domingo, 16 de marzo de 2025

FRAY JUAN RUIZ DE SAN AGUSTÍN



 XV Encuentros de Estudios Comarcales
Los XV Encuentros de Estudios Comarcales de Vegas Altas, La Serena y La Siberia (SISEVA) se desarrollaron los días 21 y 22 de abril de 2023 en Esparragosa de la Serena. Aquellas jornadas estuvieron dedicadas a “Filipinas y España: Fray José de Urbina de Esparragosa”. Allí presenté la comunicación titulada Un madrigalejeño obispo de Nueva Segovia: Fray Juan Ruiz de San Agustín, que ya está publicada en las actas de los XV Encuentros Comarcales (abril de 2024, BA-000392-2024), en las páginas 253-267.

La figura de fray Juan Ruiz de San Agustín es totalmente desconocida en Madrigalejo, de donde era natural. Su obra es tan importante que, dos de sus edificios forman parte de la ciudad histórica de Vigan (Filipinas), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Para divulgar su figura, comparto un extracto de la comunicación presentada en Esparragosa de la Serena, con la biografía de este agustino recoleto que fue obispo de Nueva Segovia.

 Juan García Ruiz

Juan García Ruiz, hijo de Juan García Ruiz y de María Corrala, nació en Madrigalejo, el 6 de junio de 1728. Con 16 años, ingresó en el convento de Agustinos Recoletos de la cercana localidad de Santa Cruz de la Sierra, que se encontraba a tan solo 7 leguas de su casa, donde tomó el hábito en 1744[1]. A partir de ese momento pasó a llamarse fray Juan Ruiz de San Agustín. Profesó los votos de pobreza, castidad y obediencia en el convento de Copacabana en Madrid; volvió al convento de Santa Cruz, y desde aquí emprendió el gran viaje de su vida hacia Filipinas. Este viaje comenzó en febrero de 1749, embarcando en el puerto de Cádiz.

Desde que salió de Cádiz hasta su llegada a Filipinas, fray Juan Ruiz tardó tres años y ocho meses, un tiempo que bien supo aprovecharlo en su formación. Durante la travesía por el Atlántico, se dedicó a estudiar para recibir las Órdenes Mayores y así fue ordenado sacerdote en Ciudad de México, donde hizo una parada técnica de unos tres años. Llegó a Filipinas en octubre de 1752, con 24 años.  

Para poner las cosas en su contexto, es necesario destacar la importancia que tuvieron las órdenes religiosas en la organización y funcionamiento de las Islas Filipinas durante la presencia española en aquel archipiélago. Dada la carencia de funcionarios en el Filipinas, los misioneros se convirtieron en los representantes de la administración allí donde se encontraban. Por esta razón, aparte de su misión evangelizadora, también se encargaron de fiscalizar, informar, revisar los cargos municipales y controlar su conducta, velar por la administración de justicia, supervisar censos y tributos, así como servir de interlocutores e intérpretes entre las autoridades y la población aborigen. Y por supuesto, también asumieron labores sanitarias y asistenciales, así como la educación, la organización y dirección de edificios, caminos y obras públicas, entre muchas otras cosas más.[2]

Su primera etapa en Filipinas

Recién llegado a Manila, fray Juan Ruiz de San Agustín estuvo en la Casa Madre recoleta de Intramuros unos dos meses y, enseguida, le destinaron a la provincia de Bataán, donde aprendió tagalo en muy poco tiempo. Al año siguiente, en 1753, fue nombrado viceprior en Bongabón[3], en la zona central de la isla de Luzón. Pero cuando apenas se había instalado en el nuevo destino, se produjo un asalto de piratas moros al poblado y a la parroquia[4].

