viernes, 8 de noviembre de 2024

CENTENARIO DE LOS HEROES DE KOBBA-DARSA

Ya se ha escrito acerca de los Héroes de Kobba-Darsa. Concretamente, en Cónicas Lugareñas. Madrigalejo, de Lorenzo Rodríguez Amores, las últimas páginas del libro (453-456) están dedicadas a aquel episodio de la Guerra del Rif. Previamente, ya había presentado un trabajo en los VI Coloquios Históricos de Extremadura celebrados en 1976, trabajo del que el periódico Hoy se hizo eco en un artículo publicado el 22 de octubre del mismo año. Para aquel artículo, había recogido la experiencia vivida por uno de aquellos héroes, concretamente el madrigalejeño Lorenzo Jiménez Felipe.

Diario HOY, 22 de octubre de 1976

Mayor trabajo de investigación fue el realizado por Miguel Ángel Rodríguez Plaza, que dio como fruto su libro 22 Héroes cacereños: Kobba-Darsa 1924, resultado de una intensa labor de archivo y de un minucioso trabajo de campo, acudiendo a los lugares de origen de aquellos héroes, acompañado de un interesante material fotográfico, otra de las grandes pasiones del autor del libro.


     

Antecedentes

El asedio a la posición de Kobba-Darsa se desarrolló en el contexto de la guerra de África. Concretamente fue en la llamada Guerra del Rif o II Guerra de África (1911-1927), cuando las tribus rifeñas se sublevaron contra el protectorado español y francés en el sultanato de Marruecos. El conflicto fue enquistándose y, para hacerlo frente, se decidió aumentar la presencia española incrementando el número de soldados, la mayoría procedentes de reemplazo forzoso, de origen humilde. Esta mayor presencia militar no significó que mejoraran las cosas; todo lo contrario, con unas tropas desmotivadas y mal pertrechadas, mal entrenadas y peor dirigidas, no pudieron hacer frente en Annual (1921) al empuje de los rifeños dirigidos por líder independentista Abd-el-Krim, en un número muy inferior, pero que conocían perfectamente el terreno que pisaban.

Tras la apabullante victoria de los indígenas, Abd-el-Krim declaró la República del Rif. Y aquella abrumadora derrota del ejército español, conocida como el “desastre de Annual”, hizo temblar la misma monarquía constitucional de Alfonso XIII, produciéndose una gran crisis política en un ambiente ya de por sí muy revuelto y que, a la postre, fue uno de los detonantes del golpe de Estado del General Miguel Primo de Rivera (septiembre de 1923) y de la instauración de la Dictadura, que duró hasta 1930.

 

Mozos de reemplazo

El ejército se nutría entonces de soldados de reemplazo. Se trataba de un servicio militar obligatorio, formado por mozos reclutados y enviados muchos de ellos directamente a la guerra, en este caso a las trincheras del Rif. En momentos de graves conflictos bélicos, como es el caso, muchos fueron carne de cañón. Un ejemplo claro fue el desastre de Annual, donde cayeron unos 11.000 soldados. Por tanto, aquellos mozos llamados a filas, destinados a los territorios donde se libraba la guerra, veían a la muerte cara a cara. Sólo había dos formas de librarse del alistamiento forzoso: pagando 6.000 reales a la Hacienda Pública o buscando un sustituto que hiciera la milicia por él. Aquel era un desembolso de dinero que no podía ser satisfecho por la mayor parte de la población, especialmente los habitantes de los territorios más desfavorecidos, como era el caso de Extremadura. De esta injusta circunstancia brotó la copla popular:

 

Si te toca, te toca,

que te tienes que ir,

que tu madre no tiene

para librarte a ti.

 

Los mozos madrigalejeños de reemplazo Juan Sojo Carranza y Lorenzo Jiménez Felipe fueron llamados a hacer el Servicio Militar y fueron destinados a Ceuta. Ellos, como sus demás compañeros, eran jóvenes que apenas habían salido de sus pueblos, que no conocían más mundo que sus lugares de origen y se toparon con la cruda realidad de una guerra en un territorio lejano y desconocido.


Juan Sojo Carranza

Lorenzo Jiménez Felipe


El blocao de Kobba-Darsa

Los blocaos eran pequeños fuertes construidos, de forma efímera, generalmente en zonas elevadas, desde donde se dominaba un amplio territorio. Al estar en lugares elevados, raramente disponían de agua, por lo que debían bajar a los ríos y arroyos más cercanos para abastecerse de ella, que transportaban en mulas de forma periódica. Esta operación tan necesaria era, al mismo tiempo, muy vulnerable, porque estaban al amparo de toparse con cualquier elemento enemigo. Los blocaos estaban repartidos por el territorio que debían dominar a una distancia de aproximadamente unos 30 Km., pero estaban aislados unos de otros, lo que hacía que su defensa fuera también vulnerable en caso de ser atacados.

Kobba-Darsa era uno de aquellos blocaos. Esta posición tan sólo estaba protegida por una alambrada y unos sacos terreros; un par de tiendas de campaña servían para dar cobijo a los soldados, y la comunicación con el campamento base, que se encontraba de Uad-Laud, se establecía a través de un equipo de heliógrafo.

Aquel junio de 1924, defendían el blocao de Kobba-Darsa un oficial, tres soldados de telégrafos y una treintena de soldados de infantería del regimiento Serrallo 69. De la treintena de soldados, 22 eran oriundos de la provincia de Cáceres y, dos de ellos -Juan Sojo Carranza y Lorenzo Jiménez Felipe-, eran naturales y vecinos de Madrigalejo. 

 

Cerco de Kobba-Darsa

El 25 de junio de 1924, el blocao de Kobba-Darsa fue atacado por los rifeños y, aunque defendieron la posición, quedaron atrapados en su cerco durante varios días. Al conocer la situación, salieron fuerzas de Uad-Laud, pero no lograron romper el cerco. Tan sólo el teniente Gil de Vergara pudo romper la línea, jugándose el pellejo, y entrar en el blocao porque llevaba la orden de sustituir al teniente Pueyo, que había conseguido destino en la Península. A partir de ese momento, en la posición hubo dos oficiales.

