sábado, 10 de agosto de 2024

FERIA DE MADRIGALEJO

Viniendo del rodeo y una atracción de feria junto a la iglesia. 
(Principios de los años 60 del S.XX)

En Madrigalejo celebramos nuestra tradicional Feria los días 20, 21 y 22 de agosto, en los que, con su víspera, disfrutamos de cuatro jornadas seguidas de fiestas. Lo que comenzó siendo una feria de ganado, son hoy fiestas lúdicas y días de reencuentros de todo madrigalejeño, vecino o nacido, que tiene marcado esos días en el calendario para estar en La Feria.  

Aunque no conocemos desde cuando se celebra nuestra feria, sí sabemos que es más que centenaria. El documento más antiguo que hasta ahora hemos manejado en el que se habla de ella data de 1907, concretamente del 8 de agosto, y corresponde a una noticia que aparece en el periódico cacereño El Adarve en la que se dice a propósito de Madrigalejo: En este pueblo tendrá lugar la gran feria de ganados que se viene celebrando cada año los días 20, 21 y 22 del corriente mes. Hay abundantes aguas, pues el río Ruecas circunda la población, pastos gratis y fácil acomodo, tanto para ganaderos como para merchantes.

Con la expresión la gran feria de ganados que se viene celebrando cada año los días 20, 21 y 22 del corriente mes, podemos afirmar que la Feria de Madrigalejo, ya estaba consolidada en 1907, que era de carácter anual celebrándose los mismos días que en la actualidad, y que ya era considerada una feria importante. Además, se vende bien el evento ganadero que tendría lugar en breve, especialmente para los interesados en el ramo ganadero de localidades vecinas y comarcanas. Que hubiera agua en abundancia para abastecer a los ganados que se llevaban a la feria, así como pastos gratis a su disposición, era fundamental para que la convocatoria tuviera éxito. Y si ganaderos y marchantes -que movían la mercancía y el dinero- tenían fácil acomodo en fondas y alojamientos, no había excusas para no asistir. Es lo que hoy diríamos que contaban con buenas instalaciones e infraestructuras.

Más adelante, en 1921, las autorizades municipales facilitaban la asistencia de interesado en la feria proporcionando medios de transporte. Se contrató un carro de la localidad para que el día 20 de agosto estuviera en Zorita a la hora de la llegada del Correo de Trujillo a Logrosán, para transportar a Madrigalejo a los viajeros que vinieran a la feria. Y lo mismo se hizo con los carruajes necesarios para el mismo fin para transportar a viajeros desde Villanueva de la Serena hasta nuestra localidad.   

El real de la feria para el ganado lanar, vacuno, caballar, mular y asnal se instala en la Dehesa Boyal y al sitio inmediato de la Cardizosa -así se refleja en 1925- y los cerdos, en el sitio de costumbre -que debía ser diferente-. El lugar del real era el idóneo, tanto por la extensión de pastos, en la finca comunal, como por la abundancia de agua que existe en ese paraje, hoy ocupado por varias lagunas. Y el real estaría bien señalizado, pues consta en 1921 el pago de un cuadro de tela y de una tablilla para anunciar la feria de la localidad.

Igual que sucede en la actualidad, el peligro de propagación de ciertas enfermedades contagiosas también acarreaba limitaciones en la movilidad animal. En sesión del 1 de agosto de 1920, la corporación municipal acordó que, al anunciar la feria de este pueblo, como en años anteriores, se haga constar que no se admitirá ganado de pezuña abierta más que lo de este vecindario y esté en este término municipal, desde la existencia declarada de glosopeda en varios pueblos próximos. Como vemos, era un problema que se venía arrastrando de años anteriores y convenía evitar la presencia en la feria de animales que pudieran estar contagiados, por ser la glosopeda o fiebre aftosa una enfermedad vírica de gran poder de difusión, que afecta a numerosas especies y origina grandes pérdidas en la producción[1]. 

Y la afluencia de gran cantidad de gente con motivo de la feria también causaba problemas de seguridad y de orden público, problemas que trataron de paliar en 1930 y 1931 solicitando al Sr. Gobernador Civil de la Provincia la concesión de dos parejas de la Guardia Civil durante los días del 19 al 23 del corriente (mes de agosto) … para así garantizar la vigilancia del vecindario y feriantes forasteros. (En las actas de sesiones del Ayuntamiento del 1 de agosto de 1930 y del 12 de agosto de 1931).

Aunque las escasas bombillas del alumbrado público apenas lucían para saber dónde estaban colocadas, era necesario hacer un esfuerzo durante la Feria para que hubiese mejor iluminación durante aquellas noches, en las que también se celebraban festejos lúdicos. Para ello, en sesión del 16 de agosto de 1931, se acordó autorizar al encargado de la luz eléctrica pública de este pueblo que instale ocho lámparas en la Plaza de la Constitución durante los días de feria, en la forma que el año último se verificó. La concesión eléctrica estaba entonces en manos de los herederos de Catalina Arroyo. Y para organizar los festejos públicos, se encargaba una comisión de festejos, que hemos visto reflejada, al menos, desde 1926.

Manuscrito inédito de Lorenzo Rodríguez Amores sobre la Feria de Madrigalejo

Si lo anteriormente expuesto es de lo que hablan los documentos sobre la Feria, ahora compartimos en este espacio los recuerdos de mi padre (Lorenzo Rodríguez Amores), cuando la perra chica y la perra gorda era la moneda usual y corriente, entre los niños.

