Para dar a conocer un
poco más de nuestra historia, en los últimos años, la Asociación Cultural
“Fernando el Católico” ha puesto en marcha una actividad que consiste en salir
a las calles y plazas de nuestra localidad a contar su historia y sus
historias. Esta actividad, que va ya por su cuarta edición, recibe el nombre de
Vamos a Callejear. Es un evento participativo, en el que han estado
implicadas muchas personas e instituciones, sin cuya contribución no hubiera sido
posible realizarla.
Para esta
ocasión, se ha elegido la Plaza de España, un espacio público emblemático e
imprescindible en la vida de Madrigalejo. Con estas líneas se pretende hacer
una aproximación a las historias que se contaron e interpretaron en dicha
actividad, aunque la magia de las actuaciones de aquel momento no se puede
reproducir. Comenzamos:
Situémonos
en el plano
Teniendo presente el plano de Madrigalejo, la parte
más antigua fue desarrollándose a lo largo del camino real, un camino que, en
su trayecto urbano, lo componían dos grandes calles: la de los Mesones (hoy
Luisa Fortuna) y la de San Gregorio (Gallego Fortuna en la actualidad). Y en la
unión de ambas vías, se situaba y se sitúa la Plaza, el corazón de la
localidad, donde residía y reside el centro cívico/administrativo, religioso y
social de Madrigalejo. En torno a este espacio público, se erigieron las casas
de Ayuntamiento, el templo parroquial, la cárcel, las fraguas del concejo,
algunas viviendas, así como el pósito (edificio donde se custodiaba el grano
guardado para remediar posibles contingencias) y la cilla (donde se almacenaba
el grano y el fruto de los diezmos). Aquí, en la Plaza, se celebraba el mercado
y, en muchas ocasiones, el concejo abierto. También era lugar de espectáculos,
al mismo tiempo que cementerio cuando no había lugar para enterrar dentro de la
iglesia. Por todo ello y por ser un espacio de convivencia, desde antiguo era
llamada la Plaza Pública.
Hablemos de un poquito de
Historia
Cuando esta zona fue
reconquistada en 1233, el territorio que hoy conforma Madrigalejo fue integrada
en la tierra de Trujillo, formando parte de su sexmo, de su jurisdicción,
siendo tierra de realengo. Esto quiere decir que todos estos territorios
dependían directamente del rey y la ciudad de Trujillo era la cabeza rectora,
desde donde el Corregidor ejercía la autoridad. Madrigalejo, como una de las
aldeas de Trujillo, dependía jurisdiccionalmente de esta ciudad, pero los
asuntos importantes que atañían solo a la comunidad se trataban en concejo
abierto, es decir, en asamblea formada por todos los vecinos (hombres
mayores de edad).
El concejo se convocaba a
campana tañida y se reunía en el portal del concejo, en las casas del pósito o
del Ayuntamiento, según las épocas. La asamblea estaba presidida por los dos
alcaldes ordinarios y dos regidores, y el escribano público tomaba nota de lo
que allí se trataba en las actas de sesiones. Por ello, las actas de sesiones
tienen un valor inestimable para conocer la historia de nuestra localidad.
La familia trujillana de
los Vargas fue uno de los primeros propietarios en las tierras de Madrigalejo y
obtuvo esta gracia por derechos de conquista. Más de un siglo después, la
iglesia de Guadalupe se convirtió en el otro gran hacendado en este lugar.
Tanto los Vargas como el Monasterio, tenían casa abierta en Madrigalejo y, por
tanto, gozaban de derecho de vecindad, con voz y voto en la asamblea del
concejo. En un momento determinado, hubo un gran conflicto entre ambos
hacendados, cuyo resultado final cambió la fisonomía de nuestra plaza. Veamos…
De los atropellos de El Vargas de
Madrigalejo
Se contó esta historia en la Plaza recurriendo a la
escenificación de un diálogo que pudo haber tenido lugar en el Monasterio de
Guadalupe, para tratar asuntos importantes que atañían al lugar de Madrigalejo.
