Hay
personas que viven de una forma callada, sin apenas hacer ruido, pero que
contribuyen a hacer más fácil la vida en su comunidad. Una de estas personas
fue el Sr. Diego Loro.
El texto de esta entrada de Luz de Candil corresponden a un resumen del trabajo que, con el mismo título, presenté en los XI
Encuentros Comarcales de La Siberia, La Serena y Vegas Altas, celebrados en
Campanario los días 13 y 14 de abril de 2018. El trabajo está publicado en las actas
de aquellos Encuentros.
SUS PRIMEROS AÑOS:
Diego
Loro Recio nació en Zorita (Cáceres), en 1901[1],
donde residió hasta su servicio militar. Había quedado huérfano de madre a los
cuatro años, y fue criado por unos tíos suyos, ya que su padre, superado por la
pérdida de su esposa, se desentendió del cuidado de su casa y de su patrimonio[2].
En el servicio militar (1923-1925), entró en
contacto con la mecánica de precisión y aprendió técnicas de radio y telegrafía
que fueron de gran ayuda para su vida profesional posterior. Como
cabo, entró en combate en la “Guerra de África” durante la dictadura de Primo
de Rivera, cuando el protectorado español en el Norte de África era un polvorín
y las cabilas rifeñas, lideradas por Abd-el-Krim, se oponían a la ocupación
española[3].
Allí estuvo asistiendo como radio-telegrafista en operaciones y combates, por
lo que le fue concedida la “Medalla Militar de Marruecos” con pasador “Tetuán”
por sus acciones de septiembre de 1924[4].
Y es que, en aquella guerra, la radio desempeñaba un papel crucial como medio
de comunicación, debido a la intrincada orografía del Rif.
SE ESTABLECE EN MADRIGALEJO.
Una
vez licenciado del servicio militar, escribió a su tío Fernando Recio Santaló, pidiéndole trabajo en
el comercio que tenía en Madrigalejo. Sus tíos le acogieron en su casa y le
emplearon como dependiente en su establecimiento. La casa de la familia Recio,
con la tienda, estaba situada en la Plaza. Aquí el joven Diego mostró
sus habilidades en el mundo del comercio, primero como dependiente hasta la
jubilación de su tío y, después, al frente de la tienda, en el mismo edificio,
cuando asumió su traspaso. Al morir su tío, en 1945, la familia Recio vendió la
casa al Municipio, donde, desde entonces, está instalado el Ayuntamiento de
Madrigalejo. Sin embargo, durante algunos años, el Sr. Diego siguió regentando
allí mismo su comercio, en las salas de la derecha.
Mientras
tanto, en 1935 Diego se había casado con Carmen Carranza García, en quien
encontró una gran aliada para sus emprendimientos, pues ella le decía: “Diego,
hay que montar un negocio para cada uno de nuestros hijos”. Fueron cuatro los
que tuvo el matrimonio: Pablo, Josefa, Catalina y Antonia, para los que Diego fue montando diversos negocios.
Pasó
la Guerra Civil en Madrigalejo, donde estaba situado el frente desde el golpe
de Estado hasta el cierre de “La Bolsa de La Serena”. Aunque no fue movilizado,
seguía en régimen de revista[5],
por lo que debía combatir en momentos puntuales y hacer guardias en los
parapetos, que estaban situados en los cerros que circundan Madrigalejo por el
sur. Al igual que la población no desplazada, debió vivir momentos críticos,
como cuando la columna del comandante Martínez Cartón rompió el frente y entró
en Madrigalejo el 4 de septiembre del 36.
También
fueron duros el año del hambre y la posguerra, cuando la tierra sin cultivar no
había dado cosecha, la población carecía de lo necesario y apenas había
actividad mercantil.
Hacia
1945 montó su primer negocio, una “Fábrica de Gaseosas”[6],
de las llamadas “de bolindre”, por el tipo de botella y su cierre con una bola
de cristal, del tamaño de una canica o bolindre, alojada en la parte superior
del recipiente. Este sistema pronto dejó de utilizarse por su elevado coste y
la falta de higiene que conllevaba su manipulación[7].
