Con
motivo de la celebración del 50 aniversario de la puesta en riego del canal de
Orellana, la Comunidad de Usuarios del Canal de Orellana organizó una mesa de
debate acerca del “Pasado, presente y futuro de los pueblos de colonización”,
que tuvo lugar en Valdivia, el 12 de mayo de 2022. Tuve el honor de ser
invitada a la mesa de debate como ponente en calidad de Cronista de Madrigalejo
y Presidenta de la “Asociación Cultural Fernando el Calólico”, junto a Fernando
Aranda -Director Técnico de Confederación Hidrográfica del Guadiana-, Celia
Santos -Gerente de Tomates del Guadiana- y Esther Abujeta -Doctora en Historia
del Arte y experta en pueblos de colonización-. Moderó la mesa de debate Samuel
Sánchez.
A
continuación, comparto la ponencia que presenté.
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La
transformación del campo extremeño en las últimas décadas y, en concreto, de las
tierras de las Vegas Altas del Guadiana, ha sido tan radical que no se puede
hablar de evolución, sino de una auténtica revolución. Desde mediados del siglo
XX hasta la actualidad, se ha pasado de una agricultura tradicional,
caracterizada por el inmovilismo, a una agricultura en continuo progreso, donde
las innovaciones más recientes, rápidamente se van quedando obsoletas. Y con la
agricultura, la transformación ha sido también de carácter económico, social,
cultural o paisajístico. Veamos algunos aspectos de esta transformación.
Agricultura:
Transformación
de las tierras de secano en tierras de regadío
Sin
duda, el motor de todo el cambio experimentado en las Vegas Altas del Guadiana
en las últimas décadas fue la puesta en regadío, con el Plan Badajoz, de
grandes dehesas y de tierras de cultivo que antaño fueron de secano. Y con la
llegada del agua de riego, también cambiaron los cultivos, el aprovechamiento
del suelo y la productividad.
Nuevos
cultivos
Las
tierras hoy regadas por el canal de Orellana, tradicionalmente, estaban
dedicadas a la ganadería extensiva en dehesas y al cultivo de la trilogía
mediterránea: cereal (trigo, cebada, avena o centeno), olivo y vid. También se
cultivaban otros productos destinados al autoconsumo, como legumbres o lino. Y
en las riberas de los ríos y manantiales, sacando agua con norias y cigüeñales,
se cultivaban huertos y huertas, destinados a hortícolas y frutales,
respectivamente.
El
regadío trajo nuevos cultivos. Hubo ensayos para cultivar tabaco y algodón, que
no prosperaron. Desde el principio se consolidaron cultivos como arroz, maíz y
frutales -de pepitas al comienzo y, después, de hueso-; también productos hortícolas,
especialmente tomates- y, más recientemente, olivos de regadío.
Redistribución
de la tierra y aprovechamiento del suelo
Con
la puesta en marcha del regadío, también se llevó a cabo una redistribución más
equitativa de la tierra, mediante la expropiación de latifundios y la
concentración parcelaria de pequeñas suertes, dando lugar a explotaciones cuyas
dimensiones fuesen más rentables. Pues este era el objetivo, la rentabilidad de
la tierra, modificando el sistema de aprovechamiento del suelo desde la
agricultura extensiva tradicional a una agricultura intensiva de alta
productividad, que es la que hoy predomina.
Antiguas
herramientas y nuevas tecnologías
Y
en el proceso de alcanzar mayor productividad, también ha sido esencial la
evolución de la maquinaria agrícola y los avances tecnológicos de las últimas
décadas.
Durante
siglos, apenas hubo avances significativos en los métodos de labranza para
realizar las tareas agrícolas. No hace tanto tiempo, la tierra se preparaba con
el arado tirado por yuntas de bestias. La siembra se realizaba a mano. El
arisqueo con semovientes tenía la función de quitar las hierbas tempranas;
mientras que, cuando la cosecha estaba más crecida, las malas hierbas se
quitaban a mano, mediante el escardado. También la siega era manual, empleando
la hoz y el hocino como herramientas.
Una
vez segada la mies, las hacinas se llevaban a la era para trillar la parva,
donde se separaba la paja del grano, un trabajo que ocupaba todo el verano.
