la casa de Gorbea, pasaron a manos de un buen número de colonos. Y junto al gran cortijo de San Isidro, se creó un pueblo al que se puso el nombre de una comarca recién creada: las Vegas Altas del Guadiana, surgida como consecuencia de la puesta en regadío de estas tierras. El nombre de Vegas Altas para este pueblo fue muy acertado si tenemos en cuenta que estamos en la cabecera de esta joven comarca. Desde entonces, cambiaron los cultivos, cambió la distribución de la tierra, aumentó su rentabilidad, se crearon infraestructuras, se modificó el paisaje y cambió el ecosistema.

Y, a través de este proceso, el pueblo de Vegas Altas, que vive de sus recursos, ha creado comunidad con una identidad propia, conformada por el alma de sus vecinos, que han luchado y siguen luchando por que así sea. Esta comunidad también se ha identificado con su historia y con el trabajo del campo, así eligió por patrón y titular de su parroquia a un santo humilde y entrañable campesino, San Isidro Labrador.

Guadalupe Rodríguez Cerezo.

 

BIBLIOGRAFÍA:

L. RODRÍGUEZ AMORES: Crónicas lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz, 2008.

https://www.funcas.es/wp-content/uploads/Migracion/Articulos/FUNCAS_PEE/020art07.pdf

http://cronistasdeguadalupe.blogspot.com/2019/07/vicente-barrantes-siempre-en-la-memoria.html

https://navalvillar.com/conocenos/historia/



[1]ARCHIVO DEL MONASTERIO DE GUADALUPE. Legajo 62. Tomado de J. MALDONADO ESCRIBANO, “Fundación y levantamiento del Cortijo de San Isidro por el Monasterio de Guadalupe:1733-1737”. Norba-Arte, ISSN 0213-2214, vol. XXVII (2007) 111-122, p. 112.

[2]Ibidem.

[3]Ibidem.

[4]Ibidem.

[5]Archivo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, legajo FAMILIA RODRÍGUEZ-ESTEBAN, Expediente y Respuesta del Fiscal General del Obispado de Plasencia, D. Blas García Cañas, a fray Juan de la Victoria…,pp. 5 y 6.

[6]http://cronistasdeguadalupe.blogspot.com/2019/07/vicente-barrantes-siempre-en-la-memoria.html