La decoración del interior de la iglesia parroquial de
San Juan Bautista de Madrigalejo cambió sustancialmente a partir de 1964. En esta
fecha, el edificio fue sometido a una importante restauración, en la que se
solventaron problemas de peso y que fue necesaria para llevar a su sitio
unos sillares del arco del crucero y otros del ábside que, peligrosamente, se
habían desencajado y amenazaban verdadera ruina[1];
pero también es verdad que se tomaron unas decisiones que afectaron a la
pérdida de parte de nuestro patrimonio religioso, basándose en corrientes, entonces
imperantes, de despojar a los templos de buena parte de sus elementos
ornamentales.
Entre las obras que desaparecieron, destacaban tres
retablos laterales de estilo barroco, que en Crónicas
Lugareñas. Madrigalejo, se describen sucintamente. Estaban fabricados
en madera estofada, una técnica decorativa que consiste en aplicar pan de oro
sobre la madera, cubrirlo con pigmentos de colores y después rasparlo, para crear
diseños en relieve. En la decoración de estos retablos, predominaban las líneas
curvas frente a las rectas y los motivos ornamentales destacaban sobre los
iconográficos, creando unos fuertes contrastes de luces y sombras, propios de
la época[2]. Los tres retablos fueron
vendidos por el módico precio de 50.000 pesetas[3] (300 €).
Dos de aquellos retablos tenían un diseño muy similar,
lo que lleva a pensar que fueran obra del mismo maestro y/o del mismo taller.
Estaban situados en la nave, a derecha e izquierda del presbiterio, en los
altares dedicados al Cristo de la Victoria y a la Virgen del Rosario. El
tercero, algo más tardío y decorado con abultadas columnas salomónicas, estaba
dedicado a San José y se encontraba situado en la pared lateral del lado del
evangelio, entro el púlpito y la puerta norte.
Una vez que somos conscientes de la pérdida de aquellas obras, debemos seguir manteniendo en nuestro haber histórico el
recuerdo de que formaron parte de nuestro patrimonio. Para no relegarlas al
olvido más de lo que están, podemos aproximarnos a estas obras a través de lo
publicado en Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, también a partir de lo que
aparece escrito en documentos antiguos, así como recurrir a algunas imágenes, tanto
de antiguas fotografías en blanco y negro, como de unos dibujos con los que contamos, realizados a carboncillo y de memoria por Ricardo Ciudad Casas una vez que los retablos ya habían
desaparecido.
Retablo
del Altar del Santísimo Cristo de la Victoria
Una
de las imágenes de culto más antiguas de nuestra iglesia parroquial, es el
Cristo de la Victoria, una escultura de madera policromada, de bulto redondo,
de estética gótica y con una cronología, probablemente, del siglo XVI. Esta imagen
tenía su propio altar, situado en el frontal de la nave, en el lado del
evangelio, donde, aparte de venerarse la imagen, también se podía celebrar
culto, puesto que estaba dotado de sagrario y tenía sus propias reliquias. Así
se desprende de lo que aparece escrito en algunos documentos manejados:
-En
la “Visita” realizada a la parroquia en 1789, el visitador diocesano dejó
escrito que se custodie en el archivo la llabe de las Reliquias que están en
el Altar del Christo y, para ello, se compre una cajita donde también se
custodie y conserbe la auténtica o atestado de dichas reliquias.[4]
-En
la siguiente “Visita”, la de 1797, se dice que el visitador encontró el
sagrario que está en el Altar del Santísimo Christo de la Victoria con la
decencia correspondiente[5].
-Hasta
el siglo XIX, delante de este altar del Cristo había unas verjas o barandas de
hierro, desde donde se suministraba el Santísimo Sacramento de la Comunión[6].
Además,
en este mismo altar, se celebraban, hasta mediados del siglo XX, solemnes misereres
en los viernes de cuaresma[7].
