En Madrigalejo celebramos nuestra tradicional Feria
los días 20, 21 y 22 de agosto, en los que, con su víspera, disfrutamos de
cuatro jornadas seguidas de fiestas. Lo que comenzó siendo una feria de ganado,
son hoy fiestas lúdicas y días de reencuentros de todo madrigalejeño, vecino o
nacido, que tiene marcado esos días en el calendario para estar en La Feria.
Aunque no conocemos desde cuando se celebra nuestra feria,
sí sabemos que es más que centenaria. El documento más antiguo que hasta ahora
hemos manejado en el que se habla de ella data de 1907, concretamente del 8 de
agosto, y corresponde a una noticia que aparece en el periódico cacereño El
Adarve en la que se dice a propósito de Madrigalejo: En este pueblo
tendrá lugar la gran feria de ganados que se viene
celebrando cada año los días 20, 21 y 22 del
corriente mes. Hay abundantes aguas, pues el río Ruecas circunda la
población, pastos gratis y fácil acomodo, tanto para ganaderos como para
merchantes.
Con la expresión la
gran feria de ganados que se viene celebrando cada año los días 20, 21 y 22 del
corriente mes, podemos afirmar que la Feria de Madrigalejo, ya estaba
consolidada en 1907, que era de carácter anual celebrándose los mismos días que
en la actualidad, y que ya era considerada una feria importante. Además, se
vende bien el evento ganadero que tendría lugar en breve, especialmente para los
interesados en el ramo ganadero de localidades vecinas y comarcanas. Que
hubiera agua en abundancia para abastecer a los ganados que se llevaban a la
feria, así como pastos gratis a su disposición, era fundamental para que la
convocatoria tuviera éxito. Y si ganaderos y marchantes -que movían la
mercancía y el dinero- tenían fácil acomodo en fondas y alojamientos, no
había excusas para no asistir. Es lo que hoy diríamos que contaban con buenas
instalaciones e infraestructuras.
Más adelante, en 1921,
las autorizades municipales facilitaban la asistencia de interesado en la feria
proporcionando medios de transporte. Se contrató un carro de la localidad para
que el día 20 de agosto estuviera en Zorita a la hora de la llegada del Correo
de Trujillo a Logrosán, para transportar a Madrigalejo a los viajeros que
vinieran a la feria. Y lo mismo se hizo con los carruajes necesarios para el
mismo fin para transportar a viajeros desde Villanueva de la Serena hasta
nuestra localidad.
El real de la feria para el ganado lanar,
vacuno, caballar, mular y asnal se instala en la Dehesa Boyal y al sitio inmediato
de la Cardizosa -así se refleja en 1925- y los cerdos, en el sitio de
costumbre -que debía ser diferente-. El lugar del real era el idóneo, tanto
por la extensión de pastos, en la finca comunal, como por la abundancia de agua
que existe en ese paraje, hoy ocupado por varias lagunas. Y el real estaría
bien señalizado, pues consta en 1921 el pago de un cuadro de tela y de una
tablilla para anunciar la feria de la localidad.
Igual que sucede en la actualidad, el peligro de
propagación de ciertas enfermedades contagiosas también acarreaba limitaciones en
la movilidad animal. En sesión del 1 de agosto de 1920, la corporación municipal
acordó que, al anunciar la feria de este pueblo, como en años anteriores, se
haga constar que no se admitirá ganado de pezuña abierta más que lo de este
vecindario y esté en este término municipal, desde la existencia declarada de
glosopeda en varios pueblos próximos. Como vemos, era un problema que se
venía arrastrando de años anteriores y convenía evitar la presencia en la feria
de animales que pudieran estar contagiados, por ser la glosopeda o fiebre
aftosa una enfermedad vírica de gran poder de difusión, que afecta a
numerosas especies y origina grandes pérdidas en la producción[1].
Y la afluencia de gran cantidad de gente con motivo de la
feria también causaba problemas de seguridad y de orden público, problemas que
trataron de paliar en 1930 y 1931 solicitando al Sr. Gobernador Civil de la
Provincia la concesión de dos parejas de la Guardia Civil durante los días del
19 al 23 del corriente (mes de agosto) … para así garantizar la
vigilancia del vecindario y feriantes forasteros. (En las actas de sesiones
del Ayuntamiento del 1 de agosto de 1930 y del 12 de agosto de 1931).
Aunque las escasas bombillas del alumbrado público apenas
lucían para saber dónde estaban colocadas, era necesario hacer un esfuerzo
durante la Feria para que hubiese mejor iluminación durante aquellas noches, en
las que también se celebraban festejos lúdicos. Para ello, en sesión del 16 de
agosto de 1931, se acordó autorizar al encargado de la luz eléctrica pública
de este pueblo que instale ocho lámparas en la Plaza de la Constitución durante
los días de feria, en la forma que el año último se verificó. La concesión
eléctrica estaba entonces en manos de los herederos de Catalina Arroyo. Y para
organizar los festejos públicos, se encargaba una comisión de festejos, que
hemos visto reflejada, al menos, desde 1926.
Manuscrito inédito de
Lorenzo Rodríguez Amores sobre la Feria de Madrigalejo
Si lo anteriormente
expuesto es de lo que hablan los documentos sobre la Feria, ahora compartimos
en este espacio los recuerdos de mi padre (Lorenzo Rodríguez Amores), cuando
la perra chica y la perra gorda era la moneda usual y corriente, entre los
niños.
