domingo, 29 de diciembre de 2024

FRAY ALONSO JIMÉNEZ, misionero en Filipinas con odisea en Camboya.

En los LII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA, celebrados en Trujillo en septiembre de 2023, presenté la comunicación titulada Fray Alonso Jiménez, uno de los pioneros dominicos en Filipinas. Este trabajo fue galardonado con el Premio “Fundación Obra Pía de los Pizarro” en su XXIX edición. 

La comunicación está publicada en las actas de los LII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA[1] y, en la página web de la Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, en el enlace: https://chdetrujillo.com/fray-alonso-jimenez-uno-de-los-pioneros-dominicos-en-filipinas/


Comparto en esta entrada de Luz de Candil una síntesis ese trabajo sobre Fray Alonso Jiménez.

 

INTRODUCCIÓN

En el diccionario biográfico y bibliográfico Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas, dirigido por el Dr. Melquiades Andrés Martín, aparecen dos entradas consecutivas referidas a fray Alonso Jiménez. En la primera, se dice que fray Alonso Jiménez, de la Orden de Santo Domingo, nació en Madrigalejo, tomó el hábito en Salamanca y pasó a Filipinas en el último decenio del siglo XVI, donde llegó a ser provincial[2].

La siguiente entrada, sitúa el lugar de nacimiento de este misionero dominico en Garrovillas de Alconétar (Cáceres), hacia 1520. Igual que en la primera, se dice que tomó el hábito en Salamanca, especificando que lo hizo en el convento de San Esteban. También se añade que formó parte de la primera expedición dominica a Filipinas, y las dos concuerdan en que fue provincial de la Orden en este archipiélago…[3].

 Ambas reseñas biográficas coinciden en lo fundamental (mismo siglo, misma orden, mismo destino, mismo cargo…), lo que lleva a pensar que no son dos personas distintas, sino que se trata del mismo individuo. Sólo un dato difiere, el del lugar de nacimiento. Mientras que, en la primera entrada, se dice que es natural de Madrigalejo, en la segunda aparece que nació en Garrovillas de Alconétar, ambas localidades pertenecientes a la provincia de Cáceres.

Independientemente del lugar exacto de su nacimiento y ubicándolo como oriundo de Extremadura, su figura es tan interesante que merece ser recordada y divulgada. Además, ofrece la posibilidad de seguir indagando sobre su figura y de intentar resolver todos los interrogantes que están sin aclarar. Por esas razones, presenté un trabajo sobre Fray Alonso Jiménez en los “LII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA”.

 

1. SOBRE LA PRIMERA ETAPA DE SU VIDA

Fray Alonso Jiménez nació en Extremadura, en el primer tercio del siglo XVI. Se formó en el Convento de San Esteban de Salamanca y, desde allí, se marchó a predicar el Evangelio a Guatemala, donde “gastó los años de mocedad, empleando sus fuerzas en el bien de aquel ministerio y conversión de aquellas almas”[4]. Nada más conocemos de su estancia en América y, cuando creyó llegado el momento de dejar atrás la actividad misionera y dedicarse a la vida contemplativa, decidió regresar a Salamanca, al convento de San Esteban.

Sin embargo, como tuvo noticia de que la orden dominica iba a fundar una nueva provincia en Filipinas, su espíritu inquieto y misionero se alborotó de nuevo y, a pesar de su edad avanzada, quiso formar parte de aquella prometedora empresa.

 

2. FUNDACIÓN DE LA PROVINCIA DEL SANTO ROSARIO DE PREDICADORES EN FILIPINAS

En 1582, fray Juan Crisóstomo obtuvo del Padre General de la Orden dominica y del Papa Gregorio XIII la autorización para fundar una Provincia de la Orden de Predicadores, en Filipinas, Japón y China, con la compañía de 30 religiosos. La nueva provincia dominica recibiría el nombre de “Nuestra Señora del Rosario”. Tras una serie de dificultades por las que estuvo parada la empresa unos años, en septiembre de 1585, Felipe II concedió a veinticuatro religiosos de la Orden de Predicadores la autorización para viajar a Filipinas, y estos dominicos iniciaron el viaje a pie hacia Sevilla[5]. En esta ciudad, el padre Crisóstomo renunció a ser prior de la comunidad recién creada en favor de fray Juan de Castro, para encargarse de las diligencias y negociaciones que requería la empresa[6]. Fueron muchos los impedimentos y contrariedades que se presentaron justo antes de iniciar el viaje y, por fin, el 17 de julio de 1586, se hicieron a la mar rumbo a México[7].

