jueves, 24 de abril de 2025

ADRIANO VI EN EL CALLEJERO DE MADRIGALEJO

Paseando por las calles de nuestra localidad, al mirar las placas donde se rotulan sus nombres, no nos podemos sustraer a cuestionarnos acerca de tales designaciones. Entre los nombres de las calles de Madrigalejo, puede llamar la atención la que está dedicada a Adriano VI. Esta vía está situada hacia el sur del casco urbano, detrás del edificio del antiguo “Grupo Escolar Fernando el Católico” y donde se ubican las antiguas casas de los maestros, formando parte del conjunto que se construyó en la década de los 50 del pasado siglo XX. En esta calle se encuentra actualmente la sede local de Cruz Roja en Madrigalejo. Llegados a este punto habría que preguntarse quién fue Adriano VI y por qué una de las calles de nuestra localidad lleva su nombre.

Calle Adriano VI

Adriano VI fue el Papa nº 218 de la Iglesia católica -entre 1522 y 1523- y, antes de ser Papa, su nombre era Adriano de Utrecht. En su condición de embajador del Príncipe Carlos de Gante, fue uno de los personajes que estuvo en Madrigalejo en enero de 1516, cuando Fernando el Católico se debatía entre la vida y la muerte en nuestra localidad, y que falleció el 23 de enero.

En las siguientes líneas, presentamos unas pinceladas sobre la biografía de este personaje histórico que, entre otros cargos, fue regente de Castilla e Inquisidor General.

Adriano de Utrecht[1]

Nació en 1459 en Holanda -probablemente en Utrecht-, en una familia humilde. Se sabe con certeza que pasó su infancia en Utrecht, de donde toma el nombre. Estudió en la Universidad de Lovaina y aquí obtuvo el título de doctor en Teología. El emperador Maximiliano de Austria le nombró preceptor de su nieto el príncipe Carlos de Gante y, desde entonces, comenzó una vinculación muy especial entre Carlos y Adriano.

Como en 1515 habían llegado noticias al príncipe Carlos desde Castilla de los problemas de salud de su otro abuelo- rey Fernando el Católico-, Carlos de Gante envió a Adriano de Utrecht como embajador a la Corte del rey Fernando, para que velara por sus intereses ante el posible fallecimiento del monarca aragonés. El primer contacto que tuvieron Adriano y el rey Católico fue en el palacio del Duque de Alba, en Abadía (Cáceres), en diciembre de 1515. En ese primer encuentro, trataron temas de hondo calado y llegaron a acuerdos importantes, aunque no se materializaron en la firma de ningún documento.

Poco después, cuando la Corte del rey Fernando emprendió camino desde Plasencia hacia el sur, Adriano de Utrecht no viajó en la comitiva del monarca, sino que se dirigió directamente a Guadalupe con el resto del acompañamiento. Como el Rey tuvo que detenerse en Madrigalejo debido al agravamiento de sus dolencias, al enterarse el embajador del príncipe Carlos, sin perder tiempo, se desplazó hasta nuestra localidad y solicitó ver al monarca. Dice Galíndez de Carvajal que:

 

(El Rey) sospechó mal de aquella venida, y con enojo que ovo, dijo: “No viene sino a ver si muero. Decidle que se vaya, que no me puede ver”. E así el Embajador con asaz confusión se fue por entonces; aunque le hizo tornar a llamar por consejo e intercesión de algunas personas que allí estaban; al cual habló dulcemente, y le encargó que se fuese adelante a Guadalupe, y que le esperase allí, que presto entendía ser allí con él.[2]             

Pero, como sabemos, a Fernando el Católico no le dio la vida para acudir a su cita con Adriano de Utrecht en Guadalupe, por lo que no volvieron a verse ni tuvieron oportunidad de firmar los acuerdos a los que habían llegado. Sin embargo, algunos de aquellos puntos sí se tuvieron en cuenta en la redacción del testamento del monarca aragonés que se firmó en Madrigalejo.