Trataron de socorrerlos en varias ocasiones, pero fueron intentos fallidos. Los días iban pasando y se agotaban los víveres, por lo que las provisiones se fueron racionando de forma dramática. Una durísima galleta, con la que se entretenían varias horas, y el agua que cabe en una copa de aguardiente era la ración diaria que recibía cada uno. Era tanta la sed que pasaban que, una tarde en la que cayó un aguacero, tendieron la ropa en el suelo para que se mojara lo más posible y poder después chupar su humedad. Incluso llegaron a beber sus propios orines. A todo esto, debido al intercambio de disparos, murieron los seis mulos con los que habían transportado la impedimenta, se descompusieron rápidamente a causa del sofocante calor, lo que provocó un olor nauseabundo. Todo esto da idea de que resistieron hasta límites insospechados. Aguantaron, sí, aguantaron aquellos jóvenes, porque estaban ya bien curtidos en el duro trabajo del campo extremeño.

Un día supieron a través de un mensaje recibido por heliógrafo que un avión sobrevolaría su posición para dejarles caer sacos de hielo y botes de leche. Tan bajo voló el aeroplano que fue derribado por el enemigo en la misma alambrada. Jugándose la vida, los dos oficiales, un cabo y el soldado Lorenzo Jiménez salieron a socorrer a los pilotos, aunque fue inútil, porque habían fallecido, y amenazados por el continuo fuego enemigo, sólo pudieron recuperar las pistolas de los pilotos, como manda el reglamento. Por la noche, los rifeños quemaron el aeroplano.

Estaban ya al límite de su resistencia cuando recibieron un mensaje que decía: “Imposibilidad inmediata de auxilio. Tienen plena libertad de tomar la decisión que estimen más conveniente”. En esta dramática situación surgieron dudas y se plantearon la posibilidad de salir a la desesperada por si alguno pudiera salvarse, pero habría que dejar abandonados a los heridos. Un soldado de Arroyomolinos de Montánchez terció: “Aquí no se deja abandonado a nadie. O nos salvamos todos, o todos perecemos”. La única esperanza era que sabían que no estaban olvidados.


Entonces llegó la liberación por un grupo de legionarios formado por fuerzas indígenas al mando del teniente coronel Francisco Franco. Fue el 6 de julio, a unas horas de calor tan intempestivas que les pilló por sorpresa a los propios rifeños, cuando se rompió el cerco y fueron liberados.

 

Condecoraciones y homenajes

Cuando llegaron exhaustos al campamento base de Uad-Laud, les ofrecieron una comida de confraternidad y un sobre con 10 duros. Después de pasar unos días en el hospital, les concedieron un mes de permiso. Y todos ellos fueron condecorados con la Medalla Militar, por la que se reconoció el destacado mérito en la defensa de la posición de Kobba-Darsa.

Al llegar a la Península, les hicieron varios homenajes. Concretamente el alcalde de Cáceres les dio una gran comida en un buen hotel de la capital. Los dos soldados de Madrigalejo no asistieron porque se bajaron del tren en Villanueva de la Serena y querían llegar cuanto antes a su pueblo para estar con sus familias. De Villanueva fueron andando hasta Madrigalejo, donde el vecindario salió a recibirlos a la Cruz de los Barreros, al son de un buen repique de campanas.

 

En el Centenario de los acontecimientos    

Al cumplirse los 100 años del cerco a la posición de Kobba-Darsa, el 29 de junio de 2024, el Ayuntamiento de Madrigalejo y la Asociación Cultural Fernando el Católico organizaron un homenaje a los héroes que defendieron aquella posición.


En la Plaza de la Ermita, como presidenta de la Asociación Cultural Fernando el Católico, abrí el acto dando la bienvenida a todos los presentes, destacando la presencia de los familiares de los héroes y del comandante D. Miguel Ángel Rodríguez Plaza, que tomó la palabra a continuación. Después se escuchó la “Marcha Real”, interpretada por dos alumnos del aula de música. A continuación, el alcalde, D. Sergio Rey Galán, se dirigió a los presentes y entregó una corona de laurel a las hijas de los héroes, y juntos, la llevaron hasta la placa de la calle Héroes de Cobba-Darsa, donde fue colocada.


Las hijas de los Héroes con Miguel Ángel Rodríguez Plaza

Poco después, en la Casa de Santa María, donde se había montado una exposición con fotografías, objetos y recortes de periódicos referentes a los acontecimientos de 1924, los familiares de aquellos héroes contaron, de forma distendida, lo que ellos mismos habían relatado de lo que vivieron aquellos días.

Fue un acto de justicia para poner de manifiesto el arrojo, la valentía y la resistencia sobrehumana de aquellos mozos[1] de reemplazo: Juan Sojo y Lorenzo Jiménez.




Guadalupe Rodríguez Cerezo.   
 

Bibliografía

-“Una gesta extremeña en África”. Periódico Hoy. 22 de octubre de 1976, en la última página.

-RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel. 22 Héroes Cacereños. Kobba-Darsa 1924. Institución Cultural el Brocense. Diputación de Cáceres. Cáceres, 2017.

-RODRÍGUEZ AMORES, lorenzo. Crónica Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. 2ª edición. Badajoz, 2011. Pp. 453-455.

 

Webgrafía

https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Rif

https://es.wikipedia.org/wiki/Desastre_de_Annual

https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera

https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-08-03/guerra-pobres-marruecos_3711639/

martes, 15 de octubre de 2024

VAMOS A CALLEJEAR. PLAZA DE ESPAÑA (2ª Parte)

Este post es continuación de:

  https://luzdecandilmadrigalejo.blogspot.com/2024/09/vamos-callejear-plaza-de-espana-1-parte.html

Terminábamos la entrada anterior de Luz de Candil diciendo que, “en un lugar tan público como es la Plaza de España, se habían vivido numerosos acontecimientos, muchos de ellos, gozosos, y otros, aciagos”, y que, de ellos, seguiríamos hablando. Bueno, pues aquí estamos de nuevo, retomándolo donde lo dejamos, para continuar rememorando la actividad de la Asociación Cultural “Fernando el Católico”, de agosto de 2024, llamada Vamos a Callejear.