Siguieron la ruta establecida por los españoles para llegar a Filipinas entre 1565 y 1815[8]: atravesando el Atlántico con destino a Veracruz, cruzando Nueva España -México- hasta Acapulco, desde donde embarcaban en el Galeón de Manila para cruzar navegando el Pacífico hasta llegar al archipiélago asiático.

Pero, en mitad del viaje, había que parar obligatoriamente unos meses en México y, quien espera, desespera. Así ocurrió, que la larga espera jugó en contra de aquel grupo de dominicos. En primer lugar, se toparon con viajeros que volvían del archipiélago filipino que opinaban que allí no se necesitaban más religiosos; después, varios frailes del grupo sufrieron enfermedades y algunos murieron, lo que hizo crecer la desesperación y el desánimo entre ellos, planteándose si realmente era pertinente continuar con la empresa. Así fue como, sumidos en un gran debate y mucha oración, convinieron en dar libertad a cada uno para quedarse o continuar el viaje.

Al final, el número de dominicos que obtuvieron permiso para embarcar hacia Filipinas se vio reducido a diez y ocho, entre ellos, fray Alonso Jiménez. Fray Juan Crisóstomo no pudo embarcar por estar enfermo. Otros tres religiosos que embarcaron con ellos tenían como destino China, aunque debían estar sujetos a las directrices de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas.[9] 

De Acapulco salieron el 6 de abril de 1587 y tocaron puerto filipino el 22 de julio. La entrada de los primeros catorce religiosos dominicos en Manila tuvo lugar el día del apóstol Santiago, 25 de julio.[10]

 

3. IMPORTANCIA DE LA PRESENCIA DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN LA CONQUISTA DE FILIPINAS.[11]

Antes de seguir adelante, es preciso destacar la importancia de los religiosos en Filipinas durante la presencia española en aquellos territorios, ya que, desde el principio, la monarquía hispánica lo planteó como una misión evangelizadora.

En la primera expedición a Filipinas comandada por Miguel López de Legázpi en 1565, ya formaba parte de ella un grupo de frailes agustinos. No tardaron en hacer acto de presencia otras órdenes religiosas, como los franciscanos, que llegaron en 1578, los jesuitas en 1581, o los dominicos, en 1587 como hemos visto.

Los religiosos fueron los auténticos protagonistas activos y necesarios en la organización y funcionamiento de la administración española en Filipinas, debido a la falta de funcionarios en aquellas lejanas islas. Los misioneros se convirtieron en los representantes de la administración en los lugares donde se encontraban. Y aunque su principal misión era la de evangelizar, también se encargaron de las cuestiones fiscales, eran medios de información, revisaban los cargos municipales y controlaban su conducta, velaban por la administración de justicia, supervisaban censos y tributos, servían de interlocutores e intérpretes entre las autoridades y la población local, de la misma forma que se hicieron cargo de funciones sanitarias y asistenciales, de educación, construcción de edificios, caminos y obras públicas, etc.

 

4. PRIMEROS AÑOS EN FILIPINAS.

Después de algunos días de descanso en Manila, fueron enviados varios religiosos a distintos poblados. Fray Alonso Jiménez, junto con otros tres dominicos, fueron destinados a la zona de Bataan[12]. Con mucho empeño, fray Alonso fue aprendiendo la lengua de los naturales y dice fray Diego de Aduarte que, “aunque viejo, acudía a todos los trabajos y, de ordinario, era él el que acompañaba al religioso que salía para otros pueblos, caminando a pie y descalzo por cenagales y pantanos…”[13]. Cuidaba con gran esmero a los aborígenes enfermos, guisando para ellos y dándoles él mismo de comer[14]. Fray Alonso realizaba tantos sacrificios más allá de sus posibilidades que cayó enfermo y tuvo que ser derivado al convento de Manila para que fuese atendido.