Cuadro titulado Muerte de Fernando el Católico.
 Pintado por Segrelles

Nada más fallecer el rey Fernando el Católico, Galíndez de Carvajal y Francisco de Vargas fueron a comunicar la noticia a Adriano de Utrecht y lo encontraron en el camino a Guadalupe. Regresaron con él a Madrigalejo y, en su presencia y con los demás testigos, se abrió el testamento del monarca a las pocas horas de haber sido otorgado.[3]

Aunque Adriano había llegado a Castilla como embajador del príncipe Carlos, realmente venía cargado con plenos poderes para tomar posesión de los reinos cuando falleciera el monarca. Y una vez muerto el Rey, entraron en contradicción los poderes firmados por Carlos al de Utrecht con las últimas voluntades del rey Fernando el Católico, quien había nombrado como regentes, hasta que llegara el Príncipe, al cardenal Cisneros para Castilla y al arzobispo de Zaragoza para la Corona de Aragón. Llegados a esta cuestión, Cisneros y Adriano tuvieron una tensa entrevista en el Monasterio de Guadalupe, donde, al final, acordaron compartir la regencia. Sin embargo, pronto se dio cuenta el holandés que la gobernación efectiva la ejercía el cardenal y la suya no dejaba de ser más que testimonial.[4]

Aun así, en el periodo de su regencia, Adriano fue nombrado obispo de Tolosa e Inquisidor General de Aragón. Y una vez que el Rey Carlos se instaló en estos reinos, en 1518, asumió también el cargo de Inquisidor General de la Corona de Castilla. Además, intervino en cuestiones de política indiana, con postulados cercanos a los de fray Bartolomé de las Casas y atendía los despachos de la Casa de Contratación de Sevilla por expreso mandato del Rey. Previamente, en junio de 1517, había sido nombrado cardenal por el Papa León X.

Adriano de Utrecht volvió a ser regente cuando Carlos se ausentó para recoger la Corona Imperial. Entonces estallaron las revueltas comuneras. En esta ocasión, sus dotes conciliadoras no hicieron efecto -por su condición de extranjero- y, por ello, tuvo que compartir la gobernación con el Almirante de Castilla -Fadrique Enríquez de Velasco- y con el Condestable -Íñigo Fernández de Velasco-.

En enero de 1522 fue elegido Papa, tomando el nombre de Adriano VI. Si bien en esta elección tuvo mucho que ver el Emperador Carlos, que esperaba por ello compensaciones en favor de sus intereses, el nuevo pontífice fue muy claro y le contestó que él se debía al bien de la Cristiandad y no a los intereses del Emperador.

Tomó posesión de la silla papal el 31 de agosto de 1522 y falleció el 23 de septiembre de 1523. En su breve pontificado, propició cambios en la curia e implantó la austeridad en la que él mismo había vivido, intentó ser neutral en las disputas entre Carlos V y Francisco I de Francia y comenzó su papado luchando contra la erradicación de la herejía y contra el infiel. 

Es un buen momento recordar que, en Madrigalejo, una calle lleva el nombre del papa Adriano VI por su relación con la historia de nuestra localidad, ahora cuando en la actualidad estamos viviendo la despedida al Papa Francisco.

Para terminar, destacar que se dijo de Adriano de Utrecht (Adriano VI) que era un hombre conciliador, bondadoso y caritativo.  

Guadalupe Rodríguez Cerezo.

 

BIBLIOGRAFÍA:

L. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Anales Breves de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria.

J. M. CALDERÓN ORTEGA y F. J. DÍAZ GONZÁLEZ. El proceso de redacción del último testamento de Fernando el Católico el 22 de enero de 1516. Institución Fernando el Católico. Excma. Diputación de Zaragoza. Zaragoza, 2015

M. A. LADERO QUESADA. Los últimos años de Fernando el Católico 1505-1517. Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Dykinson, S.L. Madrid, 2016, pág. 259.

WEBGRAFÍA:

-https://www.fernandoelcatolico.org/adriano-de-utrech/ 

-https://dbe.rah.es/biografias/5185/adriano-vi



[2] L. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Anales Breves de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria.

[3] J. M. CALDERÓN ORTEGA y F. J. DÍAZ GONZÁLEZ. El proceso de redacción del último testamento de Fernando el Católico el 22 de enero de 1516. Institución Fernando el Católico. Excma. Diputación de Zaragoza. Zaragoza, 2015, pág. 23. // L. GALÍNDEZ DE CARVAJAL. Anales Breves de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria. Año XVI, Capítulo III.

M. A. LADERO QUESADA. Los últimos años de Fernando el Católico 1505-1517. Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Dykinson, S.L. Madrid, 2016, pág. 259.

[4] M. A. LADERO QUESADA. Los últimos años de Fernando el Católico 1505-1517. Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Dykinson, S.L. Madrid, 2016, pág. 259.

L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf Editores. Badajoz, 2008, pág. 244.