miércoles, 19 de mayo de 2021

TRES PIEZAS CON MUCHOS SIGLOS A SUS ESPALDAS

La importancia y la antigüedad de algunos restos de nuestro entorno pasan desapercibidos, con mucha frecuencia, debido a su abandono y a su ruina. En otras ocasiones, algunos vestigios arqueológicos que formaban parte de nuestro paisaje han dejado de pertenecernos, no tanto por estar recogidos en un museo, sino porque estamos olvidando que son parte de nuestro pasado, de nuestro patrimonio. Esto es lo que ha sucedido con tres piezas de gran importancia histórica para Madrigalejo, tanto por su antigüedad como por el servicio que prestaron al vecindario y de las que vamos a hacernos eco en este trabajo.

La antigüedad de las tres piezas está atestiguada, no solo por sus características, sino también porque aparecen nombradas en el documento más antiguo referido exclusivamente a Madrigalejo que se conoce hasta ahora, como es el que recogía la concesión de la Dehesa Boyal a nuestra localidad.

El documento

En 1232/1234, se produjo la conquista cristiana de Trujillo y del territorio que iba a formar parte de su tierra a partir de entonces. Por ello, también hay que señalar esas fechas para la reconquista en Madrigalejo. Comenzaba una nueva etapa. A partir de ese momento, había que sentar las bases para fijar población en el territorio. En nuestra localidad, no fue necesario proceder a su fundación, pues hay varios indicios que demuestran que aquí existía población estable en época musulmana. Pero sí se dieron prisa sus herederos en solicitar la concesión de su Dehesa Boyal, que recibieron tempranamente, pues uno de los mecanismos que utilizaron los reyes para fijar población en los territorios fue, precisamente, la concesión de las dehesas boyales y de los bienes de propios a los ayuntamientos.

Por orden el rey Alfonso X el Sabio, le fue concedido a Madrigalejo su dehesa para los bueyes en 1264, tan solo treinta años después de que pasara a dominio cristiano. La concesión llegó a través de una carta, que “fue dada en Madrigal, que ahora se llama Madrigalexo”-dice el documento-, donde se establecía el perímetro de la dehesa a través del señalamiento de los mojones. Vemos aquí cómo, antes de ser Madrigalejo, a nuestra localidad se la conocía por el nombre de Madrigal.

Aunque la mayoría de los mojones que señalaban las lindes de la Dehesa Boyal en el siglo XIII han desparecido, sí han llegado hasta nosotros algunos de aquellos hitos y construcciones muy significativos. Sobre ellos vamos a tratar.

El toro de piedra

Dice el documento que la linde va por el “mojón cubierto a la quebrada do(nde) está el toro de piedra”. El toro de piedra es una escultura de granito, de época protohistórica, perteneciente a la llamada “cultura de los verracos”, propia de los vetones, pueblo de origen celta que habitó una extensa zona coincidente con lo que hoy son las provincias de Salamanca, Ávila Toledo y Cáceres, desde el siglo V a. de C. hasta la romanización. Actualmente se encuentra recogida en el Museo de Cáceres, en el patio, donde pasa totalmente desapercibida.

Durante veinticinco siglos aproximadamente, esta escultura zoomorfa estuvo integrada en nuestro paisaje, en la vega del río Ruecas, a unos 5 Km. al N.E. de Madrigalejo. No conocemos la utilidad que le dieron sus creadores, pero sí sabemos que ha estado sirviendo de mojón durante muchísimos años, pues, aparte de señalar los límites de la dehesa Boyal desde el siglo XIII, posteriormente también lo hizo entre las fincas de Casas de Hito y la Torrecilla de Arriba, así como entre los términos municipales de Madrigalejo y Navalvillar de Pela, y de las provincias de Cáceres y Badajoz.

El toro del Hito, como actualmente se conoce, está datada en torno al S. V a. C. Es una escultura bastante tosca, a la que le faltan la cabeza y parte de las patas. Tiene la particularidad de que su cuerpo está inundado de “petroglifos”, signos simbólicos grabados en rocas, que, en este caso, lo están en la superficie de la escultura. 

El Molino de don Pelai

En dos partes del documento, se alude a dos elementos de un mismo conjunto, como son la presa y el molino de don Pelai. Así dice: “e dende el vado primero sobre los cadosos de la presa de don Pelai, ms”, y más adelante, casi al final del escrito, puede leerse: “E se da en esta carta entrada al molino de don Pelai”.

El molino está situado cerca del río Ruecas, del que toma el agua para su fuerza motriz. Consta de presa, cauce y molino propiamente dicho. Estas tres partes del conjunto son imprescindibles para realizar la molienda del grano y, por ello, siempre constituyeron una propiedad indivisible.

El término “cadoso” al que alude el escrito es una palabra que ya no se utiliza. Hacía referencia a un lugar profundo en un río donde abundaban los remolinos, como los que debían formarse en la presa del molino. Esta presa consiste en un muro de lanchas de pizarra unidas por argamasa, que se construyó en el cauce del río, con el fin de embalsar agua, la cual entraba en el cauce del molino o aceña a través de la herida. La “herida” del molino era una abertura en la presa, por donde el agua se desviaba, durante aproximadamente kilómetro y medio, corriendo por el cauce o aceña hasta llegar directamente al molino propiamente dicho. La fuerza con la que entraba el agua en el molino hacía mover las piedras graníticas destinadas a machacar el grano. En un principio, se molía con dos piedras o “muelas” y, con posterioridad, se añadió una tercera.

