Las relaciones entre la
Iglesia de Guadalupe y Madrigalejo comenzaron en época muy temprana. La primera
propiedad de la dicha Iglesia en nuestro pueblo está documentada en 1349,
cuarenta años antes de que se convirtiera
en Monasterio[1] con la llegada de los PP
Jerónimos. También existe constancia documental de que, en 1360, la Iglesia de
Guadalupe tenía en propiedad, en Madrigalejo, tres casas linderas unas con
otras, que fueron el germen de la Casa de Santa María[2]. La fuente de estas
afirmaciones la tenemos en los
documentos donados por la familia “Esteban Rodríguez” al Ayuntamiento de
Madrigalejo y que antes de la Desamortización estaban en el archivo del
Real Monasterio de Guadalupe:
“Las casas de Madrigalexo que se dice de Santa María
porque eran del Santuario antes que huviese monasterio y que se dieron a este
por los clérigos. Es dote de la Iglesia”[3].
Y
es que la falta de terrenos cultivables para cereal en Guadalupe, debido a la
orografía y a la escasa profundidad de su suelo, hizo que pronto pusieran los
ojos en Valdepalacios y en las fértiles tierras de Madrigalejo[4],
donde, con el tiempo, se hicieron con los mejores predios cerealísticos, junto
con dehesas, olivares y viñedos. Además, también elaboraban aquí la producción
obtenida, ya que contaba el Monasterio con un molino harinero a la vera del
Ruecas (el molino de arriba), con bodega para vino y prensa de aceite. Por
tanto, toda la producción obtenida de la explotación de estas propiedades en
Madrigalejo era de vital importancia para el mantenimiento del Monasterio, del
personal que trabajaba para él, de un orfanato y de, al menos, cinco hospitales[5],
además de la asistencia a los peregrinos.
Para
administrar esta importante hacienda, habían construido la Casa de Santa María
en la segunda mitad del siglo XIV, un edificio de especial significación
histórica por haber fallecido en ella el Rey Fernando el Católico, el 23 de
enero de 1516.
En
este contexto hay que situar el hecho que nos relata el padre Fray Francisco de
San Joseph[6] y
que sucedió en las eras de Madrigalejo allá por los años 20 del siglo XVIII.
Debía
ser finales de agosto o principios de septiembre, en fechas cercanas a la
celebración de la fiesta de la Virgen de Guadalupe, cuando finalizaba la labor
de la trilla en las eras, pues nos dice Fray Francisco de San Joseph que había
veintidós montones de trigo limpio, de unas cien fanegas cada uno, listos para
ser conducidos al granero. Como cada fanega de trigo equivale a 43, 247 Kg, la
cantidad de trigo que debía estar expuesto en las eras correspondería
aproximadamente a unos 95.000 Kg.
Es
esta una época del año en la que, a menudo, en la Península Ibérica, se
producen “gotas frías” (lo que últimamente se llama en Meteorología DANA), que
generan fuertes tormentas. Y así debió suceder, pues nos dice que, en la noche
del día que aguardaban para cargar los carros y las caballerías, se “levantó
una tormenta de agua, relámpagos y truenos tan espantosa, que obligó a los
mozos a dejar las eras y retirarse horrorizados al caserío”.
El
religioso encargado de la recogida, viendo la gran pérdida que supondría para
la economía del Monasterio que se echara a perder la cosecha de todo un año, se
encomendó a Nuestra Señora de Guadalupe,
clamándole “con las mayores ansias”.
“Por
la mañana, cuando volvieron los mozos a ver el daño”, que suponían que iba a ser considerable, se encontraron, “¡Oh
maravilla de Dios!”, que, en todo el contorno donde estaban los montones de
grano, no había caído una gota y el trigo estaba totalmente seco, mientras que
todo el campo circundante estaba encharcado.
Y
termina diciendo Fray Francisco de San Joseph que “con estas y semejantes maravillas
da a entender la Madre de Dios el cuidado que tiene de su Casa.”
Recordemos
este hecho maravilloso en el día de Nuestra Señora de Guadalupe para honrarla
como se merece y para reforzar nuestra confianza en ella. ¡Patrona de Extremadura,
ruega por nosotros!
Guadalupe Rodríguez
Cerezo.
[1]L.
RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Tecnigraf
Editores. Badajoz. 2008. Pág. 354.
[2]Ibidem.
Pág. 192.
[3]
Corresponde a una declaración jurada de quien fuera Prior del Monasterio de
Guadalupe, Fr. Francisco de Granada, a D. Francisco Jerónimo Baena, comisionado
real en el obispado de Plasencia, según lo dispuesto en la Real Cédula del 15
de abril de 1805. Nuestro agradecimiento a Doña Pastora Jacoba Pilar Rodríguez
Moreno y a su hijo, D. Jesús Esteban Rodríguez, por la donación de estos
documentos tan especiales para Madrigalejo.
[4]L.
RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas.. Op.
cit, pág. 353 y 354.
[5] Ibidem,
pág. 351.
[6]
Fr. Francisco
DE S. JOSEPH, en su libro titulado: Historia Universal
de la primitiva, y
milagrosa imagen de
Ntra. Señora de Guadalupe… y editado en Madrid en 1743.
Edición
facsímil: historias de
Santa María de
Guadalupe y Piedra
Escrita. Fondo cultural Valeria, Madrid, 2000. Pág. 124.
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