Aunque
en la actualidad veamos al río Ruecas como un elemento más de nuestro paisaje y
lo contemplemos con la añoranza de una belleza pasada que ya no tiene, es justo
reivindicar la importancia que tuvo durante siglos y siglos para los vecinos de
nuestro pueblo.
Sin
duda, el emplazamiento de Madrigalejo está determinado por el río Ruecas.
Cuando una comunidad buscaba el lugar idóneo donde establecerse, el primer
factor que tenía en cuenta era la cercanía del agua. Nuestros antepasados
eligieron este punto concreto, primero, porque estaba situado a la vera de un
río, el Ruecas, estableciendo sus viviendas sobre unos pequeños montículos para
que permanecieran a salvo de sus riadas, y además, tuvieron en cuenta que
pudieran atravesarlo cómodamente a través de un anchuroso vado, que hoy ha
desparecido. Y en el vado, colocaron las pasaderas:
una serie de grandes piedras dispuestas en hilera, por donde se cruzaba el río
dando trancos de una a otra, sin necesidad de mojarse. Unas pasaderas que también
han desaparecido.
Hasta
no hace mucho tiempo, la vida de los vecinos de Madrigalejo giraba en torno al
Ruecas. Desde siempre, el río fue el gran abastecedor de agua para el
vecindario. Aunque se contaba para el suministro humano con las fuentes de
la Carizosa, de los Grifos y, la más reciente, de la República, las aguas del Ruecas eran
generalmente de uso doméstico y potable, a excepción de las épocas de las
grandes crecidas, en las que el agua bajaba embarrada, de color chocolate, y en
la estación estival, cuando el agua dejaba de correr y se estancaba.
Si el tiempo lo permitía, un día a la semana, las
mujeres se pasaban el día en el río haciendo la colada. Útiles imprescindibles
para la tarea eran el cesto de
mimbre, el batidero de madera y el jabón casero. Conforme iban lavando,
tendían al verde la ropa enjabonada (método tradicional para quitar las manchas
y blanquear la ropa) para después aclarar y tender. Mientras lavaban, tenían
puestos los esqueros; con ellos atrapaban los peces que, al llegar a casa,
cocinaban para la cena.
El
río Ruecas también constituía el medio de vida para varias familias que se
dedicaban a la pesca. Sus finas aguas que bajan de las Villuercas eran garantía
de pescado de muy buena calidad y, además, había mucha abundancia de peces. La tarraya, el trasmallo, el esquero,
el garlito, incluso, la caña, eran los medios que utilizaban
para hacer su trabajo. Los pescadores o peceros
se conocían palmo a palmo todo el río, cada una de sus tablas: la tabla
Caballona, la del Estrecho, de Los Tuertos, de la Opea o de la Jopea, de los
Pinos, de la Campana, de la Musena… En estas tablas pasaban el día los patos
caseros, los cuales, al llegar el atardecer, regresaban todos en fila, sin
despistarse ninguno, cada uno a sus casas de procedencia, sin nadie que los
guiara.
En su ribera, los hortelanos cultivaban sus huertos
y sus huertas, de donde se abastecían de hortalizas (lechugas, cebollas, ajos,
berenjenas, tomates, pimientos, berzas, rábanos…) y de frutos de las arboledas
(ciruelas, granadas, naranjas, higos y brevas, membrillos…), regados por el
agua sacada de las norias. También eran las aguas del río Ruecas las que movían
las grandes piedras de los molinos harineros: el molino de Arriba con más de ocho siglos de antigüedad y actualmente
en ruinas, y el molino de Abajo,
construido en el siglo XVIII y totalmente desaparecido desde finales del pasado
siglo.
¿Y
cómo no iba a servir el río también de asueto y esparcimiento? Sus tablas era
el lugar de baño en las calurosas tardes de verano… los más habilidosos se entretenían
en coger peces “a cueva”… ¡Cuántas merendillas no se habrán comido en sus
orillas…!¡Cuántas caídas en los palos de la risa!¡Cuántos frites en los
Pinos!... Pero también, ¡Cómo se
asustaba a los más pequeños con que, si no se portaban bien, venía el pez mulo de la Tabla Caballona…!
Y viendo la situación actual del Ruecas a su paso por Madrigalejo, seguro que los que
conocimos el río en sus buenos tiempos lo añoramos. AÑORAMOS sus aguas
cristalinas, tan limpias; el royal y el verde, uno a cada lado del río en la
zona de las pasaderas; las tablas, alguna con pez mulo incluido...
Demos un paso más:
SOÑEMOS. Soñemos en recuperar de él lo que podamos. Soñemos vivamente porque, a
veces, los sueños se cumplen…y HAGAMOS. Hagamos lo que esté a nuestro alcance
para presionar a quien proceda para que
se acometa, de una vez por todas, la recuperación del río Ruecas. Estamos
convencidos de que se puede.
Asociación Cultural Fernando el Católico.
Las fotografías que aparecen han sido cedidas por Inmaculada Ruiz del Árbol, Antonia Loro Carranza y familia Rodríguez Cerezo.
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