Sobre la Guerra de la Independencia

Nos situamos ahora en el siglo XIX, un siglo en el que ocurrieron muchos cambios y en el que esta plaza fue testigo de numerosos acontecimientos. Nos centraremos en dos de ellos, de los cuales tenemos referencias documentales: la guerra de la Independencia y las guerras carlistas. Hagamos una somera aproximación histórica al contexto en el que ocurrió cada uno de ellos.

Con la revolución francesa, acontecimiento que tuvo lugar en 1789, comenzó el proceso de acabar con las estructuras del Antiguo Régimen y establecer un nuevo sistema político basado en las ideas del liberalismo: proclamación de la soberanía nacional, declaración de los derechos naturales del individuo y un sistema de gobierno basado en la división de poderes. Todo ello regulado por una constitución. 

Desde 1804, el proceso revolucionario fue controlado por Napoleón Bonaparte, quien proclamó el Primer Imperio Francés e intentó ejercer su influencia en una serie de estados satélites. Este hecho dio lugar a varias guerras en Europa. En el caso de España, Napoleón entró en nuestro territorio en 1808 con el pretexto de dirigirse a Portugal para realizar una operación de castigo; pero, ante la sorpresa de todos, varios cuerpos de ejército se desplegaron por el territorio nacional. El día 2 de mayo, Madrid se levantó contra la ocupación francesa, hecho que fue seguido de una dura represión con los fusilamientos de los cabecillas. Tras este incidente, todo el país se pone en pie de guerra. Ante la ausencia del rey Carlos IV y la inacción de las instituciones, los alcaldes de Móstoles, en nombre de la soberanía nacional, hacen la declaración formal de guerra a los franceses. Por otra parte, Carlos IV, presionado por Napoleón, abdica en su hijo Fernando VII, y éste lo hace en José Bonaparte (Pepe Botella), quien termina siendo el monarca legítimo de España. Comienza aquí la guerra de la Independencia.

Tras el éxito inicial del ejército español en Bailén, Napoleón envió su “Gran Armada” que derrotó y dispersó a nuestros militares. A partir de ese momento, el peso de la guerra cae en las partidas de guerrilleros y en la ayuda del ejército inglés. Los franceses fueron derrotados y expulsados de España el 17 de abril de 1814.

Dos vecinas cuentan cómo vivió Madrigalejo la Guerra de la Independencia

Dos vecinas se disponen a tomar el fresco en una calurosa noche de verano, sentándose en la Plaza. Y entre sacudida y sacudida de abanico, van refiriendo sucesos y aconteceres de la vida cotidiana que han podido contemplar las piedras de la iglesia a lo largo de los siglos. Como la vida misma, allí se han desarrollado acontecimientos alegres y festivos, pero también aciagos y tristes. En la Plaza se han celebrado festejos taurinos, han salido y entrado procesiones, era el lugar del mercado, y también donde el pregonero voceaba el bando municipal, así como por donde pasaban cortejos fúnebres y nupciales.

Desde la torre de la iglesia, las campanas, con sus distintos toques, hablaban al pueblo: el doble de difuntos -con la señal distinta si era hombre o mujer-, o el din-dan cuando el fallecido era un niño; cada día llamaban a misa y al ángelus, y repicaban a misa mayor en los grandes días de fiesta; pero también avisaban con un enervante toque cuando llamaban a rebato, porque algo gordo, muy gordo, sucedía, ya fuera fuego en los campos o cuando algún peligro inminente se cernía sobre la población.

Con el toque de a rebato, les dio pie a las mujeres para recordar cuando, en tiempos de guerra, las campanas avisaban de que el enemigo estaba a las puertas. Así, una de las vecinas empezó a contar el episodio de la entrada de los franceses en la Guerra de la Independencia: cómo un jinete a caballo entró en el pueblo, a todo galope, hasta la plaza del pueblo al grito de “¡que vienen los franceses!” y las campanas empezaron a tocar a rebato; la plaza se llenó de gente y allí escucharon el pregón que había mandado vocear el cura, instando a la población a que se pusieran a salvo. Hubo una desbandada general hacia el campo o huyendo a otras localidades. Un grupo de vecinos plantaron cara al enemigo desde el interior de la iglesia, donde aguantaron tres días, pero no pudieron resistir más y se rindieron. Los franceses hicieron prisioneros y saquearon casas y graneros, llevándose toda clase de víveres para abastecer a sus tropas.

Las vecinas siguieron explicando lo difíciles que fueron aquellos tiempos para la población, pues las guerrillas españolas también necesitaban avituallamientos y, con frecuencia, venían pidiendo víveres y dinero. En estas ocasiones, los vecinos solían ser más generosos. Además, la inestabilidad en tiempos de guerra provocaba que se abandonaran las tierras de cultivo y que hubiera escasez de alimentos, con el hambre que ello acarreaba.

Aparte de estas dificultades, habría que sumar la falta de mozos en la localidad, pues estarían luchando en la guerra. Y al cambiar de tercio en la conversación, las vecinas comenzaron a hablar de las partidas guerrilleras en las que los mozos se enrolaban para luchar contra los franceses, especialmente famosa fue la partida del “Caracol”. Estas pequeñas partidas incordiaban al enemigo, con ataques inesperados en sus puntos más débiles, y se retiraban rápidamente por su gran agilidad. Y comentaron la figura de doña Catalina López -mujer del jefe de la partida del “Caracol”, don Toribio Bustamante-, que entraba en batallas y peleaba con el mismo arrojo que sus compañeros.

Llegadas a este punto, teniendo presente el gran sufrimiento que acarrean las guerras, dieron por terminada la conversación y se marcharon a casa a descansar.

