sábado, 3 de noviembre de 2018

VAMOS A CALLEJEAR (4) (Calles Luisa Fortuna y Santa María)


(Continuamos con la última entrega de la Visita Guiada “Vamos a Callejear”…)

En la misma Pontezuela (donde nos habíamos quedado), continuamos el recorrido entrando en la Calle Luisa Fortuna. Y justamente en el punto de conexión de ambas, nos topamos con una escultura en bronce que homenajea a los agricultores y ganaderos, prácticamente la fuerza motora de la economía local. Es una obra de 2013 del artista villanovense Ricardo García Lozano.


A la historia de algunas calles le pasa un poco como a la historia de las personas. Son aquellas que no han tenido una evolución lineal, sin grandes sobresaltos, sino que han pasado por diferentes etapas, unas de plenitud y pleno desarrollo, y otras de deterioro y decadencia. Quizás sea la calle Luisa Fortuna la que, entre todas las del pueblo, mejor representa este símil.

(Fotografía cedida por Inmaculada Ruiz del Árbol)

El hecho de ser parte del Camino Real favorecía el trasiego constante de caminantes en ambos sentidos. Y más habiendo parada y fonda para finalizar una jornada. No en vano se dio a esta calle el nombre de calle de los Mesones, por ser varios los que en ella tenían asiento. Es de suponer que, aparte de los mesones, otra serie de negocios se instalaran también para aprovechar la afluencia de gentes. Podemos afirmar, por tanto, que durante bastantes siglos fue la calle más importante del pueblo, la de más vitalidad económica.

Pero no será hasta el primer cuarto del siglo XX, cuando tengamos datos concretos que nos permitan hacernos una idea de su importancia. En esa época era obligado que el municipio llevara un registro de las actividades económicas para facilitar el cobro de impuestos, lo que nos aporta una valiosa información de los negocios y personas que en ella estaban domiciliados. Creemos que merece la pena citar los que aparecen entre 1910 y 1925, aunque pueda parecer un poco pesado:
Antonia Sánchez Ramos tuvo una fábrica de gaseosas entre 1910 y 1914.
La farmacia de D. Anselmo Delgado Barraquero aparece en todos los listados entre 1910 y 1925.
Francisco López Gallardo registra una herrería entre 1911 y 1925
La familia Capilla regenta una barbería de 1912 a 1914
Eleuterio Agudo García tuvo una taberna entre 1916 y 1921
La abacería /paquetería de Carlos Sicart Audije estuvo en esta calle entre 1920 y 1922.
Jacinto Gallego Benito tenía un café en 1922, que más entrado el siglo regentaría su hijo Julio.
 Pedro Guillermo Ciudad tuvo una taberna en 1922 y1923.
Hubo tres carreteros, uno de los cuales era Julián Arroyo Cañada, cuyos nietos crearon un taller mecánico del pueblo, más avanzado el siglo.
El casino social de Francisca Escobar Muñoz, conocida por el sobrenombre de la Mora, aparece registrado por primera vez en 1924.
Y prácticamente en la plaza, pero constando como calle Luisa Fortuna, figura en los años 1923 y 1924, el comercio de Fernando Recio Santaló (donde hoy se encuentra el Ayuntamiento) 

         

Pero además de todo lo anterior, en esta calle se situó el primer cuartel de la Guardia Civil y tuvo su sede la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, cuyo letrero el tiempo va dejando al descubierto. Y la procesión de la Carrerita se celebraba en esta calle.

(Aun pueden verse las letras que anunciaban la Caja de Ahorros)

A mediados del siglo XX, sigue siendo una calle con bastante vitalidad. Se mantienen una serie de bares y tascas bastante populares, como la tasca del tío Antolín, memorable por la forma de servir los vinos: en botella con una fina caña en el tapón para beber a garlito, y los bares del Cachuelo y el Tablones. También se mantienen comercios de comestibles, como los de la señora Primi y la señora Zenora, o el horno de la familia Velázquez Sojo, donde hacían unos bollos dormidos que, solo su olor, alimentaba, y algún que otro negocio, como la carpintería mecánica de Ricardo Viñuelas.

Será en las décadas de los 60 y 70 cuando entre en un claro declive. Desaparecen negocios existentes y no prosperan los que se instalan de nuevas. La calle está ya herida de muerte en lo que a vitalidad económica se refiere. En la actualidad no existe en ella ningún negocio. Lo que sí mantiene es una relativa densidad de población y el abundante trasiego de gentes y, sobre todo, de coches. No en vano sigue siendo un eje vital de comunicación que da acceso a los campos de labranza y a la carretera que nos  conecta con la Nacional 430.

