Hemos
tenido la suerte de que ha llegado hasta nosotros un conjunto de fotografías
realizadas en Madrigalejo en 1954, a través de Ángel Ruiz del Árbol Pérez. Fueron tomadas por los hermanos Ángel y
Horacio Bustamante Hurtado, unos fotógrafos de gran prestigio naturales de
Torrelavega (Cantabria). Son fotografías en blanco y negro que nos llevan a un
momento concreto de nuestra localidad, y nos proporcionan una información
preciosa de nuestro pasado reciente.
Desde la Asociación Cultural Fernando el Católico,
se consideró que debía ser compartido este regalo con todo el pueblo y al mismo
tiempo realizar un pequeño homenaje a estos dos fotógrafos que supieron captar
la esencia de la vida del pueblo en excelentes instantáneas. Estas han sido las
razones que nos llevaron a organizar una exposición con una selección de
aquellas fotografías, en el marco de las actividades culturales que se
organizan en la Semana Fernandina, con motivo de la conmemoración de la muerte
del rey Católico en Madrigalejo. Aquella exposición la compartimos ahora a
través de Luz de Candil y su pequeña
historia.
En 1945,
los hermanos Bustamante Hurtado comenzaron su andadura como fotógrafos
profesionales, cuando abrieron su primera tienda fotográfica con laboratorio en
Torrelavega (Cantabria). Estuvieron unidos laboralmente hasta 1966, momento en
el que Horacio Bustamante abrió su propia tienda en solitario. Cada uno de los
hermanos había mostrado su predilección por diferentes campos dentro de la
fotografía. Así, Horacio se dedicó a hacer trabajos para grandes y pequeñas
empresas y fue reportero oficial de prensa, de medios como Marca, la agencia Efe, El Diario
Montañés y La Gaceta del Norte,
fotografiando los eventos que se celebraban en su ciudad. La calidad de su
trabajo le llevó a que, en 1984, fuera galardonado con la Medalla de Plata de
la agencia Efe, para la que comenzó a
trabajar en 1945. Por su parte, Ángel Bustamante se especializó en la
comercialización de postales, teniendo en su haber un amplio repertorio de
imágenes, no solo de Torrelavega, sino también de localidades del entorno, como
Suances, Comillas, San Vicente de la Barquera, Santillana del Mar o Cartes.[1]
Y ahora
habría de preguntarse ¿qué les trajo a estos dos fotógrafos desde el Norte de
España hasta Madrigalejo, allá por la década de los cincuenta del siglo pasado?
Durante la
Guerra Civil, el frente de la Serena se estabilizó por un tiempo en Madrigalejo
y, hasta aquí llegaron, formando parte del equipo sanitario, dos soldados de
Torrelavega: Ángel Bustamante y Raimundo Ruiz del Árbol. Aunque se conocían de
vista de su ciudad natal, fue en Madrigalejo y en el contexto de la guerra,
donde comenzó una gran amistad que duró hasta la muerte de Ángel en 1989. El
tiempo que pasaron en nuestro pueblo fue el suficiente para que Raimundo se
enamorara de Amancia Pérez Regidor.
Aunque tras
la guerra, los dos soldados volvieron a su tierra, la relación entre Raimundo y
Amancia continuó y les llevó hasta el matrimonio en 1949. Vivieron al principio
en Torrelavega, pero ese mismo año, Raimundo aprobó el examen para hacerse cargo
de la oficina de la Caja de Ahorros de Madrigalejo, hasta donde se trasladaron
e instalaron su residencia definitivamente. Y Ángel Bustamante vino a
Madrigalejo en 1954 a visitar a su buen amigo Raimundo, acompañado de su hermano
Horacio y de su familia.
En aquel
viaje, entraron en contacto con Paco Regidor Trejo –fundador de toda una saga
de buenos fotógrafos de nuestra comarca-. Fueron ellos quienes le enseñaron los
principios de la fotografía y del revelado.
Y fruto de
aquella visita son las fotografías que acompañan este trabajo. Nos dejaron la
mirada de quienes se encuentran con un modo de vida distinto al suyo. En aquel
momento, la brecha entre el Norte y el Sur, el mundo urbano y rural, así como
entre la costa y el interior, era muy importante. Por ello, con su cámara,
captaron un estilo de vida, que a los naturales les pasaba desapercibido por
ser tan cotidiano, y que estaba a punto de desaparecer. De aquí la importancia
de estas fotografías por ser documentos etnográficos, al mismo tiempo que históricos.
Cada una de
nuestras miradas será diferente. Podemos estar mirando la misma fotografía y
cada uno de nosotros se fijará en aspectos distintos de la misma imagen. Pero
hay algunos elementos que no deben pasar desapercibidos. En primer lugar, la
figura humana. Ocupando mayor o menor espacio, mayores y/o pequeños están
siempre ahí. Si nos fijamos en ellos, nos ofrecen una interesante información,
especialmente sobre la indumentaria. Los hombres cubiertos con sombrero o boina
y vestidos con pantalón de pana. La parte superior varía, entre chaleco y
chaqueta de pana y la tradicional “chambra”. Los pantalones del que viste
chambra están más que aprovechados con remiendos, algo muy habitual en aquellos
tiempos. Las mujeres solían vestir con falda, blusa y el imprescindible mandil.
