Llegó el 11 febrero de 2021, una fecha que estaba marcada en rojo en el calendario laboral de Madrigalejo, por ser fiesta local. En tal día caía este año el “Jueves de Comadres”, una fiesta gorda que los vecinos esperan con entusiasmo cada año. Sin embargo, en esta ocasión, no hemos podido disfrutar de su día a causa de la pandemia del COVID-19, como tantas otras fiestas y celebraciones públicas y privadas desde que comenzó la enfermedad. Y es que la esencia de esta fiesta es la confraternidad, la convivencia, las relaciones sociales, la reunión de “comadres” y también de “compadres”, el compañerismo, la hermandad, la amistad… en definitiva, todo lo que es incompatible con lo que marca la “distancia social” que debemos guardar para prevenir los contagios por coronavirus.
Por esta razón, el Jueves de Comadres de este año ha
sido especial. No hemos podido juntarnos en la Estación como
es costumbre. Sin embargo, lo hemos tenido presente y se ha vivido de otra manera, por otros medios
y con las herramientas propias de nuestros días.
¡Cuántas tortillas, chuletas empanadas, rebozados, patateras y demás productos de la matanza se pusieron en las mesas de los madrigalejeños ese día! Tampoco debió faltar el vino de pitarra del año para acompañar tan suculenta comida. Y… ¿Quién no cantó el “Cura de la Conquista” y el “Adiós Carnaval”?... Se sacaron los mantones de cien colores y se vieron mascarillas con el estampado propio de los pañuelos tradicionales. Muchos de estos gestos se compartieron y se vieron en las redes sociales, lo que hizo que fuera una confraternización virtual. Una buena manera de acercarnos unos a otros en un día tan especial.
Además, el Ayuntamiento ha creado un espacio
dedicado al “Jueves de Comadres” en la Plaza de España; un espacio que está
compuesto por dos obras de arte: un mural y una escultura. Es una iniciativa que enriquece nuestro patrimonio material, al mismo tiempo que afianza nuestro legado intangible,
haciendo que esté presente durante todo el año la fiesta más genuina que heredamos de nuestros ancestros. Este
espacio se complementa con un texto informativo que puede leerse en un plóter.
Un gigantesco pañuelo de
cien colores
El artista madrigalejeño Jónatan
Carranza “Sojo” es el autor del mural que representa al “Jueves de Comadres”,
cuyo soporte es una pared de la Plaza de España. El artista nos introduce en el
“Jueves de Comadres” a través de un gigantesco pañuelo, doblado en pico, que se
extiende, desde el tejado, por toda la fachada, desplegando todo su colorido.
Es una de las prendas tradicionales que las mujeres –las comadres- llevaban en
la fiesta: el “pañuelo o mantón de cien colores”. En el mural, Jónatan juega con
el contraste del sobrio portalón y de la ventana frente a la pared multicolor
en la que se encuentran incrustados, de tal manera, que el pañuelo realza el
marco de los vanos, creando un original conjunto.
¿Por qué el pañuelo de cien colores? Porque es una prenda que representa a la tradición, a la mujer y a la fiesta. El mantón o pañuelo de cien colores es una de las piezas más llamativas del traje regional femenino extremeño. Está fabricado en lana prensada, muy fina, y teñida con unos característicos estampados, entre geométricos y vegetales, de múltiples y vistosos colores. La forma del pañuelo es cuadrada. La mujer extremeña se lo coloca con gracia, doblado en pico, sobre sus hombros y cruzado en el pecho. El traje regional es incómodo para llevarlo todo el día en el campo, pero el pañuelo de cien colores es el complemento ideal para lucirlo con una cómoda falda o unos sencillos vaqueros. Contribuye a la alegría y vistosidad de la fiesta y realza la belleza femenina. Al final del día, celosamente, la mujer guarda su pañuelo de cien colores en el baúl, con mucho cuidado, porque es patrimonio de las mujeres de la familia. Ahí permanecerá todo el año esperando, como las mocitas casaderas, a la fiesta del año que viene.
Un peculiar caballo
Junto al mural, se encuentra la escultura
de un caballo de hierro forjado. Es obra del artista extremeño Jesús Díaz
Montero, “Machaco”, pintor y escultor natural de Coria. Entre sus obras más
conocidas, está la estatuilla de la diosa Ceres, con la que se galardona a
quienes reciben los “Premios del Festival Internacional de Teatro Clásico de
Mérida”.
Esta escultura está concebida entre
el realismo y la abstracción. Mientras su contorno se perfila como un hermoso y
elegante caballo, la figura está compuesta por un conjunto de piezas y huecos
que van encajando, como si de un puzle tridimensional se tratara, dejando ver
su interior vacío. El resultado final es una escultura horadada y ligera, en la
que los huecos y la materia son complementarios, como la realidad y el sueño, y
en cuyo interior, como dijo el artista en cierta ocasión, “hay un lugar donde
dormir”[1].
En una de las piezas que conforman la
escultura podemos encontrar la firma del autor, “Machaco”. Y en otras dos,
colocadas en espacios diferentes, podemos ver que el comitente es el
Ayuntamiento de Madrigalejo, a través de su escudo.