Fray Juan logró huir y se refugió en el monte, donde pasó muchas penalidades y sufrimientos, especialmente por la falta de alimento, que le provocó una gran desnutrición. Además, le afectaron unas fiebres que pusieron en gran riesgo su vida. Logró salir adelante gracias a la ayuda y cuidado de un nativo, que, cuando pudo, lo sacó de aquella zona y le trasladó a Calapán, en la isla de Mindoro, donde había mejores recursos y condiciones para poder recuperarse. Pero hasta aquí también llegó el peligro de los piratas moros y, de nuevo, se vio obligado a retirarse a Batangas, donde fue acogido y atendido en el Convento de los Agustinos Calzados hasta su total recuperación.

En 1755, regresó a Calapán como prior y vicario provincial de Mindoro; aquí ejerció su ministerio hasta que, en el 58, fue nombrado consejero provincial y se trasladó al Convento de San Nicolás Intramuros en Manila, la Casa Madre recoleta en Filipinas. Posteriormente, en 1761, fue elegido prior del Puerto de Cavite.[5]

Entre México y Filipinas

Al año siguiente, fue elegido superior de la Casa de Reposo u Hospicio de Ciudad de México, por lo que se embarcó en el “Galeón de Manila” rumbo a Nuevo México. Durante la travesía, se encontraron con una climatología adversa y una fuerte tormenta, que provocó importantes daños en la nave, y el capitán decidió regresar a Manila. Pero el galeón fue interceptado por una nave británica e hizo prisioneros a sus pasajeros, pues acababa de comenzar la guerra Anglo Española y los ingleses habían tomado la ciudad de Manila, hacia donde llevaron a los cautivos. Por tanto, fray Juan Ruiz volvió a Filipinas como prisionero sin haber podido llegar a su destino en México.

El Tratado de París puso fin a la Guerra de los Siete años y Filipinas volvió a manos españolas. Fray Juan Ruiz de San Agustín recobró la libertad y fue nombrado prior de San Nicolás de Manila y, poco después, del Convento de San Sebastián. Por segunda vez, le llegó el nombramiento de superior del Hospicio de Ciudad de México, y embarcó de nuevo hacia Nueva España en 1764.

No parece que fuera su destino dirigir el Hospicio de Ciudad de México, pues, aunque llegó a Acapulco sin contratiempos, durante la travesía, había fallecido el comisario y fray Juan Ruiz fue nombrado comisario suplente; por esta razón se vio obligado a viajar urgentemente a la Corte. Debía ser un personaje inquieto, pues, mientras estuvo en la Península, se dedicó a organizar una misión de agustinos recoletos para Filipinas y, con el primer grupo de misioneros, regresó al archipiélago asiático en 1769.

Segunda etapa en Filipinas

En su segunda etapa en Filipinas, pasó por diversos cargos en San Nicolás Intramuros de Manila. Llegó a ser elegido Provincial de la Orden. La Casa Madre había sufrido importantes desperfectos en un seísmo ocurrido en 1771 y fue necesario realizar en el convento unas obras de restauración muy considerables. Fray Juan Ruiz de San Agustín estuvo muy presente en estas obras, tanto cuando fue vicario provincial, como siendo el Provincial de la Orden.

Iglesia de San Nicolás Intramuros. Manila. Ya desaparecida.

Tras terminar su trienio como Provincial, estuvo en Manila hasta que fue nombrado obispo de Nueva Segovia, diócesis que tenía su sede en Vigan, la antigua Villa Fernandina. Hasta allí se trasladó nada más conocer su nombramiento en 1782 y se hizo cargo del gobierno de la diócesis antes, incluso, de ser consagrado como obispo, pues su ordenación episcopal no tuvo lugar hasta 1786 en San Nicolás Intramuros, en Manila.



La sede del Obispado de Nueva Segovia había sido trasladada a Vigan apenas unos años antes y, por tanto, la nueva sede necesitaba una residencia para el prelado y una catedral. Así, nada más llegar a Vigan, fray Juan Ruiz emprendió la construcción del palacio episcopal, con tanto ahínco, que las obras terminaron antes de su consagración como obispo. Y cuando las arcas se recuperaron del gran desembolso que había supuesto la construcción del palacio, emprendió la construcción de la catedral, templo que estaría dedicado a la Conversión de San Pablo Apóstol.

Palacio Episcopal de Vigan.

