domingo, 26 de diciembre de 2021

UNA CONVULSA Y TRISTE NOCHEVIEJA

 


Si en la actualidad asociamos las campanadas con la Nochevieja, el 31 de diciembre de 1838 las campanas de la iglesia de Madrigalejo debieron llamar a la población de una forma frenética y para nada festiva. Hasta hace algunas décadas, las campanas eran el medio habitual para avisar y comunicar a los vecinos cualquier evento o eventualidad, con un código previamente establecido. Con su toque habitual, se llamaba a los fieles a los actos litúrgicos y a la oración, o el escuchar su doble lastimero era señal del fallecimiento de algún vecino, lo mismo que hoy. Pero antiguamente, además, al son de campana tañida, se convocaba a los lugareños para asistir a la Junta de Concejo, donde se trataban las cosas “tocantes y pertenecientes” al bien común del lugar. Y si había un sonido que nadie quería escuchar y que ponía los pelos de punta, era cuando se tocaba a “rebato”, es decir, cuando se avisaba a la población de un peligro inminente y del que tenían que salir a defenderse. El más habitual de los peligros con los que se enfrentaron durante siglos era cuando ardían los campos y los vecinos acudían rápidamente a la llamada para apagar el fuego.

Aquel último día del año de 1838 las campanas de la torre tocaron a rebato con especial desenfreno, porque sobre la población se cernía un gran peligro: se acercaba la temible partida manchega de los “Palillos”, una banda de guerrillas de las que combatían en la primera Guerra Carlista. Este hecho está recogido en el capítulo 32 del libro Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, de L. Rodríguez Amores (pp. 441-445)[1].

 Las guerras carlistas

Fernando VII firmó, en su lecho de muerte, el restablecimiento de la “Pragmática Sanción”, por la cual se derogaba la “Ley Sálica” implantada por Felipe V en 1713, ley que no permitía el acceso al trono de las mujeres siempre que hubiera un varón en una línea sucesoria colateral. Al morir el monarca en 1833, heredó el trono su hija Isabel, de tres años, y que, por ser menor de edad, asumió la regencia su madre, la reina Mª Cristina de Borbón Dos Sicilias. La derogación de la Ley Sálica fue la excusa para que se levantara una buena parte de la sociedad española contra el régimen constituido, en lo que se llamarían las Guerras Carlistas.  Aunque, en realidad, el enfrentamiento de dos concepciones políticas opuestas fue la esencia de todo el conflicto. Por una parte, estaban los seguidores del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, que defendían una monarquía tradicional, según los valores del Antiguo Régimen, cuyo lema era “Dios, Patria y Rey”. Era el bando carlista. Y, por otro lado, estaban los isabelinos o cristinos, partidarios de Isabel II y de la regente Mª Cristina, que se apoyaron en los liberales moderados para mantenerse en el trono, que promovían seguir llevando a cabo una serie de reformas políticas a través de un gobierno constitucional y parlamentario.   

 

El conflicto se enquistó a lo largo del siglo XIX, llegando a sucederse hasta tres guerras carlistas: la primera entre 1833-1840, la segunda entre 1846-1849 y la tercera entre1872-1876. Los carlistas no tenían una estructura militar bien organizada, frente al ejército gubernamental que sí lo estaba; por ello, la lucha de los rebeldes se desarrollaba en forma de guerra de guerrillas a través de una serie de “partidas” distribuidas por distintos territorios, que se movían con rapidez. Estas partidas guerrilleras crearon un gran clima de inquietud en la población rural, pues, con la excusa de hacerse con recursos para su causa, saqueaban los pueblos, arrasaban cosechas y se llevaban todo lo que encontraban a su paso.

 

La banda de los Palillos

Al frente de la llamada banda de los “Palillos” estaban los hermanos Vicente y Francisco Rujero, naturales de Almagro y antiguos militares que habían sido degradados en las reformas de la milicia que había practicado el gobierno en el reinado de Fernando VII. Esta partida, con 200 hombres a caballo, venían de hacer sendas incursiones en Almagro y en Talarrubias, sin encontrar apenas oposición.

Ante la amenaza de que se aproximaba a Madrigalejo la temible partida de los Palillos, los vecinos, avisados por el toque de las campanas, salieron con sus viejas armas a defenderse. Y los carlistas, que venían de victoria en victoria, se encontraron con los paisanos haciéndoles frente. Entraron los guerrilleros y cayó en sus manos aproximadamente una tercera parte de la población; mientras tanto, algunos vecinos se habían encerrado en la iglesia para aguantar el ataque hasta las últimas consecuencias.