Los ingredientes de la gaseosa eran: agua, sacarina, esencia, ácidos y gas
carbónico[8].
Elaboraban 53 litros de gaseosas al día, con una plantilla de dos personas (un
llenador y una aguadora)[9].
Un año antes había ganado la plaza de
encargado del “reloj municipal”[10],
que desempeñó hasta su jubilación. Realizaba su trabajo de dar cuerda al reloj
todos los días y cuidaba su mantenimiento a cambio de su cotización en la
Seguridad Social, sin recibir ninguna otra remuneración por ello[11].
Era un servicio público que afectaba a toda la población, pues la actividad
laboral y los actos sociales y religiosos del municipio se regían por el reloj
de la torre.
Como
aficionado a la mecánica de precisión, fabricó él mismo una radio de galena, el
primer aparato de radio del pueblo, y al generalizarse los receptores de radio,
arreglaba los que se estropeaban, lo mismo que hacía con los relojes. En muchas
ocasiones no cobraba estos trabajos, lo que provocaba el enfado de su mujer,
para quien eso era “trabajar para el obispo”.
DOMICILIO Y COMERCIO EN LA CALLE SAN
JUAN.
En
1949 compró una casa con gran terreno y numerosas dependencias en la calle San
Juan, esquina con la calle del Coso. Por sus condiciones y ser un
lugar céntrico, la casa era adecuada para desarrollar sus actividades desde la
misma vivienda. Allí instaló el comercio, en el ala izquierda de la
vivienda, donde hoy se encuentra la oficina de seguros Allianz. Aunque en el registro municipal figuraba como
Ferretería, en la tienda se despachaban tejidos y confección, paquetería y
mercería, comestibles no perecederos y pequeños electrodomésticos. En los años
50 y 60, vendió un gran número de aparatos de radio, que los ofrecía a buen
precio y con facilidades de pago, mediante la venta a plazos por el sistema de
letras de cambio. Y es que la entrada de la radio en los
hogares fue un fenómeno social, que ofrecía a las familias información,
entretenimiento, cultura, música, etc.
La
clientela del Sr. Diego Loro era fiel reflejo de la estructura socio-económica
de cualquier núcleo rural de la época. Comenzó despachando a familias que
vivían del autoabastecimiento, que disponían de poco dinero líquido para
comprar los productos que no generaban. Era un problema que se solventaba con
buena voluntad: el cliente se llevaba el artículo y lo pagaba como iba
pudiendo. Esto generaba un vínculo entre el comprador, que se beneficiaba de
los productos adquiridos, y el vendedor, que aseguraba compras futuras.
Después,
la clientela fue evolucionando igual que lo hacía la economía local. Entre los
años cincuenta y sesenta, hubo una gran actividad laboral generada por las
obras del Plan Badajoz: la población se duplicó y los vecinos tenían dinero
líquido para gastar. La fotografía de la tienda que se adjunta es
expresión del volumen de ventas de aquellos años; para atender al mostrador, se
necesitaban dos dependientas, además del trabajo de algún miembro la familia.
OTROS NEGOCIOS.
Además,
el Sr. Diego había montado otros negocios. En la antigua bodega del vino de la
casa, instaló la nueva “Fábrica de Gaseosas”, ya con envases de tapón mecánico, donde también elaboraba sifones y refrescos de naranja y de limón,
con su propia marca registrada. Los refrescos se comercializaban con
la marca “Yris” y su gaseosa, con la marca “La Juiciosa”, de la que se solía
decir:
La mujer, como la gaseosa,
la que no es Casera,
es Revoltosa,
y la que no, Juiciosa.
Entonces
no había agua corriente y, para la elaboración de estas bebidas, era
imprescindible acarrear el agua desde las fuentes públicas, situadas fuera del
casco urbano. Esta tarea se hacía con el clásico burro con aguaderas y,
después, con un moto-carro, que se utilizaba también para repartir las bebidas y
hacer publicidad de las marcas. Tanto la gaseosa como el sifón eran
muy populares entonces, y se consumían mezclándolos con vino tinto[12].