Construcción de la Catedral de Vigan

Sorprende la rapidez en la construcción de estos dos edificios monumentales. Tanta eficacia sólo puede ser explicada desde su valor simbólico, que implicó a toda la comunidad: la ciudad entera, mujeres y hombre, jóvenes y mayores, pueblo llano y clase dirigente, estuvieron comprometidos en tamaña empresa[6].

No existe constancia de dónde sacó fray Juan Ruiz el modelo para la construcción de la catedral de Vigan. Sin embargo, no podemos olvidar su recorrido vital por medio mundo, desde la Península Ibérica al archipiélago filipino, pasando por México. Además, hay que tener en cuenta que, en la ciudad de Vigan, existía un importante asentamiento comercial chino. A ello habría que sumar la experiencia que había adquirido estando a pie de obra, en Manila, en la reconstrucción el Convento de San Nicolás Intramuros, que debió ser decisiva a la hora de idear el nuevo templo.

Hay que tener presente que se trataba de construir un edificio de nueva planta, cuyo destino específico desde su concepción era ser una catedral y, en este afán, fray Juan debió volcar todos sus conocimientos. Otra cosa más, el recoleto llevaba viviendo en Filipinas la mayor parte de su vida, por lo que sabía por experiencia que los terremotos sacudían con frecuencia esas tierras y que la población vivía amenazada constantemente por los ataques de los moros piratas. Estas circunstancias arrojaron, como resultado, un edificio monumental de estilo Barroco, que no destaca en altura y le imprime cierto carácter achaparrado, con buenos contrafuertes y escasez de vanos, para favorecer su defensa en caso de peligro. Y aunque recuerde a las iglesias mexicanas y se dejara inspirar por el edificio de San Nicolás Intramuros de Manila, también recoge elementos europeos, filipinos y chinos, lo que convierte a la catedral de Vigan en un edificio ecléctico y muy singular. La torre se encuentra separada varios metros del templo y, en ella, se aprecian muchas similitudes con la que tenía la Casa Madre en Intramuros, aunque con un cuerpo menos.[7]

Actualmente, la catedral y el palacio forman parte del conjunto histórico de la ciudad de Vigan que, por su originalidad, armonía, y buena conservación, mereció ser declarada, en 1999, “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO.[8]

A la vez de su actividad constructora, fray Juan Ruiz de San Agustín también dejó abundante documentación escrita en forma de pastorales y circulares, “de las que se dijo eran modelo en su género por el espíritu que respiraban y el contenido doctrinal”[9].

Fray Juan Ruiz siguió muy de cerca las obras de la catedral de Vigan, hasta el punto de que enfermó a causa de las humedades y de la inhalación de la cal. Esta enfermedad le llevó a la muerte, que tuvo lugar en el palacio episcopal el 2 de mayo de 1796, sin ver terminadas las obras. Su cuerpo está enterrado en la Catedral de Vigan.

Guadalupe Rodríguez Cerezo

 

BIBLIOGRAFÍA:

M. ANDRÉS MARTÍN y otros. Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Diccionario biográfico y bibliográfico. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1994 (pp. 302-303)

F. CILLÁN CILLÁN, J. ESTEBAN ORTEGA, J.A. RAMOS RUBIO y O. SAN MACARIO SÁNCHEZ. La montaña sagrada. Historia de dos pueblos: Puerto de Santa Cruz y Santa Cruz de la Sierra. Diputación de Cáceres. Cáceres, 2020. (pp. 276 y 322)

G. OCHOA OAR: Historia General de la Orden de Agustinos Recoletos VIII: 1755-1796 (Zaragoza 1918) (pp. 610-615)

P. PANEDAS GALINDO: “Iglesias recoletas hoy en Filipinas”. Recollectio: annuarium augustinianum. Nº 31-32.

L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónica Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A. Badajoz, 2008. (pp. 321-323)

WEBGRAFÍA:

https://agustinosrecoletos.org/actualidad/15378/y-la-recoleccion-nacio-en-torno-a-una-hoguera