Y
tras la cosecha, la tierra debía descansar para regenerarse, poniéndola en
barbecho, en rotación bienal.
Todo
esto ya es historia. Grandes tractores y maquinaria agrícola, cada vez más
sofisticada, realizan el trabajo que antes hacían hombres y animales,
economizando tiempo, esfuerzo y mano de obra. Los productos fitosanitarios
controlan malas hierbas, plagas y enfermedades. La tierra se enriquece con
abonos y fertilizantes, por lo que no necesita barbecho. Y las máquinas
cosechadoras realizan, en un día, la tarea que antes ocupaba todo el verano.
Economía:
Paso
de una economía de subsistencia a una economía de mercado
El
paso a la agricultura intensiva, con el incremento sustancial del rendimiento
de la tierra, generó y sigue generando unos beneficios que han revertido
indiscutiblemente en la economía de toda la zona.
En
la agricultura tradicional, ligada a una economía autárquica, buena parte de la
cosecha se destinaba al autoconsumo, había pocos excedentes, se pagaba parte de
los jornales en especies y seguía perviviendo el trueque entre los vecinos.
Con
la transformación en regadío de nuestras tierras, se ha pasado a una economía
de mercado. Los mayores beneficios que empezaron a obtener las exploraciones
eran revertidos en dinero líquido. Y buena parte de ese dinero líquido hay que
invertirlo en la propia explotación para la puesta en marcha de cada campaña;
dinero que revierte en servicios, prestaciones y empresas que viven alrededor
de la agricultura, haciendo que el sector primario sea un gran motor de
dinamización económica para la zona.
Cambios
sociales
De
labrador a agricultor
Y
con todos estos cambios, también cambió el individuo, la persona que lleva toda
la carga de la explotación. El labrador, aquel hombre de campo recio,
trabajador de sol a sol, paciente, sufridor de las inclemencias del tiempo, que
aprendió el oficio de su padre, quien a su vez lo hizo del suyo, ya no existe,
pasando a ser agricultor.
Al
agricultor actual, poco le aporta ya el conocimiento ancestral de la labranza. Necesita
estar continuamente formándose y actualizándose, y destina buena parte del
tiempo a la burocracia y al papeleo. Tiene a su alcance una tecnología y unos
medios inimaginables para el antiguo labrador. Se agrupa en cooperativas para acceder
más fácilmente a los insumos, hacer más presión en los precios y tener unos servicios
de administración que le ayude con la burocracia. Y unos sindicatos específicos
luchan por sus intereses.
Mejora
la calidad de vida
Además,
todo lo anterior ha redundado en una mejora significativa en la calidad de vida
y en la renta per cápita, no solo de quienes se dedican a las tareas agrícolas,
sino de toda la población en general.
Fijación
de la población
Todos
estos avances y mejoras significativas en la agricultura han incidido también
en la fijación de población en el territorio, apuntalada con la fundación de pueblos
de nueva creación, por lo que las Vegas Altas del Guadiana son ahora una de las
zonas rurales más pobladas de Extremadura.
Se
consiguió frenar algo la sangrante emigración que padecían los viejos pueblos y
se produjo un trasvase de población desde otros lugares hacia los pueblos de
colonización. Esta inmigración supuso un reto humano de gran calado, con nueva
vida, nuevas amistades, dejar atrás las raíces y, sobre todo, participar en la
creación de nuevas comunidades, con mucha ilusión y trabajo.
Aspectos
culturales
Arte
y patrimonio
Como
los pueblos de colonización se levantaron de nueva planta, su urbanismo fue
planificado y se construyeron los edificios necesarios para la nueva comunidad:
plazas, ayuntamientos, escuelas, iglesias, viviendas, fuentes públicas, cines o
cementerios. Así, en los nuevos pueblos, encontramos trazas, edificios y obras
única y originales, que son reflejo de la sensibilidad artística imperante a
mediados del siglo XX y que forman parte ya de un patrimonio común.
Además,
los nuevos pobladores trajeron de sus lugares de origen tradiciones,
gastronomía o maneras de festejar, que entraron en contacto unas con otras y
que, con el tiempo, la comunidad las ha ido haciendo suyas, adaptándolas o
creando nuevas iniciativas para sus fiestas y celebraciones. Todo ello está generando
un patrimonio inmaterial nuevo que hay que tener muy en cuenta.
