Los
reyes, en sus desplazamientos, iban acompañados de un gran séquito, lo que
suponía un gran quebradero de cabeza para los lugares donde hacían sus paradas.
Aparte del boato y de las fiestas que se organizaban en honor del monarca,
también había que dar alojamiento y comida a todo su acompañamiento.
La profesora Mª. Ángeles Sánchez
Rubio, en su blog Las llaves del arca, publicaba un post titulado “Banquetes
imperiales en Madrigalejo”:
http://lasllavesdelarca.blogspot.com/2023/03/
En él detallaba las
viandas que el Concejo de la ciudad de Trujillo había enviado a Madrigalejo
-por ser aldea de su jurisdicción- para agasajar a la emperatriz María de
Austria, hermana de Felipe II, cuando pasó por aquí en abril de 1582, cuando
viajaba a Lisboa, y en febrero de 1583, en el camino de vuelta. Entre los
manjares que le hacen llegar a la emperatriz, llaman la atención los dulces y confituras.
Felipe III en Trujillo
36 años después, es la
ciudad de Trujillo la que pide avituallamientos al Concejo de Madrigalejo para
hacer frente a la visita que tiene anunciada del Rey Felipe III y a los gastos
que ocasionaría todo su séquito. El monarca iba acompañado del príncipe
heredero -el futuro Felipe IV- y su familia. Viajaban hacia Lisboa para que el
príncipe Felipe fuese jurado heredero de reino de Portugal -recordemos que,
desde 1580 y durante 60 años, Felipe II, Felipe III y Felipe IV fueron también
reyes de Portugal-. La importancia del viaje puede dar una idea de la gran
comitiva que iba acompañando a la familia real en su desplazamiento.
El monarca y su séquito
llegó a Trujillo el 30 de abril de 1619, martes, y partió de allí el jueves 2
de mayo. Hubo un gran despliegue en la ciudad para agasajar a tan ilustre
visitante y se celebraron grandes festejos en su honor.
Contribución del Concejo
de Madrigalejo a la visita del Rey Felipe IV
El 14 de abril de 1619 se
juntó el Concejo, Justicia y Regimiento del lugar de Madrigalejo en las casas
del pósito, convocados a toque de campana tañida, para tratar el asunto del
paso del Rey por la ciudad de Trujillo.
La junta debió
considerarse de gran importancia, pues a ella acudieron hasta 25 vecinos -de
las más concurridas-, además de los dos alcaldes ordinarios (Alonso Díaz
Hidalgo y Diego Moreno), los dos regidores (Marcos Sánchez Mansilla y Hernando
Alonso Herruz) y el escribano (Juan Gil Bermejo). Sí, era de gran importancia,
porque suponía un gran problema para las arcas del concejo.
Para la inminente visita,
la ciudad de Trujillo había hecho el repartimiento de lo que cada aldea de su
alfoz debía aportar en previsión de los gastos que se generaría. Al
lugar de Madrigalejo le había correspondido aportar lo siguiente:
-16 camas con dos
colchones de lana, dos sábanas de lienzo, dos almohadas y una manta para cada
una.
-30 fanegas de cebada.
-40 gallinas.
-200 huevos.
-6 fanegas de pan masado.
-Y 4 cargas de barbos.
Había que enviar todo
ello un día de cada tres que estuviera el monarca en la ciudad, excepto las
camas que, lógicamente, se mandaban una sola vez.
Este envío suponía una
gran carga para las arcas concejiles, y así está escrito: “el concejo deste
dicho lugar está pobre e imposibilitado para lo poder hacer y comprar los
dichos bastimientos”. Se sigue diciendo que toda esta entrega costaba una
gran cantidad de maravedíes y que, como los vecinos eran muy pobres y
necesitados para hacer frente a los gastos de ese aprovisionamiento, acordaron
entre los reunidos vender una parte de la dehesa del Añojalero -se entiende que
lo que se vendía era la hierba y el pasto, pues las dehesas del común no podían
enajenarse-, para el año en curso y para el invernadero venidero. Esta venta
reportaría una cantidad aproximada de quinientos o seiscientos reales.
Además, acordaron que
suplicarían a la Justicia de la ciudad que sobreseyera y quitase parte del
repartimiento, amparándose en la visita que hizo el monarca a Guadalupe en 1618.
Para hacer esta súplica, acordaron enviar a Trujillo a dos oficiales del
Concejo. Y es que llovía sobre mojado, pues en la visita que el Rey Felipe III
había hecho el año anterior a Guadalupe, se había requerido al concejo de Madrigalejo
para que enviase “seis arrobas de peces, seis sacas de paja y trescientos
huevos, bajo la pena de cien ducados de multa si no lo hacían[1]”.
Aparte de todo lo demás, hemos
podido ver cómo los “peces de nuestro río Ruecas” no podían faltar en la mesa
del séquito de los monarcas, en ninguna de las dos visitas que el rey Felipe
III hizo a lugares cercanos de nuestro entorno, ni cuando estuvo en Guadalupe
ni cuando llegó a la ciudad de Trujillo.
Por todo lo demás, parece
que a los problemas económicos que ya debía tener el Concejo de Madrigalejo con
sus gastos corrientes, tuvieron que soportar el desembolso de los gastos
extraordinarios que pudieran surgir, como el ejemplo que hemos traído en esta
pequeña reseña.
Guadalupe Rodríguez
Cerezo
Bibliografía:
L.
RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf S.A.
Badajoz, 2008.
Libro de
Acuerdos, poderes y protocolos. Archivo Parroquial de Madrigalejo.
http://lasllavesdelarca.blogspot.com/2023/03/
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