 

http://caminosdecultura.blogspot.com/2011/03/convento-de-los-agustinos-en-santa-cruz.html

 

https://agustinosrecoletos.org/library/126-colaboradores/127-emmanuel-luis-a-romanillos/1611-vigan-bishop-juan-garcia-ruiz-de-san-agustin.pdf

 

https://sge.org/publicaciones/numero-de-boletin/boletin-61/las-ordenes-religiosas-en-filipinas/

 

https://agustinosrecoletos.org/actualidad/6111/el-dia-que-llegamos-400-anos-de-presencia-recoleta-en-filipinas

 

https://agustinosrecoletos.org/actualidad/8952/el-hospicio-de-san-nicolas-acoge-de-nuevo-a-los-recoletos-177-anos-despues

 

https://www.geografiainfinita.com/2020/06/el-galeon-de-manila-la-globalizacion-que-trajeron-las-espanas/

 

https://www.agustinosrecoletos.org/reportaje/9/intramuros-de-manila-la-casa-madre-durante-337-anos

 

https://www.despertaferro-ediciones.com/revistas/numero/moros-espana-contra-piratas-musulmanes-filipinas-jolo-mindanao-julio-albi/

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Sant%C3%ADsima_Trinidad_(1750)

 

https://agustinosrecoletos.org/actualidad/9505/memoria-historica-para-los-recoletos-en-manila

 

https://agustinosrecoletos.org/reportaje/9/pag-148/7-bonus-algunos-moradores-insignes-de-intramuros

 

https://hmong.es/wiki/Archdiocese_of_Nueva_Segovia

 

https://agustinosrecoletos.org/old/es/reportajes.php?carpeta=200705&reportaje=filipinas&id=04l

 

https://www.inclusion.gob.es/cartaespana/es/noticias/Noticia_0150.htm

 

https://dbe.rah.es/biografias/34127/juan-de-chaves-y-mendoza

 

FUENTES:

-Archivo Parroquial de Madrigalejo. Libros de Matrimonio y de Defunción.



[2]Ibidem.

[3]Ibidem, y M. ANDRÉS MARTÍN y otros. Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. … Op.cit. (p. 302) / L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo … Op.cit. (p. 322).

[9]M. ANDRÉS MARTÍN y otros. Misioneros Extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. … Op.cit. (p. 303) 


martes, 25 de febrero de 2025

CURIOSIDADES: MÉDICO-CIRUJANO EN 1874

Escudriñando los documentos antiguos, con frecuencia nos encontramos con curiosidades muy interesantes. En esta ocasión traemos cuatro resoluciones de actas de plenos del Ayuntamiento de Madrigalejo de 1874, con un asunto común: la necesidad de proveer de una plaza de un médico/cirujano para la localidad.

Sesión extraordinaria del 1 de noviembre de 1874

La nueva corporación del Ayuntamiento había tomado posesión el día 11 de junio de 1874 y, en la sesión extraordinaria del primer día de noviembre del mismo año, el Ayuntamiento procedió al nombramiento de la Junta de Sanidad de esta población. Por unanimidad fueron nombrados los señores siguientes: D. José Fernández Borrallo -Alcalde Presidente-, D. Manuel Pascua y Martín -Médico Cirujano-, D. Fermín Fortuna Gómez, D. Vicente Flores y D. Rafael Rodríguez.

 

Sesión ordinaria del 22 de noviembre de 1874

El 22 de noviembre, en sesión ordinaria, se reunió el Ayuntamiento y la Junta Municipal, en la que el regidor síndico, D. Francisco Jiménez Garvín, expresó la necesidad de proveer en propiedad la plaza de Médico Cirujano de esta localidad, pues la plaza venía siendo ocupada por un interino desde 1866. La necesidad venía motivada para dar cumplimiento a la ley de 24 de octubre de 1873, por la que se recomendaba a los ayuntamientos y juntas municipales a cubrir tan importante servicio. Enterados los miembros de la Junta y atendiendo a las razones presentadas, acordaron publicar la vacante de la plaza titular de Medicina y Cirugía para la localidad de Madrigalejo, con término en veinte días.

