miércoles, 11 de septiembre de 2024

VAMOS A CALLEJEAR. PLAZA DE ESPAÑA (1ª Parte)

 

Para dar a conocer un poco más de nuestra historia, en los últimos años, la Asociación Cultural “Fernando el Católico” ha puesto en marcha una actividad que consiste en salir a las calles y plazas de nuestra localidad a contar su historia y sus historias. Esta actividad, que va ya por su cuarta edición, recibe el nombre de Vamos a Callejear. Es un evento participativo, en el que han estado implicadas muchas personas e instituciones, sin cuya contribución no hubiera sido posible realizarla.

 Para esta ocasión, se ha elegido la Plaza de España, un espacio público emblemático e imprescindible en la vida de Madrigalejo. Con estas líneas se pretende hacer una aproximación a las historias que se contaron e interpretaron en dicha actividad, aunque la magia de las actuaciones de aquel momento no se puede reproducir. Comenzamos:

 

Situémonos en el plano


Teniendo presente el plano de Madrigalejo, la parte más antigua fue desarrollándose a lo largo del camino real, un camino que, en su trayecto urbano, lo componían dos grandes calles: la de los Mesones (hoy Luisa Fortuna) y la de San Gregorio (Gallego Fortuna en la actualidad). Y en la unión de ambas vías, se situaba y se sitúa la Plaza, el corazón de la localidad, donde residía y reside el centro cívico/administrativo, religioso y social de Madrigalejo. En torno a este espacio público, se erigieron las casas de Ayuntamiento, el templo parroquial, la cárcel, las fraguas del concejo, algunas viviendas, así como el pósito (edificio donde se custodiaba el grano guardado para remediar posibles contingencias) y la cilla (donde se almacenaba el grano y el fruto de los diezmos). Aquí, en la Plaza, se celebraba el mercado y, en muchas ocasiones, el concejo abierto. También era lugar de espectáculos, al mismo tiempo que cementerio cuando no había lugar para enterrar dentro de la iglesia. Por todo ello y por ser un espacio de convivencia, desde antiguo era llamada la Plaza Pública.

 

Hablemos de un poquito de Historia

Cuando esta zona fue reconquistada en 1233, el territorio que hoy conforma Madrigalejo fue integrada en la tierra de Trujillo, formando parte de su sexmo, de su jurisdicción, siendo tierra de realengo. Esto quiere decir que todos estos territorios dependían directamente del rey y la ciudad de Trujillo era la cabeza rectora, desde donde el Corregidor ejercía la autoridad. Madrigalejo, como una de las aldeas de Trujillo, dependía jurisdiccionalmente de esta ciudad, pero los asuntos importantes que atañían solo a la comunidad se trataban en concejo abierto, es decir, en asamblea formada por todos los vecinos (hombres mayores de edad).

El concejo se convocaba a campana tañida y se reunía en el portal del concejo, en las casas del pósito o del Ayuntamiento, según las épocas. La asamblea estaba presidida por los dos alcaldes ordinarios y dos regidores, y el escribano público tomaba nota de lo que allí se trataba en las actas de sesiones. Por ello, las actas de sesiones tienen un valor inestimable para conocer la historia de nuestra localidad.

La familia trujillana de los Vargas fue uno de los primeros propietarios en las tierras de Madrigalejo y obtuvo esta gracia por derechos de conquista. Más de un siglo después, la iglesia de Guadalupe se convirtió en el otro gran hacendado en este lugar. Tanto los Vargas como el Monasterio, tenían casa abierta en Madrigalejo y, por tanto, gozaban de derecho de vecindad, con voz y voto en la asamblea del concejo. En un momento determinado, hubo un gran conflicto entre ambos hacendados, cuyo resultado final cambió la fisonomía de nuestra plaza. Veamos…



De los atropellos de El Vargas de Madrigalejo

Se contó esta historia en la Plaza recurriendo a la escenificación de un diálogo que pudo haber tenido lugar en el Monasterio de Guadalupe, para tratar asuntos importantes que atañían al lugar de Madrigalejo.