En el tiempo de convalecencia en Manila, se cayó la primera iglesia, que había sido construida con materiales humildes[15]. Para evitar que volviera a suceder lo mismo, se decidió construir un nuevo templo en piedra[16]. Y cuando el Padre Jiménez se recuperó de su enfermedad, se puso a trabajar en la iglesia[17] al frente mismo de las obras[18], gracias a su reconocida fama de arquitecto[19], disciplina que habría adquirido y practicado en sus años de misión en Guatemala. Su vocación de servicio queda patente en su actitud en la obra, pues lo mismo hacía trazas como maestro que ayudaba como peón[20].

Durante la construcción de la iglesia, fray Alonso Jiménez fue nombrado prior del Convento y, posteriormente, el 9 de abril de 1592, fue nombrado Provincial. Y aprovechando la reunión del capítulo para la elección de Provincial, ese mismo día fue inaugurada, con gran solemnidad, la iglesia de piedra que se acababa de terminar [21]. Sin embargo, a pesar de que el templo se construyó a conciencia para que perdurara en el tiempo, en 1603 se produjo un voraz incendio en Manila que redujo a escombros todo el convento de Santo Domingo[22].

Sobre el padre Jiménez, fray Diego Aduarte señala que, en el tiempo que fue provincial de la orden, dispuso cosas “muy loables”[23]: se extendió mucho el territorio de la Provincia; se erigieron nuevas iglesias y ministerios y “procuró por dos veces la conversión del Reyno de Camboxa, en cuya pretensión padeció excesivos trabajos…”[24]

 

5. DOS EXPEDICIONES A CAMBOYA

5.1. Primera expedición.

En 1595, el rey de Camboya mandó una embajada a Manila solicitando ayuda frente a las hostilidades que sufría por parte del rey de Siam. Pedía “gente de guerra” y frailes dominicos para que enseñaran la Ley de Dios a él y a su reino. Tanto el gobernador como la orden dominica convinieron en que debían acudir a su llamada y, al frente de los soldados, se dispuso que estuviera el capitán Juan Juárez Gallinato, mientras que los dominicos señalaron al padre Provincial -Alonso Ximénez- para que formara parte de la expedición, acompañado de fray Juan Deza y de fray Diego de Aduarte. En enero de 1596, la expedición salió desde la bahía de Manila hacia Camboya, formada por tres navíos y 130 soldados.[25]

La travesía estuvo llena de grandes dificultades debido a la mala mar con la que se encontraron, que separó las naves y provocó destrozos en ellas. La nave en la que iban los religiosos, llegó destrozada a una playa y allí quedó varada. En tierra, los tripulantes pasaron muchas calamidades, con un calor insoportable, sin agua dulce ni comida. Cuando estaban a punto de perecer, se toparon con los compañeros de la otra embarcación y, a través de ellos, supieron que el rey de Camboya había huido, porque lo había invadido el rey de Siam, haciéndose con el territorio sin ninguna resistencia y había arrasado todo lo que encontró a su paso, antes de regresar a su tierra. Un antiguo súbdito del rey camboyano, aprovechando el vacío de poder, asumió el gobierno. [26]

A pesar de las buenas palabras del nuevo mandatario, su verdadera intención eran deshacerse de la expedición española. En un enfrentamiento entre los españoles y una comunidad china instalada en Camboya, el dirigente camboyano se posicionó del lado de la comunidad china y, en las refriegas, una bala alcanzó al gobernante y lo mató. Los españoles aprovecharon el momento de desconcierto y emprendieron la huida con una multitud de camboyanos persiguiéndoles muy de cerca[27]. A duras penas llegaron hasta los navíos y, en ese momento, llegaba hasta ellos la tercera nave de la expedición. Todos juntos salieron de Camboya de vuelta a Filipinas, haciendo una parada obligada en Conchinchina para abastecerse.[28]