Foto de María García

El molino es, con mucha diferencia, el edificio más antiguo de nuestra localidad, y que, como hemos visto, está certificado documentalmente. Es una lástima que se encuentre en estado ruinoso desde que se abandonara su actividad a mediados del siglo XX. El hecho de que estuviera en pleno rendimiento en 1264, tan solo treinta años después de la reconquista, implica la existencia de un vecindario que cultivaba cereal en esas tierras y que necesitaba de su servicio para transformar el cereal en harina. Harina que era la base de la alimentación de aquellos pobladores. Y aparte de un vecindario estable que precisara de su servicio y consumiera su producción, una obra de tal envergadura necesitaba de largo tiempo para ser construido. Todos ellos son indicios que llevan a pensar que Madrigalejo estaba habitado en época musulmana.

El documento del siglo XIII habla de la presa y del molino de don Pelai. Pero, ¿quién sería don Pelai? Para responder, vamos a seguir la argumentación de Lorenzo Rodríguez Amores[1], quien lo vincula al personaje histórico de don Pelay Pérez Correa, el que fuera Maestre de la Orden Militar de Santiago y protagonista muy destacado de la reconquista de buena parte del territorio extremeño.

Aunque solo aparece mencionado con su nombre de pila, el hecho de pertenecer a una personalidad muy conocida hacía prescindible apellidos o sobrenombres complementarios. Además, don Pelay Pérez Correa era contemporáneo de la firma del documento, pues murió en 1275, once años después. A todo esto, se suma que, en el documento, el nombre de don Pelay va acompañado de la abreviatura “ms.” y de un anagrama que recuerda una cruz de Santiago. La abreviatura haría referencia a “maestre” y la cruz, a la “Orden Militar de Santiago”.

Foto de María García.

Un siglo después, el molino pertenecía a Juana Sánchez, vecina de Trujillo, quien se lo vendió a la Iglesia de Guadalupe en 1359. Y en manos del Monasterio estuvo hasta la Desamortización, en el siglo XIX. Durante toda su historia, ha prestado un gran servicio a los vecinos de Madrigalejo, hasta que las grandes harineras acabaran con los seculares molinos tradicionales, por su escaso rendimiento.

La fuente de la laguna

En el documento también puede leerse “e como va a la fuente de la laguna”. La fuente y la laguna a la que se refiere el escrito es la Carrizosa, de donde los vecinos de Madrigalejo estuvieron abasteciéndose de agua potable durante siglos y siglos, puesto que sus aguas son finas y de buen beber. Es un pequeño pozo cubierto por una humilde bóveda de ladrillo, que tiene una abertura para sacar el agua, con espacio únicamente para una persona. A pesar de su pequeño tamaño, su caudal es grande y el agua se encuentra al alcance de la mano.

La fuentecilla y el río Ruecas eran los suministradores de agua potable para los vecinos de Madrigalejo. En temporadas como en verano –cuando las aguas se estancaban- o durante las grandes crecidas –en las que el agua venía como chocolate-, era perjudicial beber del Ruecas. Los pozos domésticos tampoco servían para consumo humano, pues las aguas de la margen izquierda del río son gordas y de mal beber. Por ello, en algunas épocas del año, solo se contaba con la fuentecilla de la Carrizosa. A principios del XX, debido al aumento demográfico que había experimentado la localidad, se empezó a plantear la necesidad de construir otros pozos públicos que tuvieran mayor capacidad. Como existía la certeza de un manantial inagotable en la Carrizosa y con aguas de buena calidad, se construyó otro pozo de bastante profundidad y anchura cerca de la fuentecilla. Y posteriormente, se sumaron otros dos depósitos más próximos al pueblo, las llamadas “fuente de los Grifos” y “fuente de la República”.

Con tres pozos públicos más en funcionamiento, la antigua fuentecilla fue abandonada y las sanguijuelas se adueñaron de ella, por eso, a menudo, se la conoce como “fuente de las sanguijuelas”. Hoy no se puede acceder a ella, pues está dentro de una de las lagunas de la Carrizosa, y es difícil de encontrar debido a la profusión de aneas que brotan a su alrededor.

Igual que argumentábamos con el molino, también con la fuentecilla de la Carrizosa se puede hablar de una construcción anterior a la reconquista, que indicaría la existencia de un poblamiento estable con necesidad de aprovisionarse de agua potable. Además, el aire oriental que refleja la fuente profundiza en la posibilidad de que fuera obra de alarifes islámicos.

Vemos, por tanto, que es una pequeña joya histórica –con más de ocho siglos en su haber-, que deberíamos valorar los madrigalejeños, ya que está prácticamente olvida y arrinconada. Es hora de reivindicar su existencia y su pasado, especialmente por el gran servicio que prestó a la población a lo largo de la historia.

Para terminar

Para quien desee conocer más sobre estos tres elementos tan ligados al devenir histórico de Madrigalejo, puede acudir a los capítulos IV –La piedra del toro-, XI –Primer documento privativo de Madrigalejo, XII –Dos reliquias del pasado- y XIII –Don Pelay, dueño del molino de Arriba- del libro Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, de Lorenzo Rodríguez Amores, de donde he recogido los datos que aparecen en este post.

Guadalupe Rodríguez Cerezo.



[1] L.RODRÍGUEZ AMORES, Crónicas Lugareñas. Madrigalejo, Tecnigraf S.A., Badajoz, 2008, p. 147.


 

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