Para introducir el tema hay que tener en cuenta que, en el siglo XIV, ante la falta de autoridad de los reyes castellanos la nobleza forma banderías que luchan entre sí, e incluso se enfrentan al monarca. La situación de inestabilidad se acentúa a mediados del siglo XV durante el reinado de Enrique IV. Muchos nobles se convierten en bandoleros, salteadores de caminos y ladrones de propiedades ajenas. Tal es el caso de El Vargas de Madrigalejo (García de Vargas) y de Dª Beatriz Pacheco, condesa de Medellín. En menor grado, también actúan por estos alrededores, D. Pedro de Orellana, alcaide del castillo de la Encomienda, y D. Gómez Solís, Maestre de la Orden de Alcántara.

Aunque García de Vargas no ejercía señorío en sus propiedades, en su castillo de Madrigalejo había establecido su cuartel general, desde donde cometía toda clase de crímenes con sus hombres, unos 130 individuos, cebándose especialmente en las propiedades que el Monasterio de Guadalupe tenía en la zona.

 

La preocupación del Monasterio de Guadalupe por los abusos y delitos cometidos por García de Vargas y sus seguidores fue la primera escenificación que se representó en la Plaza de España en la actividad de Vamos a Callejear. Todos los atropellos que se habían cometido fueron desgranándose en el diálogo entre el Padre Prior y Fray Juan, pasada la Pascua de Navidad de 1470, en una estancia del Monasterio. Fray Juan comunicaba al Prior del Convento que García de Vargas y su banda se habían adueñado del molino harinero que el Monasterio tenía en Madrigalejo; que se habían metido en sus tierras como si suyas fueran, cultivándolas y recogiendo las cosechas para ellos; que habían recogido las uvas de sus viñas; que habían entrado en la bodega y se habían llevado todo el vino, o que destejaban las casas que el Monasterio tenía en Madrigalejo para tejar sus propias casas. Al mismo tiempo, iba creciendo la alarma y el enojo en el Padre Prior, que no acababa de creer lo que estaba sucediendo. Y seguía la retahíla de delitos cometidos por García de Vargas, en esta ocasión entrando en escena la casera de la Casa de Santa María, refiriendo al Prior los últimos atropellos sufridos: cómo se habían llevado todas las puercas paridas con sus cochinillos y cómo habían alanceado a las vacas y herido al mayoral. Como la situación se había hecho insostenible, se planteó la solución de elevar las quejas ante la Justicia de la ciudad de Trujillo, donde se ejercía la autoridad competente.




Las gestiones del Padre Prior ante las autoridades trujillanas no dieron fruto alguno, por lo que el convento de Guadalupe tuvo que abandonar las tierras en Madrigalejo y se cerró la casa de Santa María.

A finales de 1472, el Padre Prior reunió a administradores y mayordomos para proponerles volver a poblar la casa de Madrigalejo, que llevaba tiempo cerrada a causa de los robos, y volver a labrar sus tierras, porque, sin duda, su abandono era un gran perjuicio para el Monasterio. Todos los presentes, de forma unánime, acordaron “que no se poblase hasta que plugiese a Dios Nuestro Señor que los tiempos abonasen”.



Y así, por esta causa, durante un tiempo, la Casa de Santa María estuvo cerrada y las tierras que el Monasterio de Guadalupe tenía en Madrigalejo se quedaron sin producir por temor a las andanzas y latrocinios de García de Vargas. Pero, a no mucho tardar, la situación política cambió. A la muerte de Enrique IV, su hermana Isabel se proclamó reina, disputando el trono a su sobrina Juana.

 

La Reina Isabel y el derribo del Castillo

La historia continúa… Pero antes, recordemos qué estaba sucediendo en Castilla.

En los últimos años del reinado de Enrique IV, se plantea en Castilla un conflicto sucesorio. Gran parte de la nobleza no reconoce como legítima a su hija Juana, a la que apodó La Beltraneja, por considerarla hija del noble Beltrán de la Cueva. El 11 de diciembre de 1474 el Rey falleció en Madrid y, dos días más tarde, el 13 de diciembre, su media hermana Isabel, apoyada por un grupo de nobles, se proclama reina de Castilla en Segovia. Este hecho desencadenará una guerra por la sucesión al trono, que durará hasta 1479. Será una guerra civil, en la que luchan castellanos contra castellanos, y una guerra internacional, porque se implican, además de Castilla, el reino de Aragón, de donde es heredero Fernando, esposo de Isabel, y el reino de Portugal, cuyo rey, Alfonso V, se desposó con Juana en mayo de 1475. También será una guerra típicamente medieval: se lucha en primavera y los ejércitos están constituidos por las mesnadas señoriales.