En Conchinchina encontraron a unos padres agustinos, que invitaron a fray Alonso a celebrar con ellos la fiesta de San Agustín. Entretanto, los españoles se dieron cuenta de que estaban en peligro y embarcaron con urgencia, dejando atrás a fray Alonso, que fue hecho prisionero. El virrey de Conchinchina concedió permiso a fray Alonso para que fuera a vivir con los padres agustinos, con los que estuvo, hasta que pudo regresar a Manila año y medio después.[29]

 


5.2. Segunda expedición a Camboya.

Para entonces, los capitanes Blas Ruiz de Fernán González y Diego Velloso habían ayudado al hijo del verdadero rey de Camboya a reinstaurarle en el trono, pues su padre había fallecido. En agradecimiento, el nuevo monarca les concedió tierras y títulos; al mismo tiempo los españoles le plantearon los beneficios que supondría para Camboya la evangelización. Con este propósito se organizó una segunda expedición, a la que también se apuntaron fray Alonso Jiménez y fray Diego de Aduarte, acompañados de soldados para pacificar el país. [30]

Al poco de hacerse a la mar, de nuevo se toparon con mal tiempo, lo que provocó que se separaran los navíos y se perdieran, sin saber nada unos de otros. La nave en la que iba fray Alonso Jiménez, varó en la costa de China. El padre Aduarte, que iba en otra embarcación, pudo regresar a Filipinas y, después de contar lo que había sucedido, mandaron otra nave en su búsqueda. También se perdió esta embarcación y se hizo pedazos. Sus tripulantes fueron apresados por los chinos donde estaba fray Alonso Jiménez y volvieron a encontrarse los dos frailes dominicos.[31]   

En China encontró la muerte fray Alonso Jiménez entre 1598 y 1599. Así lo dice el padre Aduarte: “los muchos trabajos que padeció por espacio de más de dos años, peregrinando por la mar con muchos naufragios y por tierra con manifiestos peligros de muerte, hambre, sedes, cautiverio, solo por procurar predicar el Evangelio en el Reino de Camboja”[32] le llevaron a padecer “su última enfermedad en su convento de Macán, y allí recibió los Sanctos Sacramentos, y rodeado de religiosos de su orden dio el alma a su criador con particular alegría suya, y tristeça grande de los que asistían presentes, por ver que los dexava tan sancto compañero”[33].  

Guadalupe Rodríguez Cerezo. 

BIBLIOGRAFÍA: 

ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del Sancto Rosario de la Orden de Predicadores en Philippinas, Iapon y China. Manila 1640

ANDRÉS MARTÍN, Melquiades, y OTROS: Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Diccionario biográfico y bibliográfico. Biblioteca de autores cristianos. Madrid, 1993.

Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. Relaciones publicadas con motivo del séptimo centenario de la confirmación de la sagrada orden de predicadores. 1916.

NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente: La epopeya de la raza extremeña en Indias, Mérida (Badajoz), 1978.

RODRÍGUEZ AMORES, L: Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, Tecnigraf S.A. Badajoz. 2008.

https://sge.org/publicaciones/numero-de-boletin/boletin-61/las-ordenes-religiosas-en-filipinas/

https://www.larazon.es/cultura/historia/20211125/xqwbqcv46bdo3mhb6cfjf76if4.html

https://dbe.rah.es/biografias/19037/juan-diego-aduarte

https://lapaseata.net/2023/07/02/espanoles-en-la-cochinchina-blas-de-ruiz-y-diego-veloso/


FUENTES: 

Archivo Parroquial de Madrigalejo. Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos del Concejo de Madrigalejo.


[1] G. RODRÍGUEZ CEREZO: “Fray Alonso Jiménez, uno de los pioneros dominicos en Filipinas”. Actas de los LII COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA. 2024. I.S.B.N.: 978-84-09-62971-8. (Págs. 555-567)

[3] Ibidem.

[5] Ibidem, págs. 9 y 10.

[6] Ibidem, pág. 11.

[7]Ibidem, pág. 14.

[9]ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit.  págs. 16-20.

[10]Ibidem, págs. 24-29.

[13] Ibidem, pág. 244.

[14] Ibidem.

[15] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. Relaciones publicadas con motivo del séptimo centenario de la confirmación de la sagrada orden de predicadores. 1916. Págs. 49 y 50.

