Paseando por
las calles de nuestra localidad, al mirar las placas donde se rotulan sus
nombres, no nos podemos sustraer a cuestionarnos acerca de tales designaciones.
Entre los nombres de las calles de Madrigalejo, puede llamar la atención la que
está dedicada a Adriano VI. Esta vía está situada hacia el sur del casco
urbano, detrás del edificio del antiguo “Grupo Escolar Fernando el Católico” y
donde se ubican las antiguas casas de los maestros, formando parte del conjunto
que se construyó en la década de los 50 del pasado siglo XX. En esta calle se
encuentra actualmente la sede local de Cruz Roja en Madrigalejo. Llegados a
este punto habría que preguntarse quién fue Adriano VI y por qué una de las
calles de nuestra localidad lleva su nombre.
Adriano VI fue
el Papa nº 218 de la Iglesia católica -entre 1522 y 1523- y, antes de ser Papa,
su nombre era Adriano de Utrecht. En su condición de embajador del Príncipe
Carlos de Gante, fue uno de los personajes que estuvo en Madrigalejo en enero
de 1516, cuando Fernando el Católico se debatía entre la vida y la muerte en
nuestra localidad, y que falleció el 23 de enero.
En las siguientes líneas, presentamos unas pinceladas sobre la biografía de este personaje histórico que, entre otros cargos, fue regente de Castilla e Inquisidor General.
Adriano
de Utrecht[1]
Nació
en 1459 en Holanda -probablemente en Utrecht-, en una familia humilde. Se
sabe con certeza que pasó su infancia en Utrecht, de donde toma el nombre.
Estudió en la Universidad de Lovaina y aquí obtuvo el título de doctor en
Teología. El emperador Maximiliano de Austria le nombró preceptor de su nieto el
príncipe Carlos de Gante y, desde entonces, comenzó una vinculación muy
especial entre Carlos y Adriano.
Como
en 1515 habían llegado noticias al príncipe Carlos desde Castilla de los
problemas de salud de su otro abuelo- rey Fernando el Católico-, Carlos de
Gante envió a Adriano de Utrecht como embajador a la Corte del rey Fernando,
para que velara por sus intereses ante el posible fallecimiento del monarca
aragonés. El primer contacto que tuvieron Adriano y el rey Católico fue en el
palacio del Duque de Alba, en Abadía (Cáceres), en diciembre de 1515. En ese
primer encuentro, trataron temas de hondo calado y llegaron a acuerdos
importantes, aunque no se materializaron en la firma de ningún documento.
Poco
después, cuando la Corte del rey Fernando emprendió camino desde Plasencia
hacia el sur, Adriano de Utrecht no viajó en la comitiva del monarca, sino que
se dirigió directamente a Guadalupe con el resto del acompañamiento. Como el
Rey tuvo que detenerse en Madrigalejo debido al agravamiento de sus dolencias,
al enterarse el embajador del príncipe Carlos, sin perder tiempo, se desplazó hasta
nuestra localidad y solicitó ver al monarca. Dice Galíndez de Carvajal que:
(El
Rey) sospechó mal de aquella venida, y con enojo que ovo, dijo: “No viene
sino a ver si muero. Decidle que se vaya, que no me puede ver”. E así el
Embajador con asaz confusión se fue por entonces; aunque le hizo tornar a
llamar por consejo e intercesión de algunas personas que allí estaban; al cual
habló dulcemente, y le encargó que se fuese adelante a Guadalupe, y que le
esperase allí, que presto entendía ser allí con él.[2]
Pero, como sabemos, a Fernando el Católico no le dio
la vida para acudir a su cita con Adriano de Utrecht en Guadalupe, por lo que
no volvieron a verse ni tuvieron oportunidad de firmar los acuerdos a los que
habían llegado. Sin embargo, algunos de aquellos puntos sí se tuvieron en
cuenta en la redacción del testamento del monarca aragonés que se firmó en
Madrigalejo.