             Y por ser una calle de especial tránsito, Jónatan Carranza eligió una de sus paredes para pintar el mural “Somos Madrigalejo”, de la campaña de micro-mecenazgo llevada a cabo el año pasado, con la que conseguimos tener en el museo una réplica de la Arracada celta encontrada en el Castillejo.


¿Y quién era Luisa Fortuna, que da nombre a la calle?
Esta vía se llama de Luisa Fortuna desde 1922, y fue como reconocimiento a una señora, de las principales de Madrigalejo, que sufragó a su costa un edificio para albergar las escuelas. El edificio en cuestión es donde hoy se encuentra la Biblioteca Municipal y el N.C.C., y por cuyas aulas pasaron varias generaciones de niños madrigalejeños. Allí impartieron sus clases maestros como D. Valeriano, Dª Rosa, D. José Rubio, Dª María Antonia, Dª Dolores, D. Roque, D. Adrián…

Pero antes de 1922, a esta vía se la llamaba Calle Mesones. ¿Por qué? Bueno, esto nos lo van a contar unas simpáticas vecinas de otros tiempos, encarnadas por Alba Blázquez y Clara Carranza, y que nos salen al encuentro:


-Petra- ¿Qué te parece, Catalina? Quieren que expliquemos por qué esta es la calle Mesones…
-Catalina- Pues más claro, el agua. Hay que empezar hablando del camino real.
-Petra- Sí, es verdad. Porque justamente por esta calle pasaba el camino real que unía Guadalupe con Sevilla.
-Catalina- Y con Lisboa, porque las dos rutas se juntaban en Mérida.
-Petra- ¡Cierto! Y Madrigalejo era punto obligado para pernoctar en esta ruta. Y sepan ustedes que camino real no era cualquier camino.
-Catalina- ¡Claro que no! Debían tener una anchura suficiente para que pudieran cruzarse dos caravanas, ¡sin estorbarse!
-Petra- Y gozaban de una especial protección por parte de la Corona, para que fueran bien seguros. Venían a ser como las autopistas de entonces.
-Catalina- Por eso pasaban muchos viajeros por aquí. En esta misma calle, se encontraban todos los mesones del lugar. Y en algunas ocasiones, no fueron suficientes para albergar a tanta gente.
-Petra- Pero, de un modo o de otro, todo el mundo se apañaba… Por algo se dice que somos un pueblo acogedor.
¡Ay! ¡Cuántas historias podríamos contar…! Desde el siglo XIV hasta el XIX, estuvieron pasando peregrinos para postrarse ante la Morenita.
-Catalina- Sí…, y había romeros de toda índole y condición; pobres y ricos, sanos y enfermos, viajeros y curiosos, devotos y otros, no tanto…
-Petra- Por estas calles pisaron gentes de las letras y de las artes, de armas, descubridores y conquistadores, eclesiásticos, y también algún santo que está en los altares; nobles caballeros y hasta comitivas reales.
-Catalina- ¿Qué no nos creen? Bueno, al menos, podemos sembrar algunas dudas razonables. Si Cristóbal Colón viajó, como poco, en cuatro ocasiones a Guadalupe… alguna de ellas dejaría de verse por aquí, ¿o… no?
-Petra- Cuando volvió después de haber descubierto el Nuevo Mundo, vino a dar gracias a la Virgen.  Pues así se lo había prometido en medio del fragor de una gran tormenta
 ¿Por qué otro camino pudo ir o venir?
-Catalina- ¿Y tras su segundo viaje, cuando bautizó a los indios en Guadalupe? ¿Recuerdas Juana lo extraños que eran?
-Petra- ¡Cómo lo voy a olvidar…! Era la gente más rara que había visto en mi vida. ¿Y cuándo Hernán Cortés fue a presentar su ofrenda ante Nuestra Señora?
-Catalina- ¡Pues claro! Desde Medellín hasta el Monasterio, este es el camino más derecho. Y del Gran Capitán…, de Zurbarán…
-Petra- ¡Menudos cuadros pintó el artista para la sacristía del Monasterio! Y ¿Cómo olvidar al gran Miguel de Cervantes?
-Catalina- ¡Son tantos los recuerdos…!
Pero vayamos a la Casa de Santa María, que estamos aquí al lado ¿Nos acompañan?