Para introducir el tema hay que tener en cuenta que, en
el siglo XIV, ante la falta de autoridad de los reyes castellanos la nobleza
forma banderías que luchan entre sí, e incluso se enfrentan al monarca. La
situación de inestabilidad se acentúa a mediados del siglo XV durante el
reinado de Enrique IV. Muchos nobles se convierten en bandoleros, salteadores
de caminos y ladrones de propiedades ajenas. Tal es el caso de El Vargas de
Madrigalejo (García de Vargas) y de Dª Beatriz Pacheco, condesa de Medellín. En
menor grado, también actúan por estos alrededores, D. Pedro de Orellana,
alcaide del castillo de la Encomienda, y D. Gómez Solís, Maestre de la Orden de
Alcántara.
Aunque García de Vargas no ejercía señorío en sus
propiedades, en su castillo de Madrigalejo había establecido su cuartel
general, desde donde cometía toda clase de crímenes con sus hombres, unos 130
individuos, cebándose especialmente en las propiedades que el Monasterio de
Guadalupe tenía en la zona.
La preocupación del Monasterio de Guadalupe por los
abusos y delitos cometidos por García de Vargas y sus seguidores fue la primera
escenificación que se representó en la Plaza de España en la actividad de Vamos
a Callejear. Todos los atropellos que se habían cometido fueron
desgranándose en el diálogo entre el Padre Prior y Fray Juan, pasada la Pascua
de Navidad de 1470, en una estancia del Monasterio. Fray Juan comunicaba al
Prior del Convento que García de Vargas y su banda se habían adueñado del
molino harinero que el Monasterio tenía en Madrigalejo; que se habían metido en
sus tierras como si suyas fueran, cultivándolas y recogiendo las cosechas para
ellos; que habían recogido las uvas de sus viñas; que habían entrado en la
bodega y se habían llevado todo el vino, o que destejaban las casas que el
Monasterio tenía en Madrigalejo para tejar sus propias casas. Al mismo tiempo,
iba creciendo la alarma y el enojo en el Padre Prior, que no acababa de creer
lo que estaba sucediendo. Y seguía la retahíla de delitos cometidos por García
de Vargas, en esta ocasión entrando en escena la casera de la Casa de Santa
María, refiriendo al Prior los últimos atropellos sufridos: cómo se habían
llevado todas las puercas paridas con sus cochinillos y cómo habían alanceado a
las vacas y herido al mayoral. Como la situación se había hecho insostenible,
se planteó la solución de elevar las quejas ante la Justicia de la ciudad de
Trujillo, donde se ejercía la autoridad competente.
Las gestiones del Padre Prior ante las autoridades
trujillanas no dieron fruto alguno, por lo que el convento de Guadalupe tuvo
que abandonar las tierras en Madrigalejo y se cerró la casa de Santa María.
A finales de 1472, el Padre Prior reunió a
administradores y mayordomos para proponerles volver a poblar la casa de
Madrigalejo, que llevaba tiempo cerrada a causa de los robos, y volver a labrar
sus tierras, porque, sin duda, su abandono era un gran perjuicio para el
Monasterio. Todos los presentes, de forma unánime, acordaron “que no se poblase
hasta que plugiese a Dios Nuestro Señor que los tiempos abonasen”.
Y así, por esta causa, durante un tiempo, la Casa de Santa María estuvo cerrada y las tierras que el Monasterio de Guadalupe tenía en Madrigalejo se quedaron sin producir por temor a las andanzas y latrocinios de García de Vargas. Pero, a no mucho tardar, la situación política cambió. A la muerte de Enrique IV, su hermana Isabel se proclamó reina, disputando el trono a su sobrina Juana.
La Reina Isabel y el derribo del Castillo
La historia continúa… Pero antes, recordemos qué
estaba sucediendo en Castilla.
En los últimos años del
reinado de Enrique IV, se plantea en Castilla un conflicto sucesorio. Gran
parte de la nobleza no reconoce como legítima a su hija Juana, a la que apodó
La Beltraneja, por considerarla hija del noble Beltrán de la Cueva. El 11 de diciembre
de 1474 el Rey falleció en Madrid y, dos días más tarde, el 13 de diciembre, su
media hermana Isabel, apoyada por un grupo de nobles, se proclama reina de
Castilla en Segovia. Este hecho desencadenará una guerra por la sucesión al
trono, que durará hasta 1479. Será una guerra civil, en la que luchan
castellanos contra castellanos, y una guerra internacional, porque se implican,
además de Castilla, el reino de Aragón, de donde es heredero Fernando, esposo
de Isabel, y el reino de Portugal, cuyo rey, Alfonso V, se desposó con Juana en
mayo de 1475. También será una guerra típicamente medieval: se lucha en
primavera y los ejércitos están constituidos por las mesnadas señoriales.