 

Las guerras carlistas

Las guerras carlistas fueron conflictos civiles que ocuparon gran parte del siglo XIX. Se localizaron fundamentalmente en el País Vasco, Navarra, Cataluña y en El Maestrazgo, aunque se formaron partidas dispersas por todo el territorio nacional. Se lucha por dos cuestiones: la sucesión al trono y la ideología política que fundamentará a los gobiernos. Es decir, son guerras de sucesión e ideológicas.

La cuestión sucesoria que desencadena el conflicto se plantea al morir Fernando VII en 1833. Un grupo de políticos defienden los derechos del infante Carlos María Isidro frente a los de la legítima heredera Isabel II, que entonces tenía tres años. Apoyan su legitimidad en que el Infante había nacido estando en vigor la ley Sálica, ley promulgada por Felipe V para regular el derecho sucesorio y que daba prioridad a los varones de las ramas laterales frente a las mujeres de la rama directa.

La cuestión ideológica se plantea desde el momento en que los partidarios de D. Carlos, a los que se llamará carlistas, apoyan los principios del Régimen absolutista representados en el eslogan de “Dios, Patria y rey”.  Ante esto, a la regente Dª María Cristina de Borbón, no le queda más remedio que apoyarse en los liberales, quienes defienden los principios teóricos de la revolución francesa. Durante la Guerra de la Independencia, a la vez que se peleaba contra los franceses, un grupo de españoles, reunidos en Cádiz y representando a la nación, elaboran la primera constitución española, que fue aprobada el día de S. José de 1812 y a la que el pueblo español bautizó con el nombre de La Pepa. Decir viva la Pepa era tanto como decir viva la Constitución. Así pues, el ejército isabelino lucha por el derecho sucesorio de Isabel II y por un gobierno constitucional.

 

Un grupo de vecinas cuentan a unos niños lo que pasó Madrigalejo en las guerras carlistas

Tres mujeres sentadas en la Plaza, con las manos ocupadas cada una en sus faenas, se dirigen a dos niños que no hacen más que pelearse y les invitan a sentarse junto a ellas. Les van a hablar de ciertos sucesos ocurridos en nuestra localidad, para que se den cuenta de las consecuencias que traen las luchas y las peleas. Estas vecinas hablan, no sólo de lo que han oído contar, sino también de lo que ellas mismas han vivido y han sido testigos.

Empezaron a hablarles de la incursión guerrillera en la Primera Guerra Carlista, cuando el 31 de diciembre de 1838 la banda de los “Palillos” entró en el pueblo hasta la misma Plaza. Los vecinos se refugiaron donde pudieron, menos un grupo de unas 15 personas, que se hicieron fuertes en el interior de la iglesia con sus viejas escopetas y, mientras estaban entretenidos los carlistas con ellos, les dio tiempo a los demás vecinos a esconderse. Contaban las buenas mujeres cómo una vecina se escondió entre las pajas en un pajar y, aunque un guerrillero estuvo pinchando la paja con una horca y le rozó la cabeza, no se movió y logró salvarse. También se toparon con una mujer que no se había enterado de la presencia de los carlistas, y los guerrilleros le estuvieron preguntando, pero, como ella no respondía porque era sorda, la mataron por no colaborar. Aquella incursión se saldó con doce víctimas, a las que se hizo un oficio de difuntos colectivo al día siguiente, antes de ser enterradas. Aparte de todo esto, incendiaron y saquearon un montón de casas, así como en las casas del Ayuntamiento, y destrozaron buena parte del archivo municipal.  

Si en aquellos sucesos estas vecinas eran pequeñas, más reciente tenían lo vivido durante la Tercera Guerra Carlista en nuestra localidad. Contaban a los niños cómo allá por 1870, un grupo de vecinos se había topado con una facción carlista y entraron en el pueblo a caballo, avisando a la población del peligro que corrían, y ellos, sin descabalgar de sus caballos, se metieron en la iglesia. No tuvieron en cuenta el lugar sagrado donde se encontraban y permanecieron dentro hasta que lo consideraron oportuno. Por la falta de respeto al templo, el cura D. Matías Pazos después bendijo la iglesia de nuevo como si de una inauguración se tratase.

También refirieron la entrada de la partida del jefe carlista Fuentes, que se plantó en medio de la Plaza, bien confiado de tener a toda la población bajo su control. Pero no contaba con que algunos vecinos se habían parapetado en la iglesia y, desde la torre, recibió un disparo que acabó con su vida.

Y así, contando historias, se les pasó la noche, dándose cuenta las buenas mujeres de todo lo que habían vivido. Era ya hora de recoger y meterse en casa, a pesar de las protestas de los niños, que no tuvieron más remedio que obedecer ante las amenazas de que ya andaban las “pantaruyas por el Sevellar”…

 

Y seguimos hablando de la Plaza


Un suceso que ocurrió en la Plaza durante un festejo taurino

La Plaza también ha sido y es lugar de festejos y de celebraciones. Aquí se instalaba desde antiguo la feria, en su parte lúdica, como continúa hasta ahora. Y ante la falta de coso taurino, en la Plaza también se organizaban corridas de toros, montando el redondel con los carros de labranza. Vamos a contar la historia de una de aquellas corridas, la que tuvo lugar el 20 de agosto de 1925. Por entonces, el edificio del Ayuntamiento estaba situado donde hoy se encuentra una parte de los Pisos Tutelados y, para acceder a él, había que subir unas cuantas escaleras, que salvaban el desnivel existente entre la explanada de la Plaza y el edificio. En el Ayuntamiento, estaba el botiquín, atendido por los médicos D. Antonio Fraile y D. Francisco Sánchez, con la ayuda del practicante D. Manuel Collado. Aquel día, se encontraban preparados en la misma puerta del Ayuntamiento por si hubiera alguna incidencia, al mismo tiempo que disfrutaban del espectáculo, muy seguros de encontrarse a salvo por la diferencia de altura. Y con ellos, se encontraba algún que otro vecino.