Uno
de los retablos vendidos en la restauración de 1964 cobijaba la imagen del
Santísimo Cristo de la Victoria. Se trataba de una estructura en madera
estofada dorada, que se distribuía en banco, un solo cuerpo y ático. No hemos
podido averiguar los elementos que componían el banco, aunque sabemos que, en
el centro, se encontraba el sagrario del altar. El cuerpo estaba formado por una
única hornacina flanqueada por dos estípites exentos que sostenían la cornisa. En
la hornacina estaba colocada la imagen del Cristo de la Victoria, muy bien protegida
por una mampara de cristal y, a su vez, tapada por una cortina, que se
descorría cuando había culto o por deseo expreso de los devotos[8]. El ático contenía en el
centro un alto relieve con el busto de Dios Padre, portando, como atributos, el
orbe en su mano izquierda y el cetro en la derecha, símbolos de su poder y
juicio.
Retablo de la Virgen del Rosario
Entre las cofradías antiguas de nuestra parroquia, estaba la dedicada a Nuestra Señora del Rosario, que había sido fundada en 1680 según las ordenanzas de fray Francisco Gómez[9]. Esta cofradía estaba encargada de atender las necesidades y el culto del altar dedicado a la Virgen del Rosario, situado en el frontal de la nave, en el lado de la epístola, en simetría con el altar dedicado al Cristo de la Victoria. Otro de los cometidos principales de la cofradía era sacar en procesión la imagen chica (¿Nuestra Señora de las Angustias?) de la Virgen, alrededor de la iglesia, todos los primeros domingos de cada mes[10].
Sobre el altar dedicado a la Virgen del Rosario se
encontraba otro de los retablos perdidos. Al igual que el anterior, esta obra
se estructuraba en banco, un cuerpo y el ático. A través de una de las
fotografías, observamos que el banco estaba dividido en cuatro cuarteles, donde
aparecen en relieve unas representaciones alegóricas, como la fuente de agua
viva (fuente inagotable de vida y salvación que nos trae Jesucristo), o los
iconos del sol y la luna, que representan la doble naturaleza de Cristo, divina
y humana: el sol, que brilla con luz propia, simboliza su divinidad, mientras
que la luna, que brilla reflejando la luz solar, nos lleva a su Jesucristo hombre.
El cuerpo de este retablo estaba dividido en tres
calles por dos gruesas columnas con sus fustes sobrecargados de decoración. El
centro lo ocupaba una hornacina que contenía la imagen de la Virgen del
Rosario. En las calles laterales se situaban otras esculturas de bulto redondo
sobre unas peanas: la de Jesús Niño y la de la Virgen del Carmen.
El remate de este retablo era muy parecido al del
Cristo de la Victoria, diferenciándose en la representación que ocupaba el
centro del ático. Si en el retablo del Cristo aparecía representado Dios Padre,
en este de la Virgen del Rosario se encontraba una alegoría del Espíritu
Santo, como un fuego del que surgían rayos, rodeándolo cabezas de angelotes.
El altar de Nuestra Señora del Rosario gozaba del
privilegio de ciertas indulgencias, que aparecían especificadas en un letrero
de madera, con preciosa letra, que colgaba siempre del retablo, para que los
fieles conocieran las indulgencias a las que se podían acoger.[11]
Retablo
de San José
También
de factura barroca y en madera estofada, existía en nuestra iglesia parroquial
un retablo dedicado a San José, situado en la nave, en el muro lateral. No nos
ha llegado ninguna fotografía ni dibujo de esta obra, únicamente se conserva la
escultura de bulto redondo que la presidía, y que hoy se encuentra alojada en
una de las hornacinas del retablo mayor.
De
la imagen de San José, ya tratamos en una entrada anterior de Luz de Candil (https://luzdecandilmadrigalejo.blogspot.com/2021/04/imagen-del-glorioso-patriarca-san-joseph.html).
Esta escultura, en madera policromada, fue donada en 1772 a la Parroquia por el
matrimonio formado por Francisco Gil Moreno e Inés Fernández Mateos, con la finalidad de
que sirviera para la devoción pública de los fieles convecinos, y fue
colocada, con el permiso del visitador diocesano, en el altar que se dice de la
Ánimas[12]. ¿Este altar de las Ánimas pasaría a llamarse a partir de entonces San José o se construyó otro para San José? A esta pregunta no podemos responder.