Isabel aprovechará esta
ocasión para someter a la nobleza díscola y a los que, en los últimos años del
reinado de Enrique IV, se habían convertido en auténticos bandoleros. En la
primavera de 1477, Fernando hace frente a los portugueses en la frontera de
Salamanca y Zamora, mientras Isabel viene a poner orden en Extremadura,
estableciendo su cuartel el Guadalupe.
Una nueva escena se representa
en nuestra Plaza. Seguimos en una estancia en el Monasterio de Guadalupe, donde
la reina Isabel se había instalado y, en un diálogo con el Padre Prior, se van
poniendo al día acerca de la situación de la guerra en Castilla, especialmente
en la zona de Extremadura, y sobre los problemas devenidos de las actuaciones
de García de Vargas desde su fortaleza en Madrigalejo. La Reina empieza a
ocuparse de todos esos asuntos, comenzando por despachar con el secretario, que
entra en escena. Su misión será llevar órdenes muy concretas a Trujillo, donde
su fortaleza estaba en manos enemigas. Después hace entrar al Capitán Diego de
Cáceres Ovando, a quien le encarga la misión de rendir el castillo de
Madrigalejo. El capitán sale sin tardar a cumplir en encargo, haciendo saber a
la reina que le unen lazos de sangre con García de Vargas.
El capitán Diego de Cáceres Ovando, con sus tropas, establece el cerco en
la fortaleza de Madrigalejo y, acto seguido, entabla diálogo con los sitiados.
Valiéndose el capitán de sus vínculos familiares con los Vargas, consigue un
pacto de rendición. Sin embargo, los Vargas pronto quebrantaron el pacto, lo
que provoca un gran enfado de la reina. Al mismo tiempo, tampoco había buenas
noticias desde Trujillo. Hasta en dos ocasiones, el alcaide del castillo
trujillano había respondido que no entregaba las llaves de la fortaleza, aunque
viniese la misma reina en persona. Esta no pudo soportar tanta humillación y
decidió hacerse presente en Trujillo; pero antes, debía solucionar el asunto de
Madrigalejo.
La reina Isabel y el capitán Diego de Cáceres Ovando vuelven a entrar en
conversación acerca de la situación generada por la desobediencia de García de
Vargas y su negativa a entregar su fortaleza de Madrigalejo. En esta ocasión,
Isabel la Católica era partidaria de demoler la fortaleza, mientras que el
capitán abogaba por volver a intentar pactar su rendición. La reina estaba
decidida. Con García de Vargas se había tenido ya mucha paciencia a pesar de
todos los crímenes cometidos y, además, eran necesarias medidas ejemplarizantes
que tuvieran eco en otros personajes díscolos. De esta manera, la reina Isabel
decidió que no quedara piedra sobre piedra del castillo de Madrigalejo; al mismo tiempo, el capitán solicitó ser librado de la operación por estar emparentado
con los Vargas, petición que le fue concedida.
El capitán Diego de Cáceres Ovando con sus tropas volvió a su fortaleza
de Benquerencia. Se consiguió una nueva rendición con otras huestes que habían
acudido al llamamiento de la reina. Los díscolos del castillo de Madrigalejo
comprobaron que la reina iba en serio en su idea de tomar la fortaleza y, para
evitarlo, pidieron clemencia.
A pesar de que García de Vargas se rindió, el castillo fue demolido
totalmente. La reina les perdonó el hecho de haber luchado en favor de Juana la
Beltraneja, firmando el documento de perdón general; sin embargo, sí fueron
juzgados y condenados por sus latrocinios y crímenes.
Con los materiales que resultaron de derribar el castillo, se construyó
la iglesia parroquial de San Juan Bautista en las décadas siguientes. Es el
mismo edificio que preside la Plaza de España y que fue levantada en las
primeras décadas del siglo XVI. Es el centro religioso de nuestra localidad y
uno de los edificios más emblemáticos y de mayor antigüedad de Madrigalejo.