La corrida de toros era el principal festejo de aquel primer día de feria. Se lidiaban tres reses de tres años. El único torero era un maletilla llamado “Bocanegra”. El toril se encontraba en una callejilla situada en lo que hoy es calle Cisneros, que aún no existía como calle. La puerta del edificio municipal no estaba bien protegida porque confiaban que hasta allí no se encaramaría el toro.

Fue una tarde memorable. En cierto momento del espectáculo, cuando uno de los toros se encontraba en medio del coso, sintiéndose encerrado y amenazado, más que fijarse en el capote del torero, notó que había movimiento en la portada de la Casa Consistorial y hacia allí se dirigió con ímpetu. Quienes contemplaban el espectáculo desde un lugar tan ventajoso, advirtiendo el peligro que sobre ellos se cernía, se metieron con gran prisa en el interior sin cerrar la puerta tras de sí. Y el toro entró en el Ayuntamiento como Perico por su casa.

Al público de fuera, se le cortó la respiración, porque sabían que el edificio no tenía puerta trasera y los de dentro no tenían escapatoria. No había mucho que hacer y, ante el peligro, buscaron refugio en cualquier lugar que pudieran encontrar. Así, tras una sencilla parihuela funeraria, se escondió el barbero Rafael Capilla; en una tina, el tío Manuel Manzanedo; otros se metieron bajo la barquichuela que el concejo tenía para salvar de apuros a personas que les pillaba la crecida del Ruecas; incluso la gran esfera del reloj público que allí estaba recogido sirvió de escondite para otros. Los médicos y el practicante se subieron al cuchitril donde se atendía el servicio telegráfico, encaramándose en la mesita y el par de sillas que allí había por todo mobiliario.

Afortunadamente, no pasó nada más que las escenas de pánico que allí se vivieron, pues el toro no se percató de la presencia de ninguno de los allí metidos. Pero uno de ellos, al que llamaban el “tío Perreque”, salió de su escondite antes de tiempo, creyendo que el animal ya había salido a la plaza. Al percatarse del error, no sabía si entrar o salir y, antes de que tomara una decisión, el toro le tomó con los cuernos por la espalda entre los brazos, lo zarandeó como un pelele y lo sacó al medio del coso hasta tirarlo al suelo, sin causarle mayor daño que unas simples magulladuras. Desde entonces, a aquella res empezaron a llamarle el “toro Perreque”. El animal fue indultado y lo que aconteció con él después es otra historia.

 

Lugares emblemáticos de la Plaza en el siglo XX


Y terminamos recordando algunos lugares emblemáticos de esta plaza a mediados del siglo XX, según el testimonio que nos han contado personas que lo han vivido.

Había dos casinos. El de Rodrigo Corrales estaba situado donde hoy está Caja Almendralejo. Era el casino de los señoritos. Allí se hacían baile y actividades culturales, entre ellas, teatro. Tenía un billar. Y también era el centro de reunión de la OJE. El casino de Julio Gallego era más popular y estaba situado donde hasta hace pocos años era Caja Duero. Y ya con otro concepto, se abrió el bar de Severo, situado donde hoy está el bar de los pensionistas.

Ya hemos hablado del Ayuntamiento antiguo, situado en una de las partes de lo que hoy son los Pisos Tutelados. Después del cambio de sede del Consistorio, el viejo edificio sirvió de cárcel y, poco después, fue el Hogar Rural, centro de reunión de los jóvenes.

El primer banco que se localizó en la Plaza fue la Banca Sánchez, ocupando el lugar donde antes estuvo el casino de Rodrigo Corrales, allá por los años 60. Después fue Banco de Extremadura, Caixa Geral y hoy es Caja Almendralejo.

A principios de los años 70, se construyó el edificio de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia, entidad que pasó después a ser Caja de Extremadura, Liberbank y hoy es Unicaja.

Y a finales de los años 70, se instaló en el local del antiguo bar de Julio Gallego la Caja Rural de Cáceres, que después se llamó Caja de Salamanca y Soria y terminó como Caja Duero cuando la fusión en Unicaja.  

La fonda de la tía Josefa Sojo estaba situada en la casa de Fermín Sánchez Cerezo (hoy el nº7 de la Plaza de España), donde estaba de alquiler. Dicha señora era muy religiosa. Una de sus hijas se fue a monja y su hijo Antonio fue sacerdote un tiempo y después se secularizó. La anécdota curiosa de esta familia es que, cuando el propietario les reclamó la vivienda, se resistieron a entregarla. El propietario derribó la fachada y ellos se atrincheraron en la segunda nave. Por entonces se proyectó en el “Cine Carmona” la película El santuario no se rinde y esta frase se aplicó a lo que estaba ocurriendo en la fonda. Parece ser que fue ocurrencia de Sebastián Rubio Llerena.


Entre los demás edificios, cabe destacar por su antigüedad y belleza la casa que en tiempos fue de la señorita Nieves y hoy es propiedad de Mª José Galeano. En la Plaza también podemos observar varios ejemplos de Arquitectura Modernista, estilo que destacó en las primeras décadas del siglo XX. En primer lugar, está el edificio que hoy ocupa el Ayuntamiento. Fue mandado construir por Fernando Recio allá por 1920. Aquí estuvo situado su local comercial que, tras su jubilación, pasó a regentar Diego Loro hasta su traslado a la calle San Juan. Del mismo maestro de obra y época es la casa que hoy pertenece a Rufino Cabanillas y que anteriormente era propiedad del tío Joaquín García. Con una decoración más marcada en el modernismo, se construyeron las casas del médico D. Antonio Fraile, que heredó su yerno y antiguo alcalde D. Paco Roldán, y la casa de los Gallego, obra de 1931, y que hoy es propiedad compartida de Alejandro del Río y Mª José Paredes. Y también de las primeras décadas del siglo XX es la casa de la familia Fernández Rentero, cuyas hijas, más conocidas como las Guzmanas porque su padre se llamaba Guzmán, regentaron la centralita de teléfonos y el locutorio público hasta la llegada del teléfono automático.