[16] Ibidem, pág. 50.

[18] Ibidem, pág. 35.

[19] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50.

[21] Ibidem, págs. 35 y 132; y Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50.

[22] Los Dominicos en Extremo Oriente. Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas. (…) pág. 50 y 51.

[23] ADUARTE, fray Diego: Historia de la Provincia del (…) Op. cit. Pág. 245.

[25] Ibidem, págs. 207 y 208.

[26] Ibidem, págs. 209-213.

[30] Ibidem, págs. 229 y 230.

[32] Ibidem, pág. 240.

[33] Ibidem, pág. 243.


viernes, 8 de noviembre de 2024

CENTENARIO DE LOS HEROES DE KOBBA-DARSA

Ya se ha escrito acerca de los Héroes de Kobba-Darsa. Concretamente, en Cónicas Lugareñas. Madrigalejo, de Lorenzo Rodríguez Amores, las últimas páginas del libro (453-456) están dedicadas a aquel episodio de la Guerra del Rif. Previamente, ya había presentado un trabajo en los VI Coloquios Históricos de Extremadura celebrados en 1976, trabajo del que el periódico Hoy se hizo eco en un artículo publicado el 22 de octubre del mismo año. Para aquel artículo, había recogido la experiencia vivida por uno de aquellos héroes, concretamente el madrigalejeño Lorenzo Jiménez Felipe.

Diario HOY, 22 de octubre de 1976

Mayor trabajo de investigación fue el realizado por Miguel Ángel Rodríguez Plaza, que dio como fruto su libro 22 Héroes cacereños: Kobba-Darsa 1924, resultado de una intensa labor de archivo y de un minucioso trabajo de campo, acudiendo a los lugares de origen de aquellos héroes, acompañado de un interesante material fotográfico, otra de las grandes pasiones del autor del libro.


     

Antecedentes

El asedio a la posición de Kobba-Darsa se desarrolló en el contexto de la guerra de África. Concretamente fue en la llamada Guerra del Rif o II Guerra de África (1911-1927), cuando las tribus rifeñas se sublevaron contra el protectorado español y francés en el sultanato de Marruecos. El conflicto fue enquistándose y, para hacerlo frente, se decidió aumentar la presencia española incrementando el número de soldados, la mayoría procedentes de reemplazo forzoso, de origen humilde. Esta mayor presencia militar no significó que mejoraran las cosas; todo lo contrario, con unas tropas desmotivadas y mal pertrechadas, mal entrenadas y peor dirigidas, no pudieron hacer frente en Annual (1921) al empuje de los rifeños dirigidos por líder independentista Abd-el-Krim, en un número muy inferior, pero que conocían perfectamente el terreno que pisaban.

Tras la apabullante victoria de los indígenas, Abd-el-Krim declaró la República del Rif. Y aquella abrumadora derrota del ejército español, conocida como el “desastre de Annual”, hizo temblar la misma monarquía constitucional de Alfonso XIII, produciéndose una gran crisis política en un ambiente ya de por sí muy revuelto y que, a la postre, fue uno de los detonantes del golpe de Estado del General Miguel Primo de Rivera (septiembre de 1923) y de la instauración de la Dictadura, que duró hasta 1930.

 

Mozos de reemplazo

El ejército se nutría entonces de soldados de reemplazo. Se trataba de un servicio militar obligatorio, formado por mozos reclutados y enviados muchos de ellos directamente a la guerra, en este caso a las trincheras del Rif. En momentos de graves conflictos bélicos, como es el caso, muchos fueron carne de cañón. Un ejemplo claro fue el desastre de Annual, donde cayeron unos 11.000 soldados. Por tanto, aquellos mozos llamados a filas, destinados a los territorios donde se libraba la guerra, veían a la muerte cara a cara. Sólo había dos formas de librarse del alistamiento forzoso: pagando 6.000 reales a la Hacienda Pública o buscando un sustituto que hiciera la milicia por él. Aquel era un desembolso de dinero que no podía ser satisfecho por la mayor parte de la población, especialmente los habitantes de los territorios más desfavorecidos, como era el caso de Extremadura. De esta injusta circunstancia brotó la copla popular:

 

Si te toca, te toca,

que te tienes que ir,

que tu madre no tiene

para librarte a ti.