El caballo es un elemento esencial en la celebración del Jueves de Comadres. Tradicionalmente, quienes salían al campo a celebrarlo se desplazaban en cualquier tipo de caballería, ya fueran burros, mulos, yeguas o caballos, además de carros, carretas y carrozas. Los vecinos tenían sus animales de trabajo y, cuando llegaba el “Jueves de Comadres”, les ponían la jáquima de fiesta –una especial que solo sacaban ese día-, la mejor manta y los adornaban, ya fuera con madroños o con cintas de papeles de seda de colores. Los carros y carrozas también eran engalanados con lo que más a mano tuvieran, como ramas de árboles y arbustos. En la actualidad, el caballo es el rey del Jueves de Comadres y los jinetes se lucen con ellos.
El plóter
Al mural que representa el pañuelo de cien colores y a la escultura del caballo, le acompaña un texto informativo de la tradición del Jueves de Comadres en un plóter, que dice lo siguiente:
“NO
SOLO UNA TRADICIÓN, ES UN SENTIMIENTO
En Madrigalejo, celebramos el “Jueves de Comadres” desde tiempo inmemorial, el jueves anterior al Miércoles de Ceniza. Era la fiesta de las mujeres, con la que daba comienzo el Carnaval.
Hacia la mitad del invierno, en febrero, cuando el frío más crudo quería ir dejando paso a una incipiente primavera, cuando la matanza ya estaba curada y antes de que la Cuaresma llegara con sus restricciones de penitencia, los vecinos de Madrigalejo disfrutaban del “Jueves de Comadres”. Desde muy temprano, salían con sus caballerías y carros engalanados para ocupar las calles haciendo las rondas, al son de las coplas del Carnaval. Las mozas, bien acicaladas con el pañuelo de cien colores sobre los hombros y las flores de papel en el pelo, se disponían a disfrutar de uno de sus mejores días de fiesta, en el que - ¿quién sabe? - podrían encontrar su media naranja. A media mañana, agrupados en lo que llamaban “corralás”, montados en burros, mulos, caballos y carros, iban desfilando hacia el campo, para comerse allí la “merienda”.
Antiguamente
no había un lugar definido donde pasar el día; cada corralá iba a un paraje
diferente. Después, poco a poco, se fueron concentrando en la ribera del río
Pizarroso. Y cuando se construyó la estación del ferrocarril, se aprovechó la
gran explanada para reunirse allí. Desde entonces, el “Jueves de Comadres” se
festeja en la estación.
En
el lugar elegido, se extendía la manta trapera, donde colocaban las fiambreras
abiertas, con las mejores viandas de la matanza: la patatera, el chorizo, los torreznos,
las costillas y el lomo adobado. Tampoco podía faltar la tortilla, en todas sus
variantes, de patata, de espárragos, de pimiento o de espinacas. Además, la
bota de vino de pitarra tenía que correr con frecuencia entre las manos de unos
y de otros para llevar su gustoso caldo a la boca. También los dulces, como
perrunillas, bollas de chicharrón, “escaldaíllos” o flores, estaban presentes
en aquel improvisado mantel. Todo ello se degustaba en buena convivencia,
amistad y fraternidad.
Cada
“corralá” llevaba su acordeón para animar el día, pues la música y el baile
siempre estuvieron presentes en el “Jueves de Comadres”. En otros tiempos, se
bailaban “jotas”, especialmente las coplas que se refieren al Carnaval. En la
actualidad, la música y el baile siguen estando presentes como parte esencial
de la fiesta, aunque ya animada por una orquesta y música de todo tipo.
Ya
cuando la tarde iba de caída, se recogían los bártulos y todos juntos iban
entrando en el pueblo, haciendo otras rondas por las calles, con las que
remataban la jornada.
La
fiesta ha ido evolucionando, pero la esencia que nos llega de la tradición
sigue viva: día de convivencia en el campo, en el que se disfruta de buen
comer, de música, de baile, de los caballos y, en definitiva, de la fiesta.”
Documental
“Jueves de Comadres- Madrigalejo”
Además de todo lo anterior, el “Jueves
de Comadres” también ha estado presente mediante un documental realizado por Ser o no Ser Comunicación y dirigido por
Juan Pedro Sánchez para el Ayuntamiento de Madrigalejo. Un buen número de
vecinos de todas las edades y algunas asociaciones han participado en él. Es un
bonito reportaje, en el que se han cuidado mucho los detalles, la fotografía,
la música y el montaje. Transmite de forma muy entrañable lo que es la esencia
de la fiesta, la tradición, el folklore, la gastronomía, de tal modo que nos ha
hecho revivir, en este año tan anómalo, el “Jueves de Comadres” que no hemos
podido celebrar.
El documental puede verse en el
siguiente enlace.
Para concluir, solo queda decir que la pandemia y sus
consecuencias quedarán marcadas en nuestra memoria y, entre esos recuerdos, perdurará el del Jueves de Comadres que no pudimos festejar, pero que tuvimos muy presente. Al fin y al cabo será una anécdota para contar a nuestros nietos.
Guadalupe Rodríguez Cerezo.
[1] “El
artista siempre se siente insatisfecho con su obra”. Coria.hoy.es// 17 de
diciembre de 2018.
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