martes, 15 de octubre de 2024

VAMOS A CALLEJEAR. PLAZA DE ESPAÑA (2ª Parte)

Este post es continuación de:

  https://luzdecandilmadrigalejo.blogspot.com/2024/09/vamos-callejear-plaza-de-espana-1-parte.html

Terminábamos la entrada anterior de Luz de Candil diciendo que, “en un lugar tan público como es la Plaza de España, se habían vivido numerosos acontecimientos, muchos de ellos, gozosos, y otros, aciagos”, y que, de ellos, seguiríamos hablando. Bueno, pues aquí estamos de nuevo, retomándolo donde lo dejamos, para continuar rememorando la actividad de la Asociación Cultural “Fernando el Católico”, de agosto de 2024, llamada Vamos a Callejear.

Sobre la Guerra de la Independencia

Nos situamos ahora en el siglo XIX, un siglo en el que ocurrieron muchos cambios y en el que esta plaza fue testigo de numerosos acontecimientos. Nos centraremos en dos de ellos, de los cuales tenemos referencias documentales: la guerra de la Independencia y las guerras carlistas. Hagamos una somera aproximación histórica al contexto en el que ocurrió cada uno de ellos.

Con la revolución francesa, acontecimiento que tuvo lugar en 1789, comenzó el proceso de acabar con las estructuras del Antiguo Régimen y establecer un nuevo sistema político basado en las ideas del liberalismo: proclamación de la soberanía nacional, declaración de los derechos naturales del individuo y un sistema de gobierno basado en la división de poderes. Todo ello regulado por una constitución. 

Desde 1804, el proceso revolucionario fue controlado por Napoleón Bonaparte, quien proclamó el Primer Imperio Francés e intentó ejercer su influencia en una serie de estados satélites. Este hecho dio lugar a varias guerras en Europa. En el caso de España, Napoleón entró en nuestro territorio en 1808 con el pretexto de dirigirse a Portugal para realizar una operación de castigo; pero, ante la sorpresa de todos, varios cuerpos de ejército se desplegaron por el territorio nacional. El día 2 de mayo, Madrid se levantó contra la ocupación francesa, hecho que fue seguido de una dura represión con los fusilamientos de los cabecillas. Tras este incidente, todo el país se pone en pie de guerra. Ante la ausencia del rey Carlos IV y la inacción de las instituciones, los alcaldes de Móstoles, en nombre de la soberanía nacional, hacen la declaración formal de guerra a los franceses. Por otra parte, Carlos IV, presionado por Napoleón, abdica en su hijo Fernando VII, y éste lo hace en José Bonaparte (Pepe Botella), quien termina siendo el monarca legítimo de España. Comienza aquí la guerra de la Independencia.

Tras el éxito inicial del ejército español en Bailén, Napoleón envió su “Gran Armada” que derrotó y dispersó a nuestros militares. A partir de ese momento, el peso de la guerra cae en las partidas de guerrilleros y en la ayuda del ejército inglés. Los franceses fueron derrotados y expulsados de España el 17 de abril de 1814.

Dos vecinas cuentan cómo vivió Madrigalejo la Guerra de la Independencia

Dos vecinas se disponen a tomar el fresco en una calurosa noche de verano, sentándose en la Plaza. Y entre sacudida y sacudida de abanico, van refiriendo sucesos y aconteceres de la vida cotidiana que han podido contemplar las piedras de la iglesia a lo largo de los siglos. Como la vida misma, allí se han desarrollado acontecimientos alegres y festivos, pero también aciagos y tristes. En la Plaza se han celebrado festejos taurinos, han salido y entrado procesiones, era el lugar del mercado, y también donde el pregonero voceaba el bando municipal, así como por donde pasaban cortejos fúnebres y nupciales.

Desde la torre de la iglesia, las campanas, con sus distintos toques, hablaban al pueblo: el doble de difuntos -con la señal distinta si era hombre o mujer-, o el din-dan cuando el fallecido era un niño; cada día llamaban a misa y al ángelus, y repicaban a misa mayor en los grandes días de fiesta; pero también avisaban con un enervante toque cuando llamaban a rebato, porque algo gordo, muy gordo, sucedía, ya fuera fuego en los campos o cuando algún peligro inminente se cernía sobre la población.