Y si eran ya mayores, no podía faltar el pañuelo en la cabeza y el color negro,
a veces tan descolorido que se convertía en marrón oscuro.
Por otra
parte, también es muy importante el marco en el que se sitúan esas figuras. Unas
calles reconocibles a pesar de los cambios obrados en ellas: el enrrollado de
la calle del Palomar, unas ventanas en la calle Gallego Fortuna o las plantas
colgantes en las ventanas superiores la calle de la Tabla, todo enmarcado en
unas fachadas blanqueadas con cal. O el río Ruecas con la tabla Caballona y el
molino con las pasaderas al fondo... las huertas y el campo al atardecer, con
su juego de luces y sombras… O los patios, con la diferencia que existe entre
el patio encalado y con pozo, y el corral, más destinado al trabajo y al paso
de los animales.
Además, en
estas fotografías quedan plasmadas tareas, modos de vida, utensilios,
materiales y oficios que ya han pasado a la historia. Como el acarreo del agua
con burros o con cántaros, que las mozas cargaban “al cuadril”, o a la cabeza
sobre la rodilla confeccionada con tela. También es muy interesante contemplar
la recolección de la aceituna, con toda la panorámica del pueblo al fondo. Y
los distintos objetos y utensilios qua ya son piezas de museo, como las
tinajas, las pilas de granito, la mesa de matar, la ristra de ajo, los
batideros para lavar la ropa, el carro, etc.
Hay mucha
vida en estas fotografías. Por eso invitamos a que la saboreen despacio,
mirando detalles. Recordando vivencias, unos; descubriendo el pasado, otros. Y
todos avivando el amor a nuestros antepasados, que constituyen las raíces que
fundamentan el presente sobre el que una generación nueva está construyendo el
futuro.
Guadalupe Rodríguez Cerezo
[1] JOSÉ
RAMÓN SAÍZ: Torre La Vega, Crónica
ilustrada de una Ciudad. Editorial los Cántabros. 2016. Los datos
referentes a los hermanos Bustamante Hurtado están recogidos en el capítulo
VIII de este libro, que lleva por título “Fotógrafos de Torrelavega: 130 años
captando imágenes de la Villa y Ciudad”.
Upe. Es asombrosa la labor de investigación que estás permanentemente haciendo sobre la historia de nuestro pueblo.
ResponderEliminarCómo vecino de Madrigalejo y amigo tuyo te doy las gracias y te felicito por ella y por contribuir de esa manera tan altruista a conocer nuestros orígenes y conocernos a nosotros mismos.
Un fuerte abrazo
El patrimonio es de todos y, para poderlo conservar, es necesario darlo a conocer. Por ello, si no hubiera vecinos como tú -no puedo dirigirme por tu nombre porque no sé quién eres, ya me lo dirás-, interesados en nuestra historia, de nada servirían estos trabajos. Muchas gracias por tus palabras, que nos animan a seguir trabajando. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias,Upe.
ResponderEliminarGracias por darnos a conocer el patrimonio y la historia de nuestro pueblo.
Que suerte que existan personas tan comprometidas como tú.
Es un placer tenerte como amiga.
Valentín Álvarez.
El placer es mío. Muchas gracias, campeón.
EliminarUn abrazo.
Hola muy buenas, soy hija de Paco Regidor al que mencionan en este reportaje me gustaría completar un poco la historia que evidentemente ustedes no saben y esa historia es que fue mi abuela la que cuando estuvo el frente en Madrigalejo tuvo acogida en su casa a este fotógrafo y a su amigo y que mi padre que era un niño de 7 o 8 años le acompañaba al frente a recoger los casquillos de las balas vacías, este señor que yo hasta hoy no he sabido cómo se llamaba pero sí que mi abuela me contó muchas veces la historia enseño a mi abuela a retocar negativo y retocar y colorear fotografías, trabajo que siguió haciendo mi abuela para este señor después de la guerra, de ahí le vino a mi padre la afición por la fotografía y la suerte que tuvo mi abuela de que le tocaron 15 pesetas en la lotería y le puedo comprar a mi padre una cámara. Mi abuela después enseñó a retocar y colorear a mi madre que creo que debió ser una de las primeras mujeres sino la primera fotógrafo en Extremadura, Matilde Ríos Molina, que creo que también fue la primera mujer en sacarse el carnet de primera de Extremadura, no os canso más porque la verdad es que podría contar muchísimas cosas más porque de pequeña me encantaba escuchar las historias que mi abuela me contaba.
EliminarSolo unas palabras más de reconocimiento a unos padres excepcionales que se adelantaron muchísimo a su época con un pensamiento de igualdad y de respeto que supieron transmitir a todos los que tuvieron la suerte de pasar por sus vidas, una vida llena de entrega y de amor por sus hijos y sus nietos, y desde aquí les envío un beso muy grande allá donde estén que se irán juntos llamando sé como siempre se amaron.
Es una interesantísima historia que, sin duda, completa, ccomo bien dices, la que contamos en este blog. La historia la escriben gente como tus padres y como estos fotógrafos. Los documentos en forma de fotografía que nos dejan son unas fuentes excepcionales para conocer lo que fue nuestro pasado, nuestra historia.
EliminarMuchas gracias, Ester, por tu gran aportación.
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