 

Los mozos madrigalejeños de reemplazo Juan Sojo Carranza y Lorenzo Jiménez Felipe fueron llamados a hacer el Servicio Militar y fueron destinados a Ceuta. Ellos, como sus demás compañeros, eran jóvenes que apenas habían salido de sus pueblos, que no conocían más mundo que sus lugares de origen y se toparon con la cruda realidad de una guerra en un territorio lejano y desconocido.


Juan Sojo Carranza

Lorenzo Jiménez Felipe


El blocao de Kobba-Darsa

Los blocaos eran pequeños fuertes construidos, de forma efímera, generalmente en zonas elevadas, desde donde se dominaba un amplio territorio. Al estar en lugares elevados, raramente disponían de agua, por lo que debían bajar a los ríos y arroyos más cercanos para abastecerse de ella, que transportaban en mulas de forma periódica. Esta operación tan necesaria era, al mismo tiempo, muy vulnerable, porque estaban al amparo de toparse con cualquier elemento enemigo. Los blocaos estaban repartidos por el territorio que debían dominar a una distancia de aproximadamente unos 30 Km., pero estaban aislados unos de otros, lo que hacía que su defensa fuera también vulnerable en caso de ser atacados.

Kobba-Darsa era uno de aquellos blocaos. Esta posición tan sólo estaba protegida por una alambrada y unos sacos terreros; un par de tiendas de campaña servían para dar cobijo a los soldados, y la comunicación con el campamento base, que se encontraba de Uad-Laud, se establecía a través de un equipo de heliógrafo.

Aquel junio de 1924, defendían el blocao de Kobba-Darsa un oficial, tres soldados de telégrafos y una treintena de soldados de infantería del regimiento Serrallo 69. De la treintena de soldados, 22 eran oriundos de la provincia de Cáceres y, dos de ellos -Juan Sojo Carranza y Lorenzo Jiménez Felipe-, eran naturales y vecinos de Madrigalejo. 

 

Cerco de Kobba-Darsa

El 25 de junio de 1924, el blocao de Kobba-Darsa fue atacado por los rifeños y, aunque defendieron la posición, quedaron atrapados en su cerco durante varios días. Al conocer la situación, salieron fuerzas de Uad-Laud, pero no lograron romper el cerco. Tan sólo el teniente Gil de Vergara pudo romper la línea, jugándose el pellejo, y entrar en el blocao porque llevaba la orden de sustituir al teniente Pueyo, que había conseguido destino en la Península. A partir de ese momento, en la posición hubo dos oficiales.

Trataron de socorrerlos en varias ocasiones, pero fueron intentos fallidos. Los días iban pasando y se agotaban los víveres, por lo que las provisiones se fueron racionando de forma dramática. Una durísima galleta, con la que se entretenían varias horas, y el agua que cabe en una copa de aguardiente era la ración diaria que recibía cada uno. Era tanta la sed que pasaban que, una tarde en la que cayó un aguacero, tendieron la ropa en el suelo para que se mojara lo más posible y poder después chupar su humedad. Incluso llegaron a beber sus propios orines. A todo esto, debido al intercambio de disparos, murieron los seis mulos con los que habían transportado la impedimenta, se descompusieron rápidamente a causa del sofocante calor, lo que provocó un olor nauseabundo. Todo esto da idea de que resistieron hasta límites insospechados. Aguantaron, sí, aguantaron aquellos jóvenes, porque estaban ya bien curtidos en el duro trabajo del campo extremeño.

Un día supieron a través de un mensaje recibido por heliógrafo que un avión sobrevolaría su posición para dejarles caer sacos de hielo y botes de leche. Tan bajo voló el aeroplano que fue derribado por el enemigo en la misma alambrada. Jugándose la vida, los dos oficiales, un cabo y el soldado Lorenzo Jiménez salieron a socorrer a los pilotos, aunque fue inútil, porque habían fallecido, y amenazados por el continuo fuego enemigo, sólo pudieron recuperar las pistolas de los pilotos, como manda el reglamento. Por la noche, los rifeños quemaron el aeroplano.