Con el toque de a rebato, les dio pie a las mujeres para recordar cuando, en tiempos de guerra, las campanas avisaban de que el enemigo estaba a las puertas. Así, una de las vecinas empezó a contar el episodio de la entrada de los franceses en la Guerra de la Independencia: cómo un jinete a caballo entró en el pueblo, a todo galope, hasta la plaza del pueblo al grito de “¡que vienen los franceses!” y las campanas empezaron a tocar a rebato; la plaza se llenó de gente y allí escucharon el pregón que había mandado vocear el cura, instando a la población a que se pusieran a salvo. Hubo una desbandada general hacia el campo o huyendo a otras localidades. Un grupo de vecinos plantaron cara al enemigo desde el interior de la iglesia, donde aguantaron tres días, pero no pudieron resistir más y se rindieron. Los franceses hicieron prisioneros y saquearon casas y graneros, llevándose toda clase de víveres para abastecer a sus tropas.

Las vecinas siguieron explicando lo difíciles que fueron aquellos tiempos para la población, pues las guerrillas españolas también necesitaban avituallamientos y, con frecuencia, venían pidiendo víveres y dinero. En estas ocasiones, los vecinos solían ser más generosos. Además, la inestabilidad en tiempos de guerra provocaba que se abandonaran las tierras de cultivo y que hubiera escasez de alimentos, con el hambre que ello acarreaba.

Aparte de estas dificultades, habría que sumar la falta de mozos en la localidad, pues estarían luchando en la guerra. Y al cambiar de tercio en la conversación, las vecinas comenzaron a hablar de las partidas guerrilleras en las que los mozos se enrolaban para luchar contra los franceses, especialmente famosa fue la partida del “Caracol”. Estas pequeñas partidas incordiaban al enemigo, con ataques inesperados en sus puntos más débiles, y se retiraban rápidamente por su gran agilidad. Y comentaron la figura de doña Catalina López -mujer del jefe de la partida del “Caracol”, don Toribio Bustamante-, que entraba en batallas y peleaba con el mismo arrojo que sus compañeros.

Llegadas a este punto, teniendo presente el gran sufrimiento que acarrean las guerras, dieron por terminada la conversación y se marcharon a casa a descansar.

 

Las guerras carlistas

Las guerras carlistas fueron conflictos civiles que ocuparon gran parte del siglo XIX. Se localizaron fundamentalmente en el País Vasco, Navarra, Cataluña y en El Maestrazgo, aunque se formaron partidas dispersas por todo el territorio nacional. Se lucha por dos cuestiones: la sucesión al trono y la ideología política que fundamentará a los gobiernos. Es decir, son guerras de sucesión e ideológicas.

La cuestión sucesoria que desencadena el conflicto se plantea al morir Fernando VII en 1833. Un grupo de políticos defienden los derechos del infante Carlos María Isidro frente a los de la legítima heredera Isabel II, que entonces tenía tres años. Apoyan su legitimidad en que el Infante había nacido estando en vigor la ley Sálica, ley promulgada por Felipe V para regular el derecho sucesorio y que daba prioridad a los varones de las ramas laterales frente a las mujeres de la rama directa.

La cuestión ideológica se plantea desde el momento en que los partidarios de D. Carlos, a los que se llamará carlistas, apoyan los principios del Régimen absolutista representados en el eslogan de “Dios, Patria y rey”.  Ante esto, a la regente Dª María Cristina de Borbón, no le queda más remedio que apoyarse en los liberales, quienes defienden los principios teóricos de la revolución francesa. Durante la Guerra de la Independencia, a la vez que se peleaba contra los franceses, un grupo de españoles, reunidos en Cádiz y representando a la nación, elaboran la primera constitución española, que fue aprobada el día de S. José de 1812 y a la que el pueblo español bautizó con el nombre de La Pepa. Decir viva la Pepa era tanto como decir viva la Constitución. Así pues, el ejército isabelino lucha por el derecho sucesorio de Isabel II y por un gobierno constitucional.