Nada más fallecer el rey Fernando el Católico,
Galíndez de Carvajal y Francisco de Vargas fueron a comunicar la noticia a
Adriano de Utrecht y lo encontraron en el camino a Guadalupe. Regresaron con él
a Madrigalejo y, en su presencia y con los demás testigos, se abrió el
testamento del monarca a las pocas horas de haber sido otorgado.[3]
Aunque Adriano había llegado a Castilla como embajador
del príncipe Carlos, realmente venía cargado con plenos poderes para tomar
posesión de los reinos cuando falleciera el monarca. Y una vez muerto el Rey,
entraron en contradicción los poderes firmados por Carlos al de Utrecht con las
últimas voluntades del rey Fernando el Católico, quien había nombrado como
regentes, hasta que llegara el Príncipe, al cardenal Cisneros para Castilla y
al arzobispo de Zaragoza para la Corona de Aragón. Llegados a esta cuestión, Cisneros
y Adriano tuvieron una tensa entrevista en el Monasterio de Guadalupe, donde,
al final, acordaron compartir la regencia. Sin embargo, pronto se dio cuenta el
holandés que la gobernación efectiva la ejercía el cardenal y la suya no dejaba
de ser más que testimonial.[4]
Aun así, en el periodo de su regencia, Adriano fue
nombrado obispo de Tolosa e Inquisidor General de Aragón. Y una vez que el Rey
Carlos se instaló en estos reinos, en 1518, asumió también el cargo de Inquisidor
General de la Corona de Castilla. Además, intervino en cuestiones de política
indiana, con postulados cercanos a los de fray Bartolomé de las Casas y atendía
los despachos de la Casa de Contratación de Sevilla por expreso mandato del
Rey. Previamente, en junio de 1517, había sido nombrado cardenal por el Papa
León X.
Adriano
de Utrecht volvió a ser regente cuando Carlos se ausentó para recoger la Corona
Imperial. Entonces estallaron las revueltas comuneras. En esta ocasión, sus
dotes conciliadoras no hicieron efecto -por su condición de extranjero- y, por
ello, tuvo que compartir la gobernación con el Almirante de Castilla -Fadrique
Enríquez de Velasco- y con el Condestable -Íñigo Fernández de Velasco-.
En
enero de 1522 fue elegido Papa, tomando el nombre de Adriano VI. Si bien en
esta elección tuvo mucho que ver el Emperador Carlos, que esperaba por ello
compensaciones en favor de sus intereses, el nuevo pontífice fue muy claro y le
contestó que él se debía al bien de la Cristiandad y no a los intereses del
Emperador.
Tomó posesión de la silla papal el 31 de agosto de 1522 y falleció el 23 de septiembre de 1523. En su breve pontificado, propició cambios en la curia e implantó la austeridad en la que él mismo había vivido, intentó ser neutral en las disputas entre Carlos V y Francisco I de Francia y comenzó su papado luchando contra la erradicación de la herejía y contra el infiel.
Es un buen momento recordar que, en Madrigalejo, una calle lleva el nombre del papa Adriano VI por su relación con la historia de nuestra localidad, ahora cuando en la actualidad estamos viviendo la despedida al Papa Francisco.
Para terminar, destacar que se dijo de Adriano de Utrecht (Adriano VI) que era un hombre conciliador, bondadoso y caritativo.
Guadalupe
Rodríguez Cerezo.
BIBLIOGRAFÍA:
L. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Anales
Breves de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria.
J. M. CALDERÓN ORTEGA y F. J. DÍAZ
GONZÁLEZ. El proceso de redacción del último testamento de Fernando el
Católico el 22 de enero de 1516. Institución Fernando el Católico. Excma.
Diputación de Zaragoza. Zaragoza, 2015
M. A. LADERO QUESADA. Los
últimos años de Fernando el Católico 1505-1517. Fundación Tatiana Pérez de
Guzmán el Bueno. Dykinson, S.L. Madrid, 2016, pág. 259.
WEBGRAFÍA:
-https://www.fernandoelcatolico.org/adriano-de-utrech/
-https://dbe.rah.es/biografias/5185/adriano-vi
[2] L.
GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Anales Breves de los Reyes Católicos Don
Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria.
[3] J. M. CALDERÓN
ORTEGA y F. J. DÍAZ GONZÁLEZ. El proceso de redacción del último testamento
de Fernando el Católico el 22 de enero de 1516. Institución Fernando el Católico. Excma.
Diputación de Zaragoza. Zaragoza, 2015, pág. 23. // L. GALÍNDEZ DE
CARVAJAL. Anales Breves de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, de
gloriosa memoria. Año
XVI, Capítulo III.
[4] M. A. LADERO QUESADA. Los
últimos años de Fernando el Católico 1505-1517. Fundación Tatiana Pérez de
Guzmán el Bueno. Dykinson, S.L. Madrid, 2016, pág. 259.
L.
RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf Editores.
Badajoz, 2008, pág. 244.