Petra y Catalina, junto con el tío Sabino y su carro, nos conducen hasta la puerta de la Casa de Santa María, y allí, nuestras peculiares vecinas siguen contándonos sus vivencias en esta histórica casa:


-Catalina- ¡Ay Petra! ¡Qué poco queda de lo que entonces fue la gran Casa de Santa María!
-Petra- Y tan grande…, que su edificios y dependencias ocupaban toda la manzana.
-Catalina- ¡Cuántas cosas podemos contar también sobre ella…! Pero sólo os hablaremos de algunos de sus visitantes ilustres.
-Petra- Pues sepan ustedes que, aunque no era una hospedería, en ocasiones se alojaban aquí grandes personalidades que pagaban por su estancia. Así lo hizo el barón de Rosmithal, cuñado del Rey de Bohemia, que quedó impresionado con nuestras caballerizas, donde dijo que cabían más de cien caballos.
-Catalina- Muchos personajes se hospedaron en aquellos muros. ¡Hasta reyes!, que no es moco de pavo.
-Petra- Y como ya saben, vimos morir al gran Fernando el Católico. Pero esa historia, ya la contaremos en otra ocasión.
-Catalina- Por cierto, anteriormente D. Fernando ya había estado aquí en otras dos ocasiones, y mucho más acompañado…
-Petra- Bien es verdad lo que dices. Cuando llegó con la sombra de la muerte tras él, su séquito era mucho más reducido: algunos de sus consejeros y los más incondicionales.
-Catalina- La reina Germana llegó más tarde, con el tiempo justo de despedirle en su lecho de muerte.
-Petra- También el embajador del príncipe Carlos se dejó ver por aquellos días, un tal Adriano de Utrech, que después llegó a ser Papa…
-Catalina- El que trajo un séquito impresionante fue el rey de Portugal, don Sebastián. Al menos, cuatrocientos de a caballo y dos carruajes.
-Petra- Como que salió todo el pueblo a recibirles, de lo que llamaba la atención. Y si a alguno se le escapó, lo pudo hacer a la vuelta, que también le hicimos otro buen recibimiento.
-Catalina- No tardamos en volver a ver otra gran comitiva. Yo diría que mayor. Era nuestro Rey Felipe II con toda su familia, los grandes del reino, ilustres personas de su consejo, prelados y mucha gente más.
-Petra- ¡Claro! Iban hacia Portugal, para que Felipe II fuera proclamado rey de los portugueses después de morir el pobre rey Don Sebastián. ¡Ni les cuento la caravana que llevaban!
-Catalina- Y por último, también pasó por aquí la Reina de Hungría y Bohemia, muy poco tiempo después…
-Petra- ¡Vamos, que si llega a ser en estos tiempos que viven ustedes, nos habríamos hartado de hacernos selfis con tanta gente famosa!
-Catalina- Bueno, ya está bien de tanta perorata, que si nos dejan hablar…, estamos aquí hasta mañana. Y ustedes tendrán que descansar.
-Petra- ¡Y nosotras también! Así es que ¡Buenas noches!
-Catalina- ¡Buenas noches!, y hasta otra ocasión. ¡Ah!, y tengan cuidado con las pantaruyas, que esta noche están un poco revueltas…

Una vez que se han despedido Petra y Catalina, seguimos al tío Sabino que nos lleva para que nuestra mirada alcance lo que va a salir entre la oscuridad del río…


Con un repique de tambores se dejan ver unas luminosas pantaruyas entre los árboles. Con las pantaruyas, se intentaba llamar la atención sobre algún hecho incómodo que hubiera recibido alguna persona o familia y no tuvieran otros medios de hacer justicia frente al agraviador. Y por derivación, se utilizaba para meter miedo a los niños y que se fueran cuanto antes a la cama.

Y al grito de “¡Pantaruyas en el Sevellar, burros a casa!, terminamos esta visita guiada por algunas de las calles de Madrigalejo.



Esta actividad no hubiera podido realizarse sin el concurso y la colaboración de muchas personas. Por ello, queremos mostrar nuestro agradecimiento a todos ellos:
Al Ayuntamiento y a Protección Civil por poner en nuestras manos los medios para su realización y organizar el tráfico en las vías que estuvimos ocupando.
A la intendencia de Jónatan Carranza, Marisi Moreno y Alba Blázquez.
A quienes se prestaron a la escenificación: Alfonso Cuadrado, Dolores Escobar, Pepa Fernández, Juan Antonio Carrero, José Luis Sojo, Clara Carranza y Alba Blázquez, y a los que participaron en otras ambientaciones: Abel Ferreras, Checa Noguera, Juan Francisco Paredes, Patricio Sierra y Plácido Prado.
A todos aquellos que nos prestaron utensilios y cacharros para la puesta en escena, que colaboraron en el vestuario, que nos cedieron espacio en sus casas, etc.
A Toni Loro y Guadalupe Rodríguez por su labor de documentación y redacción, así como a todas aquellas personas que nos informaron de la vida y personajes de antaño.
Y por supuesto, a todos los que, ávidos por conocer más de nuestro querido pueblo, nos acompañaron en la visita, pues si no hubiesen acudido, de nada habría valido todo el esfuerzo y el cariño que pusimos. Y a quienes estáis leyendo estas páginas, que nos animáis a que sigamos trabajando.

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