viernes, 20 de marzo de 2020

MADRIGALEJO EN 1954 VISTO POR LOS Hnos. BUSTAMANTE HURTADO



Hemos tenido la suerte de que ha llegado hasta nosotros un conjunto de fotografías realizadas en Madrigalejo en 1954, a través de Ángel Ruiz del Árbol Pérez. Fueron tomadas por los hermanos Ángel y Horacio Bustamante Hurtado, unos fotógrafos de gran prestigio naturales de Torrelavega (Cantabria). Son fotografías en blanco y negro que nos llevan a un momento concreto de nuestra localidad, y nos proporcionan una información preciosa de nuestro pasado reciente.


Desde la Asociación Cultural Fernando el Católico, se consideró que debía ser compartido este regalo con todo el pueblo y al mismo tiempo realizar un pequeño homenaje a estos dos fotógrafos que supieron captar la esencia de la vida del pueblo en excelentes instantáneas. Estas han sido las razones que nos llevaron a organizar una exposición con una selección de aquellas fotografías, en el marco de las actividades culturales que se organizan en la Semana Fernandina, con motivo de la conmemoración de la muerte del rey Católico en Madrigalejo. Aquella exposición la compartimos ahora a través de Luz de Candil y su pequeña historia.


En 1945, los hermanos Bustamante Hurtado comenzaron su andadura como fotógrafos profesionales, cuando abrieron su primera tienda fotográfica con laboratorio en Torrelavega (Cantabria). Estuvieron unidos laboralmente hasta 1966, momento en el que Horacio Bustamante abrió su propia tienda en solitario. Cada uno de los hermanos había mostrado su predilección por diferentes campos dentro de la fotografía. Así, Horacio se dedicó a hacer trabajos para grandes y pequeñas empresas y fue reportero oficial de prensa, de medios como Marca, la agencia Efe, El Diario Montañés y La Gaceta del Norte, fotografiando los eventos que se celebraban en su ciudad. La calidad de su trabajo le llevó a que, en 1984, fuera galardonado con la Medalla de Plata de la agencia Efe, para la que comenzó a trabajar en 1945. Por su parte, Ángel Bustamante se especializó en la comercialización de postales, teniendo en su haber un amplio repertorio de imágenes, no solo de Torrelavega, sino también de localidades del entorno, como Suances, Comillas, San Vicente de la Barquera, Santillana del Mar o Cartes.[1]

Y ahora habría de preguntarse ¿qué les trajo a estos dos fotógrafos desde el Norte de España hasta Madrigalejo, allá por la década de los cincuenta del siglo pasado?



Durante la Guerra Civil, el frente de la Serena se estabilizó por un tiempo en Madrigalejo y, hasta aquí llegaron, formando parte del equipo sanitario, dos soldados de Torrelavega: Ángel Bustamante y Raimundo Ruiz del Árbol. Aunque se conocían de vista de su ciudad natal, fue en Madrigalejo y en el contexto de la guerra, donde comenzó una gran amistad que duró hasta la muerte de Ángel en 1989. El tiempo que pasaron en nuestro pueblo fue el suficiente para que Raimundo se enamorara de Amancia Pérez Regidor.


Aunque tras la guerra, los dos soldados volvieron a su tierra, la relación entre Raimundo y Amancia continuó y les llevó hasta el matrimonio en 1949. Vivieron al principio en Torrelavega, pero ese mismo año, Raimundo aprobó el examen para hacerse cargo de la oficina de la Caja de Ahorros de Madrigalejo, hasta donde se trasladaron e instalaron su residencia definitivamente. Y Ángel Bustamante vino a Madrigalejo en 1954 a visitar a su buen amigo Raimundo, acompañado de su hermano Horacio y de su familia.



En aquel viaje, entraron en contacto con Paco Regidor Trejo –fundador de toda una saga de buenos fotógrafos de nuestra comarca-. Fueron ellos quienes le enseñaron los principios de la fotografía y del revelado.


Y fruto de aquella visita son las fotografías que acompañan este trabajo. Nos dejaron la mirada de quienes se encuentran con un modo de vida distinto al suyo. En aquel momento, la brecha entre el Norte y el Sur, el mundo urbano y rural, así como entre la costa y el interior, era muy importante. Por ello, con su cámara, captaron un estilo de vida, que a los naturales les pasaba desapercibido por ser tan cotidiano, y que estaba a punto de desaparecer. De aquí la importancia de estas fotografías por ser documentos etnográficos, al mismo tiempo que históricos.


Cada una de nuestras miradas será diferente. Podemos estar mirando la misma fotografía y cada uno de nosotros se fijará en aspectos distintos de la misma imagen. Pero hay algunos elementos que no deben pasar desapercibidos. En primer lugar, la figura humana. Ocupando mayor o menor espacio, mayores y/o pequeños están siempre ahí. Si nos fijamos en ellos, nos ofrecen una interesante información, especialmente sobre la indumentaria. Los hombres cubiertos con sombrero o boina y vestidos con pantalón de pana. La parte superior varía, entre chaleco y chaqueta de pana y la tradicional “chambra”. Los pantalones del que viste chambra están más que aprovechados con remiendos, algo muy habitual en aquellos tiempos. Las mujeres solían vestir con falda, blusa y el imprescindible mandil. Y si eran ya mayores, no podía faltar el pañuelo en la cabeza y el color negro, a veces tan descolorido que se convertía en marrón oscuro.