La Feria lúdica y para
niños (sobre los años 30 del siglo pasado)
Como todos los alicientes
feriantes se instalaban alrededor de los muros de la iglesia, era digna de ver
la animación de aquella plaza, marco precioso reverberante de luz y variopintos
cromáticos, con su gente endomingada y bullanguera, que transita de puesto en
puesto extasiándose ante las relucientes quincallas y preguntando cuánto vale
la navaja “del once”…
Pero, para quienes era un
mundo de fantasía la plaza en feria, es para la grey infantil, que rebulle
delirante de acá para allá, unas veces tras el barquillero, o hacia los
carritos de los helados… La chiquillería absortos en la suerte
que deparará la rueda chirriante de la fortuna de que todo barquillero va
provisto (…) y siempre contribuyendo con mayor proporción que los pregones, que
la corneta del retratista o la campanilla del charlatán para dejarse oír entre
tanto ruido la oferta de su mágica mercancía. Compitiendo también con el estalleteo
de mixtos de revólveres y escopetillas de juguete y el sonido de pitos
estridentes. Eran las adquisiciones a las que podían aspirar aquellos chiquillos,
junto con la pelotita de badana …
Quizás el mayor atractivo
de los pequeñuelos lo constituían los ensoñadores caballitos, que giraban
plácidos y serenos, sin miedo a vértigos y mareos, porque la energía propulsora
sólo la proporcionaba la fuerza de los brazos de su dueño, el tío Agustín “Piche”,
unos caballitos que eran obra artesanal suya.
El rodeo y la feria de
ganado
El mercado de ganado en
la Cardizosa tuvo gran poder de convocatoria. Se calcula que entraban en el
real de la feria de tres a cuatro mil caballerías. Desde bien temprano, todos
los 20 de agosto era un constante fluir de gente, con sus reatas de bestias por
todos los caminos y trochas que acudían al lugar. A las 11 de la mañana ya
podía considerarse el rodeo ganadero formalizado y empezaban los primeros
tanteos de trato. Pero mucho antes de esta hora, ya tenían ocupadas sus
posiciones los gitanos. Aquellos gitanos daban gran colorido e intensa
animación al ferial, que acudían en gran número a hacer su feria de
Madrigalejo, apostándose en las riberas del río.
En el rodeo, las gentes
de un mismo pueblo procuraban reunirse en un lugar determinado y que coincidía
de año en año. Tenía muchas ventajas que los paisanos estuvieran juntos, pues
así se ayudaban unos a otros en las transacciones y se defendían de tanto “vivale”
como pululaba por el recinto del mercado ganadero. Además, siempre venía bien
que alguien se quedara al cargo del ganado mientras uno daba la vuelta por el
ferial para orientarse de precios. O se echaba a suertes quién se quedaba con
las bestias mientras otros se iban a jalear a las animadoras que, en estos
días, lucían sus habilidades en los grandes salones donde los forasteros pasaban
las horas más rigurosas del calor.
No era difícil averiguar
la procedencia de aquella gente. Bastaba oírlos hablar para saber de qué pueblo
procedían, especialmente los comarcanos. Se distinguían por la variedad de
matices, por los dejes inconfundibles, por el uso de giros peculiares y
exclusivos localismos en su lenguaje popular. Como el rotundo arrastrar de la
última vocal fuerte de las palabras en Orellana la Vieja, o el recrearse con la
“j” de los de Villanueva, o aquella magnífica pronunciación de la “ll” de los
peleños con influencias en Orellanita y las Casas de Don Pedro, o aquella
graciosa habla campanaria de neto vocabulario extremeño rematado con eses
castellanas…
Pero no sólo la forma de expresarse
era signo identificativo, sino también había diferencias en las indumentarias
de sus vestimentas, en los detalles de los arreos de sus caballerías y hasta
por la preferencia de ciertos animales.
Todo el rodeo era un
descampado sin arboleda en la Dehesa del Monte. Por ello, fueron allí las
siestas inhóspitas, sin más sombra que las proporcionadas por los muy livianos
juncales y las propias albardas, donde se protegía el panzudo barril del agua y
las alforjas con la cuenca y los liaros para hacerse el refrescante gazpacho y
la bien surtida fiambrera de juncia o de corcha.
¡Ah!, pero allí estaban
las cantinas para alivio de los feriantes. Cantinas de la feria. Cantinas
jaraneras. Las de los barreños albedriados y “cogolmados” de los ricos
pececillos en escabeche. Aunque a última hora todas las cantinas estaban bien
provistas de cervezas y de aquellas gaseosas de “bolindre”, lo suyo era el vino
peleón servido en “mataíllas”.
Aquellas cantinas tenían
su peligro. Más de uno se dejaba allí los cuartos del producto de la venta, a
veces destinados a necesidades más que perentoria, o jugándoselos a “las tres
cartas”. Por ese motivo, algunas mujeres acompañaban a sus maridos en los
tratos y recogían a buen recaudo el dinero en esa caja fuerte que eran sus
faldriqueras debajo del mandil.
Conclusión
Como vemos era una Feria
totalmente distinta a la que hoy conocemos. Aunque surgió como feria ganadera
de cualquier especie (lanar, vacuno, caballar,
mular, asnal y de cerda), después se fue especializando en caballería, quizás
por el problema surgido con la fiebre aftosa. Y junto con las transacciones
ganaderas, y por la gran afluencia de gente que acudía a ella, se desarrollaba
paralelamente la feria lúdica, en la que, de vez en cuando, también se
celebraban festejos taurinos. Es esta parte lúdica y de fiesta en la que ha
derivado la Feria y Fiestas que hoy disfrutamos en Madrigalejo. Pero es
importante saber de dónde venimos.
Guadalupe Rodríguez Cerezo.
Algunas fotografías de la Feria de varias décadas atrás
Muy buen reportaje como todos los anteriores, gracias..
ResponderEliminarMuchas gracias, Adolfo.
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