 

Un grupo de vecinas cuentan a unos niños lo que pasó Madrigalejo en las guerras carlistas

Tres mujeres sentadas en la Plaza, con las manos ocupadas cada una en sus faenas, se dirigen a dos niños que no hacen más que pelearse y les invitan a sentarse junto a ellas. Les van a hablar de ciertos sucesos ocurridos en nuestra localidad, para que se den cuenta de las consecuencias que traen las luchas y las peleas. Estas vecinas hablan, no sólo de lo que han oído contar, sino también de lo que ellas mismas han vivido y han sido testigos.

Empezaron a hablarles de la incursión guerrillera en la Primera Guerra Carlista, cuando el 31 de diciembre de 1838 la banda de los “Palillos” entró en el pueblo hasta la misma Plaza. Los vecinos se refugiaron donde pudieron, menos un grupo de unas 15 personas, que se hicieron fuertes en el interior de la iglesia con sus viejas escopetas y, mientras estaban entretenidos los carlistas con ellos, les dio tiempo a los demás vecinos a esconderse. Contaban las buenas mujeres cómo una vecina se escondió entre las pajas en un pajar y, aunque un guerrillero estuvo pinchando la paja con una horca y le rozó la cabeza, no se movió y logró salvarse. También se toparon con una mujer que no se había enterado de la presencia de los carlistas, y los guerrilleros le estuvieron preguntando, pero, como ella no respondía porque era sorda, la mataron por no colaborar. Aquella incursión se saldó con doce víctimas, a las que se hizo un oficio de difuntos colectivo al día siguiente, antes de ser enterradas. Aparte de todo esto, incendiaron y saquearon un montón de casas, así como en las casas del Ayuntamiento, y destrozaron buena parte del archivo municipal.  

Si en aquellos sucesos estas vecinas eran pequeñas, más reciente tenían lo vivido durante la Tercera Guerra Carlista en nuestra localidad. Contaban a los niños cómo allá por 1870, un grupo de vecinos se había topado con una facción carlista y entraron en el pueblo a caballo, avisando a la población del peligro que corrían, y ellos, sin descabalgar de sus caballos, se metieron en la iglesia. No tuvieron en cuenta el lugar sagrado donde se encontraban y permanecieron dentro hasta que lo consideraron oportuno. Por la falta de respeto al templo, el cura D. Matías Pazos después bendijo la iglesia de nuevo como si de una inauguración se tratase.

También refirieron la entrada de la partida del jefe carlista Fuentes, que se plantó en medio de la Plaza, bien confiado de tener a toda la población bajo su control. Pero no contaba con que algunos vecinos se habían parapetado en la iglesia y, desde la torre, recibió un disparo que acabó con su vida.

Y así, contando historias, se les pasó la noche, dándose cuenta las buenas mujeres de todo lo que habían vivido. Era ya hora de recoger y meterse en casa, a pesar de las protestas de los niños, que no tuvieron más remedio que obedecer ante las amenazas de que ya andaban las “pantaruyas por el Sevellar”…

 

Y seguimos hablando de la Plaza


Un suceso que ocurrió en la Plaza durante un festejo taurino

La Plaza también ha sido y es lugar de festejos y de celebraciones. Aquí se instalaba desde antiguo la feria, en su parte lúdica, como continúa hasta ahora. Y ante la falta de coso taurino, en la Plaza también se organizaban corridas de toros, montando el redondel con los carros de labranza. Vamos a contar la historia de una de aquellas corridas, la que tuvo lugar el 20 de agosto de 1925. Por entonces, el edificio del Ayuntamiento estaba situado donde hoy se encuentra una parte de los Pisos Tutelados y, para acceder a él, había que subir unas cuantas escaleras, que salvaban el desnivel existente entre la explanada de la Plaza y el edificio. En el Ayuntamiento, estaba el botiquín, atendido por los médicos D. Antonio Fraile y D. Francisco Sánchez, con la ayuda del practicante D. Manuel Collado. Aquel día, se encontraban preparados en la misma puerta del Ayuntamiento por si hubiera alguna incidencia, al mismo tiempo que disfrutaban del espectáculo, muy seguros de encontrarse a salvo por la diferencia de altura. Y con ellos, se encontraba algún que otro vecino.