Y con tinto, gaseosa, hielo y una rajita de limón, se preparaba el “tinto de
verano”, bebida que en Madrigalejo llamamos “púlpito”.
Y
hablando de hielo, otro de sus negocios fue la “Fábrica de Hielo”. En aquellos
años, aún no se había popularizado el frigorífico y el hielo era imprescindible
para conservar alimentos y enfriar bebidas en los calurosos meses de verano. No
eran los prácticos cubitos de hielo que conocemos ahora, sino grandes barras
que había que hacer pedazos. Así es que, junto a la fábrica de gaseosas, se
instaló un tanque grande para la fabricación de barras de hielo de 30 Kg. de
peso, y otro tanque más pequeño, de 12 Kg. También se habilitó un cuarto
oscuro, húmedo y frío, para almacenar las barras, entre pajas, cuando se
preveía mayor consumo, como en las ferias. Poco después, entre los años 57 y
58, se montó una nueva fábrica de hielo con un tanque preparado para elaborar
barras de 30 Kg., que tenía una capacidad de fabricación de 3.000 Kg. de hielo
al día[13],
y una cámara frigorífica para almacenar las barras.
Además,
el Sr. Diego también elaboraba polos y helados. Recuerdo haber
comprado polos de naranja y de limón, a 1 peseta, y los de leche y café con
leche, más grandes y más nutritivos, a 2 pesetas. También helados de cucurucho
y corte, de mantecado, limón, nata y tres sabores.
Aparte
de la venta directa al consumidor, el Sr. Diego proveía de “material” a otros
vendedores, como al tío Sabino, que con su carrito de los helados recorría las
calles del pueblo. Y también al tío Arsenio, que compraba refrescos y polos
para venderlos en el cine de verano, con su cubo de cinc, entre las butacas, y
anunciando: “¡hay polos…!”, “¡hay Yris…!”
Y
para atender estos negocios, se rodeó de un personal muy competente. Tuvo buena
mano para elegir y enseñar a sus trabajadores, algunos de los cuales se
independizaron con el tiempo y establecieron sus propios negocios, como, por
ejemplo, Adrián Martínez, Lola Jiménez o el tío Sabino.
OTRAS ACTIVIDADES.
En
Madrigalejo, el cine estaba regentado por la familia Carmona, conocida en el
pueblo por el apodo “Tres Pelos”, desde antes de la guerra. Sin embargo, a
partir de 1943 y hasta finales de la década de los 50, el Sr. Diego Loro junto
con la familia Carmona, formaron una sociedad para la explotación del cine. Los
Carmona aportaban el local y el Sr. Diego, la gestión y la técnica. Y para
poder proyectar películas, tuvo que acreditarse oficialmente como empresario
del cine Carmona con el “Permiso de Operador de Cinematógrafo”, y con
el “Carnet del Montepío de Empresarios de Espectáculos de España”.
Generalmente
la gente de los pueblos es muy ocurrente, y esta vez no iba a ser menos. Un
buen día apareció una pintada en la fachada del cine que sirvió para
divertimento de los vecinos y que todavía recuerdan los mayores. La pintada
decía “Sociedad un Loro con Tres Pelos”.
MALOS TIEMPOS.
Terminaron
las obras del plan Badajoz y empezó la mecanización del campo, aumentó el paro
y comenzó la emigración. Como consecuencia, disminuyeron los clientes y
consumidores y todo ello afectó a las ventas. Al mismo tiempo, las grandes
multinacionales acaparaban el mercado de los refrescos y gaseosas, y su
elaboración a menor escala dejó de ser rentable. Además, con la entrada del
frigorífico en los hogares, disminuyó drásticamente el consumo de hielo y, en 1968,
la planta funcionaba a menos del 10 % de
su capacidad[14].
Todos estos factores influyeron en la reducción de los beneficios.