Como venganza por la resistencia encontrada, y antes de emprender la retirada, la partida de los Palillos dejó una gran desolación: doce personas fallecidas, numerosas casas quemadas -26 según algunas fuentes o 40 según otras-, saquearon todas aquellas a las que pudieron acceder y quemaron numerosos enseres del Ayuntamiento, entre ellos, una parte del archivo municipal.

El día después

Fray Crispín Aynat, franciscano del convento de Puebla de Alcocer que era entonces párroco en Madrigalejo, dejó recogido en el libro de difuntos del archivo parroquial el entierro colectivo de la mayor parte de las víctimas, que tuvo lugar el 1 de enero de 1839. Sus nombres eran los siguientes:

 

-José Rodríguez, viudo de Librana Puerto.

-Juan Fernández, marido de Mª Jerónima Liviano.

-Francisco González, conjunta persona de Catalina Moreno.

-Luisa Arroba, mujer de Andrés Romero.

-María Fernández, conjunta persona de Francisco Sojo.

-Gregorio Arnaz, conjunta persona de Mª Bera, natural de Caravaca de la Cruz, reino de Murcia y vecino de Llerena.

-Andrés Moreno, marido de Francisca Canchalejo, natural y vecino de Orellana la Vieja.

-Mª Jimeno, viuda de Juan Francisco, natural y vecina de Navalvillar de Pela.

-Vicente Canal, marido de Josefa, y natural y vecino de Orellanita.

-Antonio Tapias, natural y vecino de Villanueva de la Serena.

 

Informa fray Crispín que todos resultaron muertos en la desgracia que sufrió este pueblo ayer 31 de diciembre, día de San Silvestre, por la facción titulada de “Palillo”. Se hizo Oficio General de Difuntos, gratis, con Misa Cantada. Fueron enterrados en el Camposanto del lugar, el que hoy conocemos como cementerio viejo, que estaba situado entre las actuales calles Pizarro y Avda. de Villanueva de la Serena.

 

Y terminamos

Los testigos recordarían toda su vida aquel acontecimiento tan aciago. Entre los más afortunados, estarían quienes perdieron por el fuego o el saqueo bienes materiales. También nos dolemos por el menoscabo de una parte de nuestro patrimonio común, como fueron los legajos del archivo municipal quemados, de los que ya nunca conoceremos lo que allí estaba escrito. Pero, entre las familias que perdieron algún miembro en aquel desdichado día, su recuerdo pasó de generación en generación. Y así ha llegado hasta hoy lo sucedido a María Fernández -mujer de Francisco Sojo-, tatarabuela de mi padre, quien fue abordada por los carlistas con una serie de preguntas, a las cuales no respondió. Esta actitud de no colaboración le costó la vida, aunque no fue por un acto de heroísmo, sino porque la pobre era más sorda que una tapia.

Guadalupe Rodríguez Cerezo.



[1]Las noticias están tomadas de las siguientes fuentes:

-ANTONIO PILARA, Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y carlista, hasta le regencia de Espartero. 2ª Edición. Imprenta y Librería Universal. Madrid. 1869.

- JUAN PÉREZ DE GUZMÁN Y GALLO, “Crónica de la Provincia de Cáceres”. Crónica General de España o sea Ilustrada y Descriptiva de las provincias…Tomo X.  Madrid. 1870.

-Diccionario Madoz.

-Archivo Parroquial de la Iglesia de San Juan Bautista de Madrigalejo.

-Tradición oral familiar.


4 comentarios:

  1. Interesante, me gusta conocer estos retazos de nuestra historia, pena por la quema de documentos que darian luz sobre nuestro pasado

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    1. Sí, cada vez que perdemos parte de nuestro patrimonio, se reducen las oportunidades de conocer más nuestro pasado.
      Muchas gracias.

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  2. Enhorabuena por el artículo, es muy interesante conocer estos fragmentos de la historia que tuvieron lugar en nuestro pueblo, aunque de hechos tan desgraciados se trate.

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  3. Muchas gracias. Como la vida misma, momentos de bonanza y momentos de calamidad; tiempo de nacer y tiempo de vivir; días de placidez y días de tragedia. Así es la historia.

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