 La plaza estaría dotada con setecientas cincuenta pesetas de los fondos municipales para dar asistencia a los pobres. Además, el facultativo tenía que hacer el reconocimiento de quintas, asistir en las causas criminales de oficio, inocular las vacunas y atender a los demás servicios que le encomendara el Ayuntamiento en lo referente a las leyes de policía, higiene y sanidad. Fue el único tema tratado en aquella sesión.

(Estuvieron presentes en dicha junta municipal: D. José Fernández Borrallo, Alcalde Presidente, D. Julián Arroyo Pachón, D. Francisco Giménez Garvín, D. Patricio Sánchez Quiñones, D. Agustín Regidor, D. Antonio Sánchez Loro, D. Domingo Cabanillas, D. Antonio Arroyo Ciudad, D. Pedro Hernando, D. Sebastián Durán, D. Eugenio Camacho, D. Pedro Guijarro, D. Francisco Moreno Paredes, D. Domingo Sánchez, D. Rafael Rodríguez, D. Juan Alberto, D. Miguel Benito, D. Pedro Manzanedo, D. Mateo Ávila, D. Juan Cabrera, D. Miguel López, D. Manuel Cano, D. Juan Soto, D. Juan Gregorio Pachón.)

 

Sesión ordinaria de 20 de diciembre de 1874

Los ediles del Ayuntamiento y los miembros de la Junta Municipal volvieron a reunirse el 20 de diciembre, una vez que el 16 había vencido el plazo de veinte días desde que se había publicado la vacante de la plaza de Médico Cirujano en el Boletín Oficial de la provincia. En la sesión, se comunicó que sólo había solicitado la plaza el Licenciado en Medicina y Cirugía D. Manuel Pascua y Martín. Podemos ver más arriba que D. Manuel Pascua era ya miembro de la Junta de Sanidad que se había formado el 1 de noviembre anterior, por lo que debería ser el mismo facultativo que ejercía la profesión de Medicina y Cirugía en la localidad de forma interina.

Una vez que se comprobó que la convocatoria, la certificación y la titulación se habían presentado correctamente, la Junta Municipal, después de una detenida y bien meditada discusión, por unanimidad acordó nombrar y nombró titular de la plaza de Medicina y Cirugía de esta población a D. Manuel Pascua y Martín, con el sueldo anual de setecientas cincuenta pesetas acordado en la convocatoria, y con libertad de celebrar contratos con los vecinos -según las bases del anuncio-, con la  obligación de hacer dos visitas diarias a los enfermos y de asistir a cincuenta o más familias pobres que designaría el Ayuntamiento. El contrato se firmaría por un tiempo de cuatro años.     

 

Sesión ordinaria de 31 de diciembre de 1874

El último día de diciembre de 1874, se reunieron los señores componentes del Ayuntamiento de Madrigalejo con el licenciado en Medicina D. Manuel Pascua y Martín para firmar el contrato que le facultaría a este último para desempeñar la plaza titular de Medicina y Cirugía en Madrigalejo. Las bases y condiciones del contrato fueron las siguientes:

1ª-Al D. Manuel Pascua Martín se le concede la plaza titular de Medicina y Cirugía de esta población por término de cuatro años que terminarán en treinta y uno de diciembre de mil ochocientos setenta y ocho, bajo la dotación de setecientas cincuenta pesetas anuales, que cobrará del presupuesto municipal por trimestres vencidos, por la asistencia de cincuenta a cien familias pobres que le designará el Ayuntamiento, quedando en libertad de celebrar contratos con los demás vecinos para prestarles la asistencia correspondiente a su profesión.

2ª-Es cargo del profesor hacer dos visitas diarias a los enfermos, asistir a las operaciones de quintas, causas criminales de oficio, hacer la inoculación de la vacuna y demás servicios que se le encomienden con arreglo a las leyes de policía, higiene y sanidad; así como los que prescriben en el en el artículo 3º del Reglamento de 24 de octubre de 1873.