Por otra parte, también es muy importante el marco en el que se sitúan esas figuras. Unas calles reconocibles a pesar de los cambios obrados en ellas: el enrrollado de la calle del Palomar, unas ventanas en la calle Gallego Fortuna o las plantas colgantes en las ventanas superiores la calle de la Tabla, todo enmarcado en unas fachadas blanqueadas con cal. O el río Ruecas con la tabla Caballona y el molino con las pasaderas al fondo... las huertas y el campo al atardecer, con su juego de luces y sombras… O los patios, con la diferencia que existe entre el patio encalado y con pozo, y el corral, más destinado al trabajo y al paso de los animales.



Además, en estas fotografías quedan plasmadas tareas, modos de vida, utensilios, materiales y oficios que ya han pasado a la historia. Como el acarreo del agua con burros o con cántaros, que las mozas cargaban “al cuadril”, o a la cabeza sobre la rodilla confeccionada con tela. También es muy interesante contemplar la recolección de la aceituna, con toda la panorámica del pueblo al fondo. Y los distintos objetos y utensilios qua ya son piezas de museo, como las tinajas, las pilas de granito, la mesa de matar, la ristra de ajo, los batideros para lavar la ropa, el carro, etc.



Hay mucha vida en estas fotografías. Por eso invitamos a que la saboreen despacio, mirando detalles. Recordando vivencias, unos; descubriendo el pasado, otros. Y todos avivando el amor a nuestros antepasados, que constituyen las raíces que fundamentan el presente sobre el que una generación nueva está construyendo el futuro.


Guadalupe Rodríguez Cerezo




[1] JOSÉ RAMÓN SAÍZ: Torre La Vega, Crónica ilustrada de una Ciudad. Editorial los Cántabros. 2016. Los datos referentes a los hermanos Bustamante Hurtado están recogidos en el capítulo VIII de este libro, que lleva por título “Fotógrafos de Torrelavega: 130 años captando imágenes de la Villa y Ciudad”.

8 comentarios:

  1. Upe. Es asombrosa la labor de investigación que estás permanentemente haciendo sobre la historia de nuestro pueblo.
    Cómo vecino de Madrigalejo y amigo tuyo te doy las gracias y te felicito por ella y por contribuir de esa manera tan altruista a conocer nuestros orígenes y conocernos a nosotros mismos.
    Un fuerte abrazo

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  2. El patrimonio es de todos y, para poderlo conservar, es necesario darlo a conocer. Por ello, si no hubiera vecinos como tú -no puedo dirigirme por tu nombre porque no sé quién eres, ya me lo dirás-, interesados en nuestra historia, de nada servirían estos trabajos. Muchas gracias por tus palabras, que nos animan a seguir trabajando. Un abrazo.

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  3. Muchísimas gracias,Upe.
    Gracias por darnos a conocer el patrimonio y la historia de nuestro pueblo.
    Que suerte que existan personas tan comprometidas como tú.
    Es un placer tenerte como amiga.

    Valentín Álvarez.

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    1. El placer es mío. Muchas gracias, campeón.
      Un abrazo.

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    2. Hola muy buenas, soy hija de Paco Regidor al que mencionan en este reportaje me gustaría completar un poco la historia que evidentemente ustedes no saben y esa historia es que fue mi abuela la que cuando estuvo el frente en Madrigalejo tuvo acogida en su casa a este fotógrafo y a su amigo y que mi padre que era un niño de 7 o 8 años le acompañaba al frente a recoger los casquillos de las balas vacías, este señor que yo hasta hoy no he sabido cómo se llamaba pero sí que mi abuela me contó muchas veces la historia enseño a mi abuela a retocar negativo y retocar y colorear fotografías, trabajo que siguió haciendo mi abuela para este señor después de la guerra, de ahí le vino a mi padre la afición por la fotografía y la suerte que tuvo mi abuela de que le tocaron 15 pesetas en la lotería y le puedo comprar a mi padre una cámara. Mi abuela después enseñó a retocar y colorear a mi madre que creo que debió ser una de las primeras mujeres sino la primera fotógrafo en Extremadura, Matilde Ríos Molina, que creo que también fue la primera mujer en sacarse el carnet de primera de Extremadura, no os canso más porque la verdad es que podría contar muchísimas cosas más porque de pequeña me encantaba escuchar las historias que mi abuela me contaba.
      Solo unas palabras más de reconocimiento a unos padres excepcionales que se adelantaron muchísimo a su época con un pensamiento de igualdad y de respeto que supieron transmitir a todos los que tuvieron la suerte de pasar por sus vidas, una vida llena de entrega y de amor por sus hijos y sus nietos, y desde aquí les envío un beso muy grande allá donde estén que se irán juntos llamando sé como siempre se amaron.

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    3. Es una interesantísima historia que, sin duda, completa, ccomo bien dices, la que contamos en este blog. La historia la escriben gente como tus padres y como estos fotógrafos. Los documentos en forma de fotografía que nos dejan son unas fuentes excepcionales para conocer lo que fue nuestro pasado, nuestra historia.
      Muchas gracias, Ester, por tu gran aportación.

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