El 23 de enero de 2025,
hemos celebrado en Madrigalejo el 509 aniversario de la muerte del rey Fernando
el Católico, con un pasacalles con zancudos y procesión de religiosos, desde la
Plaza de España hasta la Casa de Santa María. Aquí, en la plazoleta de Fernando
el Católico, iluminada con velas, hubo exhibición de trompeta y saxofón, de dos
alumnos del aula de Música; después, las intervenciones de la Cronista Oficial,
del Alcalde y de la Directora General de Desarrollo Rural de la Junta de
Extremadura, y se remató con un chocolate, preparado por la Asociación Cultural
de Mujeres.
En mi calidad de Cronista
Oficial, dije unas palabras, que comparto a continuación:
"En
el mundo de la inmediatez en el que nos movemos actualmente, donde queremos
enterarnos de todo y ser los primeros en conocer las noticias, en no perder
ningún detalle de lo que acontece en el mundo entero y a nuestro alrededor,
estando preparando estas palabras, pensé en nuestro pueblo de Madrigalejo hace
exactamente 509 años. Sería una aldea de unos 800 habitantes, con unos
pobladores que vivirían mayormente pendientes de sus afanes, sin más empeño que
la convivencia cotidiana con sus vecinos, sin conocer siquiera lo que acontecía
en los pueblos de alrededor. Pues bien, en aquel enero de 1516, la tranquila
vida de nuestra localidad se vio bastante alterada por la llegada de una
comitiva de excepción, en la que viajaba el mismísimo rey Fernando V. En aquellos
días, acontecieron unos hechos históricos de primer orden, que aquellos vecinos
apenas fueron conscientes de su importancia, pero que vivieron con la
intensidad propia de quienes saben que, alguien muy suyo, está en los últimos
momentos de su vida y, debido al fatal desenlace, fueron los primeros súbditos
en enterarse de la muerte del monarca.
No
era la primera vez que veían con cortejo como aquel. En otras ocasiones, ya
había pasado el monarca por Madrigalejo, lo que había sido todo un
acontecimiento que había puesto patas arriba la vida cotidiana de la población.
Pero en esta ocasión era distinto. Había prisas por llevarlo a la Casa de Santa
María y una atmósfera de preocupación se respiraba en el ambiente. El Rey venía
enfermo, muy enfermo.
De
los acontecimientos históricos que se vivieron en el interior de esta casa y de
los personajes que acompañaron al monarca en sus últimos días, se encargó de
recogerlos, por escrito, Galíndez de Carvajal, testigo y partícipe de los
hechos, en su Crónica de los Reyes Católicos, además de otros autores.
Pero nada se nos dice del papel que tuvieron los vecinos de Madrigalejo, que,
como las cosas sencillas, cumplen una función esencial aunque no se advierta
su presencia. Pero estaban allí, y podemos intuir su cometido a través de
fuentes indirectas, en situaciones similares y no alejadas en el tiempo, tanto
en nuestra localidad como en lugares cercanos.
Por
lo pronto, los lugareños se habían encontrado con la presencia de un nutrido
número de personas a las que había que darles acomodo y abastecimiento en un
lugar que tenía sus limitaciones y carencias. Todo un problema. Bien es verdad
que la Corte estaba bien preparada para instalarse en descampado. Y si el
monarca y los principales personajes fueron acogidos en la Casa de Santa María,
también en las posadas se ocuparían todas las camas disponibles, mientras que el resto del acompañamiento montarían sus tiendas en las eras del ejido.
Para la cuestión del abastecimiento, en
ocasiones semejantes, se pedía al lugar que estuviera bien surtido de
provisiones de carne de vaca, capones, aves, perdices y terneros, así como
de peces, huevos, gallinas, pan masado, cebada y paja. Si se tiene en cuenta
que la Casa de Santa María era una de las despensas del Monasterio de
Guadalupe, no debieron ir muy lejos en busca de alimentos con los que dar de
comer a aquella gente. Aquí se producían cereales, con la molienda incluida.
Con ello se aseguraba el pan, que tuvo que ser cocido y amasado por el personal
de la casa de los frailes y de las tahonas del pueblo. La carne y los huevos,
procedentes de las dehesas del convento y de los corrales, no podían escasear.
Tampoco faltaría aceite y vino. Y, sin duda, los peces serían pescados por los
peceros del pueblo en las tablas del Ruecas, donde se criaban buenos barbos.
Además, las caballerías estarían a buen recaudo, sin que escasearan cebada y
paja.
Sí,
el pueblo entero se desviviría por dar acomodo a toda esa gente, porque somos
acogedores. Aunque, como se ha dicho anteriormente, aquellos vecinos no
debieron ser conscientes de que la Historia con mayúsculas se estaba
escribiendo en el interior de la Casa de Santa María, y que, sin duda, ellos
fueron los primeros en conocer la fatídica noticia del fallecimiento del Rey
Fernando el Católico. También aquellos madrigalejeños serían los primeros en
elevar sus oraciones por el alma del monarca, de forma sencilla, sin gran
ceremonial mortuorio, pues esos boatos estaban reservados para la llegada del
cortejo fúnebre a Granada, donde descansarían sus restos.
Pero antes de partir hacia Granada, despojaron al cadáver de sus vísceras, que se quedaron aquí enterradas en la ermita de San Sebastián, según las fuentes. Algún carpintero del lugar compondría el ataúd donde colocaron el cuerpo del monarca sin vida para recorrer su último camino. Y el pueblo entero también saldría a despedirle. Sería el 25 o el 26 de enero cuando el féretro, con un acompañamiento bastante menguado, partió hacia Granada. Por cierto, el ataúd en el que salió no llegó a su destino, pues en Hinojosa, como consecuencia del traqueteo de aquellos caminos segundarios y mal pavimentados por donde llevaron al difunto, se desvencijó de tal manera, que hubo necesidad de mudarlo a otro féretro.
Y,
para terminar, destacar algo que no se nos puede escapar. Si bien es cierto que
las crónicas nada hablan de los pobladores de Madrigalejo, el impacto que debió
generar en aquella gente la muerte del Rey Fernando V de Castilla y II de Aragón fue tan grande que, su
eco, ha llegado hasta nuestros días. Recordemos que, durante siglos, el hecho
estuvo muy vivo en la memoria colectiva de la localidad, pasando oralmente de
generación en generación hasta nuestros días. Incluso, cuando todo el mundo lo
había olvidado, Madrigalejo siempre lo tuvo presente. Ninguno de nosotros hemos
conocido por los libros de Historia que el Rey Fernando el Católico murió aquí. No.
Nosotros lo conocimos por nuestros mayores, que nos lo contaron, como se lo
habían contado a ellos. Por ello, podemos decir con orgullo que la muerte del
rey Fernando el Católico es, de una forma muy especial, patrimonio de todos los
madrigalejeños y que, como tal, tenemos la obligación de transmitirlo a las
generaciones venideras.
Guadalupe Rodríguez Cerezo
BIBLIOGRAFÍA:
-L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf editores S.A. Badajoz. 2008.
-Archivo Parroquial de Madrigalejo, Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos del Concejo.
-Archivo Municipal de Trujillo.
Libro de Actas del Ayuntamiento de Trujillo. Fol. 284, 284 vº, 285 y 285 vº.
26/12/1515.