A
un lado y a otro de la hornacina que cobijaba a San José, se encontraban sendas
pinturas en las que se representaba a San Joaquín y a Santa Ana, los padres de
la Virgen María. Separaban estas representaciones unas columnas salomónicas con
sarmientos de vides enrollados, con sus hojas y sus frutos, con clara alusión a
la Eucaristía.[13]
En
la visita realizada en 1866, se mandó adecuar en el Altar de San José, en el
tabernáculo que hay en su retablo, una reliquia de Santa Severa, con su
auténtica correspondiente, cuyo altar está inservible por falta de ara, que se
mandó al párroco procurara adquirir[14].
El
Concejo acuerda adquirir un retablo para la iglesia
Los
retablos que hemos estado tratando, estilísticamente, podrían datarse entre los
siglos XVII y XVIII. Coincidiendo con ese periodo, hemos encontrado un
documento en el archivo municipal que trata de la adquisición de un retablo para
la capilla de la yglesia del Señor San Joan Bautista deste dicho lugar. En libro
de actas del Concejo de la sesión del 6 de junio de 1676, se dice que a los señores
concejales y al señor cura les ha llegado la noticia de la existencia de un
retablo en la villa de Guareña. Todos juntos y de un mismo acuerdo y parecer
decidieron ir a Guareña para entablar negociación con la persona a cuyo cargo
estaba el retablo, el precio y los plazos en los que se pudiera saldar. Una vez
sabida la cantidad y el modo de traerlo a la iglesia, se faculta a los componentes
del Concejo -los que entonces estaban y los que estuvieren en el futuro- para
que se financie la adquisición del retablo con caudales procedentes de lo que
sobrare una vez saldados todos los gastos del Concejo, hasta que sea cumplida
la paga del retablo. El escribano pidió confirmación a todos y cada uno de los
miembros que participaron en aquella reunión del Concejo y todos dijeron que
sí.
¿Se
trataría de unos de los retablos de los que hemos hablado más arriba?
Transcripción
de una parte del documento del acta del día 6 de junio de 1676:
…Por quanto ha venido a noticia de los
señores concejales y de su merced el Sr. cura el questá un retablo que
pertenesce según su motivo para la capilla de la yglesia
del Señor San Joan Bautista deste dicho lugar, y todos juntos de vn mismo
acuerdo y parecer dijeron que se baya a la villa de Guareña, quees la parte
donde está el dicho retablo y se confiera con la persona a cuio cargo está el
disponer del y se vea el presçio poco más o menos en que le harán y qué plaços,
que savido la cantidad, en modo que se pueda traer a esta yglesia, desde luego
dar su consentimiento por los señores Justiçia y Rexidores, que de presente son
y por el tiempo venidero fueren, para que de los maravedís de los propios del
dicho Concejo que sobraren, hechos y cumplidos los gastos neçessarios y comunes
y de lo demás, puedar dar i den, desde luego quedando el dicho Concejo con
bastante caudal para sus gastos según los años y cantidades que en cada vno
hubiere, se pueda ofreçer por este Concejo y de los demás que fueren de aquí en
adelante hasta que sea cumplida la paga y los contenidos en este acuerdo. Yo el
escribano doi fee, los fui a cada vno de por sí tomando su dicho y todos
dixeron que sí vno por vno, y firmaron sus mercedes y firmó el que supo de los
presentes y, por los que no, vn testigo…
Concluimos
Es una lástima que no podamos contemplar y disfrutar
de unas obras que ya no se encuentran entre nosotros, pero no queremos que se
queden en el olvido y, por ello, hemos tratado de hacer una aproximación lo más
completa posible a partir de las escasas fuentes que tenemos a nuestro alcance.
Guadalupe Rodríguez Cerezo
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] Archivo parroquial. Libro de
Fábrica. Visita de 1789.
[5] Archivo parroquial. Libro de
Fábrica. Visits de 1797.
[6] Archivo parroquial. Libro de
Fábricas (1799-1800).
[8] Ibidem.
[9] Ibidem, p. 302.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem, p. 294.
[13]L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónica
Lugareñas…, op. cit., p. 294.
[14] Archivo parroquial. Libro de
Fábrica. Visita de 1866.







