Una de las inclemencias
meteorológicas más temidas por los agricultores es la tormenta de granizos,
ya que puede dar al traste con la cosecha en un rato. Y del mismo modo que hoy
la temen los agricultores, también era sufrida por los labradores de antaño.
Las consecuencias de una de aquellas tormentas con pedrisco aparecen reflejadas
en un documento fechado en Madrigalejo en 15 de junio de 1620.
Se dice en el documento:
“ayer domingo, que se contaron catorce días deste dicho presente mes, se
apedrearon casi todos los panes y todas las viñas que ay en el término deste
dicho lugar de un grandísimo pedrisco que fue Dios Nuestro Señor servido
sobreviniese en este lugar y sus términos por cuya causa todas las espigas de
los panes se cayeron en el suelo”.
Vemos, por tanto, que el
domingo, 14 de junio de 1620, hubo una tormenta con granizos, tan grande, que
afectó a casi todas las tierras sembradas de cereal y a todas las viñas que
había en el término de Madrigalejo. Como consecuencia de ello, se dice que las
espigas, que estaban a punto de ser segadas, se cayeron al suelo.
La cosecha de todo el año
prácticamente se había perdido, pero por si hubiera algo que aún se pudiera
salvar, al día siguiente hubo reunión de concejo, en el que se trataría
de poner las medidas oportunas para guardar los Sevellares y las suertes
afectadas por el pedrisco para que no entrasen los ganados a comerse lo que aún
se pudiera recoger. A la llamada a concejo acudieron numerosos vecinos, porque
el asunto a tratar era de suma importancia para todos ellos. Para hacernos una
idea, acudieron 27 vecinos al toque de campana de aquel día, mientras que, en
otra reunión celebrada quince días antes, se habían presentado tan solo seis
personas.
Pero, ¿cuáles eran las medidas que podían adoptar para
conservar lo que había quedado de la cosecha?
El mayor peligro al que se enfrentaban después de
haberse caído las espigas al suelo era que los animales que solían pastar en
las tierras de “pastos y entre-pastos” cercanas a los labrantíos de cereal
afectados entraran en ellas y se comieran las pocas mieses que había dejado en
pie la tormenta. Por ello, la primera medida fue acotar las tierras de cereal a
todo tipo de ganado y que los animales que hasta entonces habían estado en
aquellos “pastos y entrepastos” saliesen de la zona y fuesen llevados a los
agostaderos que el concejo tenía arrendados.
Para que esta ordenanza fuese efectiva, debían acordar
unas medidas coercitivas. Así, se establecieron una serie de multas dependiendo
del tipo de animal que se pillara en los sembrados: si era buey, vaca o bestia
mayor o, por el contrario, si se trataba de bestia menor o de algún animal de
cerda, también si era ganado que se movía en rebaños, como ovejas y cabras.
Para todos y cada uno estaba estipulada una cantidad, que iba desde medio real
para las bestias menores, un real para las bestias mayores, vacas y bueyes,
cuatro maravedíes por cada cochino o cochina y cuatrocientos maravedíes por
cada rebaño de ovejas y de cabras. Y también estaban reguladas las penas que
debían recibir los ganaderos que se hallaren pastoreando con sus ganados en las
tierras acotadas, que serían sancionados con tres días de cárcel.
En contadas ocasiones aparecen las mujeres en los
documentos, y aquí las encontramos formando parte de un colectivo: “las
espigadoras”. Dice así: “Y que cada espigadera que se hallare espigando sin
horden ni licencia de su dueño, dos reales e tres días de cárcel”. Vemos,
por un lado, que en las labores de siega era habitual ver a mujeres realizando
esta tarea, y por otro, que también había gente que se aprovechaba de los males
ajenos y entraban a rebuscar sin permiso de sus dueños. Este hecho les podía
costar dos reales de multa y tres días de cárcel.
Y el documento termina así: “Las quales dichas
penas y condiciones de suso mandaron se guarden y cumplan inviolablemente, y
así lo acordaron e mandaron e firmaron los que supieron y mandaron se pregone”.
Por tanto, para que todo lo acordado se llevara a efecto, era necesario darle
difusión, porque todos los vecinos debían estar al tanto de ello y debían saber
a qué atenerse. El pregón, a viva voz, solía hacerse en la plaza pública,
cuando hubiera mayor concurrencia de gente.
Seis días después, el 21 de junio, volvió a convocarse a reunión de Concejo. También fue numerosa esta junta, a la que acudieron 25 vecinos y, entre ellos, el casero de la Casa de Santa María, Antonio Carrillo, porque la tormenta fue tan devastadora que había que proponer más soluciones. Bien los explicaba el escribano en el documento:
"...el domingo de la trinidad pasado, que se contaron catorce días deste dicho presente mes, como entre las dos o tres oras de la tarde, se metió un grandísimo pedrisco por los términos deste lugar por donde estaban todos los panes, viñas, hortalizas, pastos y yerbas de los dichos términos e dehesas deste lugar, todo lo qual quedó asolado de tal manera que es todo de ningún provecho, porque se dice ser el mayor que xamás se a avisto ny oydo dezir aya abido otra vez en el lugar, y por ser el daño tan grande y excesivo y aver sido los años atrassados tan perdidos y extériles para este lugar, por aber sido las aguas y lluvias tantas y estar este lugar tan cargado de tributos, se despuebla e va despoblando porque la gente pobre y de mediano tener no se puede sustentar en él..."
Vemos que ya se contabilizan daños en hortalizas, pastos y hierbas, además de los cereales y viñas que se decía en el documento anterior. En esta ocasión acordaron que uno o dos vecinos, los que el Concejo eligiese, fuesen ante el Consejo Supremo de su Majestad para pedir que se bajasen los tributos a la población.
Muy mal lo debieron pasar nuestros convecinos de hace cuatrocientos años, y así fue como se enfrentaron a las consecuencias de una gran tormenta de granizos. Es lo que podían
hacer con sus medios. Pero hoy, aun teniendo la posibilidad de acogerse a los
seguros agrarios, todo agricultor tiembla cuando oye tronar el cielo teniendo
la cosecha y los frutos por recoger.
Guadalupe Rodríguez Cerezo.
FUENTE:
Libro de Acuerdos, Poderes y Protocolos del Concejo de
Madrigalejo. Archivo Parroquial de Madrigalejo.
Muy interesante el articulo, Abres una ventana al pasado de nuestro pueblo dando a conocer sus inquietudes diarias no puedo imaginarme como pasarían de penurias nuestros vecinos de 1.620,,, aunque parece que se tomaron las medidas oportunas para garantizar que se respetara lo que hubiera quedado,
ResponderEliminarBien sabes, Satur, que quienes vivimos del campo estamos siempre pendientes del tiempo climatológico. Las tormentas, los granizos, la sequía o el exceso de agua, siempre han hecho de las suyas.
ResponderEliminarMuchas gracias.