3ª-También es cargo del mismo profesor quedar un facultativo que le sustituya en la visita siempre que tanga que salir de esta localidad en consulta o por otra causa y por más tiempo de el de veinticuatro horas.

4ª-Se le concede el beneficio de relevarle de las contribuciones que hayan de gravitar sobre su dotación y que tengan por objeto levantar las cargas de este municipio, así como el de darle licencia hasta quince días para que en la estación de verano pueda salir a tomar baños para alivio de sus dolencias, si bien con la obligación de quedar un facultativo que le sustituya durante su ausencia.

Estando conformes ambas partes y aceptadas las bases del contrato, se extendió el documento que fue firmado por todos los señores concurrentes, excepto por el Regidor D. Juan Ramos, porque no sabía firmar.

En las firmas aparecen: D. José Fernández Borrallo -Alcalde Presidente-, D. Francisco Gil Caños, D. Francisco Giménez Garvín, D. Julián Arroyo Pachón, D. Agustín Fortuna Orellana y D. José Sánchez Moreno -Regidores del Ayuntamiento-. D. Manuel Pascua Martín -Médico Cirujano-. Y D. Patricio Sánchez Bulnes -Secretario del Ayuntamiento-.

 

Breve comentario

Para conocer nuestra historia, no solo hay que atender a los grandes acontecimientos históricos -que también-, sino que tan importante como éstos, es la vida cotidiana de las personas que viven en un determinado momento y en un lugar específico. En el caso que nos ocupa, hemos traído la intrahistoria de un servicio esencial en el transcurrir cotidiano de una comunidad, como es la existencia de un médico cirujano para atender la sanidad de la población.

Antes de seguir, es necesario comentar que el apelativo cirujano no debe entenderse como “médico especialista en cirugía” tal y como lo entendemos en la actualidad. Unos siglos atrás, la única persona que atendía las dolencias en las poblaciones rurales era el “barbero cirujano”. Este personal sanitario, aparte de cortar el pelo y afeitar, sacaba muelas, sangraba a los enfermos, recomponía los huesos rotos y realizaba pequeñas y sencillas cirugías[1]. Como vemos, las funciones de dentista, barbero y cirujano recaían en la misma persona. No fue hasta el siglo XIX, precisamente la centuria que estamos tratando en el presente texto, cuando se separaron las profesiones de barbero, dentista y cirujano, y cuando, con las importantes reformas de ese siglo, se fusionaron los estudios de Medicina y Cirugía.

Son varios los aspectos que merecen ser destacados. Por una parte, vemos que es el municipio el que asume la contratación del Médico Cirujano y no para la asistencia de toda la población, sino para el socorro de entre cincuenta y cien familias pobres. Llama la atención el gran volumen de familias desfavorecidas que pudieran estar declaradas como tales desde el Ayuntamiento y que, por tanto, tendrían derecho a ser atendidas por el facultativo. Con respecto al resto de la población, era común recibir la asistencia sanitaria a través de las “igualas”, con las que se pagaba periódicamente al profesional una cantidad fijada a cambio de sus servicios cuando fuera necesario. Hoy lo llamamos “seguro”.

También podemos observar que el médico debía estar disponible de forma permanente y que, en caso de ausentarse, debía dejar un sustituto. Aunque no se especifique, se supone que sería el médico quien debía pagar al colega que le sustituyera, lo mismo que cuando fuera a “tomar baños” en verano. Aunque se le diera licencia para irse quince días de vacaciones, éstas no deberían ser pagadas tal y como las conocemos hoy en día. Eso sí, estaba eximido de pagar los impuestos municipales.

