Cuando
Felipe VI fue invitado a las exequias de Simón Peres -celebradas el 30 de
septiembre de 2016-, lo sentaron en un lugar preferente, a la derecha del
presidente del Estado de Israel, Reuven Rivlin. Extrañado el rey Felipe -que
apenas llevaba año y medio desde su proclamación como rey de España- de que le
asignaran un lugar por delante de todos los jefes de Estado presentes en la
ceremonia, a pesar de que todos ellos llevaban más tiempo que él al frente de
sus Estados, preguntó por qué le habían adjudicado un puesto tan destacado. A
lo que el presidente israelí le respondió: “Porque su Majestad es el Rey de
Jerusalén”.[1]
Y
es que “todos los Reyes de España son los Reyes del Reino de Jerusalén y
gozan de ese título honorífico o de pretensión”[2].
El
Reino de Jerusalén se fundó en 1099, durante la Primera Cruzada, tras la
conquista de los Santos Lugares por Godofredo de Bouillon y duró hasta la caída
de San Juan de Acre, en 1291[3]. Aunque sin tierra, el
Reino de Jerusalén quedó vinculado desde entonces al Reino de Nápoles de forma
honorífica[4]. Cuando el Gran Capitán
conquistó Nápoles para Fernando el Católico, éste pasó a ostentar el título de
Rey de Jerusalén y, tras él, todos sus sucesores hasta el monarca actual[5].
Fernando
el Católico y su empeño en conquistar Jerusalén.
Con
el título de Rey de Jerusalén, Fernando el Católico tenía en mente recuperar el
reino perdido, y muy convencido estaba de que así sería desde que la “beata del
Barco de Ávila” le vaticinó que no moriría hasta haber conquistado Jerusalén
del poder de los enemigos de Jesucristo. Tan confiado estaba de que la
profecía era cierta que, cuando en su lecho de muerte en Madrigalejo, en enero
de 1516, le comunicaron que se acercaba la hora de su muerte, no lo tomó en
consideración porque estaba convencido de que aun le quedaba mucha vida por
delante. A su confesor, fray Tomás de Matienzo, que trataba de asistirle en sus
necesidades espirituales, no quería verlo ni en pintura y se resistía en
recibirlo, pensando que sólo iba a sacarle prebendas. “Que no venía con más
fin de negociar memoriales que no en entender en el descargo de su conciencia”[6], decía el monarca.
Entre
unos y otros, y sobre todo los médicos, le advirtieron de que, sin demorarse, debía
dejar bien atadas todas las cuentas que tuviera pendientes, tanto las de la
vida terrena como las del más allá. Poco a poco se fue convenciendo de que la
profecía de la beata debía referirse a la conquista de la Jerusalén
Celestial. Y se decidió a conquistarla: fue entonces cuando mandó llamar a
fray Tomás de Matienzo, que le confesó y le asistió espiritualmente. También convocó
a sus consejeros para que prepararan la redacción de un nuevo testamento y
otros documentos importantes. Tras la firma de sus últimas voluntades, en el
atardecer del 22 de enero, recibió la Santa Eucaristía y la Unción de Enfermos
de manos de fray Tomás, y fue vestido con el hábito de Santo Domingo, que le
sirvió de mortaja.[7]
Enseguida
entró en agonía, falleciendo en la madrugada del 23 de enero de 1516, en la
Casa de Santa María de Madrigalejo.
Guadalupe
Rodríguez Cerezo.
Bibliografía:
https://www.xlsemanal.com/conocer/20160403/felipe-jerusalen-9644.html
GALÍNDEZ
DE CARVAJAL, L., Crónica de los Reyes de Castilla. Biblioteca de Autores
Españoles. M. Rivadeneyra. Madrid, 1978
RODRÍGUEZ
AMORES, L. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Tecnigraf editores S.A.
Badajoz, 2008
[1]https://raed.academy/por-que-felipe-vi-es-rey-de-jerusalen/#:~:text=%C2%ABTodos%20los%20Reyes%20de%20Espa%C3%B1a,cont%C3%B3%20una%20an%C3%A9cdota%20realmente%20impactante.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[5] Ibidem.
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