Desde cualquier punto de la población, puede divisarse la torre y, hasta
cualquier punto desde donde se dejaba oír el sonido de sus campanas, esta
parroquial de San Juan Bautista recibía el diezmo. Sus campanas, con el
lenguaje que todo vecino conocía, han sido y son un elemento esencial de
comunicación y llamada en esta plaza.
Los nombres de la Plaza
Aunque hoy llamemos Plaza de España a todo el espacio
que circunda al templo parroquial, no siempre fue así. Por Plaza Pública
se entendía el área de poniente, hacia donde abre la puerta principal de la
iglesia. En esta parte estaba situado el Ayuntamiento o Casas Consistoriales
hasta que, en 1945, se trasladó al edificio actual. Estaba situado el antiguo
Ayuntamiento donde hoy se encuentran los Pisos Tutelados, concretamente en el
cuerpo que hace esquina con la calle Cisneros. La otra parte de la Plaza
recibía el nombre de Calle de la Iglesia, calle que se dilataba hacia la que hoy es Núñez de Balboa.
Si durante siglos a este espacio se le llamó Plaza
Pública, a lo largo del siglo XX cambió de nombre en varias ocasiones. A
partir de 1931, pasó a llamarse Plaza de la Constitución. En 1940, la
hemos visto denominarse Plaza de la Iglesia. Cinco años después, en
1945, recibió el nombre de Plaza del Generalísimo. Y desde 1982, pasa a
denominarse Plaza de España, como actualmente es conocida.
Y si seguimos hablando de nombres, al
atrio de la iglesia, es decir, el área más cercana a la puerta principal, hasta
hace varias décadas se le llamaba Cementerio, sin duda porque este fue
lugar de enterramiento de muchos madrigalejeños cuando no había lugar en el
interior del templo y así se corroboró en las obras de pavimentación de la
plaza que tuvieron lugar en los años 70 del siglo pasado, cuando aparecieron
numerosos restos óseos en este lugar.
La Plaza como lugar de mercado
La Plaza fue también el lugar del mercado. En la antigua escalinata de la iglesia, se encontraba el patrón de la vara castellana, donde el fiel de pesos y medidas podía comprobar si la medida se ajustaba a una buena venta o, por el contrario, la magnitud era errónea ante alguna denuncia por sospecha de fraude. Tenemos constancia de que, en las primeras décadas del siglo pasado, se celebraba un mercado mensual fijo, el último jueves de cada mes. Y hasta que se construyó el Mercado de Abastos, la carne se vendía aquí en la Plaza. Los puestos de la carne se colocaban delante de las casas que hoy llevan los números 4 y 5. Entre las últimas carniceras que ejercían su oficio en esta Plaza, podemos nombrar a la señora Conce Naharro Moreno, la tía Josefa del tío Fargarón o la tía Joaquina del tío Sagasta. Eran las mujeres quienes vendían la carne y los hombres mataban y descuartizaban los animales. Lo que más se vendía era cordero y morcilla de vientre, aunque también se vendía vaca en algunas ocasiones. En dos de los contrafuertes de esa parte de la iglesia, concretamente en los que enmarcan el acceso al templo, existen sendas oquedades, que son la huella de afilar, durante siglos, los cuchillos en la piedra.
En un lugar tan público como es esta Plaza, se han vivido numerosos acontecimientos, muchos de ellos, gozosos, y otros, aciagos, de los que seguiremos hablando en la siguiente entrada de Luz de Candil…
Agradecimientos:
Instituciones:
Ayuntamiento de Madrigalejo, Parroquia de San Juan Bautista, Protección Civil,
Asociación Folclórica San Juan Bautista y Asociación Cultural de Mujeres.
Dirección: Marisi Moreno.
Actores en las
representaciones: Lorenzo Prado, Francisco José Parejo, Belén Manzanedo, María
Velarde, Juan Antonio Carrero, María Antonia Escobar, Rosi Arias, Magda
Rodríguez, Paqui Serrano, Rosi Sojo, Andrea Gallardo, y los niños Enzo y Alejandra.
Voces en off: Sátur
Ciudad, Candi Ciudad y Guadalupe Rodríguez.
Textos: Toni Loro, Santiago
Sánchez y Guadalupe Rodríguez.
Fuentes:
-Archivo Parroquial de Madrigalejo
-Archivo Municipal de Madrigalejo
-Fuentes orales
-L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz, 2008.