Y, por último, llamar la atención sobre algunos nombres y apellidos que podemos leer y que nos resultan familiares, nombres y apellidos que se han ido sucediendo a través de sus descendientes hasta casi la actualidad en nuestra localidad. Todo esto hace que, al echar la vista atrás en el tiempo, de una forma o de otra, podamos ver identificados a vecinos que nos precedieron, así como a sus descendientes. Además, observamos las diferencias considerables que se ha obrado en estos 150 años, en cuanto a la asistencia sanitaria se refiere. Pero también es patente el avance que se estaba operando en el siglo XIX en cuanto a la sanidad respecto de los siglos anteriores, como el hecho de que el facultativo sea Licenciado en Medicina y Cirugía, que las leyes vayan orientadas a cubrir las plazas de los servicios sanitarios con profesionales preparados o que sea una práctica común la inoculación de vacunas, que tanto beneficio han deparado para la sanidad pública.

Guadalupe Rodríguez Cerezo.


 

jueves, 23 de enero de 2025

EN EL 509 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL REY FERNANDO EL CATÓLICO

 


El 23 de enero de 2025, hemos celebrado en Madrigalejo el 509 aniversario de la muerte del rey Fernando el Católico, con un pasacalles con zancudos y procesión de religiosos, desde la Plaza de España hasta la Casa de Santa María. Aquí, en la plazoleta de Fernando el Católico, iluminada con velas, hubo exhibición de trompeta y saxofón, de dos alumnos del aula de Música; después, las intervenciones de la Cronista Oficial, del Alcalde y de la Directora General de Desarrollo Rural de la Junta de Extremadura, y se remató con un chocolate, preparado por la Asociación Cultural de Mujeres.

En mi calidad de Cronista Oficial, dije unas palabras, que comparto a continuación:

"En el mundo de la inmediatez en el que nos movemos actualmente, donde queremos enterarnos de todo y ser los primeros en conocer las noticias, en no perder ningún detalle de lo que acontece en el mundo entero y a nuestro alrededor, estando preparando estas palabras, pensé en nuestro pueblo de Madrigalejo hace exactamente 509 años. Sería una aldea de unos 800 habitantes, con unos pobladores que vivirían mayormente pendientes de sus afanes, sin más empeño que la convivencia cotidiana con sus vecinos, sin conocer siquiera lo que acontecía en los pueblos de alrededor. Pues bien, en aquel enero de 1516, la tranquila vida de nuestra localidad se vio bastante alterada por la llegada de una comitiva de excepción, en la que viajaba el mismísimo rey Fernando V. En aquellos días, acontecieron unos hechos históricos de primer orden, que aquellos vecinos apenas fueron conscientes de su importancia, pero que vivieron con la intensidad propia de quienes saben que, alguien muy suyo, está en los últimos momentos de su vida y, debido al fatal desenlace, fueron los primeros súbditos en enterarse de la muerte del monarca.

No era la primera vez que veían con cortejo como aquel. En otras ocasiones, ya había pasado el monarca por Madrigalejo, lo que había sido todo un acontecimiento que había puesto patas arriba la vida cotidiana de la población. Pero en esta ocasión era distinto. Había prisas por llevarlo a la Casa de Santa María y una atmósfera de preocupación se respiraba en el ambiente. El Rey venía enfermo, muy enfermo.

De los acontecimientos históricos que se vivieron en el interior de esta casa y de los personajes que acompañaron al monarca en sus últimos días, se encargó de recogerlos, por escrito, Galíndez de Carvajal, testigo y partícipe de los hechos, en su Crónica de los Reyes Católicos, además de otros autores. Pero nada se nos dice del papel que tuvieron los vecinos de Madrigalejo, que, como las cosas sencillas, cumplen una función esencial aunque no se advierta su presencia. Pero estaban allí, y podemos intuir su cometido a través de fuentes indirectas, en situaciones similares y no alejadas en el tiempo, tanto en nuestra localidad como en lugares cercanos.

Por lo pronto, los lugareños se habían encontrado con la presencia de un nutrido número de personas a las que había que darles acomodo y abastecimiento en un lugar que tenía sus limitaciones y carencias. Todo un problema. Bien es verdad que la Corte estaba bien preparada para instalarse en descampado. Y si el monarca y los principales personajes fueron acogidos en la Casa de Santa María, también en las posadas se ocuparían todas las camas disponibles, mientras que el resto del acompañamiento montarían sus tiendas en las eras del ejido.