El
paisaje
Y
no podemos olvidarnos del paisaje, que ha cambiado radicalmente. Allá donde antes
había encinas centenarias y tierras dedicadas al cultivo de cereal de invierno,
hoy encontramos frutales, hortícolas, arroz o maíz. Los pardos secarrales y los
rastrojos propios del verano han sido sustituidos por distintas tonalidades verdes
y la floración de los frutales en primavera ofrece un espectáculo visual de
gran belleza. Y, entre tanto, la tierra descansa en invierno.
Pero
también la nueva distribución del suelo agrícola ha modificado el paisaje, así
como los procesos de allanamiento y nivelación de tierras, o las necesarias
infraestructuras, como canales, acequias, desagües, vías de servicio, carreteras
y, por supuesto, el surgimiento de pueblos de nueva creación.
Cambios
en el ecosistema
Tan
significativo cambio vegetativo ha repercutido también en el ecosistema de la
zona. Están desapareciendo algunas especies de la flora y de la fauna
autóctonas, y apareciendo otras que no existían en estos parajes. Especialmente
significativo es el caso de las aves. Se está produciendo una sensible
disminución de aves esteparias y están proliferando especies propias de
humedales en torno a los arrozales. Además, la gran reserva de alimento que se
queda en el campo tras la cosecha de otoño favorece la invernada de grandes
aves migratorias, como las grullas, que son un gran reclamo turístico. Por la
misma razón, las cigüeñas ya no tienen necesidad de emigrar y permanecen aquí
todo el año. La riqueza ornitológica que se ha creado es tal que han sido
declaradas varias zonas ZEPA en el territorio regado por el Canal de Orellana.
Y
significativo también es el caso de los insectos, con la gran proliferación de
mosquitos en verano, que no es cosa menuda.
Hacia
dónde nos dirigimos
Y
tras más de 50 años de evolución, se presentan nuevos problemas y nuevos retos.
Estamos asistiendo en los últimos años a la disminución de los márgenes de
beneficio en las explotaciones. Con la globalización, nuestros productos
compiten con los de terceros países, a los que les cuesta bastante menos
producir; esto ha provocado que los precios de nuestros productos sigan al
mismo nivel que hace años, al mismo tiempo que los gastos han sufrido un fuerte
incremento. Además, las ayudas procedentes de Europa se van reduciendo
sensiblemente con cada revisión de la P.A.C.
La
reducción de beneficios repercute en que las explotaciones sean menos rentables,
que cueste más financiar su modernización para competir en buenas condiciones,
y que no sea atractivo a los jóvenes incorporarse a la agricultura, buscando su
futuro profesional lejos del sector primario y de los pueblos. Como
consecuencia, la población está envejeciendo, desaparecen las explotaciones
menos rentables y aumentan las que son gestionadas por grandes empresas.
Por
tanto, para evitar el envejecimiento y la despoblación de los pueblos, hay que
conseguir que las explotaciones familiares sean rentables, que la renta per
cápita de los agricultores se equipare con la de profesionales de otros
sectores y, así, hacer más atractivo a los jóvenes quedarse en el campo.
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Y
termino diciendo que, para esta ponencia, me he servido del
cuadernillo La labranza, publicado por la Asociación Cultural “Fernando
el Católico” de Madrigalejo en 2016, fruto de un encuentro celebrado el 21 de
enero de 2015 llamado “Diálogo Intergeneracional”. En aquel coloquio, antiguos
labradores que se habían reconvertido en agricultores, contaron a los más
jóvenes sus vivencias y experiencias de la gran revolución del campo, de la que
ellos fueron protagonistas activos.
Guadalupe
Rodríguez Cerezo.
Bibliografía
-La
Labranza. Memoria Vivida. “Asociación Cultural Madrigalejo 2016-Fernando
el Católico-V Centenario”. 2016.
Imágenes
-Jonatan
Carranza
-Hnos.
Bustamante Hurtado
-Biblioteca
Pública de Vegas Altas
-María
García Ciudad.
-Fotografías
antiguas
-G.
Rodríguez Cerezo