 

Hasta la próxima

Y hasta aquí la historia que hemos podido desentrañar de nuestra querida Plaza. Sin duda, después, cada persona tendrá su propia historia, porque la historia es la vivencia de cada uno y hay tantas historias como individuos. Esperamos haberos entretenido aprendiendo lo que hemos sido y lo que somos, conociendo un poquito más de nuestra historia y de nuestro patrimonio. Muchas gracias de nuevo a tantas personas que han hecho posible esta actividad y muchas gracias a todos por vuestra atención y respeto. Esperamos vernos en otra ocasión.

 

Agradecimientos:

Instituciones: Ayuntamiento de Madrigalejo, Parroquia de San Juan Bautista, Protección Civil, Asociación Folclórica San Juan Bautista y Asociación Cultural de Mujeres.

Dirección: Marisi Moreno.

Actores en las representaciones: Lorenzo Prado, Francisco José Parejo, Belén Manzanedo, María Velarde, Juan Antonio Carrero, María Antonia Escobar, Rosi Arias, Magda Rodríguez, Paqui Serrano, Rosi Sojo, Andrea Gallardo, y los niños Enzo y Alejandra.

Voces en off: Sátur Ciudad, Candi Ciudad y Guadalupe Rodríguez.

Textos: Toni Loro, Santiago Sánchez y Guadalupe Rodríguez.

Fotografías: Meli Peco, Elisa Prado y Guadalupe Rodríguez.


miércoles, 11 de septiembre de 2024

VAMOS A CALLEJEAR. PLAZA DE ESPAÑA (1ª Parte)

 

Para dar a conocer un poco más de nuestra historia, en los últimos años, la Asociación Cultural “Fernando el Católico” ha puesto en marcha una actividad que consiste en salir a las calles y plazas de nuestra localidad a contar su historia y sus historias. Esta actividad, que va ya por su cuarta edición, recibe el nombre de Vamos a Callejear. Es un evento participativo, en el que han estado implicadas muchas personas e instituciones, sin cuya contribución no hubiera sido posible realizarla.

 Para esta ocasión, se ha elegido la Plaza de España, un espacio público emblemático e imprescindible en la vida de Madrigalejo. Con estas líneas se pretende hacer una aproximación a las historias que se contaron e interpretaron en dicha actividad, aunque la magia de las actuaciones de aquel momento no se puede reproducir. Comenzamos:

 

Situémonos en el plano


Teniendo presente el plano de Madrigalejo, la parte más antigua fue desarrollándose a lo largo del camino real, un camino que, en su trayecto urbano, lo componían dos grandes calles: la de los Mesones (hoy Luisa Fortuna) y la de San Gregorio (Gallego Fortuna en la actualidad). Y en la unión de ambas vías, se situaba y se sitúa la Plaza, el corazón de la localidad, donde residía y reside el centro cívico/administrativo, religioso y social de Madrigalejo. En torno a este espacio público, se erigieron las casas de Ayuntamiento, el templo parroquial, la cárcel, las fraguas del concejo, algunas viviendas, así como el pósito (edificio donde se custodiaba el grano guardado para remediar posibles contingencias) y la cilla (donde se almacenaba el grano y el fruto de los diezmos). Aquí, en la Plaza, se celebraba el mercado y, en muchas ocasiones, el concejo abierto. También era lugar de espectáculos, al mismo tiempo que cementerio cuando no había lugar para enterrar dentro de la iglesia. Por todo ello y por ser un espacio de convivencia, desde antiguo era llamada la Plaza Pública.

 

Hablemos de un poquito de Historia

Cuando esta zona fue reconquistada en 1233, el territorio que hoy conforma Madrigalejo fue integrada en la tierra de Trujillo, formando parte de su sexmo, de su jurisdicción, siendo tierra de realengo. Esto quiere decir que todos estos territorios dependían directamente del rey y la ciudad de Trujillo era la cabeza rectora, desde donde el Corregidor ejercía la autoridad. Madrigalejo, como una de las aldeas de Trujillo, dependía jurisdiccionalmente de esta ciudad, pero los asuntos importantes que atañían solo a la comunidad se trataban en concejo abierto, es decir, en asamblea formada por todos los vecinos (hombres mayores de edad).

El concejo se convocaba a campana tañida y se reunía en el portal del concejo, en las casas del pósito o del Ayuntamiento, según las épocas. La asamblea estaba presidida por los dos alcaldes ordinarios y dos regidores, y el escribano público tomaba nota de lo que allí se trataba en las actas de sesiones. Por ello, las actas de sesiones tienen un valor inestimable para conocer la historia de nuestra localidad.

La familia trujillana de los Vargas fue uno de los primeros propietarios en las tierras de Madrigalejo y obtuvo esta gracia por derechos de conquista. Más de un siglo después, la iglesia de Guadalupe se convirtió en el otro gran hacendado en este lugar. Tanto los Vargas como el Monasterio, tenían casa abierta en Madrigalejo y, por tanto, gozaban de derecho de vecindad, con voz y voto en la asamblea del concejo. En un momento determinado, hubo un gran conflicto entre ambos hacendados, cuyo resultado final cambió la fisonomía de nuestra plaza. Veamos…



De los atropellos de El Vargas de Madrigalejo

Se contó esta historia en la Plaza recurriendo a la escenificación de un diálogo que pudo haber tenido lugar en el Monasterio de Guadalupe, para tratar asuntos importantes que atañían al lugar de Madrigalejo.

Para introducir el tema hay que tener en cuenta que, en el siglo XIV, ante la falta de autoridad de los reyes castellanos la nobleza forma banderías que luchan entre sí, e incluso se enfrentan al monarca. La situación de inestabilidad se acentúa a mediados del siglo XV durante el reinado de Enrique IV. Muchos nobles se convierten en bandoleros, salteadores de caminos y ladrones de propiedades ajenas. Tal es el caso de El Vargas de Madrigalejo (García de Vargas) y de Dª Beatriz Pacheco, condesa de Medellín. En menor grado, también actúan por estos alrededores, D. Pedro de Orellana, alcaide del castillo de la Encomienda, y D. Gómez Solís, Maestre de la Orden de Alcántara.