En
este punto, su hijo Pablo pensó en aprovechar las instalaciones existentes para
un negocio de futuro, pues la zona estaba reconvirtiendo las tierras de secano
en regadío y la fruta de verano se convirtió un nuevo cultivo. Montaron cámaras
frigoríficas para almacenar y conservar frutas, aprovechando el equipamiento de
la fábrica de hielo que había dejado de ser rentable. La financiación se hizo
mediante créditos. Sin embargo, la instalación no se hizo correctamente y,
cuando las cámaras frigoríficas estaban en funcionamiento y repletas de género,
se echó a perder la fruta guardada en su interior. Esto supuso un duro revés,
que ya llovía sobre mojado.
Sin
beneficio alguno, había que devolver los préstamos. Durante años, la “Caja de
Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia” y la “Banca Sánchez” habían trabajado
con el Sr. Diego sin ningún problema, por lo que consideraron un acto de justicia
ayudarle en aquellos momentos de dificultad. Sus directores se pusieron de
acuerdo, así, para pagar el préstamo de una de las entidades, la otra le
concedía un crédito nuevo, y antes de que venciera este, la primera ya tenía
preparado otro préstamo para saldarlo. De esta manera, sucesivamente, se fueron
pagando las deudas con muchos sacrificios de toda la familia.
Llegados
a este punto, al Sr. Diego solo le quedaba el comercio –ya sin el movimiento de
otros tiempos-. Su mujer estaba al frente de él y, con mucho sentido comercial,
mantenía las estanterías repletas de cajas vacías, dando la impresión así de
estar abastecida de mercancías. Para satisfacer la demanda de sus clientas, se
desplazaba a almacenes de Trujillo y Villanueva. Y así la fueron
manteniendo, hasta comienzos de los ochenta, cuando cerró la tienda.
Pero
aún hoy continúa en pie uno de sus negocios: la “Fábrica de Hielo Loro”. Su
propietario actual es su nieto Pablo Jaime Loro Moreno, que fabrica
bloques de hielo de 12, 13 Kg., y almacena y distribuye cubitos producidos por
grandes fábricas.
El
Sr. Diego se retiró con la cotización de relojero municipal. En su jubilación,
el Ayuntamiento, en agradecimiento por los servicios prestados, decidió regalarle
el reloj que él eligiera. Y optó por un simple despertador de baquelita, ante
la sorpresa del entonces alcalde de Madrigalejo, D. Agustín Gallego Chillón.
El
Señor Diego Loro falleció en Madrigalejo el día 15 de febrero de 1986.
CONCLUSIÓN.
Recuerdo al Sr. Diego Loro, anciano y con
problemas de audición, moviéndose sigilosamente, casi pidiendo permiso para no
molestar. Poco se parece esta imagen con el retrato que ha resultado del
presente trabajo. Frente al emprendedor volcado en sus negocios, se muestra a
una persona muy inteligente, hecha a sí mismo y autodidacta, caracterizado por
su sencillez, el amor al trabajo, la meticulosidad, la seriedad y una gran
humanidad. Su visión polifacética y de futuro benefició a todo el pueblo de
Madrigalejo, haciendo más agradable la vida cotidiana de sus vecinos, con actos
tan simples como saber la hora, comprar unos botones, beberse un refresco,
tomarse un helado, enfriar el gazpacho, ir al cine o escuchar la radio. Y todo
ello, aderezado con un gran sentido del humor. Se cuenta que, en cierta
ocasión, un viajante que estaba haciendo el pedido de productos de mercería le
preguntó:
-Señor Diego, Y de puntilla, ¿cómo anda?
-De puntillas…, ni se me siente.