Isabel aprovechará esta ocasión para someter a la nobleza díscola y a los que, en los últimos años del reinado de Enrique IV, se habían convertido en auténticos bandoleros. En la primavera de 1477, Fernando hace frente a los portugueses en la frontera de Salamanca y Zamora, mientras Isabel viene a poner orden en Extremadura, estableciendo su cuartel el Guadalupe.


 

Una nueva escena se representa en nuestra Plaza. Seguimos en una estancia en el Monasterio de Guadalupe, donde la reina Isabel se había instalado y, en un diálogo con el Padre Prior, se van poniendo al día acerca de la situación de la guerra en Castilla, especialmente en la zona de Extremadura, y sobre los problemas devenidos de las actuaciones de García de Vargas desde su fortaleza en Madrigalejo. La Reina empieza a ocuparse de todos esos asuntos, comenzando por despachar con el secretario, que entra en escena. Su misión será llevar órdenes muy concretas a Trujillo, donde su fortaleza estaba en manos enemigas. Después hace entrar al Capitán Diego de Cáceres Ovando, a quien le encarga la misión de rendir el castillo de Madrigalejo. El capitán sale sin tardar a cumplir en encargo, haciendo saber a la reina que le unen lazos de sangre con García de Vargas.




El capitán Diego de Cáceres Ovando, con sus tropas, establece el cerco en la fortaleza de Madrigalejo y, acto seguido, entabla diálogo con los sitiados. Valiéndose el capitán de sus vínculos familiares con los Vargas, consigue un pacto de rendición. Sin embargo, los Vargas pronto quebrantaron el pacto, lo que provoca un gran enfado de la reina. Al mismo tiempo, tampoco había buenas noticias desde Trujillo. Hasta en dos ocasiones, el alcaide del castillo trujillano había respondido que no entregaba las llaves de la fortaleza, aunque viniese la misma reina en persona. Esta no pudo soportar tanta humillación y decidió hacerse presente en Trujillo; pero antes, debía solucionar el asunto de Madrigalejo.


 

La reina Isabel y el capitán Diego de Cáceres Ovando vuelven a entrar en conversación acerca de la situación generada por la desobediencia de García de Vargas y su negativa a entregar su fortaleza de Madrigalejo. En esta ocasión, Isabel la Católica era partidaria de demoler la fortaleza, mientras que el capitán abogaba por volver a intentar pactar su rendición. La reina estaba decidida. Con García de Vargas se había tenido ya mucha paciencia a pesar de todos los crímenes cometidos y, además, eran necesarias medidas ejemplarizantes que tuvieran eco en otros personajes díscolos. De esta manera, la reina Isabel decidió que no quedara piedra sobre piedra del castillo de Madrigalejo; al mismo tiempo, el capitán solicitó ser librado de la operación por estar emparentado con los Vargas, petición que le fue concedida.

 

El capitán Diego de Cáceres Ovando con sus tropas volvió a su fortaleza de Benquerencia. Se consiguió una nueva rendición con otras huestes que habían acudido al llamamiento de la reina. Los díscolos del castillo de Madrigalejo comprobaron que la reina iba en serio en su idea de tomar la fortaleza y, para evitarlo, pidieron clemencia.

A pesar de que García de Vargas se rindió, el castillo fue demolido totalmente. La reina les perdonó el hecho de haber luchado en favor de Juana la Beltraneja, firmando el documento de perdón general; sin embargo, sí fueron juzgados y condenados por sus latrocinios y crímenes.

 

Con los materiales que resultaron de derribar el castillo, se construyó la iglesia parroquial de San Juan Bautista en las décadas siguientes. Es el mismo edificio que preside la Plaza de España y que fue levantada en las primeras décadas del siglo XVI. Es el centro religioso de nuestra localidad y uno de los edificios más emblemáticos y de mayor antigüedad de Madrigalejo. Desde cualquier punto de la población, puede divisarse la torre y, hasta cualquier punto desde donde se dejaba oír el sonido de sus campanas, esta parroquial de San Juan Bautista recibía el diezmo. Sus campanas, con el lenguaje que todo vecino conocía, han sido y son un elemento esencial de comunicación y llamada en esta plaza.