La corrida de toros era el principal festejo de aquel primer día de feria. Se lidiaban tres reses de tres años. El único torero era un maletilla llamado “Bocanegra”. El toril se encontraba en una callejilla situada en lo que hoy es calle Cisneros, que aún no existía como calle. La puerta del edificio municipal no estaba bien protegida porque confiaban que hasta allí no se encaramaría el toro.

Fue una tarde memorable. En cierto momento del espectáculo, cuando uno de los toros se encontraba en medio del coso, sintiéndose encerrado y amenazado, más que fijarse en el capote del torero, notó que había movimiento en la portada de la Casa Consistorial y hacia allí se dirigió con ímpetu. Quienes contemplaban el espectáculo desde un lugar tan ventajoso, advirtiendo el peligro que sobre ellos se cernía, se metieron con gran prisa en el interior sin cerrar la puerta tras de sí. Y el toro entró en el Ayuntamiento como Perico por su casa.

Al público de fuera, se le cortó la respiración, porque sabían que el edificio no tenía puerta trasera y los de dentro no tenían escapatoria. No había mucho que hacer y, ante el peligro, buscaron refugio en cualquier lugar que pudieran encontrar. Así, tras una sencilla parihuela funeraria, se escondió el barbero Rafael Capilla; en una tina, el tío Manuel Manzanedo; otros se metieron bajo la barquichuela que el concejo tenía para salvar de apuros a personas que les pillaba la crecida del Ruecas; incluso la gran esfera del reloj público que allí estaba recogido sirvió de escondite para otros. Los médicos y el practicante se subieron al cuchitril donde se atendía el servicio telegráfico, encaramándose en la mesita y el par de sillas que allí había por todo mobiliario.

Afortunadamente, no pasó nada más que las escenas de pánico que allí se vivieron, pues el toro no se percató de la presencia de ninguno de los allí metidos. Pero uno de ellos, al que llamaban el “tío Perreque”, salió de su escondite antes de tiempo, creyendo que el animal ya había salido a la plaza. Al percatarse del error, no sabía si entrar o salir y, antes de que tomara una decisión, el toro le tomó con los cuernos por la espalda entre los brazos, lo zarandeó como un pelele y lo sacó al medio del coso hasta tirarlo al suelo, sin causarle mayor daño que unas simples magulladuras. Desde entonces, a aquella res empezaron a llamarle el “toro Perreque”. El animal fue indultado y lo que aconteció con él después es otra historia.

 

Lugares emblemáticos de la Plaza en el siglo XX


Y terminamos recordando algunos lugares emblemáticos de esta plaza a mediados del siglo XX, según el testimonio que nos han contado personas que lo han vivido.

Había dos casinos. El de Rodrigo Corrales estaba situado donde hoy está Caja Almendralejo. Era el casino de los señoritos. Allí se hacían baile y actividades culturales, entre ellas, teatro. Tenía un billar. Y también era el centro de reunión de la OJE. El casino de Julio Gallego era más popular y estaba situado donde hasta hace pocos años era Caja Duero. Y ya con otro concepto, se abrió el bar de Severo, situado donde hoy está el bar de los pensionistas.

Ya hemos hablado del Ayuntamiento antiguo, situado en una de las partes de lo que hoy son los Pisos Tutelados. Después del cambio de sede del Consistorio, el viejo edificio sirvió de cárcel y, poco después, fue el Hogar Rural, centro de reunión de los jóvenes.