Estaban ya al límite de su resistencia cuando recibieron un mensaje que decía: “Imposibilidad inmediata de auxilio. Tienen plena libertad de tomar la decisión que estimen más conveniente”. En esta dramática situación surgieron dudas y se plantearon la posibilidad de salir a la desesperada por si alguno pudiera salvarse, pero habría que dejar abandonados a los heridos. Un soldado de Arroyomolinos de Montánchez terció: “Aquí no se deja abandonado a nadie. O nos salvamos todos, o todos perecemos”. La única esperanza era que sabían que no estaban olvidados.


Entonces llegó la liberación por un grupo de legionarios formado por fuerzas indígenas al mando del teniente coronel Francisco Franco. Fue el 6 de julio, a unas horas de calor tan intempestivas que les pilló por sorpresa a los propios rifeños, cuando se rompió el cerco y fueron liberados.

 

Condecoraciones y homenajes

Cuando llegaron exhaustos al campamento base de Uad-Laud, les ofrecieron una comida de confraternidad y un sobre con 10 duros. Después de pasar unos días en el hospital, les concedieron un mes de permiso. Y todos ellos fueron condecorados con la Medalla Militar, por la que se reconoció el destacado mérito en la defensa de la posición de Kobba-Darsa.

Al llegar a la Península, les hicieron varios homenajes. Concretamente el alcalde de Cáceres les dio una gran comida en un buen hotel de la capital. Los dos soldados de Madrigalejo no asistieron porque se bajaron del tren en Villanueva de la Serena y querían llegar cuanto antes a su pueblo para estar con sus familias. De Villanueva fueron andando hasta Madrigalejo, donde el vecindario salió a recibirlos a la Cruz de los Barreros, al son de un buen repique de campanas.

 

En el Centenario de los acontecimientos    

Al cumplirse los 100 años del cerco a la posición de Kobba-Darsa, el 29 de junio de 2024, el Ayuntamiento de Madrigalejo y la Asociación Cultural Fernando el Católico organizaron un homenaje a los héroes que defendieron aquella posición.


En la Plaza de la Ermita, como presidenta de la Asociación Cultural Fernando el Católico, abrí el acto dando la bienvenida a todos los presentes, destacando la presencia de los familiares de los héroes y del comandante D. Miguel Ángel Rodríguez Plaza, que tomó la palabra a continuación. Después se escuchó la “Marcha Real”, interpretada por dos alumnos del aula de música. A continuación, el alcalde, D. Sergio Rey Galán, se dirigió a los presentes y entregó una corona de laurel a las hijas de los héroes, y juntos, la llevaron hasta la placa de la calle Héroes de Cobba-Darsa, donde fue colocada.


Las hijas de los Héroes con Miguel Ángel Rodríguez Plaza

Poco después, en la Casa de Santa María, donde se había montado una exposición con fotografías, objetos y recortes de periódicos referentes a los acontecimientos de 1924, los familiares de aquellos héroes contaron, de forma distendida, lo que ellos mismos habían relatado de lo que vivieron aquellos días.

Fue un acto de justicia para poner de manifiesto el arrojo, la valentía y la resistencia sobrehumana de aquellos mozos[1] de reemplazo: Juan Sojo y Lorenzo Jiménez.




Guadalupe Rodríguez Cerezo.   
 

Bibliografía

-“Una gesta extremeña en África”. Periódico Hoy. 22 de octubre de 1976, en la última página.

-RODRÍGUEZ PLAZA, Miguel Ángel. 22 Héroes Cacereños. Kobba-Darsa 1924. Institución Cultural el Brocense. Diputación de Cáceres. Cáceres, 2017.

-RODRÍGUEZ AMORES, lorenzo. Crónica Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. 2ª edición. Badajoz, 2011. Pp. 453-455.

 

Webgrafía

https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Rif

https://es.wikipedia.org/wiki/Desastre_de_Annual

https://es.wikipedia.org/wiki/Dictadura_de_Primo_de_Rivera

https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-08-03/guerra-pobres-marruecos_3711639/