Los nombres de la Plaza

Aunque hoy llamemos Plaza de España a todo el espacio que circunda al templo parroquial, no siempre fue así. Por Plaza Pública se entendía el área de poniente, hacia donde abre la puerta principal de la iglesia. En esta parte estaba situado el Ayuntamiento o Casas Consistoriales hasta que, en 1945, se trasladó al edificio actual. Estaba situado el antiguo Ayuntamiento donde hoy se encuentran los Pisos Tutelados, concretamente en el cuerpo que hace esquina con la calle Cisneros. La otra parte de la Plaza recibía el nombre de Calle de la Iglesia, calle que se dilataba hacia la que hoy es Núñez de Balboa.



Si durante siglos a este espacio se le llamó Plaza Pública, a lo largo del siglo XX cambió de nombre en varias ocasiones. A partir de 1931, pasó a llamarse Plaza de la Constitución. En 1940, la hemos visto denominarse Plaza de la Iglesia. Cinco años después, en 1945, recibió el nombre de Plaza del Generalísimo. Y desde 1982, pasa a denominarse Plaza de España, como actualmente es conocida.

Y si seguimos hablando de nombres, al atrio de la iglesia, es decir, el área más cercana a la puerta principal, hasta hace varias décadas se le llamaba Cementerio, sin duda porque este fue lugar de enterramiento de muchos madrigalejeños cuando no había lugar en el interior del templo y así se corroboró en las obras de pavimentación de la plaza que tuvieron lugar en los años 70 del siglo pasado, cuando aparecieron numerosos restos óseos en este lugar.

 

La Plaza como lugar de mercado

La Plaza fue también el lugar del mercado. En la antigua escalinata de la iglesia, se encontraba el patrón de la vara castellana, donde el fiel de pesos y medidas podía comprobar si la medida se ajustaba a una buena venta o, por el contrario, la magnitud era errónea ante alguna denuncia por sospecha de fraude. Tenemos constancia de que, en las primeras décadas del siglo pasado, se celebraba un mercado mensual fijo, el último jueves de cada mes. Y hasta que se construyó el Mercado de Abastos, la carne se vendía aquí en la Plaza. Los puestos de la carne se colocaban delante de las casas que hoy llevan los números 4 y 5. Entre las últimas carniceras que ejercían su oficio en esta Plaza, podemos nombrar a la señora Conce Naharro Moreno, la tía Josefa del tío Fargarón o la tía Joaquina del tío Sagasta. Eran las mujeres quienes vendían la carne y los hombres mataban y descuartizaban los animales. Lo que más se vendía era cordero y morcilla de vientre, aunque también se vendía vaca en algunas ocasiones. En dos de los contrafuertes de esa parte de la iglesia, concretamente en los que enmarcan el acceso al templo, existen sendas oquedades, que son la huella de afilar, durante siglos, los cuchillos en la piedra.




En un lugar tan público como es esta Plaza, se han vivido numerosos acontecimientos, muchos de ellos, gozosos, y otros, aciagos, de los que seguiremos hablando en la siguiente entrada de Luz de Candil…




Agradecimientos:

Instituciones: Ayuntamiento de Madrigalejo, Parroquia de San Juan Bautista, Protección Civil, Asociación Folclórica San Juan Bautista y Asociación Cultural de Mujeres.

Dirección: Marisi Moreno.

Actores en las representaciones: Lorenzo Prado, Francisco José Parejo, Belén Manzanedo, María Velarde, Juan Antonio Carrero, María Antonia Escobar, Rosi Arias, Magda Rodríguez, Paqui Serrano, Rosi Sojo, Andrea Gallardo, y los niños Enzo y Alejandra.

Voces en off: Sátur Ciudad, Candi Ciudad y Guadalupe Rodríguez.

Textos: Toni Loro, Santiago Sánchez y Guadalupe Rodríguez.


Fuentes:

-Archivo Parroquial de Madrigalejo

-Archivo Municipal de Madrigalejo

-Fuentes orales

-L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz, 2008.


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