Aunque García de Vargas no ejercía señorío en sus propiedades, en su castillo de Madrigalejo había establecido su cuartel general, desde donde cometía toda clase de crímenes con sus hombres, unos 130 individuos, cebándose especialmente en las propiedades que el Monasterio de Guadalupe tenía en la zona.

 

La preocupación del Monasterio de Guadalupe por los abusos y delitos cometidos por García de Vargas y sus seguidores fue la primera escenificación que se representó en la Plaza de España en la actividad de Vamos a Callejear. Todos los atropellos que se habían cometido fueron desgranándose en el diálogo entre el Padre Prior y Fray Juan, pasada la Pascua de Navidad de 1470, en una estancia del Monasterio. Fray Juan comunicaba al Prior del Convento que García de Vargas y su banda se habían adueñado del molino harinero que el Monasterio tenía en Madrigalejo; que se habían metido en sus tierras como si suyas fueran, cultivándolas y recogiendo las cosechas para ellos; que habían recogido las uvas de sus viñas; que habían entrado en la bodega y se habían llevado todo el vino, o que destejaban las casas que el Monasterio tenía en Madrigalejo para tejar sus propias casas. Al mismo tiempo, iba creciendo la alarma y el enojo en el Padre Prior, que no acababa de creer lo que estaba sucediendo. Y seguía la retahíla de delitos cometidos por García de Vargas, en esta ocasión entrando en escena la casera de la Casa de Santa María, refiriendo al Prior los últimos atropellos sufridos: cómo se habían llevado todas las puercas paridas con sus cochinillos y cómo habían alanceado a las vacas y herido al mayoral. Como la situación se había hecho insostenible, se planteó la solución de elevar las quejas ante la Justicia de la ciudad de Trujillo, donde se ejercía la autoridad competente.




Las gestiones del Padre Prior ante las autoridades trujillanas no dieron fruto alguno, por lo que el convento de Guadalupe tuvo que abandonar las tierras en Madrigalejo y se cerró la casa de Santa María.

A finales de 1472, el Padre Prior reunió a administradores y mayordomos para proponerles volver a poblar la casa de Madrigalejo, que llevaba tiempo cerrada a causa de los robos, y volver a labrar sus tierras, porque, sin duda, su abandono era un gran perjuicio para el Monasterio. Todos los presentes, de forma unánime, acordaron “que no se poblase hasta que plugiese a Dios Nuestro Señor que los tiempos abonasen”.



Y así, por esta causa, durante un tiempo, la Casa de Santa María estuvo cerrada y las tierras que el Monasterio de Guadalupe tenía en Madrigalejo se quedaron sin producir por temor a las andanzas y latrocinios de García de Vargas. Pero, a no mucho tardar, la situación política cambió. A la muerte de Enrique IV, su hermana Isabel se proclamó reina, disputando el trono a su sobrina Juana.

 

La Reina Isabel y el derribo del Castillo

La historia continúa… Pero antes, recordemos qué estaba sucediendo en Castilla.

En los últimos años del reinado de Enrique IV, se plantea en Castilla un conflicto sucesorio. Gran parte de la nobleza no reconoce como legítima a su hija Juana, a la que apodó La Beltraneja, por considerarla hija del noble Beltrán de la Cueva. El 11 de diciembre de 1474 el Rey falleció en Madrid y, dos días más tarde, el 13 de diciembre, su media hermana Isabel, apoyada por un grupo de nobles, se proclama reina de Castilla en Segovia. Este hecho desencadenará una guerra por la sucesión al trono, que durará hasta 1479. Será una guerra civil, en la que luchan castellanos contra castellanos, y una guerra internacional, porque se implican, además de Castilla, el reino de Aragón, de donde es heredero Fernando, esposo de Isabel, y el reino de Portugal, cuyo rey, Alfonso V, se desposó con Juana en mayo de 1475. También será una guerra típicamente medieval: se lucha en primavera y los ejércitos están constituidos por las mesnadas señoriales.

Isabel aprovechará esta ocasión para someter a la nobleza díscola y a los que, en los últimos años del reinado de Enrique IV, se habían convertido en auténticos bandoleros. En la primavera de 1477, Fernando hace frente a los portugueses en la frontera de Salamanca y Zamora, mientras Isabel viene a poner orden en Extremadura, estableciendo su cuartel el Guadalupe.


 

Una nueva escena se representa en nuestra Plaza. Seguimos en una estancia en el Monasterio de Guadalupe, donde la reina Isabel se había instalado y, en un diálogo con el Padre Prior, se van poniendo al día acerca de la situación de la guerra en Castilla, especialmente en la zona de Extremadura, y sobre los problemas devenidos de las actuaciones de García de Vargas desde su fortaleza en Madrigalejo. La Reina empieza a ocuparse de todos esos asuntos, comenzando por despachar con el secretario, que entra en escena. Su misión será llevar órdenes muy concretas a Trujillo, donde su fortaleza estaba en manos enemigas. Después hace entrar al Capitán Diego de Cáceres Ovando, a quien le encarga la misión de rendir el castillo de Madrigalejo. El capitán sale sin tardar a cumplir en encargo, haciendo saber a la reina que le unen lazos de sangre con García de Vargas.




El capitán Diego de Cáceres Ovando, con sus tropas, establece el cerco en la fortaleza de Madrigalejo y, acto seguido, entabla diálogo con los sitiados. Valiéndose el capitán de sus vínculos familiares con los Vargas, consigue un pacto de rendición. Sin embargo, los Vargas pronto quebrantaron el pacto, lo que provoca un gran enfado de la reina. Al mismo tiempo, tampoco había buenas noticias desde Trujillo. Hasta en dos ocasiones, el alcaide del castillo trujillano había respondido que no entregaba las llaves de la fortaleza, aunque viniese la misma reina en persona. Esta no pudo soportar tanta humillación y decidió hacerse presente en Trujillo; pero antes, debía solucionar el asunto de Madrigalejo.