El primer banco que se localizó en la Plaza fue la Banca Sánchez, ocupando el lugar donde antes estuvo el casino de Rodrigo Corrales, allá por los años 60. Después fue Banco de Extremadura, Caixa Geral y hoy es Caja Almendralejo.

A principios de los años 70, se construyó el edificio de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia, entidad que pasó después a ser Caja de Extremadura, Liberbank y hoy es Unicaja.

Y a finales de los años 70, se instaló en el local del antiguo bar de Julio Gallego la Caja Rural de Cáceres, que después se llamó Caja de Salamanca y Soria y terminó como Caja Duero cuando la fusión en Unicaja.  

La fonda de la tía Josefa Sojo estaba situada en la casa de Fermín Sánchez Cerezo (hoy el nº7 de la Plaza de España), donde estaba de alquiler. Dicha señora era muy religiosa. Una de sus hijas se fue a monja y su hijo Antonio fue sacerdote un tiempo y después se secularizó. La anécdota curiosa de esta familia es que, cuando el propietario les reclamó la vivienda, se resistieron a entregarla. El propietario derribó la fachada y ellos se atrincheraron en la segunda nave. Por entonces se proyectó en el “Cine Carmona” la película El santuario no se rinde y esta frase se aplicó a lo que estaba ocurriendo en la fonda. Parece ser que fue ocurrencia de Sebastián Rubio Llerena.


Entre los demás edificios, cabe destacar por su antigüedad y belleza la casa que en tiempos fue de la señorita Nieves y hoy es propiedad de Mª José Galeano. En la Plaza también podemos observar varios ejemplos de Arquitectura Modernista, estilo que destacó en las primeras décadas del siglo XX. En primer lugar, está el edificio que hoy ocupa el Ayuntamiento. Fue mandado construir por Fernando Recio allá por 1920. Aquí estuvo situado su local comercial que, tras su jubilación, pasó a regentar Diego Loro hasta su traslado a la calle San Juan. Del mismo maestro de obra y época es la casa que hoy pertenece a Rufino Cabanillas y que anteriormente era propiedad del tío Joaquín García. Con una decoración más marcada en el modernismo, se construyeron las casas del médico D. Antonio Fraile, que heredó su yerno y antiguo alcalde D. Paco Roldán, y la casa de los Gallego, obra de 1931, y que hoy es propiedad compartida de Alejandro del Río y Mª José Paredes. Y también de las primeras décadas del siglo XX es la casa de la familia Fernández Rentero, cuyas hijas, más conocidas como las Guzmanas porque su padre se llamaba Guzmán, regentaron la centralita de teléfonos y el locutorio público hasta la llegada del teléfono automático.



 

Hasta la próxima

Y hasta aquí la historia que hemos podido desentrañar de nuestra querida Plaza. Sin duda, después, cada persona tendrá su propia historia, porque la historia es la vivencia de cada uno y hay tantas historias como individuos. Esperamos haberos entretenido aprendiendo lo que hemos sido y lo que somos, conociendo un poquito más de nuestra historia y de nuestro patrimonio. Muchas gracias de nuevo a tantas personas que han hecho posible esta actividad y muchas gracias a todos por vuestra atención y respeto. Esperamos vernos en otra ocasión.

 

Agradecimientos:

Instituciones: Ayuntamiento de Madrigalejo, Parroquia de San Juan Bautista, Protección Civil, Asociación Folclórica San Juan Bautista y Asociación Cultural de Mujeres.

Dirección: Marisi Moreno.

Actores en las representaciones: Lorenzo Prado, Francisco José Parejo, Belén Manzanedo, María Velarde, Juan Antonio Carrero, María Antonia Escobar, Rosi Arias, Magda Rodríguez, Paqui Serrano, Rosi Sojo, Andrea Gallardo, y los niños Enzo y Alejandra.

Voces en off: Sátur Ciudad, Candi Ciudad y Guadalupe Rodríguez.

Textos: Toni Loro, Santiago Sánchez y Guadalupe Rodríguez.

Fotografías: Meli Peco, Elisa Prado y Guadalupe Rodríguez.


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