 Para la cuestión del abastecimiento, en ocasiones semejantes, se pedía al lugar que estuviera bien surtido de provisiones de carne de vaca, capones, aves, perdices y terneros, así como de peces, huevos, gallinas, pan masado, cebada y paja. Si se tiene en cuenta que la Casa de Santa María era una de las despensas del Monasterio de Guadalupe, no debieron ir muy lejos en busca de alimentos con los que dar de comer a aquella gente. Aquí se producían cereales, con la molienda incluida. Con ello se aseguraba el pan, que tuvo que ser cocido y amasado por el personal de la casa de los frailes y de las tahonas del pueblo. La carne y los huevos, procedentes de las dehesas del convento y de los corrales, no podían escasear. Tampoco faltaría aceite y vino. Y, sin duda, los peces serían pescados por los peceros del pueblo en las tablas del Ruecas, donde se criaban buenos barbos. Además, las caballerías estarían a buen recaudo, sin que escasearan cebada y paja.

Sí, el pueblo entero se desviviría por dar acomodo a toda esa gente, porque somos acogedores. Aunque, como se ha dicho anteriormente, aquellos vecinos no debieron ser conscientes de que la Historia con mayúsculas se estaba escribiendo en el interior de la Casa de Santa María, y que, sin duda, ellos fueron los primeros en conocer la fatídica noticia del fallecimiento del Rey Fernando el Católico. También aquellos madrigalejeños serían los primeros en elevar sus oraciones por el alma del monarca, de forma sencilla, sin gran ceremonial mortuorio, pues esos boatos estaban reservados para la llegada del cortejo fúnebre a Granada, donde descansarían sus restos.

Pero antes de partir hacia Granada, despojaron al cadáver de sus vísceras, que se quedaron aquí enterradas en la ermita de San Sebastián, según las fuentes. Algún carpintero del lugar compondría el ataúd donde colocaron el cuerpo del monarca sin vida para recorrer su último camino. Y el pueblo entero también saldría a despedirle. Sería el 25 o el 26 de enero cuando el féretro, con un acompañamiento bastante menguado, partió hacia Granada. Por cierto, el ataúd en el que salió no llegó a su destino, pues en Hinojosa, como consecuencia del traqueteo de aquellos caminos segundarios y mal pavimentados por donde llevaron al difunto, se desvencijó de tal manera, que hubo necesidad de mudarlo a otro féretro. 

Y, para terminar, destacar algo que no se nos puede escapar. Si bien es cierto que las crónicas nada hablan de los pobladores de Madrigalejo, el impacto que debió generar en aquella gente la muerte del Rey Fernando V de Castilla y II de Aragón fue tan grande que, su eco, ha llegado hasta nuestros días. Recordemos que, durante siglos, el hecho estuvo muy vivo en la memoria colectiva de la localidad, pasando oralmente de generación en generación hasta nuestros días. Incluso, cuando todo el mundo lo había olvidado, Madrigalejo siempre lo tuvo presente. Ninguno de nosotros hemos conocido por los libros de Historia que el Rey Fernando el Católico murió aquí. No. Nosotros lo conocimos por nuestros mayores, que nos lo contaron, como se lo habían contado a ellos. Por ello, podemos decir con orgullo que la muerte del rey Fernando el Católico es, de una forma muy especial, patrimonio de todos los madrigalejeños y que, como tal, tenemos la obligación de transmitirlo a las generaciones venideras.

Guadalupe Rodríguez Cerezo


BIBLIOGRAFÍA:

-L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf editores S.A. Badajoz. 2008.

-T. FERNÁNDEZ. “La visita que el rey Felipe III hizo a Trujillo y Guadalupe”. Revista de Guadalupe. Nº 607. Septiembre-octubre de 1973.

 -Archivo Parroquial de Madrigalejo, Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos del Concejo.

-Archivo Municipal de Trujillo. Libro de Actas del Ayuntamiento de Trujillo. Fol. 284, 284 vº, 285 y 285 vº. 26/12/1515.