 La Feria lúdica y para niños (sobre los años 30 del siglo pasado)

Como todos los alicientes feriantes se instalaban alrededor de los muros de la iglesia, era digna de ver la animación de aquella plaza, marco precioso reverberante de luz y variopintos cromáticos, con su gente endomingada y bullanguera, que transita de puesto en puesto extasiándose ante las relucientes quincallas y preguntando cuánto vale la navaja “del once”…

Pero, para quienes era un mundo de fantasía la plaza en feria, es para la grey infantil, que rebulle delirante de acá para allá, unas veces tras el barquillero, o hacia los carritos de los helados…  La chiquillería absortos en la suerte que deparará la rueda chirriante de la fortuna de que todo barquillero va provisto (…) y siempre contribuyendo con mayor proporción que los pregones, que la corneta del retratista o la campanilla del charlatán para dejarse oír entre tanto ruido la oferta de su mágica mercancía. Compitiendo también con el estalleteo de mixtos de revólveres y escopetillas de juguete y el sonido de pitos estridentes. Eran las adquisiciones a las que podían aspirar aquellos chiquillos, junto con la pelotita de badana …

Quizás el mayor atractivo de los pequeñuelos lo constituían los ensoñadores caballitos, que giraban plácidos y serenos, sin miedo a vértigos y mareos, porque la energía propulsora sólo la proporcionaba la fuerza de los brazos de su dueño, el tío Agustín “Piche”, unos caballitos que eran obra artesanal suya.

El rodeo y la feria de ganado

El mercado de ganado en la Cardizosa tuvo gran poder de convocatoria. Se calcula que entraban en el real de la feria de tres a cuatro mil caballerías. Desde bien temprano, todos los 20 de agosto era un constante fluir de gente, con sus reatas de bestias por todos los caminos y trochas que acudían al lugar. A las 11 de la mañana ya podía considerarse el rodeo ganadero formalizado y empezaban los primeros tanteos de trato. Pero mucho antes de esta hora, ya tenían ocupadas sus posiciones los gitanos. Aquellos gitanos daban gran colorido e intensa animación al ferial, que acudían en gran número a hacer su feria de Madrigalejo, apostándose en las riberas del río.

En el rodeo, las gentes de un mismo pueblo procuraban reunirse en un lugar determinado y que coincidía de año en año. Tenía muchas ventajas que los paisanos estuvieran juntos, pues así se ayudaban unos a otros en las transacciones y se defendían de tanto “vivale” como pululaba por el recinto del mercado ganadero. Además, siempre venía bien que alguien se quedara al cargo del ganado mientras uno daba la vuelta por el ferial para orientarse de precios. O se echaba a suertes quién se quedaba con las bestias mientras otros se iban a jalear a las animadoras que, en estos días, lucían sus habilidades en los grandes salones donde los forasteros pasaban las horas más rigurosas del calor.

No era difícil averiguar la procedencia de aquella gente. Bastaba oírlos hablar para saber de qué pueblo procedían, especialmente los comarcanos. Se distinguían por la variedad de matices, por los dejes inconfundibles, por el uso de giros peculiares y exclusivos localismos en su lenguaje popular. Como el rotundo arrastrar de la última vocal fuerte de las palabras en Orellana la Vieja, o el recrearse con la “j” de los de Villanueva, o aquella magnífica pronunciación de la “ll” de los peleños con influencias en Orellanita y las Casas de Don Pedro, o aquella graciosa habla campanaria de neto vocabulario extremeño rematado con eses castellanas…

Pero no sólo la forma de expresarse era signo identificativo, sino también había diferencias en las indumentarias de sus vestimentas, en los detalles de los arreos de sus caballerías y hasta por la preferencia de ciertos animales.

Todo el rodeo era un descampado sin arboleda en la Dehesa del Monte. Por ello, fueron allí las siestas inhóspitas, sin más sombra que las proporcionadas por los muy livianos juncales y las propias albardas, donde se protegía el panzudo barril del agua y las alforjas con la cuenca y los liaros para hacerse el refrescante gazpacho y la bien surtida fiambrera de juncia o de corcha.

¡Ah!, pero allí estaban las cantinas para alivio de los feriantes. Cantinas de la feria. Cantinas jaraneras. Las de los barreños albedriados y “cogolmados” de los ricos pececillos en escabeche. Aunque a última hora todas las cantinas estaban bien provistas de cervezas y de aquellas gaseosas de “bolindre”, lo suyo era el vino peleón servido en “mataíllas”.

Aquellas cantinas tenían su peligro. Más de uno se dejaba allí los cuartos del producto de la venta, a veces destinados a necesidades más que perentoria, o jugándoselos a “las tres cartas”. Por ese motivo, algunas mujeres acompañaban a sus maridos en los tratos y recogían a buen recaudo el dinero en esa caja fuerte que eran sus faldriqueras debajo del mandil.

Conclusión

Como vemos era una Feria totalmente distinta a la que hoy conocemos. Aunque surgió como feria ganadera de cualquier especie (lanar, vacuno, caballar, mular, asnal y de cerda), después se fue especializando en caballería, quizás por el problema surgido con la fiebre aftosa. Y junto con las transacciones ganaderas, y por la gran afluencia de gente que acudía a ella, se desarrollaba paralelamente la feria lúdica, en la que, de vez en cuando, también se celebraban festejos taurinos. Es esta parte lúdica y de fiesta en la que ha derivado la Feria y Fiestas que hoy disfrutamos en Madrigalejo. Pero es importante saber de dónde venimos.

Guadalupe Rodríguez Cerezo.      

Algunas fotografías de la Feria de varias décadas atrás 

Preparados para ir a los toros en la Feria. 
(Mediados del S.XX)

En los toros, un día de Feria. 
(Mediados del S.XX)

Paseíllo en una capea en feria. (Años 70 del siglo XX)

Pidiendo las llaves en una corrida de feria.

Pidiendo las llaves en una corrida de toros en feria.