 

La reina Isabel y el capitán Diego de Cáceres Ovando vuelven a entrar en conversación acerca de la situación generada por la desobediencia de García de Vargas y su negativa a entregar su fortaleza de Madrigalejo. En esta ocasión, Isabel la Católica era partidaria de demoler la fortaleza, mientras que el capitán abogaba por volver a intentar pactar su rendición. La reina estaba decidida. Con García de Vargas se había tenido ya mucha paciencia a pesar de todos los crímenes cometidos y, además, eran necesarias medidas ejemplarizantes que tuvieran eco en otros personajes díscolos. De esta manera, la reina Isabel decidió que no quedara piedra sobre piedra del castillo de Madrigalejo; al mismo tiempo, el capitán solicitó ser librado de la operación por estar emparentado con los Vargas, petición que le fue concedida.

 

El capitán Diego de Cáceres Ovando con sus tropas volvió a su fortaleza de Benquerencia. Se consiguió una nueva rendición con otras huestes que habían acudido al llamamiento de la reina. Los díscolos del castillo de Madrigalejo comprobaron que la reina iba en serio en su idea de tomar la fortaleza y, para evitarlo, pidieron clemencia.

A pesar de que García de Vargas se rindió, el castillo fue demolido totalmente. La reina les perdonó el hecho de haber luchado en favor de Juana la Beltraneja, firmando el documento de perdón general; sin embargo, sí fueron juzgados y condenados por sus latrocinios y crímenes.

 

Con los materiales que resultaron de derribar el castillo, se construyó la iglesia parroquial de San Juan Bautista en las décadas siguientes. Es el mismo edificio que preside la Plaza de España y que fue levantada en las primeras décadas del siglo XVI. Es el centro religioso de nuestra localidad y uno de los edificios más emblemáticos y de mayor antigüedad de Madrigalejo. Desde cualquier punto de la población, puede divisarse la torre y, hasta cualquier punto desde donde se dejaba oír el sonido de sus campanas, esta parroquial de San Juan Bautista recibía el diezmo. Sus campanas, con el lenguaje que todo vecino conocía, han sido y son un elemento esencial de comunicación y llamada en esta plaza.



Los nombres de la Plaza

Aunque hoy llamemos Plaza de España a todo el espacio que circunda al templo parroquial, no siempre fue así. Por Plaza Pública se entendía el área de poniente, hacia donde abre la puerta principal de la iglesia. En esta parte estaba situado el Ayuntamiento o Casas Consistoriales hasta que, en 1945, se trasladó al edificio actual. Estaba situado el antiguo Ayuntamiento donde hoy se encuentran los Pisos Tutelados, concretamente en el cuerpo que hace esquina con la calle Cisneros. La otra parte de la Plaza recibía el nombre de Calle de la Iglesia, calle que se dilataba hacia la que hoy es Núñez de Balboa.



Si durante siglos a este espacio se le llamó Plaza Pública, a lo largo del siglo XX cambió de nombre en varias ocasiones. A partir de 1931, pasó a llamarse Plaza de la Constitución. En 1940, la hemos visto denominarse Plaza de la Iglesia. Cinco años después, en 1945, recibió el nombre de Plaza del Generalísimo. Y desde 1982, pasa a denominarse Plaza de España, como actualmente es conocida.

Y si seguimos hablando de nombres, al atrio de la iglesia, es decir, el área más cercana a la puerta principal, hasta hace varias décadas se le llamaba Cementerio, sin duda porque este fue lugar de enterramiento de muchos madrigalejeños cuando no había lugar en el interior del templo y así se corroboró en las obras de pavimentación de la plaza que tuvieron lugar en los años 70 del siglo pasado, cuando aparecieron numerosos restos óseos en este lugar.

 

La Plaza como lugar de mercado

La Plaza fue también el lugar del mercado. En la antigua escalinata de la iglesia, se encontraba el patrón de la vara castellana, donde el fiel de pesos y medidas podía comprobar si la medida se ajustaba a una buena venta o, por el contrario, la magnitud era errónea ante alguna denuncia por sospecha de fraude. Tenemos constancia de que, en las primeras décadas del siglo pasado, se celebraba un mercado mensual fijo, el último jueves de cada mes. Y hasta que se construyó el Mercado de Abastos, la carne se vendía aquí en la Plaza. Los puestos de la carne se colocaban delante de las casas que hoy llevan los números 4 y 5. Entre las últimas carniceras que ejercían su oficio en esta Plaza, podemos nombrar a la señora Conce Naharro Moreno, la tía Josefa del tío Fargarón o la tía Joaquina del tío Sagasta. Eran las mujeres quienes vendían la carne y los hombres mataban y descuartizaban los animales. Lo que más se vendía era cordero y morcilla de vientre, aunque también se vendía vaca en algunas ocasiones. En dos de los contrafuertes de esa parte de la iglesia, concretamente en los que enmarcan el acceso al templo, existen sendas oquedades, que son la huella de afilar, durante siglos, los cuchillos en la piedra.




En un lugar tan público como es esta Plaza, se han vivido numerosos acontecimientos, muchos de ellos, gozosos, y otros, aciagos, de los que seguiremos hablando en la siguiente entrada de Luz de Candil…




Agradecimientos:

Instituciones: Ayuntamiento de Madrigalejo, Parroquia de San Juan Bautista, Protección Civil, Asociación Folclórica San Juan Bautista y Asociación Cultural de Mujeres.

Dirección: Marisi Moreno.

Actores en las representaciones: Lorenzo Prado, Francisco José Parejo, Belén Manzanedo, María Velarde, Juan Antonio Carrero, María Antonia Escobar, Rosi Arias, Magda Rodríguez, Paqui Serrano, Rosi Sojo, Andrea Gallardo, y los niños Enzo y Alejandra.

Voces en off: Sátur Ciudad, Candi Ciudad y Guadalupe Rodríguez.

Textos: Toni Loro, Santiago Sánchez y Guadalupe Rodríguez.


Fuentes:

-Archivo Parroquial de Madrigalejo

-Archivo Municipal de Madrigalejo

-Fuentes orales

-L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz, 2008.