Pero,
además, indagando en su trayectoria, nos hemos adentrado en la época que vivió
y ha salido una radiografía de la historia reciente. Sufrió momentos críticos
como la guerra de África, la Guerra Civil y la posguerra; pasó por distintos
regímenes políticos, desde la Restauración, las dos Dictaduras, la II República
y la Transición a la Democracia; vivió periodos de carestía y de bonanza, de
inmigración y de emigración, y muchas cosas más. Pero, sobre todo, fue
espectador y colaborador necesario, al mismo tiempo, de un cambio espectacular
en la vida cotidiana de las personas: del autoabastecimiento del mundo rural, a
la sociedad de consumo de finales del S. XX; del acarreo del agua en las
fuentes públicas, al agua corriente en los domicilios; de la falta de
alumbrado, al nacimiento de la tecnología (telegrafía, radio, cinematógrafo…),
de la que fue gran aficionado. En definitiva, fue testigo de unas grandes
transformaciones que tuvieron lugar a lo largo del siglo pasado y de las que
hoy somos herederos.
Guadalupe Rodríguez
Cerezo.
BIBLIOGRAFÍA:
-
M.
A. RODRÍGUEZ PLAZA: 22 Héroes cacereños.
Kobba-Darsa 1924. Institución Cultural El Brocense. Cáceres. 2017.
-
http://www.guiamaximin.com/sifones-gaseosas.html
FUENTES DOCUMENTALES:
*Documentación aportada
por la familia:
-D.N.I.
-Cartilla militar.
-Correspondencia.
-Recibos.
*Testimonio de la
familia.
*Testimonios de vecinos.
* Archivo
Municipal de Madrigalejo.
[1]En el DNI aparece como fecha de
nacimiento el día 22 de marzo, mientras que en la cartilla militar consta el
día 23. La familia lo recordaba también el 23.
[3]M. A. RODRÍGUEZ PLAZA: 22 Héroes cacereños. Kobba-Darsa 1924.
Institución Cultural El Brocense. Cáceres. 2017. Pág. 19.
[6]La fábrica de gaseosas ya consta en
un documento que da respuesta a lo ordenado en el oficio circular nº13.455 del
7 de abril de 1945, para comunicar las industrias existentes en la localidad,
enviado el 28 de agosto de 1945. Archivo Municipal 03.02.11- 00423/002.
[10]Fue nombrado para el cargo de
Relojero Municipal en sesión del 7 de febrero de 1944. Archivo Municipal
02.04.05- 00280.
[14]Estudio realizado por el Grupo de
Frío Industrial del Sindicato Vertical de Industrias Químicas. Archivo
Municipal 03.01.04.04-00315.
Extraordinario, saber de tío al que yo tuve el honor de conocerle y pasar algunos días en su casa.
ResponderEliminarFernando Recio (Hijo)
Nos alegra saber que le ha gustado. Tenemos presente que su familia forma parte de la historia de Madrigalejo.
EliminarUn saludo, Guadalupe Rodríguez Cerezo.
Magnífico rabajo.
ResponderEliminarCómo recuerdo aquellos tiempos y al Sr. Diego, al que traté bastante y del que podría contar anécdotas varias.
Y ya que se menciona en éste blog, recuerdo cuando se dijo por primera vez en Madrigalejo y quien "bautizó" al tinto de verano como "púlpito". ¿Quién lo sabe?
No tengo ni idea de a quién se le ocurrió la palabra "púlpito". Es parte de nuestra idiosincrasia.¿Nos puedes revelar el nombre?
EliminarQuería decir "magnífico trabajo"
ResponderEliminarUna persona de lo mas interesante, un emprendedor admirable, digno de tenerle en cuenta y ser recordado, me ha gustado el articulo, conocer nuestra historia y nuestra gente es muy importante para nuestra autoestima como pueblo
ResponderEliminarRecuerdo una anécdota que mi madre contaba muchas veces.
ResponderEliminarParece ser que una tía mía fue un día a comprar una bobina de hilo y le dijo:
- Sr. Diego, deme usted una bobina de hijo
* De que color? preguntó él.
- Pues no sé... así como de un color "soñaino"
* Bueno, depende del color que lo hayas soñado tú. Respondió él.
El color en cuestión era un azul cielo. :-)
Bonita anécdota. Muchas gracias por compartirla.
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